Este año, el quinto consecutivo que saco a relucir las uvas de la ira, tampoco quiero faltar a la cita, al ritual, manido, tal vez, pero que sirve un poco como recordatorio, inventario de hechos, sucesos y aconteceres varios que han tenido lugar en los doce meses que despedimos hoy con bastante rabia, a decir verdad.
Sé que es psicológico, que la frontera que separa un año de otro, es tan minúscula que apenas se aprecia, es como subir o bajar una planta de un edificio, como cruzar una calle, como acostarse y levantarse de la cama… ahora es hoy, luego será mañana. En fin, bromas aparte y sin hacer demasiado caso al galimatías temporal y cuasi metafísico que me acabo de plantear yo solita, el hecho en sí es bien sencillo: se acaba el 2011 y empieza el 2012. El milenio sigue su avance imparable. Cada año es lo mismo: doce meses, 365 días o 366 como será el caso del próximo, año bisiesto. Dicen que los bisiestos son raros, no sé si la rareza de los bisiestos vendrá revestida de fortuna o de más agonías.
La Orilla cierra por quinta vez el periplo navideño celebrando con estas uvas, llamadas de la ira, por varias razones. A saber:
Cuando se me ocurrió poner este título a la entrada del 31 de diciembre del 2007, me gustó, me llevó a la novela de John Steinbeck, y a la película de John Ford, tan genialmente interpretada por Henry Fonda.
Al año siguiente, siguió pareciéndome sugerente el título y decidí institucionalizarlo para todos los 31 de diciembre que durara la aventura orillera.
Más tarde, en años posteriores, el título me viene que ni pintado, por todo: por lo personal, por lo comunitario, por lo universal, por… por todo eso que compartimos y nos hace ser más solidarios, a caso, más humanos.
Así que como uvas de la ira, pero con vocación de reconvertirse en otro tipo de uvas más dulces, aquí les dejo este platillo de hijas de la madre vid.
Recordar este último año, nos daría para muchas letras, demasiadas, que, salpicadas con toda clase de sentimientos y emociones, harían que nos extendiéramos más de lo debido y convenido en este día, donde todo el mundo anda a la carrera, con ansias por llegar al otro lado, por saltar el charco y lograr salir lo más secos posibles del salto…
Yo intentaré tragar mis doce uvas de la suerte con el mayor de los optimismos, y recordaré todo lo bueno, aunque no haya sido demasiado, que nos ha traído el 2011. Intentaré hacer un ejercicio de positivismo y atraeré la alegría y el agradecimiento hasta mi corazón. Hasta intentaré reír, por una vez, y no llorar como suelo hacer siempre, y dejaré que mi risa se expanda y llegue a todas partes. En una palabra, intentaré compartir con todo el mundo lo que merece la pena de la vida, que no es poco…
Les deseo a todos y cada uno de ustedes, a sus seres más próximos y queridos, a los que no pueden ni sonreír, a los que tienen la vida escondida y arrugada por diversas causas… la mayor de las felicidades y los mejores deseos para el año que cruzaremos dentro de unas horas.
Que la PAZ inunde nuestros corazones.
¡Me sean felices, por favor!
¡FELIZ AÑO NUEVO!
URTE BERRI ON!
Foto: Edurne (uvas: de la cocina de mi amatxu)