viernes, 24 de agosto de 2018

YA SOMOS MAYORES. RETRATOS (I) María del Carmen





Aquel beso no era lo que yo había soñado, pero ahora pienso mucho en él. No sé por qué, pero me viene a la cabeza continuamente, no estaría mal volver a sentir el contacto de unos labios en los míos… ¡Hace tanto tiempo ya!

No me acuerdo muy bien, tal vez tendría yo unos diecinueve años, sí, diecinueve, y soy tan precisa porque me veo con aquella blusa de cuadritos verdes y blancos que tanto me gustaba, por eso sé que yo tenía, exactamente, diecinueve años.

Aquí nadie te besa. No me gusta estar en este sitio. Yo quiero que me besen, aunque sea un beso robado en una esquina.

Dicen que estoy vieja para estas tonterías. Ellos sí que son viejos, ¿quién querría darles un beso? Yo soy guapa, tengo los ojos azules, un poco tristes, sí, que me los veo yo todas las mañanas cuando me miro al espejo, pero son azules, igualitos que los de mi padre. Solo yo heredé esos ojos, mis hermanos me tenían envidia, ellos tenían los ojos marrones, y nadie quería robarles un beso…

Ahora están todos muertos, ya no queda nadie de mi familia. No estoy triste, tampoco me querían tanto, ni yo a ellos. Ninguno de nosotros se casó nunca. Mis hermanos, se comprende que no lo hicieran, eran feos, antipáticos, y siempre estaban enfadados… Y mi hermana era muy rara, un día se marchó a un convento y nunca más volvimos a saber de ella, dijo que la olvidáramos, que su vida era otra. ¿Pero yo, que era guapa y delgada, con los ojos azules y una larga melena dorada, por qué no tuve nunca un novio, por qué no me casé? Los hombres me tenían miedo, era demasiado para ellos, me veían como un trofeo inalcanzable, seguro. al menos eso era lo que decía siempre mi madre.

Pero todos no me tenían miedo, ¡qué va! Estaban aquellos obreros de las casas modernas junto al mercado. Aquéllos siempre me decían cosas. Yo me hacía la loca y no les contestaba. Todos los días pasaba por la acera de enfrente, justo a la hora del bocadillo. Pasaba muy seria, muy digna, despacito, entreteniéndome en los puestos callejeros… Me producía un regusto especial pensar que todos aquellos ojos me miraban a mí y solo a mí, todos a la vez, y que de esas bocas de hombres rudos, de manos gruesas y nudosas, de barbas cerradas y ojos vidriosos, salían palabras de deseo cuya destinataria era yo.

Pero nadie se atrevió a nada más conmigo, solo aquel pobre de Andrés aquella tarde de lluvia. Digo pobre porque era muy poca cosa, no valía nada. Yo nunca me fijé en él, solamente en sus manos, blanquísimas, de finos y largos dedos con unas uñas impecablemente limpias y recortadas, cuando iba a la mercería de su madre a comprar todo lo que la mía, la mejor modista del barrio, necesitaba para sus encargos. Nunca sospeché que Andrés estuviera secretamente enamorado de mí, pero resultó que sí.
Me besó, y yo, cuando reaccioné, le di un tortazo, ¡qué se había creído! Cuando volví a la mercería, Andrés ya no estaba. Me dijeron que se había ido a un seminario, que se le había despertado la vocación y quería ser cura. Nunca me lo creí, se fue por despecho, ¡seguro!

Yo era muy guapa, y en este sitio nadie se lo cree cuando les cuento y les enseño las fotos que llevo en mi cartera. No me hacen caso. Tampoco he cambiado tanto... Estoy convencida de que me tienen envidia, no hay otra razón. Tengo buenas ropas, buenos zapatos, ¡zapatos de marca! Voy dos veces a la semana a la peluquería, me arreglo todos los días, aunque no sean días de fiesta, y me paseo con mi bolso y mi chal por el hall de esta residencia de viejos tristes y llorones. Yo sonrío con desgana a cualquiera que se cruce conmigo, y después me siento en un rincón a leer periódicos con noticias pasadas. Espero durante horas, hasta que llega la hora de cenar.

