jueves, 31 de diciembre de 2009

LAS UVAS DE LA IRA (sic.)


Por tercer año comparto estas uvas de la ira con ustedes. ¿Cómo pasa el tiempo, verdad?
Para cuando nos queremos dar cuenta, ya se nos han escurrido de las manos los buenos deseos del año anterior, las esperanzas en este año que, por fin, se acaba…
El tiempo no vale casi nada, está devaluado (¿será por la dichosa crisis?), aunque yo creo que sí, que el tiempo es oro, a pesar de que la expresión sea ya un “lugar común”.
Muchas veces me veo como loca corriendo detrás de este tiempo huidizo, el que se lleva nuestros momentos, los buenos y los malos (estos últimos, menos mal que se los apropia). Y correr así, persiguiendo algo que ya nunca volverá a ser… parece un poco ridículo, ¿no? Mejor correr en pos de lo que vendrá, ¡digo!
El caso es que el tiempo queda ahí, en nuestros archivos personales, en los anales de la historia colectiva, en nuestro libro de cuentas. Queda y de vez en cuando lo podemos sacar a ventilar, a quitarle el polvo acumulado, a recordarlo, a enseñarlo… o no, y lo mantenemos ahí, guardado y bien guardado, condenado al olvido y al mayor de los ostracismos (seguro que en ocasiones, hasta se lo merece).


Por tercer año comparto estas uvas de la ira con ustedes. Y me siento contenta de poder hacerlo, eso significa que llevamos tres años de singladura orillera, de buenos vientos y brisa tranquila. La Orilla se viste de espuma y plata para brindar con sus amigos, los viejos y los nuevos, los de siempre, los de mi cercanía y los de mi lejanía. La Orilla levanta su copa, chispeante de burbujitas verdes y azules, nacaradas y risueñas, para brindar por una nueva etapa, para desearles todo lo mejor, ya saben, en el “Espíritu Navideño” quedó dicho. La Orilla y la orillera brindan por todos ustedes, porque sigamos siendo olas que saltan bravas y también tranquilas en este mar de… “lágrimas”, ¿me creerán si les digo que iba a decir lágrimas?
Reminiscencias.
El caso es que sí, a veces son lágrimas, a veces son risas, pero siempre será respeto, cariño y simpatía.
Y gracias, siempre las gracias por su fiel compañía.
No se olviden, tienen la obligación de SER FELICES (les pediré cuentas, no se crean).
URTE BERRI ON! ¡FELIZ AÑO NUEVO!

Foto: Edurne, y “Las uvas de la ira”, como siempre, de la cocina de mi amatxu.

lunes, 28 de diciembre de 2009

NIEVE



BLANCO COPO DE

NIEVE FUNDIDO SIN EL

CALOR DEL SOL.

Foto: Aitor Texto: Edurne

jueves, 24 de diciembre de 2009

UNA DE ESPÍRITU NAVIDEÑO


Sí, ya sé, está demasiado manido esto del “espíritu navideño”, y si él pudiera hablar diría que ya vale, que le dejemos en paz, que somos unos hipócritas de tomo y lomo…

Y no lo digo por los que vivimos el día a día con los sustos y estrecheces propias de los tiempos que corren. No lo digo por los que todavía tenemos un poquito de conciencia, de vergüenza ciudadana. No lo digo por todo aquel que de vez en cuando mira a su alrededor y no sólo mira, sino que también ve con los ojos de verdad, y con los de dentro, todo lo que le rodea. No, no me digan ustedes qué es lo que ven sus ojos, que yo también lo veo.

Espíritu navideño reconvertido en millones de luces y bolas de colores, en arbolitos y señores panzudos que traen nuestros sueños envueltos en papel brillante.
La tradición está muy bien, por la ilusión, pero, por favor... ¡que no la prostituyan!


