lunes, 21 de abril de 2014

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA BELLA FLORENTINA (I)


Cuando Florentina Bartolomé vino al mundo, éste giraba en torno a los caprichos de la Madre Naturaleza y los del género humano.

Avanzaba, no sin poco esfuerzo, una primavera algo desmadejada y que arrastraba flecos de un duro invierno. Las paredes de aquella casa rezumaban un frío que se diría extraño, y en la alcoba matrimonial, el vaho de la muerte se dejaba caer pesado, inerte…

La partera, que había asistido a doña Eulalia en todos sus alumbramientos, no pudo reprimir una lágrima: “ahora, a mas de la criatura, también la madre ha perdido la vida. ¡Qué desgracia!”  Y así se lo anunció a un padre incrédulo y desencajado que esperaba nervioso en la regia balconada de madera que daba al patio de la casa.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Diez hijos y ahora mi amada esposa… Yo tampoco merezco vivir”. Estas fueron las palabras que pronunció Juan Bautista Bartolomé antes de que su razón volara a tierras de las que ya nunca pudo volver por mucho que en ciertos momentos así lo pareciera…

Florentina, convertida en un pequeño amasijo de carne y sangre, debió sentir un leve escalofrío al oír esas palabras y sus ganas de vivir se avivaron en el mismísimo umbral de la muerte. Un llanto apenas imperceptible llamó la atención de la partera que todavía se afanaba junto a la vieja criada de la familia en limpiar la sangría del lecho, con el cuerpo de Eulalia pidiendo ser entregado al regazo de la madre Tierra.

Y como resurgida de aquélla, la pequeña Florentina, respiró y lloró gracias a la azotaina de aquellas rudas manos a las que ahora debía la vida. Su llanto resonó por toda la casa, y dicen que hasta en el pueblo y más allá… ¡Al fin un nuevo Bartolomé, un nuevo Ancheta, la maldición había sido conjurada!

Eulalia de Ancheta era descendiente de Joseph de Ancheta y Ruiz de Uriondo, uno de los fundadores de aquella región perdida en el mapa. De ruda estirpe vasca, Ancheta supo arrancar los tesoros escondidos en las entrañas de la montaña y hacer de aquel lugar olvidado, el centro de la vida del país. Hasta que el maná dejó de alimentar bocas, ambiciones, sueños… y la región entera cayó en un letargo de cuento.

Si no duró cien años aquel sueño, sí lo suficiente como para que pronto los olvidaran y que tan solo perdurara en la memoria de unos pocos el eco de unos tiempos como nunca antes se conocieron.

De aquellos tiempos, a estos otros, en los que la maldición de los Ancheta acababa de ser conjurada permitiendo que un descendiente del viejo Joseph viera la luz, habían pasado muchas vidas, si bien es cierto que más bien con mucha pena y poca gloria.
                                                                                     (Continuará)


Foto: Aitor. Texto: Edurne (Mi pequeño homenaje al gran Gabo, salvando todas las distancias, por supuesto). 
Ayer se me metió en la cabeza la frase de inició y he estado todo este tiempo rumiándola, hasta que me he sentado hace un rato a traducir en líneas lo que me rondaba, y lo lanzo sin corregir nada, mis disculpas si algo chirría. La muerte de García Márquez me ha afectado, para qué lo voy a negar. No he leído nada de él hace tiempo, aunque creo que he leído casi todo, y ahora mismo tampoco he abierto ninguno de sus libros todavía, pero, me parece que su espíritu me ha abducido en cierto modo, como muestra, el título de esta historia, que irremediablemente nos lleva al de "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada". Pido perdón, pero me salió así... 
Estoy utilizando nombres y apellidos de mi propia familia para montar esta historia, que no sé si será corta o larga. El personaje de Joseph Ancheta Ruiz de Uriondo existió de verdad, fue uno de mis quintos abuelos -así que yo también soy una Antxeta- y de él solo sé que nació el 9 de diciembre de 1756,  y yo un 7 de diciembre de 1959-. Lógicamente, su vida me la estoy inventando...

lunes, 14 de abril de 2014

¡ADELANTE MIS VALIENTES! ¡VIVA LA REPÚBLICA!

