viernes, 31 de julio de 2009

CERRADO POR VACACIONES



¡Pues no hay dos sin tres! Y este es el tercer año que cuelgo el cartelito de Cerrado por vacaciones”.
Por un lado parece que fue ayer y por otro, se me ha pasado en un pispás. No, seguro que no, y que el tiempo ha sido el exacto, los doce meses de rigor (aunque el año pasado, creo recordar que lo colgué nada más comenzar julio, o sea, un mes antes que ahora).

Cruzaremos los dedos, nuestro viaje va a ser el de hace dos años, el de “Pragalajara” y “Budagovia”… ¿se acuerdan? El que tuvimos que suspender el mismo día de la salida por un ataque cabalgante de lumbociática. Sí, el mismo.

Este año hemos añadido Viena al itinerario, para que Praga y Budapest no se sientan solitas. Eso, crucemos los dedos y toquemos madera.

El caso es que cerraremos el chiringuito orillero unos días, pero no crean que me pienso alejar demasiado, que me asomaré y hasta comentaré algo, en la medida de lo posible, y espero poder contar y colgar experiencias y fotos, a mi vuelta.

De nuevo me queda agradecer su fidelidad durante este último año, y por los dos y medio que llevamos juntos, algunos desde el principio, otros desde hace menos, pero con igual categoría de “chapoteadores orilleros”.

Desearles lo que se dice en estas ocasiones (ya sé, peco de poco original, pero qué quieren…), que sean felices y coman muchas perdices (no me hagan excesivo caso, en lo de las perdices, digo), que tengan cuidado con el Astro Rey y la capa de ozono, que disfruten de la compañía de familia y amigos, y hasta de la de los menos amigos, que total, son dos días, y para qué amargarnos, ¿no? Que lean mucho, rían mucho, duerman a pata suelta, dejen las preocupaciones en el cajón más escondido de su alma, que coman y beban con moderación, y esas cosas, ya saben, lo políticamente correcto, pero no dejen de quererse, a ustedes mismos y al prójimo, o a la prójima… y al resto del mundo, que seguro que lo agradecerá, ¡que el pobre está tan falto de amor!

Y bueno, ya lo dejo aquí, que lo mío parece incontinencia tecleadora, y para esto creo que todavía no han inventado “Tenas-lady” que valgan.
Así que a lo dicho: sean felices, lo más importante, y que nos vemos muy prontito. Están en su Orilla, ya saben, ¡a chapotear a su gusto!


Cartel: Edurne (y dura, y dura, y dura…. el cartelito)

miércoles, 29 de julio de 2009

DE LIBROS Y CALORES



Hace muchas lunas ya que no hablaba de libros. He leído muchos más que los que presento en esta entrada, pero bueno, para muestra un botón, que dicen.

Ya sabemos que sobre gustos no hay nada escrito, como reza el dicho popular, pero, no está de más hacer una pequeña lista de lecturas para estos momentos de calor, en la playa, o de frío, junto a la estufa…

No pretendo hacer crítica literaria, ¡Dios me libre! pero sí comentar alguno de los libros que he “devorado” en los últimos tiempos.

No se olviden de hacer clic en la imagen para ver mejor los títulos, aunque la foto es mala, lo sé, y es que mi móvil, en espacios cerrados, no…. como que no ;)

Vamos a ver por dónde empezamos…

Mi lista será larga pero breves los comentarios, pues mucho mejor que la intriga les lleve a escoger alguno de ellos y a disfrutar con su lectura. También cabe la posibilidad de que hayan leído todos o casi todos, o algunos pocos, o ninguno… ¡cualquiera sabe!

Empiezo por la Némirovsky:
El maestro de almas, Suite francesa y Un niño prodigio”.
Autora de moda, Irène Némirovsky plasma con una excelente prosa y maestría sus vivencias como judía afincada en la Francia de antes de la 2ª Guerra Mundial. Dibuja con precisión sus personajes, atormentados, la mayoría de las veces, describe la sociedad francesa de la época haciendo hincapié en las clases, en la diferencia de clases sociales, y sin dejar de lado su judaísmo, aunque a veces pueda aparecer solapado…
Recomendable.

El maestro Benedetti:
La tregua, una novela corta, escrita en forma de diario. Perfecta diría yo, a mí me encantó. Benedetti, para los que no podemos ocultar nuestra admiración por él, es mucho Benedetti.

Bioy Casares:
La invención de Morel. He de confesar que me habían hablado mucho de esta novela, mucho, pero a mí me ha agobiado. Tal vez sea porque es muy borgiana, y a mí Borges, ¡me ahoga! No había leído nada de Bioy Casares pero… tengo mis reticencias. La novela se sitúa en un plano de ciencia-ficción que a veces cuesta entender. De todas formas, para quien tenga ánimos, que sepa que está catalogada casi como obra maestra (la catalogación la hizo su amigo Jorge Luis Borges).

Stefan Zweig:
Novela de ajedrez. Adoro a este autor, desde que lo descubrí, gracias a la siempre acertada recomendación de mi compañero de letras Joseba, procuro leer casi todos los libros de este hombre. Más que recomendable, pues además es cortita pero densa.

