Mambrú, como todos los de su tribu, los Clips de Playmobil, había hecho su instrucción militar y estaba a la espera de que le llamaran a filas.
Su pueblo llevaba años en guerra con otras tribus vecinas: los Madelman, los Airgamboy, los Geyperman… Todos ellos mucho más robustos, con más medios armamentísticos, mejor equipados y más belicosos que ellos.
Pero los pequeños Clips de Playmobil, en otra época también llamados de Famobil, eran constantes, tozudos, y muy, pero que muy disciplinados. Y era también gracias a esas cualidades, que la mayoría de las veces, en las pequeñas escaramuzas que tenían lugar en las lindes de su reino, ellos, siempre salían victoriosos.
Mambrú no tenía ni pizca de ganas de ir a la guerra, pero el Gran Libro, así lo disponía: “Todos los Playmobil varones, mayores de tres años, después de haber efectuado su instrucción militar, deberán quedar confinados en el Cuartel General de la Selva Tropical y esperar hasta ser llamados a filas, y partir a la guerra contra los enemigos de nuestra tribu. El no cumplimiento de esta norma, conllevará consigo el despiece del individuo: clip, clip y clip…”
Como es de suponer, no había desertores en el pequeño ejército Playmobil, y en cualquier caso, el despiece solía tener lugar en el campo de batalla; los restos de los pobres guerreros eran recogidos por los gigantes que gobernaban el Gran Mundo, y ya no se sabía nada más, ni cuál era su destino.
Aquel verano, mientras formaba parte del último regimiento de reclutas en Fase 3, conoció, por pura casualidad, a la que desde ese mismo instante pasaría a ser la única dueña de su pequeño corazón, la hermosa Dulcinea del Monte Hermoso, hija, también era casualidad, del poderoso rey Midas, el que todo lo convertía en oro, y que mejor no dejarse tocar o abrazar por él…
Dulcinea, vivía apartada de su padre por esa razón, por la de no ser convertida en vil metal con el solo roce de su áureo padre. Privada del cariño de unos progenitores como Dios manda (la madre murió al nacer ella), había sido criada por niñeras y amas, que procuraron darle todo aquello de lo que carecía, pero, el cariño de unos padres no es algo fácil de suplir, así que la pequeña Dulcinea se convirtió en una joven hermosa sin la mano amiga y cariñosa de una madre y sin el consejo y protección de un padre. Bueno, es verdad que Don Midas, como le gustaba que le llamaran, estaba pendiente de su manutención, sus necesidades más urgentes, su educación y demás, pero, ahí terminaba su trabajo, él también se había acostumbrado a no tenerla cerca, excepto en las recepciones oficiales y asuntos semejantes, pero casi era como si no existiera pues apenas la veía.
Suspiraba la pobre Dulcinea por su mala suerte. Suspiraba hasta ese día, en que visitó, como parte del séquito de su real padre, el campamento de aquellos soldaditos tan disciplinados que, decían, formaban parte del ejército mejor adiestrado de todo el Reino de Abracadabra. A su señor padre se le había metido entre ceja y ceja, hacerse con los servicios de las huestes de los Playmobil, por si las moscas, vamos, por si algún día se veía en el apuro de presentar batalla a los ambiciosos que le rodeaban y anhelaban sus riquezas, sus posesiones y hasta a su hija. Era mejor estar preparado.
Así que Dulcinea no sólo no dejó de suspirar, sino que sus suspiros se volvieron más constantes, intensos y alarmantes… ¡Había conocido a Mambrú!
Sucedió, como suele suceder en todas las historias en las que el amor sacude los corazones, que el destino hizo que sus caminos se cruzasen, accidentalmente, todo hay que decirlo, y que un pequeño Cupido, diestro en el manejo de las saetas amorosas, tuviese a bien disparar un par de ellas, con tan buen tino y acierto que hizo blanco en el centro de ambos corazones, puros e inocentes hasta el momento. No queremos insinuar con esto, que sus corazones dejaran de ser puros e inocentes, pero sí que se volvieron ansiosos y alocados, desbocados, como caballos salvajes.
