sábado, 30 de abril de 2011

NUBES


Hay nubes entre las capas del espejo.
Son nubes doradas,
con ribete de polvo sideral.
Nubes al vuelo,
nubes de bolsillo,
nubes de quita y pon.
Suben y bajan
por la escala de azúcar y canela
de la casa que se divisa
en el otro lado,
tras las marañas de
luces y candiles de color argenta.
Nubosidad variable.
El barómetro de mi premura
se altera:
bajan las nubes,
suben las ansias,
cual tiovivo en la Feria.
Vaho salpicado de rosas
y una pátina de nácar y porcelana,
abrigan el óvalo del espejo
mientras las nubes
se tornan hilo de finísimo ámbar
para tejer nuevos sueños,
mecidos entre el mullido algodón
de viejas nubes rotas.

Foto: Aitor Texto: Edurne

miércoles, 27 de abril de 2011

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXXVII)














































El tiempo está loco. Cuando aquí luce el sol, en otro lado, llueve, y al revés. Eso me ha pasado estos cuatro días de Semana Santa. Iba yo de camino a Madrid y toda suerte de aparato eléctrico (nada de batidoras, exprimidores, secapelos…) caía por el camino. Relámpagos, truenos, rayos y centellas. Todo aderezado con lluvia a diestro y siniestro. En el Foro, el Diluvio Universal casi todo el tiempo. El sábado a la tarde dejó de llover, y el domingo a la mañana, incluso salió el sol, algo tímido, pero salió.

Mientras tanto, en Bilbao, lucía el sol a raudales. Claro, tuve que llegar yo y traerme la lluvia sobrante de la Meseta, así que hasta hoy, más o menos, no podemos decir que ha salido el sol. Ya les digo: loco, el tiempo está loco.

Aún así, con el tiempo en nuestra contra y todo, siempre hay cosas para hacer, y como pasearnos y visitar museos y exposiciones, es uno de nuestros pasatiempos favoritos… de eso no lloramos.
El jueves visitamos la Fundación Mafre, en Recoletos, donde nos encontramos con una fabulosa exposición sobre el Románico, algo que, quienes me conocen saben que me pierde. Me gustó muchísimo, muy buena, así que salí satisfecha a pesar de la lluvia.



El viernes íbamos, todos ufanos al Prado, y ¡oh, no, estaba cerrado! ¿Cómo se puede cerrar el Museo del Prado un viernes, por muy santo que sea? Con todos los turistas que andaban despistados y consternados, como nosotros, pululando por allí y los alrededores, el Caixa Forum, hizo un aforo de los buenos, porque allí nos dirigimos unos cuantos. Esta vez, entre las tres ofertas que se nos presentaban, elegimos la de fotografía, “Un mundo flotante”, de Jacques Henri Lartigue. Fotografías en blanco y negro, que a mí me gustan muchísimo, y que representan diversas escenas de un mundo bastante desenfadado de principios del siglo XX. Interesante. Había mucha gente y costaba ver las fotografías con tranquilidad, pero lo conseguimos. Como sucedáneo, resultó satisfactorio.



Y paseando, paseando… donde uno se encuentra con todo tipo de personajes, llegamos hasta la nueva sede del Ayuntamiento madrileño, la que don Gallardón ha decidido que tiene más empaque para la capital… La antigua sede de Correos, el Palacio de Telecomunicaciones (ahora Palacio Cibeles), que, bueno, por una parte sigue cumpliendo las funciones de la posta, pero que el resto alberga ya diversas áreas de la Casa Consistorial madrileña, con otras zonas dedicadas a la Cultura. Están de “Puertas abiertas” así que, si te abren las puertas, pues… allá que entras a curiosear, ¿o no? Nunca había estado dentro. Fastuoso, creo que ese es el adjetivo más adecuado. Enorme, claro, amplio… En los bajos, imagino que habrá más bajos todavía, pero en los que pudimos visitar, había un pequeño teatro o salón de actos, y también algo muy curioso, una especie de juego interactivo con la ciudadanía o cualquiera que visitase las instalaciones. En una pared, dispuestas en fila, fotografías de cuadros con personajes famosos de la historia, sacados de cuadros también famosos, así estaban: la Duquesa de Alba como Maja vestida, de Goya, la Monna Lisa, de Leonardo, el Caballero de la mano en el pecho de El Greco… y tantos otros. Bueno, el juego consistía en que tú te ponías frente a una pantalla donde grababan tu rostro mientras hacías monerías, y acto seguido, pasado un minuto, podías ver tu cara insertada en uno de los personajes antes mencionados… a mí me tentó el juego, y resulté reencarnada en la famosa Monna Lisa, ahí tienen ustedes la prueba.

