lunes, 31 de diciembre de 2007

LAS UVAS DE LA IRA


¡Esperemos que sean las de la buena suerte!
El título me ha venido así, sin pensarlo, porque me ha recordado a la película de Jhon Ford con un soberbio Henry Fonda, y basada en la novela de otro Jhon... Steinbeck. Confieso que sólo he tenido acceso a la peli, y de eso hace muchísimo tiempo, peli en blanco y negro, de las que me gustan...
Bueno, pues estas uvas son las que nos "tragaremos" esta noche, ¡y ojalá que no se nos atraganten!
Con ellas, me uno a todos vosotr@s, que habéis seguido mis andanzas en estos meses, y os agradezco vuestras gotitas de espuma fresca.
Que el 2008 sea un año próspero de verdad, que venga cargado de todo lo bueno que se pueda desear, y que sigamos caminando juntos por la orilla y otros parajes...
¡Por vosotros, por nosotros, por todos!
Foto y manipulación: Edurne

domingo, 30 de diciembre de 2007

LA NAVIDAD ET LE CHOCOLAT


Todos los años por estas fechas, los renos de Santa salen a pasear por el mundo.
Y aquí los tienes ustedes, saludando a todo el que se acerque a visitarles.
Están contentos porque este año los han revestido de una gruesa capa de chocolate. De chocolate de todos los sabores y colores. Están dulces, dulcísimos.
¡Hasta la nieve y los árboles de su bosque son de chocolate!
No lo puedo remediar, se me ve el plumero... soy una chocolatera de pro.
Allá donde vaya busco el chocolate, y regalo chocolate. ¿Será por el deseo de endulzar un poquito las vidas propias y ajenas? ¡Será!
Pues un anticipo para el Fin de Año: que sea dulce el final, que sea dulce el comienzo...
Foto: Antonio

sábado, 29 de diciembre de 2007

HISTORIAS DE PARÍS (3)


Sabía que llegaba tarde. Claire miró el reloj de la estación, acababan de dar las doce. Tarde. Aunque con un poco de suerte, tal vez llegara con retraso de la estación de Austerlitz y podría coger el tren a tiempo.

En ese mismo momento, a bastantes kilómetros de distancia, Marcel esperaba en la oficina de Correos. Llevaba una carta certificada en la mano. No se le había ocurrido una manera mejor de terminar su relación: una carta certificada dando por muerta una historia de amor de ocho años. Era la última declaración, el sello y la rúbrica que así lo avalaba.

El único empleado de la Poste que estaba de servicio esa mañana trabajaba lentamente, su cabeza estaba en otra parte, no era un buen día para él; había recibido una mala noticia: su hijo Pierre tenía una grave afección coronaria y debía someterse a una operación a corazón abierto.

El tren anunciaba su salida justo cuando Claire bajaba las escaleras de acceso a los andenes. Tuvo que apurar su carrera para poder cogerlo.

Marcel volvió a mirar la dirección del sobre. Todavía tenía cuatro personas delante. Recordó los ocho años que iba a hacer desaparecer en unos minutos. Sonrió.

Pierre siempre había sido un muchacho muy sano, un deportista... incluso jugó en los juveniles del Olympique. ¡No era posible que le estuviera ocurriendo esto! El sueldo de funcionario de correos no alcanzaba para una consulta en un centro privado pero tenía que conseguir una segunda opinión... Miró por encima de las gafas mientras estampaba un sello de envío exprés. La mañana se le estaba haciendo eterna.

Claire había subido a ese tren, le esperaban unas cuantas horas de viaje. Tenía que llegar a tiempo... Tiempo, eso era justo lo que le faltaba, el maldito tiempo, ¡y encima la distancia! Desde París todo se veía tan lejos, tan borroso, tan olvidado... Sólo llevaba un año trabajando en la delegación de su periódico en París, pero le parecía que llevaba un siglo, y ahora su vida daba un vuelco. ¡Tenía que llegar a tiempo!

Marcel jugueteaba con la carta, la pasaba de una mano a otra, se abanicaba con ella... Todavía tres, tenía tiempo para pensarlo un poco más. Las cosas habían ocurrido tan de repente, tan sin darse cuenta de que ocurrían... Y sin embargo creía haberlo pensado bien, creía hacer lo correcto, lo que debía hacerse en semejantes circunstancias, por su bien, por el de ella... ¡O eso pensaba! Lo volvería a pensar un poco más, aún había tiempo.

Suspiró y se ajustó las gafas a la nariz. Al levantar la cabeza vio a Marcel, le pareció raro, porque normalmente pasaba por su casa y le daba las cartas a él. ¿Habría ocurrido algo inesperado? Y se dio cuenta de que todavía no le había contado lo de Pierre, lo haría ahora.

Sabía que su relación hacía aguas. Sabía que su hermano podía morir. Por eso estaba en ese tren, por eso necesitaba tiempo. Marcel lo era todo para ella, y Pierre era la parte de su vida que le recordaba de dónde venía... ¡Tenía que llegar a tiempo!

Era una paradoja querer terminar su relación con Claire a través de su padre. Podía pensarlo un poco más, todavía tenía tiempo.