Bastó con una leve mirada, perdida en el viento, mientras que el séquito real observaba el desarrollo de unas maniobras rutinarias de lucha cuerpo a cuerpo, en el patio del cuartel, y cuando nuestro pequeño héroe realizaba una pirueta en el aire con la que fue a caer justo ante los pies de nuestra desolada princesa, para que Mambrú sintiera su corazón hacer clipclipclipppppp, y para que Dulcinea se ahogara entre suspiros.
Llegó a oídos del rey y del Supergeneralote de los Playmobil el acontecimiento, y claro, automáticamente saltaron las alarmas. Era tan evidente la atracción que emanaba de los dos enamorados, que se palpaba en el aire y éste se hacía tan denso que era imposible respirar, cosa altamente peligrosa. Había que actuar inmediatamente por la seguridad de todos.
Se reunieron los altos mandos de los Playmobil, los ancianos de la tribu y el mismo Midas con sus consejeros. Los Playmobil eran amigos y aliados, pero, semejante osadía, enamorarse como loco de remate de la mismísima hija de Don Midas, con los consiguientes riesgos para la salud de todo el reino… no podía quedar impune: ¡enviarían a Mambrú a la guerra de ipso facto! Solamente había un pequeño problema: en esos momentos no estaba programada guerra alguna por los alrededores, casi todos los ejércitos se encontraban disfrutando de su periodo vacacional, pero… no importaba, enviarían a Mambrú a la guerra solo, ya se buscaría la vida. Iba en misión secreta: buscar y encontrar un enemigo, real o imaginario, contra el que luchar. Total, esto era algo muy habitual, lo habían aprendido de los gigantes que gobernaban el Gran Mundo, inventarse enemigos, guerras, causas “justas”…
Así que nuestro pequeño amigo, tuvo que salir del campamento especial con la misión de enfrentarse a los peligros que por el camino se le presentasen, y aventurarse hasta los confines de la Selva Tropical, solo, sin más ayuda que su instinto de supervivencia, su pequeña lanza, el casco que cubría su cabeza, y el escudo heredado de su abuelo. Eso sí, se llevaba la verde mirada de su Dulcinea, y sus suspiros enredados entre los “clips-clips” de su corazón…
Desde la Torre de La Pena más Honda llegaba hasta sus oídos la dulce voz de su amada cantando esta canción:
Su pueblo llevaba años en guerra con otras tribus vecinas: los Madelman, los Airgamboy, los Geyperman… Todos ellos mucho más robustos, con más medios armamentísticos, mejor equipados y más belicosos que ellos.
Pero los pequeños Clips de Playmobil, en otra época también llamados de Famobil, eran constantes, tozudos, y muy, pero que muy disciplinados. Y era también gracias a esas cualidades, que la mayoría de las veces, en las pequeñas escaramuzas que tenían lugar en las lindes de su reino, ellos, siempre salían victoriosos.
Mambrú no tenía ni pizca de ganas de ir a la guerra, pero el Gran Libro, así lo disponía: “Todos los Playmobil varones, mayores de tres años, después de haber efectuado su instrucción militar, deberán quedar confinados en el Cuartel General de la Selva Tropical y esperar hasta ser llamados a filas, y partir a la guerra contra los enemigos de nuestra tribu. El no cumplimiento de esta norma, conllevará consigo el despiece del individuo: clip, clip y clip…”
Como es de suponer, no había desertores en el pequeño ejército Playmobil, y en cualquier caso, el despiece solía tener lugar en el campo de batalla; los restos de los pobres guerreros eran recogidos por los gigantes que gobernaban el Gran Mundo, y ya no se sabía nada más, ni cuál era su destino.