A la salida, foto va y foto viene y unos reporteros televisivos que andaban por ahí, como quien no quiere la cosa, zas, que nos cazaron, que si unas preguntitas para la Televisión de Asturias, la TPA, y … como a una que parece que le dan cuerda para hablar y que no se corta un pelo, pues ahí me tienen a mí, asomándome a los hogares asturianos, ¡jajajaja! Claro que casi todo el rato me preguntaban por cuestiones de la Semana Santa, que si qué pena no haber podido ver ninguna procesión a causa del mal tiempo… y yo, que de pena nada, que no íbamos a ver procesiones, y que como en Madrid siempre hay mucho que ver, de llorar, ¡nada!

Hubo un cine de noche. No había mucha cosa donde elegir, o poca gana por nuestra parte, el caso es que la película elegida no es la mejor de la cartelera, ni mucho menos, pero bueno, lo mejor, los paisajes, asturianos, por cierto. “¿Para qué sirve un oso?” Pues eso, sin más, pasar un rato, reírte un poco o medio dormitar, según el caso…

El sábado nos adentramos en La Fundación Museo Lázaro Galdiano, sito en la calle Serrano. Yo no lo conocía, pero, fue un descubrimiento. Tiene unos fondos variadísimos, desde pintura, escultura, menos, hasta armas, miniaturas, numismática, marfiles, textil… Ya les digo, digno de ver y de volver.

Y los paseos, con paraguas o sin él, El Retiro, aledaños, el Casón del Buen Retiro, las calles casi desiertas… Y bueno, cuando el tiempo no acompaña demasiado, en casa también se disfruta porque siempre hay cosas que hacer que no se hacen normalmente.

La lectura de este viaje (ida y vuelta) ha sido “Paraíso inhabitado” de la reciente Premio Cervantes, Ana María Matute (por cierto, su discurso de hoy al recibir el premio, emocionantísimo). Me encanta esta mujer, sigue manteniendo a la niña que fue, y el libro, una delicia.

Me marché con los “elementos algo desatados”, no los climatológicos y bueno, ahí están, que no acaban de deponer las armas… habrá que darles caña.
Hasta el lunes no vuelvo a la escuela, y se nos echa encima un trimestre intenso y corto, o sea, que el pescado, más o menos, ya está vendido. ¡A ver cómo capeamos el último tramo de este curso escolar!



Brilla el sol, ya les digo, pero no me fío ni un pelo, a saber mañana… Intentaremos seguir buscando un trocito de felicidad en cualquier sitio.









Fotos: Antonio Cartel película: Internet Libros: Escaneados por mí Folletos: de las exposiciones Texto: Edurne

lunes, 25 de abril de 2011

DOS ERAN DOS (II)




—Oye, Carmen, ¿me puedes mirar un poco a ver si tengo algo en el ojo? Es que llevo toda la mañana con una molestia…

—A ver, déjame. Abre bien el ojo. Pero… ¡déjame, no cierres el párpado, que así no veo nada!

—¡Ay, es que me molesta! ¿No ves que no puedo abrirlo del todo?

—Desde luego… eres un quejica. Quita el dedo, que así no hay forma. ¿Dónde te molesta, en el lagrimal?

—Bueno… no exactamente, no sabría decir, porque me molesta toda la zona.

—Mira, es que aquí, justo en el borde, donde nacen las pestañitas de abajo y el lagrimal, tienes un mini granito, como un pequeño orzuelo, y claro, seguro que te parece que tienes una montaña, ¿a que sí?

—Una montaña no, ¡la cordillera del Himalaya entera! ¡Y me molesta como no veas!

—¡No, si ver, ya veo, no paras de quejarte desde que has llegado a casa! Voy a buscar en el armarito de las medicinas a ver si hay un colirio de esos neutros, que algo te hará, digo yo, al menos calmarte.