Pero nadie me habla, y nadie me quiere besar como Andrés aquella tarde de primavera, cuando tenía diecinueve años y me tuvo que robar el único beso que han dado y recibido mis labios…

Imagen: Internet. Texto: Edurne.
(Inicio una serie de "Retratos", inspirados en personas que he conocido a lo largo de los dos meses y medio que he convivido con  muchas de ellas en una residencia de mayores donde mi ama ha estado ingresada en un módulo de Recuperación Funcional).

miércoles, 15 de agosto de 2018

LEYENDO en verano, udan IRAKURTZEN, LISANT en été (I)



En este enlace se puede leer mi última crónica lectora, mi última reseña, ¡en julio del año pasado! Horroreur! Pero no es que no haya leído nada en todo este tiempo, ¡no! Los más cercanos a mi persona ya saben de mis tribulaciones de los últimos tiempos. Que la vida achucha, y mucho, así que no queda otra que amoldarse a las circunstancias.

Y dicho lo dicho, paso a comentar, un poco por encima, unos cuantos libros que han caído en mis manos, así como quien no quiere la cosa, a lo largo de estos meses, semanas, días…
Leer he leído como, cuando y donde he podido. A veces, concentrada en la lectura, otras dosificando las líneas, los capítulos, y también atendiendo a otros menesteres. Vamos, como en una vida paralela (creo que así me desenvuelvo de un tiempo a esta parte: paralelamente).
En la foto (perdón por la mala calidad) que encabeza esta crónica lectora, he puesto una especie de totum revolutum (algo muy a la orden del día en mi rutina de vida, por otro lado). Soy lectora un tanto anarca, compulsiva e impulsiva… Y no es que no sepa definirme por un género, un autor o autora (tengo mis “ídolos”, aunque no me gusta la palabra, plumas a las que siempre vuelvo una y otra vez, después de temporadas de barbecho tras un leve empacho, que también hay que decirlo), pero me gusta leer un poco de todo, dejarme sorprender por nombres desconocidos, títulos enigmáticos… No sé, tampoco creo ser tan diferente al resto. No soy especialista en nada y en nadie. Me gusta leer, la lectura me produce un inmenso placer, me siento libre. Y no entenderé nunca que haya personas que no lean, que no les guste leer, que no hayan leído nunca un libro (haberlas, haylas).

¡Y basta ya de prolegómenos! ¡Al lío! Voy a empezar por los que están ahí, tan juntitos y formalitos en la foto, que luego tengo otros más para hacer las presentaciones, en una segunda entrega.

·        “POÉSIES” de Arthur Rimbaud.
Este librito me lo compré el otro día en una librería de viejo en Baiona. Tenían de todo, una gozada de sitio, pero claro, una no va de excursión con más personas para pasarse las horas viendo solo lo que le interesa, hay que compartir. El caso es que nos dejaron un poco sueltas a Amparo y a mí,  y salimos de allí con algún que otro tesoro. Yo me fijé en Rimbaud porque cuando estudiaba francés (y gracias a mi profesora de tercero y cuarto de bachiller, Ybonne), me fascinó la historia de Verlaine y Rimbaud (Les poètes maudits); descubrí sus poemas y ahí se me quedó, en esa parte que todos tenemos para guardar pequeños tesoros y que redescubrimos a pesar de los años y en circunstancias inesperadas. Todavía no me he puesto con él en serio, he hecho una pequeña lectura en abanico. Leer en francés siempre me transporta a otras épocas.