Dulce Chacón:
Cielos de barro. Acabo de descubrir a esta mujer, es el libro que me he leído en un día. Me recuerda un poco al maestro Delibes. Novela costumbrista, de la que yo tanto gusto. Y en este caso, con esta novela, he experimentado un no sé qué dentro de mí, que me ha llevado a mi propia historia familiar…

Milena Agus:
Mal de piedras. Autora desconocida, pero paseando por los stands de la Feria del Libro siempre se descubre algo nuevo. La editorial Siruela siempre ha sido santo de mi devoción. Me gusta tocar los libros, sentirlos… ¡y los de Siruela tienen un tacto... especial! El libro me llamó la atención por todo, por la portada, el nombre de la autora (italiana de Génova, pero con ancestros sardos, de Cerdeña) y por el título… Novelita muy agradable de leer, mucho.

Nick Hornby:
Cómo ser buenos. Vaya, un descubrimiento el amigo Nick. Devoré el libro. Es de esos libros que no puedes dejar de leer y te llevas a todas partes. No sabía de su existencia, y resulta que ahora he empezado a ver libros suyos por todas partes. ¡Tiene gracia la cosa!
Es como cuando te haces un esguince, te crees que eres el único con un esguince ¡y te salen esguinzados detrás de cada esquina! ¡Jajajaja!
Un toque de humor ácido y corrosivo. Va de mirarse en el propio espejo, en el de nuestra sociedad. Muy bueno.

Khaled Hosseini:
Cometas en el cielo. Primer libro de este médico afgano residente en USA. Algunos habrán visto la película del mismo nombre. Yo no, yo sólo he leído el libro, y he de confesar que me lo leí con mucho interés, superando mi “miedo” inicial pues me parecía algo pesado, pero no… me metí tanto y tan bien en la historia que me resultó casi liviano.

Orhan Pamuk:
La casa del silencio. El escritor turco, Premio Nobel de Literatura al que ya conocía, me sorprendió con esta novela coral. Distintas voces para narrar un mismo tramo de la historia de Turquía. Voces con distinto sentimiento. Voces con un poso de desilusión, rencor, sueños imposibles…
Me acerqué hace un tiempo a la escritura de este hombre pero no salí muy contenta, me costó mucho terminar ese primer libro. En cambio, con este otro, me he sentido como resarcida. Me gustó.

Y bueno, ahora tengo otro libro entre manos, del que hablaré, de él y otros más que he dejado en el tintero, en otra entrega, espero que no demasiado tarde.
Si alguno de estos libros es de su gusto, ya me dirán, yo dejo aquí mi pequeña aportación.
¡Y buena lectura!


Foto (malísima): Edurne

lunes, 27 de julio de 2009

Y TAMBIÉN...




Y también me falta hablar de las otras dos exposiciones que vi este domingo pasado en Bilbao.
De pronto me di cuenta de que la exposición que había en el Bellas Artes sobre Joaquim Mir, terminaba el día 26, o sea, ese mismo día, domingo 26 de julio de 2009. Así que, rauda y veloz, dejé el plumero, el trapo de polvos y hala, ¡al museo!

Fue un paseo delicioso, lo digo por todo el paseo: el de salir de casa a las once y media, caminar hasta el Parque de Doña Casilda, entrar en el Museo, con gente pero sin agobios… recorrer las salas de abajo disfrutando de “El esplendor del Renacimiento en Aragón”, deleitarme en la forma de entender el arte, la religión de los artistas de los siglos XV y XVI,observar… Y después un cambio radical, subida a la parte de Arte Moderno y Contemporáneo y dejarme llevar por los colores, las formas, la sutileza de la pintura de Joaquim Mir.

Un acierto.
Estuve casi dos horas en el Museo. Salí contenta. El sol lo inundaba todo, pasear por Bilbao un domingo al mediodía es una gozada. Caminé hasta el Arenal, por ver si todavía estaban los puestos de flores y plantas. Llegué a tiempo y compré unas plantitas para mi ventana.

Y la tarde fue de lectura, lectura que he acabado hoy mismo, pero de libros quiero hacer otra entrada, espero que me dé tiempo antes de cerrar el chiringuito…

Folletos: De la exposición

sábado, 25 de julio de 2009

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXVI)
























Prólogo-Epílogo bilbaíno.

Parece que me cuesta, que el calor o no sé el qué, me tiene como aturdida, perezosa… pero el caso es que me está costando más de lo debido “colgar” la Crónica del Foro que sigue.
Llegué a Bilbao el lunes a la noche, y en mi haber tengo las dos últimas semanas pasadas en Madrid. Tengo fotos, tengo visitas, tengo exposiciones, tengo cines, “tengo tengo, tengo, tú no tienes nada…” ¡No, nada de ovejitas en una cabaña, ni de leche, ni de lana, ni manutención para toda la semana!