—Y si no, me lo puedo lavar con manzanilla, que mi madre siempre ha dicho que la manzanilla es muy buena, además de calmar, es astringente, o sea, que seguro que me lo va reduciendo…

—Bueno, pues si lo dice tu madre, fuera colirio, hacemos una infusión de manzanilla y hala, ¡te aclaramos la vista de paso!

—Oye, ¿no estarás diciendo lo de la manzanilla con doble intención, no?

—¿Quién, yo? Para nada; lo que pasa es que tú eres muy susceptible con las cosas de tu madre… ¡Y con la manzanilla, claro!

—¡Ya estamos!

—¡Que noooo, que no, Juanito, que no lo digo en ningún tonillo especial! ¡No estés siempre con el hacha en alto, caramba! Venga, toma, aquí tienes tu manzanilla… Pero espera un poco a que se enfríe…

—¡Bueno, gracias! Oye, que lo del colirio también es buena idea, pero me parece que la manzanilla me va a aliviar más, es que a mi madre siempre le ha dado muy buen resultado.

—¡Qué sí, Juan, que sí, que seguro que sí…! Anda, calla ya y ve a lavarte el ojo.

—¡Ya, ya voy, mujer, tranquila, que todavía está muy caliente!

—¡Pues sopla para que se enfríe antes!

—¡Pero mira que eres brusca y cagaprisas… ya voy, ya voy! Y, estoooo… ¿me puedes dar un beso?

—¡Ven aquí, mimoso! ¡Hala, toma, uno y dos!

—¡Gracias, cari!

—¡De nada, guapo! (¡Uf, qué hombre, por Dios!)





Pintura: Antonio Texto: Edurne

viernes, 22 de abril de 2011

COMO UNA MOTA DE POLVO





Como una mota de polvo


perdida en el éter del círculo perfecto.


Formando parte de


la cuadratura más holgada y exacta,


sobrevive un suspiro escapado


de una boca cualquiera.


Y ahí,


justo ahí,


entra en juego el hado,


en lo más oculto de nuestro sueño.


Cual gota de lluvia


que adorna acequias y fangos resecos,


así,


cantos de colibrí en suspenso,


con el aire quieto…


Así,


vibran palabras sin fondo


ni dueño…







Pintura: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 20 de abril de 2011

SIN DESTINATARIO (V) "A los elementos desatados"














A vosotros:


No sé quiénes sois, ni dónde estáis, pero de que existís, no me cabe la menor duda.

Si me he decidido a escribiros esta carta, misiva, epístola, reflexión o reclamación, es porque ya estoy hasta más arriba de la coronilla de vosotros, de vuestros tejemanejes, vuestras conspiraciones a mis espaldas…

Pero bueno, ¿qué os habéis pensado que soy yo, un campo de pruebas acaso? ¿Todo tenéis que ensayarlo conmigo, no hay ningún otro incauto por ahí al que ir a molestar, fastidiar y cabrear? No, parece que no, parece que yo soy vuestro tipo, está claro.

Pues no, no vayáis a pensar que estoy encantada de haber sido elegida para semejantes líos, ¡para nada!

¿Habrá todavía algo más con lo que sorprenderme en estos días? ¡Huy, sí, seguro que sí, mejor no pregunto, que lo más probable es que por lista me toque la lotería de nuevo!

Me acucian males de todo tipo, a saber: problemas con la tecnología que me sacan de mis casillas y consiguen ponerme más que nerviosa, y vueltas y más vueltas para intentar solucionarlos; problemas de continuidad, los que ya llevan más de un año largo persiguiéndome; los míos propios, que si estrés elevado a la enésima potencia, que si trabajo multiplicado por cuatro; y el ascensor, ¡dos meses y medio sin ascensor! Mi espalda ya está resintiéndose... y vosotros tan panchos, viendo cómo me deslomo subiendo carros y bolsas de la compra… Y ahora, para remate de los tomates, la fuga de agua, el seguro, el fontanero...

¡Y menos mal que ya se solucionó!


De verdad, ¿no me tenéis nada más preparado? Es que como estoy de vacaciones escolares, lo mismo pensáis que me aburro y…

Pues que lo sepáis: ¡me tenéis hasta las cartolas!

