jueves, 21 de octubre de 2010

DE NUEVO AL HOSPITAL



De nuevo nos vemos en la situación de hospitalizarnos, todos, aita y los demás.
Para cuando ustedes lean esta entrada, nosotros ya estaremos allí, esperando a que esta vez las cosas salgan bien de verdad, y nos dejen tranquilos de una vez.

Siete meses. Tres operaciones. Y todo por el error, por el fallo de un profesional al realizar una prueba diagnóstica. Si alguna vez tienen que realizarse una “colonoscopia”, tengan cuidado, mucho cuidado, pueden perforarte el colon y ponerte ante una situación de peritonitis fecal aguda, y estar a punto de irte al otro barrio. Y eso, si se dan cuenta y actúan a tiempo, y si no surgen complicaciones y... Esa situación no se dio en el caso de mi aita y por eso estamos aquí, ¡otra vez!

Sabrán ustedes hacerse cargo y disculpar mi ausencia de la Orilla y de sus casas. Espero que esa ausencia sea corta, porque será un buen síntoma.

Gracias por sus buenos deseos, que sé que me los demostrarán, como en marzo, y por estar aquí, sus huellas y sus pasos silenciosos así me lo hacen saber.
Nos agarramos a la vida, en esta familia somos unos luchadores. Cruzaremos los dedos y nos encomendaremos a quien haya que encomendarse, ¡que son tres intervenciones en una las que le tienen que hacer!

Un beso enorme para todos, y de nuevo ESKERRIK ASKO!

Imagen: Internet

domingo, 17 de octubre de 2010

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXXIV)































Puente del Pilar. Viernes 8, seis de la tarde, estación de Termibús Bilbao. Doce y cuarto de la noche, Intercambiador de Avenida América, Madrid. Obras en la zona de Lerma (llevan así desde el verano), y por eso la demora. La vuelta del día 12 resultó normal.

El sábado cayó el diluvio universal sobre Madrid, y mientras, en Bilbao, lucía el sol (nunca nos ponemos de acuerdo). ¿Qué hacer, por dónde empezar esos cuatro días de asueto? De lo previsto, nos “liquidamos” dos de esas actividades, además, para el tiempo que teníamos, lo más apropiado: Exposiciones.

La primera parada tuvo lugar en la Fundación Mapfre, sita en el Paseo de Recoletos. Una sugerente exposición que reunía una buena muestra de la Pintura americana del siglo XX. De los artistas allí representados, para mí, el más conocido era, sin duda, Edward Hopper, bueno, y también Mark Rothko. Merece la pena acercarse hasta el edificio de la Fundación Mapfre y disfrutar con esta selección.
Y en el sótano, una exposición de fotografías en blanco y negro de John Gutmann, un fotógrafo alemán que desarrolló la mayor parte de su carrera en EE.UU desde el año 1.934, en que llegó a San Francisco como corresponsal de prensa. Si son ustedes amantes de la fotografía, y más de la fotografía en blanco y negro… ésta, es su exposición, se lo aseguro.

Al salir de la Mapfre, seguían cayendo chuzos de punta. Una carrerita, cruzar el paseo de Recoletos, y justo, enfrente, se levanta imponente el edificio de la Biblioteca Nacional. Se le ponen a una los pelos de punta sólo de pensar la cantidad de libros, de incunables, de… saber en definitiva, encerrados entre sus muros.

Hace cien años que nació en un pueblo de Alicante, Orihuela, un niño llamado Miguel Hernández, que más adelante se convirtió en un joven que cuidaba cabras y que escribía poemas, y más adelante todavía, fue el hombre comprometido que fue.
La exposición está llena de recuerdos, de manuscritos, de testimonios de familiares y amigos, de dibujos, certificados de su paso por las cárceles españolas…

CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía;
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Y salí con un libro de la Biblioteca, comprado en la tienda-librería, claro.