De pequeña no entendía que alguien se pusiera malo sólo de pensar en esto de la Navidad. A mí lo único que me importaba era jugar, hacer bromas, esperar la llegada de los Magos ésos, los que ni se sabe con qué magia subían a las casas más altas, se comían el turrón que les dejabas, se bebían la copichuela de acompañamiento y luego, en recompensa por haber sido bueno y no haber cometido demasiadas fechorías durante el año… hala, te dejaban muñecos, lápices de colores, trenes y Scalextrics, tebeos y libros de Salgari o Julio Verne, de Los Cinco, de Mujercitas, cuentos para colorear, una anguila de mazapán, un estuche nuevo, paraguas de princesa, una bufanda y unos guantes, calcetines, porque... ¡fíjate, con el frío que hace, vaya listos estos Reyes! ¡Y ahí sí que una era monárquica hasta la médula, jajajajaja! Y también te dejaban un poquito de dinerito, para guardar en la hucha.
Imagino el terrible esfuerzo de mis maravillosos Reyes Magos.

Vaya tiempos, ¿eh? Entonces no se hablaba del espíritu navideño, ni falta que hacía, que con sobrevivir ya había bastante.

El caso es que he terminado liándome, haciendo un poco de Pepito Grillo de nuestras conciencias. Hoy he tenido que soltar una "Catilinaria" en clase, pues, inocentemente, alguno de mis pupilos se ha desatado y se ha descubierto como un consumista caprichoso, exigente y furibundo. Me he quedado ojoplática y les he llamado al orden. Me miraban con cara de
"vaya, nos ha pillado". Me da pena. Aunque, si lo miramos bien, nuestros niños son el reflejo de esta sociedad, son lo que nosotros hemos creado, en el fondo siguen siendo inocentes de pecado alguno.

A veces echo de menos mi infancia, la echo de menos en cuestiones de inocencia, cuestiones simples, de infancia eterna, y no como la de hoy en día, en la que parece que apretáramos para que los niños salieran de la bendita y santa infancia lo más pronto posible.

A lo que iba:
Que estamos terminando un año, que es hora de hacer balances. No se inquieten, que no voy a seguir filosofando, reflexionando y flagelando nuestra conciencia universal…

Sólo quiero espantar este año un poco descarado que hemos tenido, aquí me refiero también a lo particular. Sólo quiero dar las gracias a quien haya que dárselas por la suerte que siempre parece acompañarnos, por sabernos protegidos de alguna manera, aunque nadie esté libre de nada en esta vida.

Les deseo lo mejor de lo mejor. Que la SALUD les inunde, el AMOR les apabulle y la PAZ les acompañe.

¡FELIZ NAVIDAD!

Pintura: “L’Étoile blue” de Joan Miró

sábado, 19 de diciembre de 2009

VIDAS PARALELAS (Y VII)


— Oye, Merche, ¿qué zapatos me pongo para lo de hoy?
— Pues no sé, Pepe, yo creo que los negros de la boda de tu sobrina irían bien, son un poco más elegantes y creo recordar que no te hacían daño, ¿no?
— Sí, yo también lo había pensado, porque claro, a estas cosas seguro que el personal irá acicalado como pinceles, vamos, como si lo viera… Y tú, cari, ponte esa falda gris oscura con la blusa que te regaló la niña, que te hace un tipito que… ¡ya quisieran otras! Además, con el aire tanguero que te marcas… la envidia, que vamos a ser la envidia esta noche. ¡Tú por guapa, y yo por suertudo!
— Exagerado, que eres un exagerado, pero sí, tienes razón, esa faldita me mete tripa, me deja así, lisita, y hasta parezco más alta y espigada. Y con estos zapatos que tienen tacón de media caña… ¡hala, bailones a mí, ja!
— Al final nos ha resultado esto del baile, y mira que yo siempre me he tenido por un patoso, pues no lo hago tan mal, ¿a que no? Con lo que me lío un poco más es con los pasos del rock and roll, que tanta vuelta, tanto giro y uno, dos, tres... ¡Jesús, parece uno una peonza mal bailada!
— Tuviste muy buena idea, Pepe, pero que muy buena. ¿Tú no te encuentras como más ágil, con más ganas de todo, no sé, diferente? Porque lo que es yo, me da la sensación de que soy una pluma, ya no me duele la espalda como antes, y hasta tengo el cutis más fino y resplandeciente. ¿Te das cuenta, Pepe, cómo son las cosas, cómo tenemos que llegar a veces al límite de una situación para reaccionar, y con un leve cambio… ya está, es como si todo fuera distinto?
— A ver Merche, peíname este remolino de la cocorota, que no hago carrera con él… y sí, tienes mucha razón, pero mira que me lo pusiste crudo, eh, canalla… ¡que me diste un susto de muerte! Ya me veía yo cornudo, solo en el mundo, sin ti, sin los chicos, sin casa, sin nada… ¡te juro que lo pasé muy pero que muy mal!
— Ya, pero para que llegaras a darte cuenta de todo, la que llevaba "enferma" mucho tiempo era yo. Nunca se me había pasado por la cabeza dejarte, pero sí quería que abrieras los ojos, que te espabilaras… Anda, trae ese peine y agacha un poco la cabeza, que no llego al remolino dichoso.
— ¿Me das un beso, reina?
— Y dos, y hasta tres, si te estás quieto…