Pero, ¿qué habré hecho yo para merecer esto? ¿Tendrá que ver con el karma o cosas así? Es que lo mismo en otra vida fui mala malísima y por eso ahora la venganza…


Me voy cuatro días de vacaciones pero os estaré vigilando muy estrechamente, que una tiene madera de espía, así que… ¡ojito!


Vuestra afectadísima víctima.







Imágenes: Internet Texto: Edurne

domingo, 17 de abril de 2011

IL CASTRATO


Mi nombre es Salvatore Conigliaro y fui alumno aventajado del maestro Spínola en la Scuola Magna di canto de Napoli.

Ahora, después de los años y volviendo atrás en mis recuerdos, el más persistente es el de mi madre, mi madre y su dolor, mi madre y su cara de angustia, sus lágrimas, cuando me arrancaron de su lado a los nueve años.

A ella le prometieron una buena suma de dinero para hacer frente a la crianza de mis hermanos pequeños, ya que no había un hombre que pudiera sostener a la familia. Y para mí le vaticinaron éxitos, fama, buena vida…

Desde ese momento me dejaron más huérfano todavía.

Me gustaba cantar. Mi voz destacaba entre las de los demás niños del coro de la iglesia de Santa María de la Pietá. Yo quería cantar porque también era una forma de ser libre, de huir de mí mismo, de la vida de penurias y tristeza que me rodeaba.

El padre Giovanni me entregó al maestro Spínola para que hiciera de mí uno de los grandes. En aquellos momentos, se mezclaban en mí todos los miedos y todos los sentimientos posibles, pero no tuve mucho tiempo de pensarlo, ni de sufrirlos porque esa misma noche me encontré entre una legión de muchachos, que como yo, tenían en sus caras dibujadas mis mismas ansias.

Los primeros días, cantábamos cada vez que nos lo pedían, hacíamos escalas y más escalas, notas dificilísimas… Asistíamos atemorizados, y a la vez esperanzados, a cada una de las audiciones que nos solicitaban a cualquier hora del día. Hasta que al final, hicieron una selección y todos esperábamos emocionados los resultados. Yo resulté elegido, me consideraba un privilegiado, así nos lo hicieron ver, éramos unos privilegiados.

Fuimos trasladados a otras dependencias mucho mejores, y allí empezamos a intimar entre nosotros. La misma suerte nos unía, las expectativas de convertirnos en grandes cantantes y poder cantar en las cortes de Europa, ante reyes y reinas, ser aplaudidos, envidiados…

Lo que ignorábamos era el sacrificio al que iban a ser sometidos nuestros cuerpos y nuestras almas. Todo eso tenía un precio: nuestra virilidad, nuestra identidad. Ser poseedores de tan maravillosas voces así lo exigía.

Desde aquel día no volví a ser el mismo, sentí que no sólo habían mutilado mis genitales sino también mi vida. Enfermé, de dolor, de pena… Mis heridas curaron, pero mi alma aún está sangrando. Durante una semana no pude ni cantar, era como si todo en mí se hubiera esfumado en aquella tinaja de leche caliente: mi ser, mi sexo, mi voz, mi vida toda… Sólo quería morirme, ir con mi madre y morirme.

Pero mis deseos no se cumplieron.

Todo esto es algo que he intentado esconder en lo más recóndito de mi corazón, pero, si ahora me he propuesto escribir mi vida, sé que no tengo más remedio que traerlo de nuevo a mi presente y revivirlo.

Enseguida me pusieron a hacer escalas para recuperar la voz, y parece que fue el único modo de que mi pena encontrara consuelo, no tenía a nadie, sólo tenía mi voz. Ella volvió a mí y yo supe manejarla, domeñarla, y así la llevé por los caminos que la convenían. Trabajé mucho y muy duro durante aquellos años en la Scuola Magna, en parte por aliviar la enorme pena que albergaba en mi interior y también por demostrar mi arte, del que cada día me sentía más orgulloso.