Dejó de llover al día siguiente y los paseos madrileños nos llevaron por la calle Segovia, subida hacia Las Vistillas por la Cuesta de los Ciegos. Encuentro con la Violetera, saludos de rigor y foto, ¡cómo no!
Y al adentrarnos en el Madrid de los Austrias, el que a mí más me gusta, nos mezclamos con la infinidad de turistas que admiraban lugares, rincones, estatuas… La Plaza Mayor y aledaños, La Plaza de la Villa, el Mercado de San Miguel. Más allá, el Palacio Real o de Oriente, el Teatro Real, los Jardines de Sabatini, los restos de la antigua muralla islámica de Madrid, rodeando la zona donde hoy se ubica la catedral de La Almudena…
Por esta zona pueden verse artistas y buscavidas de todo tipo: fotógrafos-minuteros, los de la antigua usanza, barquilleros ataviados con el traje típico de chulapo, actores “descabezados” intentando llamar la atención de los transeúntes, músicos callejeros pero de una factura y formación clásica que ya ya…
Hay un pequeño café al llegar a la parte delantera del Teatro Real, justo donde acaba la calle Arenal que empieza en Sol. Pues ahí se encuentra, como decía, un pequeño café, el Café del Real, porque está en la plaza de la Ópera (ahora patas arriba) y frente al Teatro real, de lo más recoleto y curioso.
También hay otro paseo por la zona de Sol, subiendo por Carretas o Montera, que ahora ya no sé si estoy a la izquierda o a la derecha… ¡jajajaja! Bueno, ¡yo siempre a la izquierda!
A lo que iba, entrando por la calle Cádiz, hay un remolino de locales, donde se está la mar de bien, a nosotros nos gusta mucho uno en especial que se llama “Malaspina”, por el navegante y descubridor Malaspina, tiene un encanto especial, no sé… y por eso lo comento; pero de ahí se arranca a otros muchos en ese radio de acción, a cual más acogedor.
Y otro día paseando por los rascacielos de la Plaza de España, y visitando el monumento a Don Miguel de Cervantes y sus Don Quijote y Sancho Panza. Y en una de éstas, nos encontramos sin pensarlo en el rodaje de una peli, en plena zona de Callao. Y también el comboy de los Borbones y demás personalidades que pasaba por allí, por la Gran Vía… así, sin comerlo ni beberlo, ya les digo.

El sol lució tímido en ocasiones y un poco más descarado en otras, pero siempre con pañuelito al cuello, que se le veía al hombre cara de resfriado…

Los viajes, ya saben ustedes, me cunden mucho a mí para los asuntos lectores. En esta ocasión han sido dos los libros traídos, leídos y llevados. A saber:
Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza” de Margarita García Robayo, joven autora colombiana residente en Argentina a la que yo no conocía ni de pasada. Relatos cortos, en este libro, nueve, nueve nombres de mujer, nueve historias, que, en algún momento, tienen un nexo en común. Muy agradable de leer. Narra las realidades, las situaciones más cotidianas de mujeres de distinto estatus social y cultural.
Y de nuevo el maestro Delibes. “El camino”, un clásico de la pluma del vallisoletano. Me encanta Delibes, no puedo negarlo, ustedes ya lo saben. Me gusta la forma que tiene de trazar los personajes y las situaciones. Recomendables ambos dos.

Mientras escribo, escucho a Vivaldi, otro de mis favoritos. “Las cuatro estaciones”. No sé la de discos cedés y cintas cassettes de esta obra que habrán pasado por mis manos. Las machaco, literalmente.
La música de Vivaldi va unida en mi experiencia vital a mis años de Magisterio. Estudiaba con sus Cuatro Estaciones a todo volumen, los Allegro y demás movimientos me lanzaban los conceptos sin que me diera tiempo a pensarlo, ¡jajaja! Toma, uno, otro...
Y otro recuerdo musical relacionado con los estudios, es el de Ray Charles. Con él estudiaba cuando hice Historia, sobre todo la asignatura Historia Medieval, de maravilla. Y ya ven ustedes la relación que puede tener el amigo Ray con la Alta y la Baja Edad media… ¡nada! Pero a mí, me solucionó el problema.

