sábado, 29 de febrero de 2020

¿QUÉ PASA?




                                                                              
¿Qué pasa que no me reconozco? Me miro al espejo y tengo que escudriñar largo rato tras el gesto apagado de la que me mira para encontrar un leve rastro de la que soy, de la que era…

Hago y deshago, entro y salgo, compongo y descompongo, pienso y despienso (palabro de mi invención), río (poquito) y lloro (bastante), duermo (poco y mal) y despierto… En fin, todas esas cosas que se supone que hacemos las personas, pero…

No, que no. Nada es igual. Es y no es. Algo ha cambiado dentro de mí. Tengo atasco de todo: emocional, social, intelectual, de salud, literario, vital… Y no veo cómo darle la vuelta a la tortilla. Ya, ya sé que todo el mundo me dice que tranquila, que ya iré pasando por esta fase y entraré en otra más amable. No sé yo. Mi cuerpo ha cambiado (en serio, ha cambiado), mi mente va un poco a su bola, no me hace demasiado caso. ¡Un motín en toda regla, ya les digo!

Y para colmo, el coronavirus de las narices (ahora mismo oigo la cantinela en la tele, en la radio de la cocina). Sí, sí, ríanse, pero nos están bombardeando y aunque una quiera mantener la calma, te meten la angustia hasta en sueños.

Y hablando de sueños, hasta en el mundo onírico tengo rebeldes. Ahora me paso unas noches de lo más chungas; el otro día, sin ir más lejos, mi amama (abuela) estuvo persiguiéndome toda la noche: sueño en el que entraba, sueño en el que ella me esperaba… ¡Por dios, qué sustos! Ya me tuve que poner seria con ella y llamarla al orden, pero nada, creo que ejercía el poder de la edad y hala, conmigo a todas partes. Lo que no sé es si quería decirme algo, o simplemente que tenía ganas de verme… Lo mismo todo esto tiene que ver con que me he enfrascado en la elaboración de mi árbol genealógico y claro, ando toda revuelta y emocionada. ¡Vaya usted a saber!

Pues ya les digo, que he entrado en la década prodigiosa un poco p’allá. Espero coger el ritmo y empezar a caminar por ella a otro compás. La jubilación se me ha atragantado. Y todo el mundo me dice que estaré como una reina, haciendo lo que me dé la gana… ¡Que no me lo vuelvan a decir, que no me lo vuelvan a decir….!

De momento, mi lentitud se nota también en esta Orilla. Apenas escribo, no me da el cuerpo ni la cabeza, ni el tiempo. ¡No llego! Los libros se me acumulan en columnas tambaleantes. En mis ejercicios del Taller también estoy anquilosada, no fluyo como debiera, ¡qué cruz!

Sábado 29 de febrero de este año bisiesto (mi aita siempre recelaba de los bisiestos), son las diez de la noche, y me he puesto frente al ordenador obligada conmigo misma, me estoy retando, no crean, es un “a ver quién puede más”. Para animarme me he puesto música de mi gusto: The Mamas & The Papas, The Supremes, Martha Reeves & The Vandellas, Chuck Berry… y otros por el estilo. Han hecho su efecto, porque primero me he liado a ordenar y limpiar baldas y revisar papeles y… ¡Ufff! ¡Y también me he echado mis bailes, ay, mis bailoteos de siempre, cómo me gusta bailar!

He sido capaz de escribir treinta líneas al menos, bueno, no está mal. Para rematar el mes y cumplir, creo que ya vale, ¿no les parece? Pues aquí lo dejo, seguiré reflexionando y explorando estos nuevos caminos que me han tocado en suerte, buscaré un buen calzado para transitar por ellos sin tropiezos.

¡Hasta la próxima! Y gracias por seguir ahí. Me sean felices, hagan el favor.

Foto y Texto: Edurne