El maestro Spínola había puesto todas sus esperanzas en un pequeño grupo de muchachos, entre los que me encontraba. Nuestra fama empezó a ser notoria y llegó a oídos de la alta jerarquía eclesiástica, que quiso comprobarlo solicitando nuestra presencia en una audición privada. Fue tanto el éxito que a esa primera audición siguieron otras, cada vez con más adeptos, entre los que se encontraban clérigos, nobles, ricos comerciantes, pequeños burgueses…

Ante nosotros se desplegaron las posibilidades de éxito, lujos y fama que sobrepasarían las fronteras de nuestra patria. Me acordé de mi madre y mis hermanos. Nunca más los volví a ver, pero los llevo en mi corazón, y su recuerdo es el que me ha mantenido con vida hasta hoy.

Tenía dieciséis años y pensé que, de algún modo, la vida me devolvía algo del esfuerzo y el sacrificio con que tuve que pagarle. Me esforcé al máximo, perfeccioné mi técnica para llegar a ser el mejor.

Un día, en una de esas audiciones privadas a las que nos llevaban para adquirir destreza en el escenario, ocurrió el segundo hecho traumático en mi vida, y el que me ha traído por oscuros caminos hasta el túnel en el que ahora me encuentro.

Había un nutrido grupo de nobles, políticos y religiosos, todos de alta alcurnia, en el Palazzo del Duque della Rosa. Después de nuestra actuación, excelente y muy aplaudida, nos llevaron a una sala adornada con grandes espejos y rojos divanes de terciopelo que invitaban al relajo.

De los ocho muchachos que habíamos ido a cantar, sólo nos pasaron a la sala de los espejos a cuatro. Al principio no nos percatamos casi del hecho y estábamos tranquilos. Al poco, se abrieron unas pequeñas puertas camufladas por el papel decorado de las paredes, y surgieron de ellas aquéllos que minutos antes habían admirado y aplaudido nuestra excelsas aptitudes canoras. Portaban máscaras de carnaval y se nos acercaban con insinuaciones que nada tenían que ver con las alabanzas antes mostradas. El miedo se apoderó de nosotros e intentamos huir, pero resultaron infructuosas nuestras intenciones. Las amenazas, veladas pero firmes, de acabar con nuestras carreras y algo más, nos paralizaron, y nuestro destino quedó allí mismo marcado.

Después de aquella tarde, vinieron otras, y otras más, y no sólo eran hombres, también acudían nobles damas. Todos solicitaban nuestros favores, y poco a poco las audiciones musicales fueron dejando paso a estas citas, en las que, a mas de cantar, teníamos que satisfacer los caprichos de todos esos degenerados.

Llegó un momento en el que ya nada me importaba, y lo único que me mantenía con vida era el recuerdo de mi madre y su amor.

Y como en los momentos más trágico de una vida, siempre aparece un ángel que te tiende una mano, en la mía, ese ángel apareció, precisamente, en el mismo infierno. Fue la única persona que me trató con respeto, que se hizo cargo de mi dolor, y a quien, en cierto modo, llegué a querer, aunque no cómo él lo hubiera deseado. Pero tuve cariño, respeto, y mi vida cambió durante un tiempo, el que estuve en su casa. No diré su nombre, también por respeto y más ahora que está muerto. Muerte que se produjo en extrañas circunstancias, y desde la que he vuelto a encontrarme de nuevo solo.

Cantar, sólo lo hago en momentos de infinita tristeza, y casi no reconozco mi voz. Se me cerraron las puertas que en un principio tenía abiertas, y para poder sobrevivir tuve que dedicarme a vender mi cuerpo -ya que lo único que inspiraba era desprecio y morbosidad- pero ahora de forma diferente a antes…

Han pasado los años, y cada vez que me miro en un espejo, intento ver reflejado en él al niño Salvatore, pero cuando consigo traerlo ante mí, él me mira sin reconocerme, me mira con miedo, con burla y desprecio. Yo intento retenerlo, pero su mirada triste me devuelve la imagen de un viejo grotesco, gordo, afeminado, vestido ridículamente, y con un inmenso mar en sus ojos donde ahoga cada noche su vergüenza, su asco y su tristeza. Un ser decrépito que abre la boca y lo único que sale de ella es un grito de dolor:

“Io sono Salvatore Conigliaro, il castrato, la grande putana di Napoli!”


http://youtu.be/t9h7oB0TpLY



Para saber más sobre los Castrati (Los Castrados), pinchar en el enlace.