Y bueno, estas Crónicas iban a ser breves, pero parece ser que la “diarrea” tecleadora me ha invadido y aquí me tienen, en esta tarde dominical un tanto extraña, que si se nubla, que si llueve, que si sale el sol, que si sí, que si no… que caiga un chaparrón, con azúcar y turrón…

Hasta aquí han llegado mis Crónicas del Foro de este mes. Ahora, mucho me temo que habrá un parón, espero que corto, pero las circunstancias familiares me van a retener en Bilbao durante un tiempo. Ojalá que todo transcurra bien y la vida pueda ser retomada lo más normal que la dejamos, ¡claro que de eso hace casi un año ya!

Que disfruten de las fotos y de las recomendaciones, todas hechas con mucho cariño y desde mi punto de vista siempre, que no tiene por qué ser el de los demás.
¡Que ustedes disfruten del otoño, o de la primavera, pero en definitiva, de la vida!


Pd: Alguna foto se me ha "escapado" y no aparece en el orden que debiera... ustedes disculpen.
Fotos: Antonio y Edurne. Folletos: de las Exposiciones. Poema: Miguel Hernández. Recorte prensa: El País cultural. Escaneados de libros y música de Vivaldi, más tarjeta del “Malaspina": Edurne

jueves, 14 de octubre de 2010

LA TENTACIÓN DE EVA (replay)



Aquel hombre no me decía nada, y sin embargo, allí estaba yo, con mi mano entre la suya, delirando bajo la influencia de los vapores etílicos de aquella mala hora. No sabía nada de él. Miento, lo sabía todo, pero era como leer el prospecto de un medicamento, los componentes, la utilidad, la posología… solamente desconocía si los efectos secundarios que aventuraba pudieran ser tales.

Sabía con certeza que yo no era su tipo. Hombres como él aspiran a otro género de féminas. Estoy segura de que yo incluso le irritaba. Cuando nos conocimos el día anterior en su despacho de la Biblioteca, tuve la sensación de que este momento podía tener lugar, podía tener cabida en la vida, en la mía y en la suya. Pero más allá de inquietarme, dejé que todo fluyera.

Como profesional no tengo precio, al menos ésas son las lindezas que de mí se dicen en los mentideros del reino. Tampoco es mérito, alguien con un aspecto como el mío algo ha de tener, y en este caso, el cerebro ha sido mi fiel compañero.

Mi percepción es tal que noté su inquietud desde el primer momento. Disfracé la mía con mis gafas de miope, y saqué mi bloc de notas para desviar su atención. En realidad no lo necesitaba, el bloc, pues ya sabía todo lo que quería y necesitaba saber. Los hombres como él, vanidosos, me irritan, y si además son guapos, juego con ellos.

Pasadas las dos horas de toma de contacto, salí de su despacho como entré, con mi uniforme de indiferencia, pero sabía que él iría. La publicidad que podía dar a su libro y a su premio recién estrenado, mi programa de radio, era algo que nadie se atrevería a despreciar. ¡El programa cultural de mayor prestigio y audiencia de las ondas! Sí, no había duda, iría. Y así fue. “Nadar como pez en el agua”, esa expresión siempre me ha venido como anillo al dedo.

Cuando llegó el día de la emisión, allí estaba él, recién afeitado, oliendo a Calvin Klein, y llenando mis pituitarias de deseo. Le dediqué una escueta sonrisa con mis feromonas vagando por la estancia, sin rumbo. Me lanzó, con gesto titubeante, una mano derecha ligeramente húmeda. Estaba nervioso. Una rápida mirada me sirvió para calibrar mis posibilidades. Estábamos en mi terreno. Sus tejanos se ajustaban con atrevida sensualidad a sus firmes muslos, y unos relucientes Lotus asomaban de sus bajos. El mostaza de la camisa hacía resaltar el verde de unos ojos que se enmarcaban bajo unas pobladas cejas negras.