Lo que tengo es mucho calor acumulado, ¡muuuucho! Y picadas de mosquitos (serán los famosos mosquitos tigre, digo, porque a la vista de las reacciones que mi cuerpo tiene ante semejantes “mordiscos” de amor mosquitero…)

¡En fin! ¿No ven ustedes cómo me demoro, me subo por las ramas, divago, miro para aquí, para allí, y para ninguna parte en concreto?
El caso es que, he de contarles de mis andanzas madrileñas, que hasta el próximo mes no se repetirán, y claro, no es cuestión de que se me junten las Crónicas…

Ahora me disculpan un momento, he de ir a la cocina a beber algo, me muero de la sed, del calor. Escribo con las persianas bajadas casi del todo, Don Lorenzo achucha de lo lindo, y ya saben, hay que seguir las recomendaciones: hidratarse, beber líquidos en abundancia, protegerse durante las horas en que más aprieta el sol y el calor, of course!, y eso es lo que intento hacer pero, me cuesta llegar de la habitación a la cocina, el pasillo parece más largo, las piernas me pesan… ¡allá que voy, me esperen, please!

Ya estoy de vuelta, acabo de prepararme una infusión de Té verde, pero mientras reposa, aquí, a mi lado, tengo una botellita de agua que va mermando a cada mirada que le dedico…

Escucho música acompañando al ruido de las teclas y me paro a pensar, a pensar en que es sábado, por mucho que me empeñe en que sea domingo. Hoy es fiesta, Santiago Apóstol, y la calle está solitaria, imagino al personal en sus lugares de vacaciones, y en las playas… no envidio los tumultos playeros, ya no.

El calor del Foro y el del Botxo son muy distintos, el uno seco y machacón y el otro, húmedo y pesado. A decir verdad, no sé con cuál de los dos quedarme. El calor cada día me agobia más, cada vez lo soporto menos.

Pues nada, ¡vamos allá!

----------------------------------------------------------------------------------

Madrid en verano. Madrid lleno de gente, como siempre. El asfalto que hierve, el cielo que te abraza, los pajarillos que cantan y salen disparados… Hay que buscar refugio en donde sea. “Local climatizado”, es el reclamo de la mayoría de los bares, tabernas y restaurantes. Lo malo es que el aire acondicionado no es santo de nuestra total devoción, de la mía, claro. El aire acondicionado me sienta mal, fatal, aunque reconozco de su necesidad y utilidad. Es todo un dilema: ponemos el aire y Edurne que se tiene que tapar hasta las orejas. Quitamos el aire, y Edurne que se abanica como una posesa… Permiso para reírse.

Hubo un poco de todo. A saber:
Exposiciones: El Prado con una extensa muestra de Sorolla, una auténtica gozada, allí estaba la que vimos en el Bellas Artes de Bilbao, más otra selección muy acertada de la obra de este gran pintor.
Y también Matisse, mi admirado Matisse, en el Thyssen, pero… aquí he de decir que me dejó un poco como… fría, decepcionada, pues esperaba más, más cuadros, más Matisse del que yo adoro. La muestra se recorre en media hora, aun demorándote en los cuadros, esculturas y dibujos... y hablando de dibujos, he de apuntar que fue lo que más me sorprendió de la exposición. Dibujaba magistralmente el amigo Matisse, como casi todos los pintores que creemos que no saben hacerlo, pero hay que decir, en descargo de todos ellos, que para llegar a la abstracción, al punto en el que sus obras se hacen conocedoras del público, hay mucho trabajo detrás, mucha técnica, estudio, dominio del color, de la forma, de…
Saber mirar un cuadro implica acercarse a él con humildad, abiertos a lo que nos pueda transmitir, aunque solamente sea color. Algo querrá decirnos esa mancha de color, algún sentimiento provocará en nuestro interior, más allá de lo que, tal vez haya querido expresar el pintor.
¡En fin!

Y también hubo mucho paseo, mucho callejeo, mucha foto (de nuevo edificios y altas torres, gigantes urbanos, desafiantes con los cielos…), mucho de observar a la gente, las casas, las cosas…

Y cine. Ya sabemos que en verano las películas no suelen ser muy profundas, pero hay que adaptarse, y como las neuronas también andan a medio gas… pues eso: “Pagafantas”, una comedia liviana pero correcta, con el aliciente de que está totalmente rodada en Bilbao, y que, por puritísima casualidad, el año pasado, me topé con sus rodaje en las calles bilbaínas.
Y “Millenium I”, no, no he leído ni uno de los libros, ni pienso, pero como película me gustó, me pareció bien estructurada y la fotografía... ¡alucinante!

También hubo un par de escapadas, a Villafranca del Bierzo, a visitar a Conan, que cada vez nos ladra menos (¿será que ya nos ha olvidado?), y a Chinchón, que en verano y de fiestas, estaba distinto a como lo vimos en enero, y donde se puede apreciar una muestra de la “España Cañí”.

Y trabajos de jardinería rústica y casera, ¡jejejeje! ¡Hiedras a mí!

Y ahora me queda seleccionar unas cuantas muestras fotográficas para su deleite, queridos amigos, que a saber si están exilados en alguna playa o pueblo recóndito, o tiritando del frío y a resguardo de la famosa gripe… Estén donde estén, muchísimas gracias por su fidelidad y por aguantar semejante “chapa”.
¡Que ustedes lo pasen bien y sean felices!