Imagen: Internet Vídeo: Youtube, fragmento de la película “Farinelli” (Aria: "Lascia Ch'io pianga" de Händel) , por favor, hagan clic en el enlace. Texto: Edurne

sábado, 16 de abril de 2011

DOS ERAN DOS (I)


—Mira, cari, a mí así no me apetece ir, qué quieres que te diga…

—Ya, si yo te comprendo, pero no podemos decir que no. Todos los años hemos ido y si ahora, por una tontería no vamos… van a pensar que es más importante de lo que en realidad es.

—¡Pero es que yo no quiero ir! ¿Acaso no cuenta lo que yo quiera, cómo me siento en estos momentos?

—¿Y no puedes hacer el esfuerzo? Mi madre ya está mayor, y si no aparecemos le vamos a dar un disgusto de los buenos.

—¡Ah, sí, a tu madre le vamos a dar un disgusto si no vamos! Pero, ¿y el disgusto que me ha dado a mí tu cuñadita, no cuenta? ¡Yo soy tu mujer, Juan!

—¡Carmen, Carmennnn… no te pongas trágica, que al final vamos a hacer un drama de esta historia!

—Pues para mí es importante, muy importante. Y más el que tú estés a mi lado, que me apoyes cuando lo necesito, pero ya veo que no estás por la labor, que te interesa más quedar bien ante tu familia, así que, ¿sabes lo que te digo? Que vayas tú si tantas ganas tienes de ir, si tan irremediable te parece el maldito compromiso de la dichosa comida familiar de todos los años… ¿No te das cuenta de que es un puro cuento? Este año ha saltado la libre por la impertinencia de Marisa, ¿pero te crees que los demás van como si nada, tan contentos y encantados de la vida? Pues no, hijo, no, ¡que igual el único iluso eres tú! Bueno, tú y tu madre, que la mujer también se quiere engañar ella solita…

—¡Huy, huy, huyyyy Carmencita, Carmencita…!

—¡No me llames Carmencita, que sabes lo que me revienta!

—Venga, tengamos la fiesta en paz, Carmen, que todavía queda una semana y seguro que en estos días se aclara el mal entendido.

—¿No ves como eres un iluso, Juan? Decididamente, no entiendes a las mujeres, y en este caso, a la tuya. Este asunto no tiene solución, Juan, ¿no lo ves?

—¡Pues no, no lo veo! Yo creo que hablando se entiende la gente. Si quieres hablo con mi hermano…

—¡Ni se te ocurra! Lo liarías todo más porque él sí que se va a poner del lado de su mujer, no como tú…

—Mira, mejor lo dejamos. Me voy a comprar un bote de pintura para lo de la barandilla del balcón…

—¡Sí, sí, eso, vete! Y a ver si nos calmamos…

Pintura: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 13 de abril de 2011

EL ALMA DESPEINADA


Tengo el alma despeinada

y no sé muy bien porqué.

Sí, el alma despeinada.

Lo descubrí esta mañana,

mientras me lavaba los dientes.

Me parece que es un fenómeno

bastante raro, pero, qué quieren,

a mí se me ha despeinado el alma.

Y miren que lo he intentado todo

desde que me percaté de ello.

Y nada.

Ni gomina,

ni brushing con el secador,

ni espuma apelmazante,

ni rulos,

ni nada de nada.

Lo mismo es que

he dormido mal esta noche

y de tanta vuelta…

Aunque no sé,

no sé si tendrá algo que ver.

O la comida,

que comí alguna cosa

que soy incapaz de recordar

y me sentó mal,

tanto, que he amanecido

con el alma de semejante guisa.

¿Ustedes creen

que se puede andar por la vida

con el alma despeinada?

A simple vista es como

si me lo estuviera tomando a chufla,

¿verdad?

Pero no,

no se lo crean,

que esto de llevar el alma despeinada

tiene pinta de ser algo muy,

pero que muy serio.

Y estoy desesperada.

Bueno, sólo un poco,

un poco desesperada…

(de momento).

Y también despeinada.

Busco una solución.

¿Alguien sabe algo,

ha oído hablar sobre esto?

¡Ay, es que no saben la congoja

que me produce

presentarme ante los demás,

así,

con el alma despeinada!

¡Y lo peor,

sin poder dar una explicación!