Temblaba. Ni él lo sabía, pero yo sabía que él temblaba. Y yo le resultaba indiferente. Me miraba con desprecio, pero con miedo. Le introduje en mi reino y cayó rendido ante mis hechizos. Eso sí que no se lo esperaba. ¡Todo, lo sabía todo de él! Desplegué ante él todo mi arte comunicativo, toda mi información acerca de su persona, su trabajo en distintas instituciones públicas hasta llegar al cargo que actualmente ostentaba en la Biblioteca. Información acerca de su obra, su estilo como novelista… Y mi voz se paseaba entre los pasillos de su vida, sus fechas, sus logros, sus éxitos… Todo.

Estaba fascinado. No podía responder más de dos frases con sentido. Sonreía. Me miraba y sonreía. Ahí se derrumbó toda su prepotencia y emergió mi mujer oculta. El pez grande se come al chico. En aquella pecera, yo era el tiburón, y él… él era el pez chico. Cuando la magia se deshizo, ninguno de los dos fuimos capaces de retener ni la más remota de las posibilidades. Una de esas posibilidades que a veces nos vienen dadas sin ser requeridas, posibilidades para acercarnos, para saber más el uno del otro, para dejar que la fascinación tome cuerpo y despeje las dudas. Pero la magia que flotaba en aquella pecera desapareció en cuanto dejamos de estar en el aire, cuando las miradas volvieron a ser las miradas del temor hacia el otro, del temor disfrazado de prepotencia.

Lloré. A veces lloro. Me debatía entre esa maldita dualidad que siempre ha marcado mi vida. Ser o no ser, That’s the question! , que diría Hamlet. ¡Y sin embargo, es todo tan previsible!

Dejé pasar una hora más o menos, una hora merodeando entre papeles, apuntes y citas anotadas en las esquinas de mi agenda. Una hora en la que quería olvidarme de todo. En la pantalla apagada del ordenador se reflejaba mi imagen. Una imagen distorsionada por la oscuridad en la que empezaba a sumirse mi despacho. No me gustaba lo que veía. Odiaba ese pelo tan corto, mi ropa tan masculina, odiaba mi miopía y mi forma de mirar. Volví a ponerme las gafas.

Esperé a calmarme. Salí al pasillo de mi planta. La emisora estaba tranquila a esas horas, más que nada porque la redacción bullía, y era allí donde se concentraban todas las energías. Salí hasta la zona de ascensores y pulsé el botón de llamada. Nadie en el cajón. De nuevo mi Eva interior increpando desde el espejo. Ajusté las gafas con un gesto de desprecio, y despejé la frente de un mechón rebelde.

En la calle busqué mi coche. Una vez dentro, lloré. A veces lloro. Así, sentada en el coche, con las manos en el volante. Llorar me alivia. No me importaba nada el que me pudieran ver, no era consciente de ello, simplemente lloraba.
Quería salir de allí. Me soné con fuerza, sacudí la cabeza y arranqué el motor. Tenía que pasar por O’Donell y a esas horas seguro que el tráfico sería bastante denso. No sé cómo, aún no lo sé, pero ahí estaba él, caminando lentamente hacia mi coche. Lo vi mientras colocaba bien el espejo exterior. Él, que asomaba su sonrisa por mi espejo. Me volví con sorpresa, y creo que casi indignada. ¿Qué pintaba él allí, en mi escenario?


Quería subir la ventanilla, pero en vez de eso, le enfrenté y pregunté si no tenía coche, si necesitaba que le acercara a algún sitio. No quería ser amable, no quería verle, no quería hablar con él… Pero para cuando quise darme cuenta ya estaba sentado en el asiento de al lado, indicando que iba hasta la Avenida de América, y si no era mucha molestia para mí. Le odiaba.

Y de nuevo estábamos en mi terreno. Al igual que en la radio, las riendas las llevaba yo, otra vez emergía la Eva fuerte y sin miedo, la que se crecía ante situaciones como ésa: la de los hombres vanidosos, los seguros de que cualquier mujer puede caer rendida ante ellos. Ya había tenido suficiente en la vida, suficientes fracasos. Por eso era Eva, la de las dos caras, pero de la que sólo conocían una, la que quería mostrar, para no resultar herida.