Fotos: Aitor, Antonio y Edurne
























jueves, 23 de julio de 2009

EL BOSQUE DE MIS SUEÑOS



Hay una casa escondida
en el bosque de mis sueños.
Una casa con puertas y ventanas,
y que, cuando se cierran,
cantan a la mañana
y a la anochecida.
Dicen que sus palabras,
lloran
de alegría,
ríen
de amargura…
Cuentan que la(s) vieron bailar
presa(s) de sortilegios y negros encantamientos.

Hay una casa escondida
en el bosque de mis sueños.
Una casa con puertas y ventanas,
y que, cuando se abren,
exhalan vida
y aires nuevos.
Dicen que huele,
que huele a polvo de luna nueva,
a rosas de terciopelo…
Cuentan que la(s) vieron bailar
plena(s)de gozo y amor eterno.

Foto y Texto: Edurne

jueves, 16 de julio de 2009

SIN DESTINATARIO (I) "A mi querida Loca"


Mi querida Loca:

Hace tiempo que no me llegan tus nuevas. Las últimas noticias que tuve fueron aquellas del último sueño compartido, aquel en el que aparecías totalmente desmelenada y fuera de ti. Y así, entre nosotras, he de confesarte que lo pasé divino con vos.
¡Fíjate que hasta me sale el acento argentino! Y es que cada vez que me pongo seria, que te trato de usted, con ese respeto que me sale de las entrañas… allá que te lanzo y te arrastro el vosssss! ¡Será que la loca ya soy yo, que no vos!

En el último mes sucedieron diversas locuras en nuestro entorno, sé que estás al tanto porque, ¡qué carajo, tú eres la protagonista de todas ellas!
Soñar es fácil, y barato además. Y cuando te me metes en esos recovecos del inconsciente… entonces, ¡te me presentas de cualquier guisa, Loca de mis entretelas!
¡Mira que ya son años de conocernos, eh! pero nada, que me sigues sorprendiendo cada noche que me visitas. Todavía recuerdo las aventuras que nos corrimos allá por la juventud más rebelde que nos tocó compartir, y esos amores trasnochados que nos estaban totalmente prohibidos… Mira la de borracheras de luna que agarramos, los atracones de chocolate que nos llevamos entre pecho y espalda… ¡Ay, y todo en nombre de nuestra Santa Voluntad!

A veces siento que te me has vuelto remolona, que la pereza, o tal vez los achaques propios de la edad, te han tumbado ya, y que es por eso por lo que no me reportas de tus andanzas como antes. Y sabes, te echo de menos, aunque seas una pesada con tus murgas y cuando te da llorona, que mira que tuve que aguantarte lágrimas, hipos y desamores, cabezota, ¡que siempre estuviste empeñada en lo imposible!

Ahora, las noches transcurren entre desvelos y sueños ligeros, cuando no pesados. Esos amigos que me recomendaste no son tan divertidos, que ya están viejos, y sólo me hablan de enfermedades, de miedos y pesares… Yo te quiero a ti, que al menos pones chispa en mi ilusión dormida.

Ya te digo, las últimas locuras son memorables, y aún las saboreo, que me ando yo sola de risas por la casa, caminando entre las caras de los demás, todos serios y que me miran con gesto de… ¡cualquiera sabe de qué! Pero yo, ni caso, a lo mío, que me meto en mis sueños y sólo transito, que ya sabes tú cómo está la vida.

Que sí, que ya te lo he dicho al principio, que después de las últimas locuras oníricas me siento más viva, y es por eso que te necesito, que te busco cada noche entre mis sábanas, bajo la almohada, que te invoco con tesón y cabezonería, que no me resisto, que eres parte de mí, soy esa que se desdobla en ti, en la Loca de la noche, perdida entre tanta alma negra, tanto corazón helado…

Loca mía, te esperaré cada noche junto a la ventana, apoyada en el alfeizar, mirando hacia las estrellas, por si te veo montada en una de ellas… haciendo rimas y cabriolas con mis deseos, maullando como gata en celo.
Loca, ¡te quiero!


Foto: Aitor Texto: Edurne

miércoles, 15 de julio de 2009

ESTÍO




VUELAN Y VUELAN

ALEGRES GOLONDRINAS

EN NUESTROS CIELOS.

Foto y Texto: Edurne

lunes, 13 de julio de 2009

EN LA FRONTERA (II) "La caricia de la muerte"




Fue el roce, el leve roce de aquellas manos lo que desató la desgracia de Martín. Sólo fue un instante, o eso creyó él, un minuto, dos, acaso…

Hacía calor y en ese impasse de espera entre la última clase de la mañana y la comida, había decidido pasarse por la biblioteca. No tenía hambre, así que ya picaría algo antes de las tres, hora de volver al aula.

Hoy no había demasiada gente. El ambiente era bueno, tranquilo, así que no tuvo ningún problema en encontrar lo que quería, ni tampoco una de aquellas mesas tan solicitadas en las bibliotecas, había sitio de sobra, no como otras veces, sobre todo en época de exámenes.

