De pronto se me apagaron las estrellas.
Todas.
Y la noche campa a sus anchas por mis venas,
galopando el miedo a velocidades inusuales.
Miro.
Busco la llama que alumbraba mis días,
la que calentaba mi esperanza...
Nada, no hay nada.
Todo era puro espejismo.
Nuevamente he sido engañada...
Mira esta noche las perseidas y pide un deseo. No son estrellas pero se le parecen. Con mis mejores deseos, un abrazo Edurne.
ResponderEliminarABEJITA:
ResponderEliminarNi tiempo tengo para mirar al cielo...
Gracias de todos modos, y también por los buenos deseos.
Besos.
;)