Primero fue mi padre, ¡mi propio padre!, el que me hizo sentir inferior. No me perdonó el que hubiera nacido mujer, y por eso me esforcé en ser ese hijo que añoraba. Mi cabello, mi ropa, mi carácter, mis éxitos profesionales… y mis continuos fracasos con ellos, con los hombres. Me buscaban, me conquistaban, creían que me conquistaban, pero en realidad era yo la que necesitaba seducirles, sentir el premio de la gloria efímera. Aún no había aparecido ese hombre que supiera tratarme como a un igual.

Pues bien, ahora estábamos en mi coche, y yo la que le iba a hacer el inmenso favor de acercarle hasta su casa. Miré de reojo, aprovechando el cambio de disco. Sus ojos estaban clavados en mí. Sin darme tiempo a protestar, me interrogó directamente por mi llanto. Volví a odiarle, y así se lo hice notar, dedicándole una de mis más logradas miradas en esto del odio.

Hice una sugerencia para evitar el tráfico de 0’Donell, pero al enfilar por la trasera del Convención, me propuso tomar una copa. Junto a las Urgencias del Nuevo Hospital Infantil había sitio libre para aparcar. Sin saber cómo, el coche casi se aparcó solo.

“Boîte Golden”, hasta el nombre estaba pasado de moda, demodé. Bajamos unas escaleras que a mí me parecieron las escaleras al Infierno, y aparecimos en una pequeña gruta casi solitaria a esas horas, con luces de esferas que giran. Un rápido vistazo a mi alrededor y el mundo había cambiado de repente.

Un pequeño reducto de vidas que arrastraban su vulgaridad a ritmo de bachata, trasladaban sus lamentos de un lado a otro de la pequeña pista. Sonrisas de plástico y manos de cartón que se aferran a la piel de un extraño, como el náufrago a la tabla que le salvará la vida.

Dos gintonic, por favor, oí decir. Las luces iluminaban las almas en su lado más bello. Tal vez eran felices, más que yo. Apuré mi copa con ganas de terminar con aquel momento, pero él insistió para que tomáramos una segunda. Para entonces la música ya se había instaurado en mi interior, mi cerebro aún controlaba, pero quería salir a bailar y dejarme en paz. Miré de nuevo a ese hombre que tenía junto a mí, miré al camarero que nos miraba a su vez. Acerqué el vaso a mis labios y hablé. Esta vez no preguntó, pero yo hablé.

Y aquí estamos, pensaba yo, era lo que podía ocurrir, lo que debía ocurrir. Yo era un enigma para él. ¡Era un enigma para mí misma! Los hombres necesitan saber, y nosotras… nosotras, les enseñamos. El alcohol hace milagros, convierte en sublime hasta lo más vulgar.

Llegados a ese punto del desorden en mi mente, en mis sentimientos, y en mi cuerpo, pensé que la “enfermedad” ya estaba lo suficientemente avanzada, que era la hora del medicamento. Tomé una dosis y esperé a los efectos, a los momentáneos, y a los secundarios. No podía ver de lejos, no podía intuir, pero sí palpaba esa mano agarrándose a mí, era la miope cercanía. Y era él el que estaba allí, y era yo la que estaba allí. Y el mundo se derrumbó. Sucumbí a su vanidad, y mi “indiferencia” se convirtió en su sorpresa.
El resto de la historia… vulgar ¿o tal vez sublime?

Dibujo: Aitor. Manipulación y Texto: Edurne (entrada recuperada. Publicada el 24 de junio de 2008)

martes, 12 de octubre de 2010

HISTORIA CONFUSA (Galimatías total)



Salió como siempre, para volver a dormir frenando justo al llegar al borde de la mesa.
Tiró el vaso y vio como de entre la basura, María le saludaba con ojos de tristeza y sin tiempo para decir que la batalla había resultado un esfuerzo inútil. Pero no, allí estaba la carta, bajo el Puente del Perdón, cabalgando sobre la superficie de su mantel recién planchado. Entonces, todos bajaron hasta el desván, justo cuando Ramón se comía el último átomo vivo del laboratorio.
–No tuviste la precaución de encerrar los sueños de la noche anterior bajo candado, y por eso llueve alegremente con lápices de colores y humeantes tazas de chocolate en la mesa de la cocina de tu tía Encarna…–le dijo con una sonrisa entre pan y pan su viejo perro verde.
No, hoy no vendrá, ha tenido que salir en busca del sueño para poder llegar hasta el borde de la mesa… ¡Y frenar!

