No es que una no tenga nada que contar últimamente, no, no
es esa la razón por la que casi no me dejo ver por estos lares. La causa es
mucho más simple que eso, simplemente me estoy haciendo mayor, creo que me
estoy volviendo más lenta o... nada más que la vida me ha cambiado tanto que
estoy abrumada y no llego con todo lo que me ha caído encima, añadido al peso
que ya llevaba.
Una se pregunta cosas,
muchas cosas, todos los días, por la mañana, a la hora de comer, a la tarde,
mientras trabajo, hago recados, me encargo de mi madre, corrijo, camino, me
lavo los dientes, me peino, me pongo el pijama... Incluso cuando, a esas horas
cercanas al final del día consigo sentarme un poco en el sofá, y, sin darme
tiempo a pensarlo si quiera... me quedo completamente dormida.
No soy una excepción, para nada. Esa es mi primera
reflexión, o mejor, conclusión. Soy una más entre este mar de seres que vamos y
venimos, unos con mejor y otros con peor suerte. Y aquí estamos.
Si nos parásemos a escuchar el sonido de nuestra propia
melodía, seguro que nos llevaríamos más de una sorpresa. No siempre es
decadente, no siempre es alegre y “molto vivace”... aunque nos parezca que
siempre suena la marcha fúnebre de Chopin. No, porque también somos capaces de
disfrutar de las pequeñas cosas, que, bien aprovechadas, pueden permanecer en
nuestra reserva emocional para alimentar momentos menos alegres. Yo procuro
practicar ese método.
Claro que hay otros ritmos que solapan el que podamos
escucharnos como Dios manda (habría que saber primero qué es “como Dios manda”,
claro).
Cantinelas de esas que nosotros no hemos solicitado una
emisión contínua, de las que no te dejan ni a sol ni a sombra, blablablabla...
Y parece que nos van a solucionar la vida, el mundo, todas las injusticias...
CANSINOS, son unos CANSINOS.
Yo ya no me fío absolutamente de nadie. La indignación
llega a tal límite que ni merece la pena disertar acerca de todo el maremagnum en
el que nos han metido entre unos y otros. ¿Qué somos para ellos? Títeres (de
momento con cabeza, pero, ojo, más de un@ ya la está perdiendo), está claro.
Y luego nos quejamos. ¿Será que tenemos aquello que
merecemos? Yo al menos no creo merecerme nada de esto.
En tiempos de sequía cualquier gota de agua puede
convertirse en un espejismo, y cualquiera puede perderse dentro de él, ojo aquí
también. Y los jerifaltes aprovechan la mínima para encasquetarnos cualquier
cuento chino. Y se cae o no se cae. ¡Ojo avizor, ya digo!
Una sociedad empieza gestándose por abajo, a ras de
suelo... Y ahí está la ESCUELA. No miento, ni exagero, cuando hablo de mis
dudas, de mis miedos, cada vez más frecuentes y constantes respecto a la
EDUCACIÓN que estamos dando a nuestr@s cachorrill@s.
Y es que hemos creado una sociedad donde los valores de esfuerzo, solidaridad y
otros tantos parecidos y vitales para la convivencia, han salido muy mal
parados. Simplemente no se practican, no existen. Doy fe de ello. Por supuesto
que hay excepciones, y muy honrosas- Estaríamos muertos como especie si no las hubiera...
Pasar de un extremo a otro no es bueno. Ni tanto, ni tan
calvo, como reza el dicho popular. Ustedes recordarán el respeto, incluso
miedo, que se les tenía a los maestros no hace mucho. ¿Y ahora? Ahora te toman
por el pito de un sereno, te dicen lo que tienes que hacer y cómo, y si te
portas mal, incluso te dan una “ostia” y todo. ¡Amén!
También doy fe de ello. Lamentablemente.
Pero nada de esto pasaría si nuestra sociedad fuera
equitativa, si todos tuvieran las mismas oportunidades, si se mimara lo que
realmente nos hace grandes como personas...
¿No es para indignarse? Veo y oigo cosas todos los días
que me sublevan pero que no puedo cambiar yo sola, ni decir lo que realmente
pienso porque sería “políticamente incorrecto”.
Nos han regalado una entrada para el “Gran Circo” con
pases ordinarios y especiales, pero uno detrás de otro. Asistimos, ya no sé si
impertérritos o no, a barbaridades y malabarismos de todo tipo. Nuestra
capacidad de asombro está como entumecida. Pero yo me sigo asombrando de lo que
somos capaces de hacer.
Son las seis y pico de la tarde. Un sábado espléndido y
con un Bilbao radiante (me apetece sentarme un rato en la terraza a leer y dejar las correcciones para otro momento). Ya saben, hoy se juega la gran final de la Copa. No
podría explicarles yo qué es esto, y qué es sentirse del Athletic. Se siente y
punto. Todo es rojiblanco desde hace semanas, pero en estos días, ya desborda
todo, TODO.
Y esto del Athletic me sirve como excusa para apoyar mi
reflexión de hoy: necesitamos alegrías en nuestras vidas, milagros, posibles o
no, pero creer en algo, imaginar que nuestros sueños pueden convertirse en
realidad... Lo malo es que, a veces, nos despiertan bruscamente, o no nos dejan
soñar. Seguiré soñando, me niego a que aplasten mis sueños.
Volveré, entre otras cosas porque tengo unas Crónicas a medio cocinar.
Un abrazo grande y... lo siento, hoy no lo puedo evitar:
AUPA ATHLETIC!
Un abrazo grande y... lo siento, hoy no lo puedo evitar:
AUPA ATHLETIC!
Fotos: las mías (una a traición), Aitor. El resto: Edurne. Dibujos: Internet. Texto: Edurne