El tiempo era importante para la operación de Pierre. Claire llegaría esa noche y entonces decidirían qué hacer, ahora tenía que contarle a Marcel lo que ocurría, no quedaba mucho tiempo...

Habían dado las doce en el reloj de la estación D'Orsay. Habían dado las doce y cuatro vidas comenzaban a caminar a la vez, hacia el mismo destino desde distintos puntos. El tiempo, encerrado en la gran esfera, había saltado y todos corrían tras él. Las doce...

Foto: Antonio Texto: Edurne

COMO SIEMPRE


Siempre
tras la mirada del deseo.
Siempre,
sueños imposibles
en manos imposibles.

Carrera desbocada
y aquí
no ha pasado nada.
Suena la lluvia
entre los cristales
rotos
del corazón...

Una lágrima perdida
entre el pliegue de tu
risa.
Una lágrima perdida
entre los retazos de mi
vida.


Pintura: Antonio Texto: Edurne

jueves, 27 de diciembre de 2007

PEQUEÑO CUENTO DE NAVIDAD


Está claro, más que claro... ¡han perdido el norte!
Y ahora ahí están, en medio de la nada, frente a ese muro interminable que los separa del mundo. Se han perdido.
¿Pero cómo ha sucedido, quién ha tenido la culpa?
No lo entienden.
Ellos venían tan tranquilos, montados en sus camellos, contando sus chistes de todos los años, repasando las cartas que les habían escrito, buscando y rebuscando en sus enormes sacos... por si faltaba algo.
No, decididamente no lo entienden.
De acuerdo que Melchor ya está muy mayor, que empieza a chochear y que con ese afán suyo de dirigirlo todo... pues claro, siempre dan más rodeo: que si por aquí, que si por allá, que si este oasis no es el de siempre, que si aquí había menos dunas, que si...
Y Gaspar, que casi siempre va dando cabezadas al ritmo de su camello, que con tal de llegar, le da igual por dónde... que discutir no va con él, que para eso ya están Melchor y Baltasar.
Y Baltasar, que como es el más joven y el que tiene un Master en Estrellas... pues eso, que se enzarza en discusiones interminables con Melchor acerca de las rutas que marcan los astros, y que como sigan así, un año de estos, van a perder de vista La Estrella que les guía desde siempre hasta el Portal.
¡Ay, Señor, qué paciencia hay que tener con estos tres abueletes!
Y ahora ahí andan, intentando descubrir el camino correcto, porque claro, parece que han topado con algo muy duro y muy largo. No hay duda (y en eso están los tres de acuerdo) de que ese muro no estaba ahí el año pasado.
Pero, ¿quién lo habrá levantado? Eso es lo que intentan averiguar.
De lo que no se han dado cuenta es de que ese muro ha ido creciendo año tras año hasta hacerse así de largo, así de alto...
Es el muro de la incomprensión, del odio, de la insolidaridad; el muro del hambre, del egoísmo, de la guerra y la crueldad. El muro de la soledad.
Que nuestros tres Magos van a necesitar unas gafas de ver por dentro, que por eso tienen que dar más rodeos cada año. Que esa es la causa de que tengan que buscar pequeños caminos y veredas por donde poder llegar... porque todo está enmarañado, revuelto, sucio, oculto y enmascarado.
Que ellos siguen utilizando el mapa de antaño, pero que no, que las fronteras de la verdad y del amor cada vez son más difusas, que cada vez es más difícil saber el terreno que pisamos...
Habrá que regalarles un buen GPS para que no vuelvan a perderse, que los pobres ya no están para semejantes trotes.
Esperemos hasta la noche del 5 de enero para ver cómo resuelven tamaño problema, aunque como son tres y son magos... seguro que salen airosos de la situación.
¡Más les vale porque yo estoy esperando a mis regalos, que no me vayan a fallar!


Postal: Internet Texto: Edurne

jueves, 20 de diciembre de 2007

GABONAK


"Olentzero joan zaigu, mendira lanera...."
Mentira, que ayer lo cacé yo de semejante guisa, intentando entrar en una casa del Casco Viejo, así, con el saco lleno de Regalos, de Buenos deseos, de Paz, de Amor, de Risas, de Solidaridad, de Comprensión, de Buena vista, de Mejor salud, de Sueños reparadores, de Amigos del alma, de... De todo eso que, desde esta orilla, os deseo yo también!
ZORIONAK!
Por si no me da tiempo, por si Internet nos juega una mala pasada, por si nieva, por si se me olvida, por si las moscas...
Y un gran abrazo, y un montón de besos, y aplausos y muchas, muchas risas!


Foto: Edurne

sábado, 15 de diciembre de 2007

HISTORIAS DE PARÍS (2)



Violet et son petit chat Faustino.

Esta es la historia de la pequeña Violet, de su gato Faustino y del chocolate...

"El chocolate hace que olvide todas mis preocupaciones", decía Violet. Y por eso había decidido alimentarse única y exclusivamente de chocolate.