Martín era profesor adjunto del departamento de Arqueología de la Universidad. Hacía cuatro años que había terminado la carrera, y desde entonces, allí estaba, en donde más le gustaba: entre huesos, fósiles varios y mandíbulas de Australopithecus…

Tenía que preparar una introducción a una clase práctica sobre técnicas de trabajo con útiles del Magdaleniense, en lo que él era un verdadero experto, y escogió ese día, ese momento, para hacerlo. Cuando de trabajo se trataba, no existía el tiempo para él, las vértebras de algún viejo mamut despistado siempre le esperaban en algún sitio para ser analizadas…

Ensimismado como estaba en sus pensamientos, no se dio cuenta de que alguien le estaba preguntando. Para cuando Martín volvió a la realidad, una joven estudiante esperaba paciente, y con una leve sonrisa le indicó algo con la mano, algo que él no comprendió.

Y fue entonces, en ese preciso instante, cuando esas manos le rozaron.

Sólo se oía el leve y monótono paso de las hojas, y en la lejanía algún ruido de pasos, pasos que deambulaban por la biblioteca. Reparó en los demás rostros. Eran caras grises, cetrinas, tristes, secas, mudas, como sin vida.
Y las manos frías de aquella chica que le habían rozado…

Parecía que todo hubiera cambiado de espacio, como si él mismo hubiera sido tocado por la muerte… El tiempo se congeló dentro de aquel lugar. Cuando pudo tomar conciencia de lo ocurrido, su entorno era otro.

Martín se encontraba en su despacho, frente al ordenador, rodeado de apuntes, libros, esquemas y alguna que otra pieza de las que los ignorantes daban en llamar “piedras”. Se estremeció, un escalofrío recorrió su cuerpo sin apenas darle tiempo a reaccionar.

Era tarde, demasiado tarde. No recordaba cuánto tiempo llevaba allí. Sí recordaba haber estado en la biblioteca al mediodía, recordaba la suerte que había tenido al encontrar una buena mesa para poder extender libros, apuntes… y también recordaba el roce de aquellas manos, ¡las manos de la muerte!

Pero no, él no creía en esas tonterías; la chica tenía las manos frías, sólo era eso, y cuando rozó la suya no lo hizo con intención de asustarlo, ¡si hasta le sonrió!
Y sin embargo esas manos le rodeaban, sí, ahora mismo esas manos le tocaban, le sujetaban… estaba a punto de caer al suelo del miedo que sentía, que le invadía completamente.

Cerró el libro que tenía abierto: “Tratado de Paleontología II”, se mesó los cabellos, echó hacia atrás la cabeza y suspiró. Al levantarse de la silla un leve chirrido le sobresaltó.

Se acercó hasta la puerta que estaba entreabierta. Salió al pasillo y miró en ambos sentidos. Nada, todo estaba en calma, tan sólo las luces de emergencia y una rayita de luz debajo de la puerta del profesor Martínez, al fondo del corredor…

Se adelantó hasta el pasillo de las aulas. Las luces estaban encendidas pero no parecía haber nadie. Y al volver hacia su despacho, ¡allí estaba ella de nuevo! Sentada en un banco, con la mirada ausente pero con una sonrisa en los labios.

Sintió un frío glacial. La muchacha parecía hacerle un gesto con las manos, aquellas manos trémulas que se agitaban ante su confundida presencia. Casi le tocaban, casi le rozaban. No entendía lo que le preguntaba, hacia dónde señalaban…

La miró a los ojos, y en esa profundidad sin fin, se perdió Martín. Se perdió con el frío como único abrigo. Estaba solo. No había rastro de la chica. Volvió a su despacho, el camino se le hizo eterno, el pasillo no tenía fin… y esas manos que le indicaban.

Llegó. La luz había cambiado. Las manos le asieron con firmeza y le llevaron hasta su mesa de trabajo. En la pantalla del ordenador, la chica le sonreía, le indicaba que mirara… El tratado de Paleontología II estaba abierto. Las manos pasaron las páginas: “Útiles muebles y domésticos en el Magdaleniense Superior: bastones de mando, agujas, arpones…”

A la mañana siguiente, Lucía Revuelta, la jefa de su Departamento acudió a la Universidad algo más pronto de lo habitual. De camino a su despacho vio la luz que salía bajo la puerta del de Martín. Se acercó. Sintió frío. Empujó la puerta mientras le llamaba…

Fue ella quien encontró el cadáver. Martín estaba sentado en su silla, con una mano en el ratón del ordenador. En la pantalla una recreación de la vida en el Magdaleniense Superior: un grupo humano mostrando diversos útiles y técnicas de trabajo. Una muchacha que parecía sonreír, sostenía un pequeño arpón con sus manos…

La cabeza de Martín reposaba encima del Tratado de Paleontología II, justo sobre una ilustración de diferentes tipos de arpones. Y en el corazón de Martín, clavado, un ejemplar único de arpón magdaleniense, tallado en asta de cérvido y con incrustaciones que denotaban el alto estado de perfección alcanzado por el Homo Sapiens Sapiens…


Foto y Texto: Edurne

viernes, 10 de julio de 2009

EN LA FRONTERA (I) "Sky Hotel"




Llevaba demasiado tiempo conduciendo, el cansancio y el sueño amenazaban, así que resolví desviarme en la primera salida de aquella interminable autopista a ninguna parte.

Todavía pasaron veinte minutos más hasta que apareció el cartel que me anunciaba la esperada salida. “Mountaingreen”. Nunca había oído hablar de Mountaingreen, pero claro, en un territorio tan vasto y extenso era normal.