Los prisioneros tomados en el asalto al Cerro Rojo muestran su alegría entre vítores a la República al ser absueltos. Son simples soldados de reemplazo.
Fuente: Archivo Rojo (Ministerio de Cultura). Yo he tomado la imagen de aquí.


Mi aita era hijo de un trabajador del campo y concejal socialista republicano de un pequeño pueblo de Valladolid. Mi abuelo Julián fue un hombre que luchó siempre contra las injusticias, y que sin embargo las padeció toda su vida,  que tuvo que vivir humillado por salvar la suya y la de su familia.

De chico se peleó con el maestro, y los dos cayeron rodando por las escaleras de la escuela porque él quería seguir estudiando y no le dejaban. Entonces,  subir al piso de arriba de aquella pequeña escuela rural era solamente privilegio de los hijos de las familias con dinero. Él, el más inteligente de todos los alumnos, no tenía derecho a satisfacer su curiosidad, su hambre de saber… Era pobre.

Mi abuelo, y luego mi padre, fueron hombres con un elevadísimo sentido de la justicia y la honestidad, pero a quienes les robaron todas sus oportunidades. Al final, quien sí pudo ir a la universidad y estudiar Historia, la gran pasión de mi abuelo, de mi padre y mía, fui yo. También es verdad que lo conseguí después de haberme asegurado las lentejas como maestra, y con mucho esfuerzo, pero les resarcí a ellos de algún modo.

En mi casa he oído anécdotas de aquellos tiempos del abuelo, y de mi padre cuando era niño, un niño nacido bajo unos ideales que auguraban un futuro mejor, pero obligado a crecer bajo una dictadura del miedo que anuló todas esas esperanzas.

Una de esas anécdotas, y que siempre la tenemos como un saludo, un grito de guerra, como algo muy nuestro, es el título de esta entrada.

Un día, hace muchos años, al despertar por la mañana, mi ama nos contó el susto que había pasado por la noche: mi aita estaba muy agitado, hablaba en sueños, se movía mucho, y ella no se atrevía a despertarlo. Acercaba el oído a ver si entendía algo de sus balbuceos, pero nada de nada. Y en una de éstas, literal, mi aita, con voz de muerto de miedo, que va y dice: “¡Adelante mis valientes! ¡Viva la República!”

Después fue él quien nos contó sus tribulaciones nocturnas. Estaba encogido del miedo, sí, resultó que en su sueño le habían puesto al mando de un pequeño ejército de inexpertos como él para no se sabe muy bien qué misión, pero que ellos le echaron todo el arrojo y valor del que fueron capaces… No sabemos cómo terminó la aventura porque del miedo que pasó se despertó, como se suele decir, bañado en sudor y de lo más alterado.

Para nosotros se ha convertido en un grito de ánimo y que él mismo estuvo diciendo hasta el final, estando como estaba. Así que hoy, más que nunca, va por él, y por el abuelo:

“¡ADELANTE MIS VALIENTES! ¡VIVA LA REPÚBLICA!”





Foto: (Mi aita en plena guerra, año 1938, con un pequeño fusil de madera, que según él, no dejaba ni para dormir.) De la memoria familiar



domingo, 13 de abril de 2014

HAIKU PRIMAVERAL



SON CUERPO Y SON LUZ,

GORRIONES DE TRINO AZUL.

MÁS ALLÁ, TU VOZ.


Imagen: Internet. Texto: Edurne

domingo, 6 de abril de 2014

TU SOMBRA Y LA MÍA




Mi sombra camina junto a la tuya,
con cuidado,
en busca del siguiente paso.
Mi  soledad busca apoyo en la tuya,
y tu pena duerme junto a la mía.
Te presto parte de mi llanto
para acompañar el tuyo,
para refrescar el dolor,
para atraer la calma.
Me miro en ti,
madre,
y soy tu reflejo.
Tu mano y la mía
que  siempre fueron una,
ahora, más que nunca,
son palomas
que vuelan juntas.


Foto y Texto: Edurne