Desayunaba con chocolate; para comer, potaje de chocolate y laminillas de chocolate a la salsa del mismo, pero con menos intensidad... De merienda chocolate a la taza y para cenar un delicioso mousse del chocolate más negro.

Faustino se había aficionado a la misma dieta chocolatera de su dueña. ¡Y los dos eran felices! Aquí no vale decir lo de "fueron felices y comieron perdices..."

Violet compraba el chocolate en la petite chocolaterie del barrio, un barrio tranquilo a las faldas de Montmartre.

Monsieur Mignon le preparaba sus encargos con un mimo especial. Violet era una niña encantadora, dulce, amable... Sería por el chocolate, pensaba él, además la fama de su chocolaterie, gracias a Violet, se iba haciendo cada vez mayor.

Todo el mundo quería saber el secreto de la felicidad de Violet y de la tranquilidad de su gatito Faustino. No había secreto alguno, la respuesta estaba en el chocolate de Monsieur Mignon. Así es que el negocio del buen hombre pronto empezó a llenarse de gente venida de todas partes en busca de su famoso chocolate.

El viejo Mignon no daba abasto, estaba desbordado. En el pequeño obrador situado en la trastienda de la chocolaterie, tan sólo trabajaban Madame Mignon y él, y ya eran mayores... Además trabajaban como antaño, con las viejas recetas de sus abuelos, artesanalmente y con mucho cariño, sobre todo eso, mucho cariño.

Visto el ejemplo de Violet y Faustino, todo el mundo quería olvidar "ses tracas", sus preocupaciones; y allí acudían políticos de renombre, artistas famosos, amas de casa abrumadas por sus responsabilidades, escolares desbordados de tanta actividad... Todo el mundo necesitaba del chocolat de los Mignon.

Así es que Monsieur et Madame Mignon decidieron "emplear" a Violet y sus amigos, sólo ellos podrían ayudarles en la dulce tarea de elaborar chocolate para tantísimas personas preocupadas. ¡Y Violet y Faustino pasaron a ser la imagen de la felicité et le chocolat!

Como ahora el chocolate era más concentrado, tan sólo se necesitaba una onza diaria para sentir los efectos benefactores de tan delicioso alimento, el alimento de los dioses, dicen...

Si pasan por París, no dejen de buscar a la petite Violet y a su gato Faustino... ellos les guiarán hasta la chocolaterie del viejo Mignon.

Et bon appetit mes amis!


Postal: parisina Texto: Edurne

viernes, 14 de diciembre de 2007

HISTORIAS DE PARÍS (1)


Pardon, êtes-vous Mademoiselle La Tour?
Oui, oui, c'est moi!
Ahhhh, París, París! Oh, lalá!
Ya ven, aquí me tienen, impertérrita, aguantando el tipo, contra viento y marea. Haga frío, sol, nieve, lluvia... invierno o verano, y por los siglos de los siglos... ¡Amén!
No se crean, que a mis cien años más que pasados (nací en 1889), estoy de muy buen ver todavía. Que una es alta y delgada, morena (más bien rubia) y salada, como su madre (más bien padre, monsieur Gustave Eiffel), y que lo de la autoestima lo llevo muy bien, ya saben, esto de tantas fotografías, tantas alabanzas a mi belleza, a mi estilo... ¡Y es que no en vano soy el monumento más visitado y fotografiado de toute la France! ¡El símbolo de todo un país, ahí es nada!
De día luzco austera y magnífica, pero de noche, más que lucir lo mío es relucir. Que me adorno con doradas luces que lanzan guiños al cielo, a todo París entero, que aparezco en majestad y sin rival alguna en el esplendor de la noche parisina.
La edad es una ventaja, ya saben: la experiencia, la madurez, el sabor, el "corpus" asentado... Aunque también tiene sus contras, en este caso la humedad y la postura, los problemas de reuma, cervicales y artrosis... Y que aunque lo disimulo la mar de bien, ahí está. Que cuando, leve y sutilmente, me estiro un poco, así, sin que nadie se entere, en esas oscilaciones desde mi tercer piso... los huesos me crujen, la columna se resiente y los riñones se me encogen.
No se crean, que aunque una ya haya visto de casi todo, sigue sorprendiéndose con la vida que pasa a sus pies, con la que se ve desde lo alto de mi azotea... que el paisaje es el mismo pero distinto cada día.
¡Y que ya me gustaría a mí darme una escapadita y echarme una carrerita por El Campo de Marte, o remojarme los pies en las aguas del Sena, y sacarme alguna foto con Notre-Dame de fondo, o visitar el Louvre y saludar a mi amiga la Gioconda, callejear por Le Quartier Latin... o subir hasta Montmartre!
Y ya ven, aquí estoy... Mucha Liberté, Egalité et Fraternité, pero yo, presa de mi propia fama, de mi legado histórico y cultural. Aquí, sin poder sonreír, sin poder estornudar o tapar mi cabeza para protegerla del sol y la lluvia.
No, esto no era lo acordado, que no sé yo si hice buen negocio, que tal vez vendí mi alma al diablo y ahora estoy condenada a vivir eternamente...
Foto: Antonio Texto: Edurne