·      “AQUELLA ORILLA NUESTRA”, de Elvira Sastre y con ilustraciones de Emba.
Un poemario delicioso, delicado, casi minimalista, intimista… Aquí, permítanme ustedes todas estas rimas, pero no tengo otros calificativos.
Paseaba yo un día por las calles de nuestro Botxo, y como ya había esquivado un par de templos de los libros, caí en brazos del tercero, ya no podía resistir más. Entré en La Casa del Libro y me di una vuelta entre sus mesas y estantes… A este librito le había echado el ojo en una primera ráfaga de situación. Lo dejé estar. Parecía que todo iba bien, nada me alteraba en demasía, pero, el título, una siente cierta debilidad por las orillas, me hizo volver sobre mis pasos y, con intriga y cuidado, despertarlo de su plácido descanso junto a otros compañeros. Cuando lo tuve frente a mí, al abrirlo…  un “me lo tengo que llevar”, fue lo único que se me ocurrió decirme a mí misma. Las reflexiones, los sentimientos, los dolores, las decepciones, las alegrías, las experiencias de vida que Elvira Sastre comparte con nosotros, son comunes, son nuestras también. Es inevitable hacer comparaciones, no arrimar esas letras a nuestra propia ascua, a nuestros sueños y desengaños, inevitable no hacerlo nuestro. Una delicia de libro. La edición muy cuidada, y las ilustraciones (especiales), hacen un acompañamiento… Ustedes verán.

·        “NO, MAMÁ, NO”, de Verity Bargate.
Llegué a este libro a través de uno de los ejercicios de lectura y comentario que nos propone nuestro profe, Jon Bilbao, en el Taller de Escritura.
Ya desde las primeras líneas me pareció interesante, así que después de leer el capítulo para abrir boca y comentar en clase, decidí darle una oportunidad y leerlo entero. Me gustó mucho ese toque corrosivo, de desapego maternal que impregna toda la narración, pero que consigue que una corriente de empatía te ate a la protagonista como si de ti misma se tratase.
(Y aquí voy a hacer un breve inciso para aclarar que viendo a nuestra compa Leticia con su “bihotzeko azukre  koxkorra”, Luka, nada es generalizable en esta vida…)
Una historia dura, contada con todos los sentimientos al descubierto, sin maquillaje alguno, pero a la vez, una historia entretenida, muy de verdad, de tripas, de lo políticamente incorrecto, pero de valentía.

·        “A CORAZÓN ABIERTO”, de Anna Gavalda.
Gusto mucho de los libros de relatos, y este es uno de los que no me ha defraudado. Ya he leído un par de obras más de la autora, y el estilo me gusta. Es una prosa fresca, ágil, de esa que te arrastra por las líneas, una tras otra hasta llegar a la meta.
También nos cuenta Anna Gavalda historias que perfectamente podríamos afirmar que nos representan. Un libro manejable, y que para leer en verano (da igual la estación), está muy bien (¿será por esa jugosa granada que nos invita a comernos la vida en la portada del libro?). Recomendable, sin duda.

·        “POEMAS”, de Emily Dickinson.
Más poesía. Tampoco se sorprenderán mis próximos, pues saben de mi afición, de mi filia por la Lírica. La Dickinson, aquí me he parado, los dedos se me han quedado en el aire, creo que tienen miedo a meter la pata en lo que vayan a decir, tal es el respeto que me infunde la poeta estadounidense… Una mujer en un mundo netamente masculino. Una mujer con una sensibilidad especial, sensibilidad que supo encauzar a través de su poesía. Sublime Emily Dickinson.

Es cosa tan pequeña nuestro llanto, 
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morimos.

·        “ARRUTIREN BANDA”, de Jon Arretxe.
Cada libro que saca Arretxe, llega a mis manos en el día de mi cumple, 7 de diciembre. La razón: mi hermano compra siempre en la Azoka de Durango la nueva historia que escribe Jon Arretxe, para regalármela, con el aliciente de la dedicatoria y firma del ejemplar por el propio escritor.
Me gustan estas novelas, “baltzak”, plurales y multiétnicas, que escribe Arretxe. No en balde es un viajero avezado. Sus historias te llevan a países lejanos, pero totalmente cercanos. Se lee muy bien Jon Arretxe.