Sin pensarlo dos veces, giré el volante y me adentré por la vía de salida. Todavía no podía ver la ciudad, pero al final de la segunda curva, ante mis ojos, nublados por la bruma vespertina, apareció un pequeño núcleo urbano.

Según iba acercándome tuve la sensación de que el lugar se iba alejando de mí y que la montaña situada detrás de la ciudad aumentaba de tamaño, como si quisiera engullirme. La sensación de ahogo se sumó a la perplejidad ante el paisaje y la oscuridad con que se cubrió de repente.

Todavía no sé muy bien cómo, pero ahí estaba Mountaingreen… La primera rotonda que daba acceso a la ciudad, me tuvo girando a su alrededor como diez minutos seguidos hasta que pude salir de ella. Cada vez que creía estar en la dirección correcta, aquélla me indicaba el centro de la ciudad; el indicador cambiaba de lugar, o yo creía que cambiaba. Era como si alguien manejara un tiovivo a su antojo.

Por fin me vi en el camino adecuado. Llegué a una pequeña plaza. La noche empezaba a adueñarse de las calles y un pesado silencio enmudecía el leve susurro del paso de las horas.

Aparqué el coche, salí, y recuerdo que la ausencia de vida se apoderó de mi corazón. Al final de la calle divisé una figura que caminaba presurosa, le hice un gesto para llamar su atención pero pareció no verme. Miré a mi alrededor y, nada, no había nada. Mi reloj marcaba las siete y media de la tarde. En una esquina divisé una señal que indicaba hotel cercano. Monté de nuevo en el coche y mi sensación de ahogo desapareció.

Continué unos doscientos metros en la dirección que marcaba la flecha, “SKY HOTEL”. Unas letras de neón azulado lanzaban el débil reclamo del hotel. Dejé el coche justo en frente del hotel, saqué la pequeña maleta del maletero y me encaminé hacia él.

Mis piernas no querían caminar, era como si el asfalto se derritiera y me quedara ahí atrapado, entre la brea de esa ciudad extraña. Llegué hasta la escalera principal y a duras penas pude subir los escalones que me separaban de la entrada. Apoyé las dos manos en el cristal de la puerta, queriendo vislumbrar algún rastro de vida humana en su interior.

Sobre el mostrador de Recepción había una lamparita encendida, y en la pared se reflejaba una sombra inmóvil que era incapaz de identificar, pero de lo que sí estaba seguro era de que allí, tras ese mostrador había algo o alguien.

Llamé al timbre. La sombra se movió y la puerta se abrió. Avancé hacia el mostrador, y a cada paso que daba, el calor se iba haciendo insoportable. Empecé a cuestionarme el porqué de mi parada, cansancio, recordé, así que seguí caminando hacia... no sabía muy bien hacia dónde, pero seguía avanzando.

Llegué al mostrador y me asomé. Un ser diminuto estaba sentado detrás de aquel parapeto, una cara tan asustada como la mía me observaba. Carraspeé antes de poder hablar.
—Buenas, querría una habitación para esta noche…

Aquella especie de enano con ojos desorbitados y vestido de raso negro, me extendió una llave que tenía en la mano, y me indicó con un gesto que firmara en el libro de entradas. Pude ver que no había demasiada clientela. “Sky Hotel”, con ese nombre, había pensado, seguro que lo tienen todo completo, pero… no, tan sólo cuatro nombres con el mío. Firmé y me señaló el camino hacia el fondo, donde nacía una oscura escalera.

Pálidos destellos de una luz agonizante se lanzaban hacia el angosto pasillo. 187, ese era el número que aparecía en la fría chapa de la llave y que me estaba transmitiendo un gélido presagio. No parecía tener fin ese pasillo: 12, 13, 14… y cada vez más pálida la luz. Yo iba sujeto a mi propio miedo, me agarraba a él desesperadamente. A mis espaldas el sonido quedo de una ventana abierta golpeando contra el quicio. Y el aire, ese aire caliente, pesado, que ahogaba mis pensamientos…

La moqueta del suelo retenía mis pasos y me costaba avanzar. 75, 76, 77… Aún no llegaba.

Algo tiraba de mí, algo se pegaba a mí, algo de lo que no podía desprenderme. Susurros en mis oídos, leves caricias en mi cara. Quería gritar pero no podía. ¡Y el enano al final del pasillo! Sus ojos saltones brillaban entre aquella oscuridad. Ahora me llevaban. Alguien me llevaba, 135, 136, 137… Unas risas lejanas y yo que me desplomaba. 179, 180, 181… Ya, ya llegaba.

El enano esbozó una sonrisa y sentí un frió que me congeló el alma. Abrió la puerta con mi llave, y el leve roce con su mano al tratar de cogerla, pues yo la tenía fuertemente sujeta, me estremeció. ¡Adelante!, dijo, y cerró la puerta tras de mí.

Entonces pude abrir los ojos y fui presa del temor, nada, no había nada, tan solo una ventana abierta; el vacío, la nada me rodeaban mordiendo mis entrañas. Aquella ventana parecía la única salida posible pues la puerta había sido cerrada desde fuera, yo mismo había oído las tres vueltas de llave.