Pintura: Antonio Texto: Edurne

domingo, 10 de octubre de 2010

INSTRUCCIONES DE USO (Galimatías floral)



TÍTULO
Manual completo para jardineros del Hemisferio Sur bajo la influencia del solsticio de verano, cuando quieran plantar Begonias y Alegrías de Guinea sin tener semillas originales de buena calidad con las que realizar experimentos para poder comercializar los resultados en su entorno más próximo, y después dar el salto al Viejo Continente, mediando un enorme charco entre ambos mundos…

Imagen: Internet Texto: Edurne

viernes, 8 de octubre de 2010

NO ERA YO


Ahora sé que la sonrisa era falsa; sin embargo, era incapaz de borrarla, y allí estaba cada vez que me asomaba al espejo. Sólo le delataba el rictus de amargura y el tono cetrino de la piel; por lo demás, ¿quién diría que no era yo misma la que se hacía muecas todas las mañanas frente al espejo del baño?
Únicamente yo sabía que ella, no tenía nada que ver conmigo.

Pintura: “Mujer mirando al espejo” Picasso Texto: Edurne

miércoles, 6 de octubre de 2010

TINTA AZUL





Apenas comenzó a escribir, la piel fue tornándosele de un color azulado un tanto preocupante. Al principio, casi imperceptible, excepto para él, que se sintió alarmado. Después, y poco a poco, fue pasando por toda la gama de azules: del celeste, al Prusia, sin dejar de un lado el cobalto, y mucho menos el marino… por nombrar unos cuantos.
Según escribía, el mismísimo cielo se iba haciendo profundidad marina al paso de cada trazo sobre el blanco papel, hasta que él mismo desapareció en la azul inmensidad de sus palabras.

Imagen: Internet Texto: Edurne

lunes, 4 de octubre de 2010

VERSIÓN DE RELLENO


Que Lope me perdone por la osadía, pero hace un tiempo hice un ejercicio de “entresaca” con estos dos famosos sonetos de Lope de Vega. Siete versos él, siete versos yo, socios en la métrica. Indudablemente, la aspirante, sale perdiendo, y el conjunto queda... cojo; pero, era una tentación, un arrebato ante el que no tuve reparo en sucumbir.
Ahí les dejo con los intentos. En negrita los versos originales, los del genio, en “menudita”, los intrusos, o sea, los de una servidora.





SONETO DE REPENTE

Un soneto me manda hacer Violante
nunca soñé llegara tal momento,
catorce versos dicen que es soneto,
rima rimando me veo importante.

Yo pensé que no hallara consonante
pero no quepo de puro contento;
más si me veo en el primer terceto,
saliendo de ésta me veo triunfante.

Por el primer terceto voy entrando,
no piensen que con ánimo maltrecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aún sospecho

que al final llego si no estoy soñando:
contad si son catorce, y está hecho.



DESMAYARSE

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
reírse, caerse, morirse vivo,
llorar, girar como en un tío-vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso.

No hallar fuera del bien, centro y reposo,
presentarse amigo y ser vengativo,
furioso, enamorado y emotivo,
satisfecho, ofendido, receloso.

Huir el rostro al claro desengaño,
esconder el fiel amor bajo llave,
guardar el triste corazón en paño.

Creer que un cielo en un infierno cabe,
y reír cuando nos hicieron daño:
esto es amor. Quien lo probó lo sabe.

Imágenes: De Internet Sonetos: Lope de Vega y Edurne (¡Ay, por Dios, qué vergüenza!)