·        “SANGRE SECA”, de Alaine Agirre.
Cuando compré el libro no conocía a la autora, pero después me di cuenta de que sí había oído hablar de ella. Esta escritora bermeana, jovencísima, me ha sorprendido muy gratamente. Este libro, escrito en forma de diario (no al uso exactamente) y con alusiones al pasado y al presente en paralelo, ha hecho una incursión muy delicada en la mente humana, en la mente cuando está enferma, o alterada, o cuando decide salirse del camino y hacer su propio recorrido…
El lenguaje que utiliza Alaine es muy importante para contar esta historia, para conseguir que nos metamos en la cabeza de la protagonista, que seamos ella, que lloremos, maldigamos, observemos, pensemos, nos abandonemos… como ella.
Al principio pensé que yo no estaba en unos de mis mejores momentos para leer una historia de semejante calibre, pero no, me introduje en ella sin miedo, y abierta a que las emociones impactaran en mí como tuvieran que hacerlo. La he leído en castellano, la verdad que porque era la versión que tenían en la librería. Me ha gustado mucho. Profunda.

·       “HISTORIA DE UN CARACOL QUE DESCUBRIÓ LA IMPORTANCIA DE LA LENTITUD”, de Luis Sepúlveda.
Sigo con regularidad la carrera del chileno, y por eso me produce tranquilidad tener un libro suyo entre las manos. Sé que me va a gustar. Sepúlveda también es de los que toca distintos palos. Este librito es más bien un cuento infantil (en teoría nació como un cuento para explicar a su nieto el porqué de la lentitud de los caracoles) que él transformó en fábula didáctica. Hay mucho que aprender de los caracoles y su lentitud. Todo tiene una razón de ser en esta vida, todos tenemos una misión.

·        “IRSE”, de Esmeralda Berbel.
Nada sabía yo de Esmeralda Berbel, cierto, pero cuando ojeaba el libro, tuve una especie de déjà vu, y resultó que ya había tenido la tentación de llevarme el libro a casa en una incursión anterior… Reconocí mis propios gestos por tantas veces repetidos, jajajaja, así que visto lo visto, ¡a la cesta! Y digo esto último, porque ya saben de mi “problema”: si entro en una librería, nunca salgo con un libro, al menos caen tres…
Esmeralda Berbel es la exmujer del actor catalán Eduard Fernández, y en este libro, escrito en formato diario (formato que me gusta mucho), Berbel nos hace partícipes de los últimos años de relación con el actor, del momento de la separación, de las tribulaciones propias de una situación tal, del duelo, de la negación, de la realidad, del asumir, de los miedos, de la rabia, de la impotencia; de cómo seguir con tu propia vida, sola; del amor que no puede irse… ¡Ay, me encantó cuando lo leí! ¡Cómo no sentirse identificados con las pulsiones más humanas, con esas tripas que nos rugen! También lo recomiendo.

·        “WAKEFIELD”, de Nathaniel Hawthorne.
Este pequeño relato lo leímos y comentamos también en clase por recomendación de Jon Bilbao. A mí me gustó tanto que  después de ver la preciosa edición ilustrada de Nørdica Libros (Editorial de mi total confianza y gusto), tampoco tuve dudas: el librito tenía que formar parte de mi biblioteca (lo tuve que encargar).
Pongo aquí el inicio de la historia, por si le pica la curiosidad a alguien. Borges, lo calificó como el más grande y perfecto artilugio narrativo de la historia, así que si Borges dijo eso… yo poco he de añadir, más que recomendar dedicarle un rato a su lectura y análisis.

«Recuerdo haber leído en algún viejo periódico o en alguna revista antigua una crónica que, relatada como si fuera real, contaba la historia de un hombre, de nombre Wakefield, que decidió marcharse a vivir lejos de su mujer una temporada larga...»

Bueno, aquí termino esta primera entrega, pero no se vayan ustedes demasiado lejos, que tengo otros pocos libros más para sacar al escaparate. En breve. To by continued…
¡Y a ver si retomo mis momentos ola en la Orilla, que ya está bien!
Que ustedes se refresquen bien y disfruten a tope de todo lo bueno que tiene la vida, entre todo eso… 
¡LA LECTURA!

Foto y Texto: Edurne