Salté, salté. No sé cómo lo hice, no sé si fue un salto hacia la muerte o… No, porque estoy vivo. La altura era poca y tan sólo me fracturé una costilla y la clavícula izquierda, pero una vez que me vi en la calle, eché a correr hacia el coche. La noche lo había envuelto todo. Entré, cerré con los seguros y desde allí pude contemplar el espectáculo: el hotel, la ciudad, fueron desapareciendo ante mis ojos y yo quedé a merced de la noche en la inmensidad de no se sabe dónde.

Esperé hasta que la alborada puso un poco de orden en mis pensamientos y en el paisaje que me rodeaba. Tardé en volver a la autopista. Cuando llegué a la primera gasolinera, busqué un mapa de la zona, pregunté, pero nada. ¿Mountaingreen…? Nadie había oído hablar de ella, no aparecía en ningún lado.

Algo frío, pegado a mi pierna a la altura del muslo hizo que buscara en el bolsillo del pantalón y, ¡allí estaba, milagrosamente, la llave de la habitación 187 del Sky Hotel!

Mountaingreen nunca existió pero, yo estuve allí.


Foto: Aitor Texto: Edurne

jueves, 9 de julio de 2009

RONDA DE MEDIA NOCHE



Rondan los vientos del sur por mis pestañas
Y le cantan al ángel dormido
De mis entrañas.

Asoma su cara redonda la Lola,
Guardiana de mi nido
Siempre presta, quieta como una bola.

Callejean los niños que alberga mi esperanza,
Y a lo lejos se oye un silbido…
Mi amor, que hoy llega con tardanza.

Rondan los sueños de antaño, inertes
Como el buen vino ya bebido,
Rondan y me bailan alegres…

Foto: Aitor Texto: Edurne

miércoles, 8 de julio de 2009

SIN ELLAS


Ya no soy nadie sin ellas.
Cambio las tinieblas de mi noche inconsciente por estas pequeñas ventanitas que me alisan el camino.
—Aquí una mísera pulguita, aquí unos amigos—. Y la pulguita que hace de gran diva.
¡Es fabulosa la vida!
Sonríe mi cara cuando la miro por encima, a la vida… ¡si hasta parezco mi abuelita!
A tientas me sorprenden los precios en el súper, pero ellas me rescatan de tanta maraña ilegible. ¡Por Dios, qué susto!
¿Y cómo fue que ocurrió, cómo que estas dos lupitas pasaron a formar parte inseparable de mi anatomía facial, a ser la máscara de ver la vida en blue, en rose…?
Muchas veces me las descalzo para no estropear los sueños, que así, en pequeñito, los problemas no son tan entendibles, que casi se hacen invisibles…
Pero si quiero vivir otras vidas y pasearme por mares profundos y abismales, ¡al rescate mis gafitas!

Foto y Texto: Edurne

domingo, 5 de julio de 2009

CURRICULUM VITAE (II) " De nuevo Eva"


Eva Laínez.
48 años.
Soltera.
Periodista.
Madrid.



No puede decirse que mi vida sea monótona y aburrida. Todo depende del cristal con que se mire, claro. Dices que eres periodista, que trabajas en una de las emisoras de mayor audiencia nacional, que conduces un magazine de cuatro horas diarias desde el que puedes hasta sentar cátedra, que eres un personaje conocido y respetado, que asistes a cuantos eventos te inviten y se precien de tener una categoría, que tienes un caché… ¡y la gente ya quiere ser tú! Pues no, que no lo quieran, que hasta yo estoy harta de ser Eva Laínez.

Hoy tengo la entrevista con el mequetrefe del otro día. Estos tipos que ocupan un cargo cultural en la Administración, y que han saltado al panorama social gracias a un boom literario… ¡me enferman! Y éste no es la excepción. En la entrevista previa ya se dejó caer, vamos, que ya se le vio el plumero.

Pero ahora mejor termino mi desayuno, ya son las 07:30. No he dormido muy bien y presiento que la mala leche va a ser la protagonista del día. Para colmo tengo que pasar la ITV al coche, llegaré tarde a la emisora. Voy a llamar a Joserra para que se encargue él de los teletipos de esta mañana, ya los revisaré yo después.
La verdad es que no sé porqué sigo aún con esta tartana de coche, no me da más que problemas pero bueno, tampoco he de impresionar a nadie, así que lo del coche es algo secundario.

Voy tarde, hoy tampoco tengo tiempo para maquillarme, y además, he perdido la costumbre, tampoco es imprescindible, a través de las ondas, nadie me ve, no tengo que epatar por mi aspecto físico, mi cabeza es la que impresiona, es mejor así… Pero hoy, hoy me apetecía “iluminarme” un poco.

Son las once y entro en la emisora con cara de pocos amigos. Pedro, el vigilante del parking se ha percatado y tan sólo me ha saludado con un arqueo de cejas, se lo agradezco, no tengo ganas de perderme en afirmaciones tontas sobre el estado de los cielos y el frío madrileño.