Boceto: Antonio Texto: Edurne

lunes, 14 de diciembre de 2009

TAN SÓLO SUEÑOS



Sueños presentidos que almacenan
la esencia del ámbar de lo eterno,
envuelta entre rojas lágrimas de
duro cristal.

Sueños que se desperezan
con atrevida ligereza,
Sin miedo a la noche
ni a la verdad de las almas pequeñas.

Sueños que dejaron escritos nuestros nombres
en la arena,
a merced de las olas y la brisa.
Tu corazón y el mío, por la espuma unidos,
con gotas de salitre y coral prendidas
entre marejadas de amor y olvido.

Foto: Antonio Texto: Edurne

lunes, 7 de diciembre de 2009

MI MEDIO SIGLO


Hoy llego al medio siglo, mi medio siglo particular. Casi me parece mentira, pero no, resulta que en los anales de la historia así figura: “Edurne cumple 50 años”. Y no hay nada que pueda hacer para cambiar la historia. Aquí estoy con mis cincuenta a cuestas, con todo lo bueno y lo menos bueno que me ha sucedido. Es como si cincuenta Edurnes me sostuvieran.

Toda la vida he esperado el día de mi cumpleaños con gran ilusión. De pequeña recuerdo que todo mi afán era llegar a cumplir 10 años. No sé, creo que me daba la sensación de que las dos cifras en el número de tus años te otorgaba madurez, autoridad… Nada, seguía siendo una niña. Entonces me fui marcando metas de años pares. Si a los diez no había ocurrido nada, seguro que a los doce, o a los catorce… y así hasta llegar al día de hoy: CINCUENTA.

No me digan ustedes que no suena así, contundente esto de decir que ya tienes cincuenta… No me asustan pero sí que les tengo un poco de respeto, aunque claro, ¡peor sería no haber llegado!

Una mujer en los cincuenta está en una buena época, eso dicen. Por otro lado también es tiempo de cambios (esperemos que no sean muy aparatosos). El año pasado me estaba preparando para recibir este regalo: este saco de años y de experiencias. Lo recibo con orgullo, creo que lo llevo bastante bien, así que procuraré seguir siendo buena alumna y aprender de la vida.

Añadido de última hora: mi señor hermano me ha obsequiado con esta postalita tan original; para que vean, que una todavía no está tan "desesperada"...

Celebro mi cumpleaños y no tengo clase. Estoy disfrutando de estos cuatro días de fiesta, y cuando vuelva el miércoles, lo haré con muchas ganas, como renovada.

Llueve, siempre suele llover por estas fechas. Nací también un lunes lluvioso. Me bautizaron otro día lluvioso. Dicen que por eso soy tan… de “lágrima fácil”. ¡Vaya usted a saber!

Pues nada, quería dejar aquí esta tarta para todos ustedes, para que lo celebren a mi salud. Y esta entrada aparece hoy, lunes 7 de diciembre, pero la estoy escribiendo antes. Mi amigo Landa me ha chivado la forma de programar las entradas (todavía lo ignoraba), por lo que le quedo realmente agradecida.

En el fondo, ya ven, ¡sigo siendo una tierna bebita! Y gracias a tod@s por su fiel compañía.



Imagen: Internet Fotomontaje: Aitor Foto: De la memoria familiar.

jueves, 3 de diciembre de 2009

LES MAINS (II)


La hermana Marie Thérèse dormitaba plácidamente a la sombra de un viejo magnolio en el jardincillo del convento de las Benedictinas. Sobre su regazo, un libro reposaba semi abierto, y entre sus dedos, las cuentas del viejo rosario tantas veces acariciado. El sol del mediodía asomaba entre las ramas y dejaban un leve beso en el rostro de la anciana, que de vez en cuando lanzaba un ronquidito y se espantaba a sí misma.