¿Y si busco en Internet?

¡Claro!

¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Seguro que aparecen,

por lo menos,

diez mil entradas

acerca de las almas despeinadas.

Causas,

diagnóstico,

tratamiento,

casos reales…

Bueno,

pues yo lo intento,

es que tengo que encontrar una respuesta,

una solución hoy mismo,

a ser posible antes de la noche,

porque no soportaría

acostarme con esta incertidumbre.

¿Y si mañana amanezco

con otra cosa despeinada, eh?

No, no,

que con el alma ya me vale,

ya tengo bastante trabajo.

Ahora mismo me pongo

a la tarea,

y ya,

si eso,

yo les cuento.

¡Ah, y gracias

por escucharme el desahogo!


Foto y Texto: Edurne

martes, 12 de abril de 2011

TÚ NO LO SABES




Toda mi vida esperándote.

Y un día llegaste arrasando mi casa,

como una gran ola.

Y te quedaste.

Ahora, después del tiempo,

te soy imprescindible.

¡Y yo llevo toda mi vida soñándote!


Mientras tú reías en los ojos de otras,

mientras yo te buscaba

entre los granos de arena de playas inexistentes

y tú jugabas con los besos de otras bocas…

Yo te quería, sí,

y tú sin saberlo.

Ahora lo sabes.

Ahora te miras en el espejo,

y me ves.

Me buscas entre los pliegues de tu piel,

y me encuentras,

acurrucada en el regazo de tus deseos,

vistiendo tan sólo mi sonrisa

—ésa que adoras—.

Pero yo ya te quería.

Antes, mucho antes

de que tú me eligieras.


Y hoy llegas hasta

los bordes de mi almohada

susurrando tu amor

al compás de mi vigilia desvelada.

Y no sabes que mi sueño

alberga un gran agujero,

un abismo que me asfixia

cuando me asomo y lo miro.


Cántame, amor, tu pena.

Cántame escondido

entre el embozo de mi sábana blanca,

que yo sujetaré tu miedo,

lo haré desaparecer

envuelto en aliento de cálido estío.

Y siénteme nueva,

abre tus ojos y mírame.


Tú no lo sabes, pero,

mi amor es viejo,

¡yo ya te quería!


Pintura: Antonio Texto: Edurne

sábado, 9 de abril de 2011

COSTURAS A DESTIEMPO (Replay)




Llevo las costuras de la vida demasiado prietas,

oprimiéndome el alma.

Hilvanada la sonrisa,

así, con un poco de tiento,

marcando la sisa en blanco, para que sea vista

entre la negra pena de este invierno eterno…



Llevo descosido el dobladillo,

porque me caí jugando a ser niña grande.

Y ahora lloro sin consuelo,

buscando un corchete para sujetar

el desgarro de esta tarde sin margen,

ni línea por la que caminar sin torcerme…



Llevo zurcida la alegría,

por si alguien viene a reclamarla,

por si la necesito un día.

Las entretelas cortas en el tiro,

reclamando corte y avío…



Llevo el costurero lleno de sueños,

las agujas en pie de guerra

y las tijeras marcando el ritmo…

Torzal para remendar mi llanto,

imperdibles con que prender

los suspiros…



Y en el fondo, bien guardado,

patrón para marcar,

de nuevo,

a la risa el camino.



Dibujo: Aitor Texto: Edurne (Texto ya publicado en este blog el 8 de febrero de 2010. Como me gusta mucho, lo traigo de nuevo hasta la Orilla.)

jueves, 7 de abril de 2011

LA VIEJA BICICLETA



Rodaba sola la vieja bicicleta.

Ninguna mano la guiaba,

sola y segura…

conocedora del camino.

Foto: Edurne, de una obra vista en Art Madrid’11 Texto: Edurne

domingo, 3 de abril de 2011

DIARIO DE UNA MUJER (VIII)


Viernes 19 de noviembre de 2010

23:10

Me estoy abonando a escribir una vez a la semana, y bueno, en principio no era esa mi intención, pero qué quieres... ¡las circunstancias mandan, evidentemente! La semana pasada estaba todavía afectada por el susto que nos dio Alfredo, gracias a Dios ya está todo más tranquilo, y él también. Ahora hay que esperar al mes que viene, que es cuando nos han mandado volver, pero bueno, yo estoy más tranquila, le veo con otro color, va recuperando su tono a todos los niveles. Yo creo que ha sido un susto, un buen susto, eso sí, pero que ya está pasado.

