Los prisioneros tomados en el asalto al Cerro
Rojo muestran su alegría entre vítores a la República al ser absueltos. Son
simples soldados de reemplazo.
Fuente: Archivo Rojo (Ministerio de Cultura). Yo he tomado la imagen de aquí.
Fuente: Archivo Rojo (Ministerio de Cultura). Yo he tomado la imagen de aquí.
Mi aita
era hijo de un trabajador del campo y concejal socialista republicano de un
pequeño pueblo de Valladolid. Mi abuelo Julián fue un hombre que luchó siempre
contra las injusticias, y que sin embargo las padeció toda su vida, que tuvo que vivir humillado por salvar la
suya y la de su familia.
De chico
se peleó con el maestro, y los dos cayeron rodando por las escaleras de la escuela porque
él quería seguir estudiando y no le dejaban. Entonces, subir al piso de arriba de aquella pequeña escuela rural era solamente
privilegio de los hijos de las familias con dinero. Él, el más inteligente de
todos los alumnos, no tenía derecho a satisfacer su curiosidad, su hambre de
saber… Era pobre.
Mi
abuelo, y luego mi padre, fueron hombres con un elevadísimo sentido de la
justicia y la honestidad, pero a quienes les robaron todas sus oportunidades.
Al final, quien sí pudo ir a la universidad y estudiar Historia, la gran pasión
de mi abuelo, de mi padre y mía, fui yo. También es verdad que lo conseguí después de haberme
asegurado las lentejas como maestra, y con mucho esfuerzo, pero les resarcí a
ellos de algún modo.
En mi
casa he oído anécdotas de aquellos tiempos del abuelo, y de mi padre cuando era
niño, un niño nacido bajo unos ideales que auguraban un futuro mejor, pero obligado a crecer bajo una dictadura del miedo que anuló todas esas esperanzas.
Una de
esas anécdotas, y que siempre la tenemos como un saludo, un grito de guerra, como
algo muy nuestro, es el título de esta entrada.
Un día, hace
muchos años, al despertar por la mañana, mi ama nos contó el susto que había pasado
por la noche: mi aita estaba muy agitado, hablaba en sueños, se movía mucho, y
ella no se atrevía a despertarlo. Acercaba el oído a ver si entendía algo de
sus balbuceos, pero nada de nada. Y en una de éstas, literal, mi aita, con voz de muerto de miedo, que va y dice: “¡Adelante mis valientes! ¡Viva la República!”
Después
fue él quien nos contó sus tribulaciones nocturnas. Estaba encogido del miedo,
sí, resultó que en su sueño le habían puesto al mando de un pequeño ejército de inexpertos como él para no se
sabe muy bien qué misión, pero que ellos le echaron todo el arrojo y valor del que fueron
capaces… No sabemos cómo terminó la aventura porque del miedo que pasó se
despertó, como se suele decir, bañado en sudor y de lo más alterado.
Para
nosotros se ha convertido en un grito de ánimo y que él mismo estuvo diciendo
hasta el final, estando como estaba. Así que hoy, más que nunca, va por él, y
por el abuelo:
“¡ADELANTE MIS VALIENTES! ¡VIVA LA REPÚBLICA!”
Foto:
(Mi aita en plena guerra, año 1938, con un pequeño fusil de madera, que según
él, no dejaba ni para dormir.) De la memoria familiar
10 comentarios:
Me siento como un trocito de esta historia y como bien dices los que hemos tenido mejor suerte( poder estudiar)les debemos esa alegría ya que su juventud fue bastante dura.Mi bisabuela y mi abuela después del bombardeo las exiliaron a Francia...Esta guerra fue una vergüenza que aun después de tantos años sigue pasando factura.
UN VIVA POR TODOS LOS QUE LA SUFRIERON!
Un abrazo Edurne.
Ya ves, qué cosas, a mí me contaba mi abuela materna que al grito de "¡que vienen los rojos"! tenía que esconder el poco oro que había en la casa en el pajar.
De la otra parte, de mis abuelos paternos, sé que cuando el bando republicano se dejaba caer por mi pueblo, tenían que salir corriendo con los niños pequeños, campo través hacia el pueblo más cercano.
Terribles todas las guerras, injustas para todos, mucho más si son civiles. Y por supuesto abominable cualquier dictadura, todas tratan de acabar con el bien más preciado del ser humano: la Libertad.
Un beso Edurne.
Pues eso, qué viva La República!!!
(y las Maestras de la República).
(I sí, per terras catalanas vaig estar, i mes al nord).
:)
Me ha conmovido la historia de vuestra familia.
Es todo un orgullo venir de gente así.
Besos.
Cuenta que desde hoy nos falta un día menos para lograrlo.
Saludos desde El Bierzo
He podido comprobar que en casi todas las familias existen relatos que contar de esa nefasta época de la Historia,tambíen en la mía, pero hay una parte que ha permanecido oculta, enterrada en alguna cuneta y que pide a gritos volver a ver la luz del día.
¡Viva la República!
Muxu bat Edurne.
El sufrimiento estuvo en los dos lados pero es evidente cuál tuvo más tiempo de hacer daño.
Fue una generación, la de tu padre y el mío, con las alas cortadas y el miedo en el cuerpo.
Un abrazo, Edurne, de otra de "letras".
Es mucho lo que he disfrutado esta entrada, Edurne. Primero porque es como una vuelta al principio, un tomar los días por las hojas y sacudirlos plantándole cara. De esas anécdotas están llenas las vidas de todos los mayores, querida niña.
Besos sin miedo.
Qué hermosos recuerdos. Yo sé que veré la III República.
Besos.
BERTHA, ELENA, TRISTANCIO, TORO, PACO, AL TAGRÍ, ABEJITA, FRANCISCO Y PEDRO:
Todas las guerras son odiosas, deleznables, reprobables... son un cáncer que carcome por dentro lo haya de humanidad en cada uno de los pueblos que las emprenden.
Son la vergüenza que nos hace caminar con la mirada en el suelo.
Miles de preguntas me bullen por dentro.
Miles de rabias me rascan la conciencia colectiva.
¿Hasta cuándo?
Muchísimas gracias a todos y un abrazo enorme.
Besos.
;)
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