Parecerá una tontería, pero la entrevista de esta tarde me tiene un poco nerviosa. Según subo en el ascensor me miro en el espejo, de reojo primero, y descaradamente, después. Ya sé que dicen que parezco ambigua, que mi aspecto es un tanto andrógino. Mejor. Pero a mí me gusta. Me quito las gafas, ensayo una sonrisa, más bien una mueca, y me interrogo mirando a esos ojos azules, fríos como el acero, que me observan…

No me da tiempo a responderme, la puerta se abre y allí está Pepa con las carpetas. Me saluda efusivamente, como todas las mañanas y como es habitual en ella, esta chica es así, emocionante, efusiva… le doy una palmadita en la espalda y le dedico un “ánimo, compañera”, como siempre.

Hoy no es un día cualquiera, está claro, y ahora que lo pienso, no recuerdo con qué pie me he levantado, tampoco sé si este detalle tiene alguna importancia en nuestras vidas…
Me encierro en mi despacho. Esta mañana ya tengo acumuladas tres carpetas, gruño, así, para mí, pero gruño.

Reviso toda la información sobre el escritor de moda, me la sé de memoria. Seguro que tengo más datos sobre la vida y milagros del interfecto que él mismo. Cierro la carpeta con rabia. No me gustó su forma de mirar, de mirarme… Hoy le daría un poco de su propia medicina.

Las dos y media, Mamen, mi subdirectora, me da un toque: “¡Hay que comer, Evita!” Comemos y me siento algo mejor. ¡Ahora que me den a mí directores de Bibliotecas con premios literarios… que me den!

¿Y ahora por qué lloro? Si ya ha pasado todo, si ya he resuelto la situación satisfactoriamente, como siempre, si Eva Laínez es mucha Eva Laínez…
“El pez grande se come al chico”.
¿Y por qué estoy aquí, agarrada al volante de este coche que odio, y encima llorando?

El tráfico por O’Donell es intenso y por eso me gusta atravesarlo y venir a parar a la parte trasera, siempre encuentro sitio cerca del Hospital Infantil. Respiro y espanto mis fantasmas.

Hoy ha terminado el día raramente. Al final sucumbí a la tentación.
Cuando apareció de nuevo… él y su sonrisa, él y sus ojos, verdes como esmeraldas… ya, ya sé, a veces soy capaz de volverme de lo más cursi.
Y aquel sitio tan decadente, la música, el alcohol, mi soledad, la suya, o… ¿la vida misma?
Hoy he roto la norma y no sé si quiero restituirla.
* Conviene leer antes, o recordar "La tentación de Eva"

Pintura: Antonio Texto: Edurne

sábado, 4 de julio de 2009

CURRICULUM VITAE (I) "Panes et Circenses"



Pedro Ortiz.
45 años.
Casado. Dos hijos.
Parado.
Granollers. Barcelona



Si en mi familia todo el mundo es del Espanyol, ¡a santo de qué habré salido yo tan señorito y tan culé!

Ya son casi dos años de este aburrimiento que me congela por dentro, así, como si me mordieran las tripas. La Paqui dice que soy yo, que no me suelto, vamos, que no me muevo. Tal vez tenga razón, y es que encima he engordado como ocho o diez kilos desde que nos echaron a la calle por culpa de la maldita regulación.

Desde luego que este Messi es un crac, menos mal que El Mundo Deportivo y el Marca me ayudan a sobrellevar las mañanas, porque con la casa vacía… Los chicos en el instituto, la Paqui en sus casas, que gracias a ella que vamos tirando. Y yo aquí. Ahora toca ventana. Ya me lo sé todo: Manolo que abre el bar, su mujer que también va por las mañanas para ayudarle en lo de las banderillas. Mari Luz, la pescadera, que sale a echarse el cigarrito de las once y media, justo cuando las marujas suben y bajan por la cuesta de La Mercè, me solidarizo con ella y también me fumo uno, el de las doce menos veinticinco, aunque ya llevo unos cuantos y debería dejarlo…

Hoy está nublado, parece que va a llover; de todas formas creo que bajaré un poco a hacerle una visitita a Manolo, un par de chatos ya caerán hasta la hora de comer, y además, Manolo también es culé, así que tenemos tema de conversación.

Llega la Paqui, la veo bajar del autobús, salgo a su encuentro, que no se diga que no hago nada… Tiene cara de cansada, no me extraña, en esas casas de pijos a las que va a limpiar la explotan aprovechando la situación en la que nos encontramos. Le cojo las bolsas del Mercadona. Salchichas, hay unos cuantos paquetes de salchichas, sinceramente, las salchichas no me gustan, pero… pues eso, salchichas y latas de tomate Orlando.

Subimos a casa. Pongo la mesa mientras ella se afana con las ollas. Lentejas, las lentejas que sobraron de ayer, y los platos de Duralex de cuando nos casamos. Abro dos paquetes de salchichas.

Llegan los chicos. El Sergio con cara de dormido, este niño siempre parece estar en las nubes. Casi no hablamos. Terminamos de comer y en el telediario dan los deportes, es lo único que me interesa.

De pronto me paro a pensar: tengo 45 años, después de la siesta otra vez la ventana, el bar de Manolo, la partida, la cena, los chicos y sus peleas, la Paqui y su tristeza, su cansancio, mi vergüenza…
Mañana será otro día.

Foto: Antonio Texto: Edurne