A mí me tocaba visita al psiquiatra, al que había prometido no volver, bueno, volver una vez más sí, pero que iría con una estrategia, eso es lo que dije la última vez que salí de su consulta. Volví, sí, claro que volví, más que nada por afianzar mi teoría de que el tipo no me podía ayudar. Nada más entrar me miró como si fuese la primera vez que me veía, y claro, eso, para alguien que tienen problemas, que ha ido a su consulta dos veces… y que no te reconozcan, que te vuelvan a preguntar otra vez un montón de cosas que ya te han preguntado… ¡pues como que no! Y se lo dije claramente, le dije que no estaba tomando la medicación, que yo no necesitaba sentirme como atontada todo el día, sino lúcida, despierta, y que esas pastillas me dejaban completamente aturdida. Le dije que lo que yo necesitaba era hablar, sentir que alguien me comprendía, que me podían ayudar a superar mis miedos, mis angustias, mis problemas con mi hija… Se enfadó, no me entendió en absoluto, es más, me trató bastante mal, con desprecio y prepotencia, así que salí de allí más aliviada, sin complejo de nada. Di carpetazo al capítulo “psiquiatrapastilleo”. Ya vería cómo solucionaba lo mío, ahora tenía cosas más importantes en la cabeza.

Me fui a buscar a Mamen a la salida de clase, se quedó sorprendida porque no habíamos quedado antes, y sólo habíamos hablado para contarle las novedades de Alfredo. Nos tomamos un chocolate con un bollo suizo en la degustación de la Plaza Mayor, y, sinceramente, ese chocolate me sentó mucho mejor que todos las pastillas antidepresivas que pudiera mandarme el loquero ése de las narices. Y ahí salió lo del psicólogo, que en un principio rechacé tajantemente, y es que yo soy así, muy tajante, pero bueno, eso ya me lo sé yo, que soy muy tajante, y que cuando digo que no es que es no. Pero… Mamen es una pesada, eso también me lo sé yo, y que normalmente siempre consigue lo que quiere, también. Ella no había ido nunca a uno pero, su hermana Pilar sí, fue en una época mala que pasó hace tres años, cuando se divorció y se murió también la madre… Así que quedamos en que le preguntaría, porque como le fue tan bien, pues no era como para desaprovechar la experiencia, ¿no? Y en eso quedamos. De esto hace cuatro días, todavía no sé nada, pero tampoco me urge, vamos, yo creo que estoy aprendiendo a reaccionar bastante bien, lo que pasa es que me ha pillado todo como un poco de sopetón.

Con Patricia no es que hayan cambiado las cosas, pero sí que yo no me estoy agobiando tanto, estoy intentando poner en práctica la teoría del balcón. Es difícil, más que difícil, y quien diga lo contrario es que miente. Un hijo, una hija en mi caso, es algo muy serio, y no te puedes desentender de ella así como así, tienes que aguantarte la rabia, las ganas de darle un sopapo, de llorar, de gritarle, de abrazarla, de… ¡qué difícil, Dios! El caso es que estoy procurando no mostrarle tanto mi ansiedad, mi preocupación, y así es ella la que anda extrañada, la que me mira, me observa, no sé si buscando algo anómalo en mí, algún síntoma de locura, de… Ahí estoy, aguantando y tragando. Y sé que ahora no puedo bajar la guardia, ni dar marcha atrás. Veremos quién de las dos gana. Tendré que ser yo, que para eso soy su madre y me avala la edad, y la experiencia de la vida.

Por lo demás, Marta y Jorge muy bien, muy majos, me están ayudando mucho con lo de su padre, y también con su hermana, aunque tampoco tienen mucho éxito, Patricia se ha cerrado en banda y no quiere comunicarse con nadie de su familia, sólo lo justo y necesario. Pero soy optimista, tengo que serlo, esto no va a durar demasiado tiempo, como me llamo Purificación García que no.

Cuaderno, nos vemos otro día.


Puri

Imagen: Internet Texto: Edurne