Cuando la despertaron para anunciarle la visita de los dos marqueses de Saint-Malo, sus ojos se abrieron al instante y una sonrisa iluminó su cara. Ése era el momento que llevaba tantos años esperando. No podía hacerlos esperar. Dispuso que los condujeran a la pequeña capilla junto a su celda, allí podrían hablar tranquilamente y además, en presencia del que todo lo ve y todo lo sabe…

Los días transcurridos desde el encuentro entre los hermanos Saint-Malo habían pasado frenéticos, sin apenas tiempo para pensar en nada que no fuera mirarse y descubrirse, hablar, contarse las vidas en esos treinta y cinco años de forzosa separación. Pascal, al igual que su joven amo, había rejuvenecido, se había convertido en un hombre sonriente. La llegada del joven Paul a la casa lo había cambiado todo. Los hermanos se pasaban las horas encerrados en el saloncito de la chimenea, o en el despacho del padre, hablando y hablando. De vez en cuando incorporaban a Pascal a sus conversaciones pues necesitaban saber, y Pascal era, en aquella casa, el único testigo de sus orígenes.

Esperaban a los acontecimientos con tranquilidad, sin aventurarse en suposiciones que tal vez no fueran a cumplirse. Primero necesitaban conocerse, saber el uno del otro, y después irían a ver a la hermana Marie Thérèse, así lo habían decidido, ya que para entonces confiaban en que sus lazos de hermandad recién estrenada fueran más fuertes que lo que pudiera decirles la monja y que tal vez hiciera mella en ese cariño que acababa de nacer entre los dos. Pero ellos ya habían perdonado.

Paul contó a su hermano de su vida, tan distinta a la suya, rodeado de lujos y exquisiteces, los mejores instructores… Él, sin embargo había tenido que aprender a sobrevivir entre las frías paredes del colegio de Saint Baptiste, internado para hijos huérfanos o bastardos de familias nobles venidas a menos. Nunca careció de nada, eso era cierto, y alguien, nunca supo quién, se preocupó de que su situación fuera mejor que la de los demás. Siempre tuvo todas sus necesidades más básicas cubiertas, pero le faltó el calor de una sonrisa, la caricia de una madre, la complicidad de un hermano, los consejos de un padre…

Eran los primeros días de una primavera limpia y tranquila. Las prímulas lucían tímidas entre el verde del jardín, y los magnolios convivían con prunos de hojas oscura y flor rosada. El aroma de las mimosas del campo cercano llegaba hasta allí mismo. Se respiraba una inmensa calma, tal parecía que el mundo se hubiera detenido en ese lugar. Daban ganas de quedarse.

Los pasos vigorosos de los hermanos Saint-Malo retumbaban en las losas del suelo del claustro. Ellos mismos se dieron cuenta de que estaban turbando la paz y el silencio de aquellas paredes, y aminoraron la marcha, poniéndose así al mismo ritmo de la hermana que les guiaba.

Algo extraño ocurrió mientras avanzaban hacia la pequeña capilla donde les esperaba la hermana Marie Thérèse. Fue como una ráfaga de algún tiempo pasado, como si sus espíritus ya hubieran paseado entre esos corredores. Se miraron, habían sentido exactamente lo mismo.

La vetusta puerta se abrió dejando ver un interior austero pero cálido. En un pequeño banquillo de terciopelo raído estaba sentada la hermana. Ésta levantó la vista del misal que tenía entre sus manos y obsequió a los jóvenes con una sonrisa que se les antojó familiar…

—Queridos…
—Hermana Marie Thérèse…—y ambos se inclinaron para besar la mano de la anciana.
—Soy Pauline de Saint-Malo, vuestra tía, la hermana Marie Thérèse entre estos muros.

Pierre y Paul se miraron sorprendidos, ninguno de los dos tenía conocimiento de esa tía que les había aparecido como por arte de magia, aunque, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, ya no les sorprendía nada.
¡La anciana era la hermana de su padre, era una Saint-Malo! Tomaron asiento en unos reclinatorios junto a la monja y esperaron el relato de su nacimiento.

Imagen: El mismo detalle que en la entrada anterior Texto: Edurne