Aquel verano, mientras formaba parte del último regimiento de reclutas en Fase 3, conoció, por pura casualidad, a la que desde ese mismo instante pasaría a ser la única dueña de su pequeño corazón, la hermosa Dulcinea del Monte Hermoso, hija, también era casualidad, del poderoso rey Midas, el que todo lo convertía en oro, y que mejor no dejarse tocar o abrazar por él…
Dulcinea, vivía apartada de su padre por esa razón, por la de no ser convertida en vil metal con el solo roce de su áureo padre. Privada del cariño de unos progenitores como Dios manda (la madre murió al nacer ella), había sido criada por niñeras y amas, que procuraron darle todo aquello de lo que carecía, pero, el cariño de unos padres no es algo fácil de suplir, así que la pequeña Dulcinea se convirtió en una joven hermosa sin la mano amiga y cariñosa de una madre y sin el consejo y protección de un padre. Bueno, es verdad que Don Midas, como le gustaba que le llamaran, estaba pendiente de su manutención, sus necesidades más urgentes, su educación y demás, pero, ahí terminaba su trabajo, él también se había acostumbrado a no tenerla cerca, excepto en las recepciones oficiales y asuntos semejantes, pero casi era como si no existiera pues apenas la veía.
Suspiraba la pobre Dulcinea por su mala suerte. Suspiraba hasta ese día, en que visitó, como parte del séquito de su real padre, el campamento de aquellos soldaditos tan disciplinados que, decían, formaban parte del ejército mejor adiestrado de todo el Reino de Abracadabra. A su señor padre se le había metido entre ceja y ceja, hacerse con los servicios de las huestes de los Playmobil, por si las moscas, vamos, por si algún día se veía en el apuro de presentar batalla a los ambiciosos que le rodeaban y anhelaban sus riquezas, sus posesiones y hasta a su hija. Era mejor estar preparado.
Así que Dulcinea no sólo no dejó de suspirar, sino que sus suspiros se volvieron más constantes, intensos y alarmantes… ¡Había conocido a Mambrú!
Sucedió, como suele suceder en todas las historias en las que el amor sacude los corazones, que el destino hizo que sus caminos se cruzasen, accidentalmente, todo hay que decirlo, y que un pequeño Cupido, diestro en el manejo de las saetas amorosas, tuviese a bien disparar un par de ellas, con tan buen tino y acierto que hizo blanco en el centro de ambos corazones, puros e inocentes hasta el momento. No queremos insinuar con esto, que sus corazones dejaran de ser puros e inocentes, pero sí que se volvieron ansiosos y alocados, desbocados, como caballos salvajes.
Bastó con una leve mirada, perdida en el viento, mientras que el séquito real observaba el desarrollo de unas maniobras rutinarias de lucha cuerpo a cuerpo, en el patio del cuartel, y cuando nuestro pequeño héroe realizaba una pirueta en el aire con la que fue a caer justo ante los pies de nuestra desolada princesa, para que Mambrú sintiera su corazón hacer clipclipclipppppp, y para que Dulcinea se ahogara entre suspiros.
Llegó a oídos del rey y del Supergeneralote de los Playmobil el acontecimiento, y claro, automáticamente saltaron las alarmas. Era tan evidente la atracción que emanaba de los dos enamorados, que se palpaba en el aire y éste se hacía tan denso que era imposible respirar, cosa altamente peligrosa. Había que actuar inmediatamente por la seguridad de todos.
Se reunieron los altos mandos de los Playmobil, los ancianos de la tribu y el mismo Midas con sus consejeros. Los Playmobil eran amigos y aliados, pero, semejante osadía, enamorarse como loco de remate de la mismísima hija de Don Midas, con los consiguientes riesgos para la salud de todo el reino… no podía quedar impune: ¡enviarían a Mambrú a la guerra de ipso facto! Solamente había un pequeño problema: en esos momentos no estaba programada guerra alguna por los alrededores, casi todos los ejércitos se encontraban disfrutando de su periodo vacacional, pero… no importaba, enviarían a Mambrú a la guerra solo, ya se buscaría la vida. Iba en misión secreta: buscar y encontrar un enemigo, real o imaginario, contra el que luchar. Total, esto era algo muy habitual, lo habían aprendido de los gigantes que gobernaban el Gran Mundo, inventarse enemigos, guerras, causas “justas”…
Así que nuestro pequeño amigo, tuvo que salir del campamento especial con la misión de enfrentarse a los peligros que por el camino se le presentasen, y aventurarse hasta los confines de la Selva Tropical, solo, sin más ayuda que su instinto de supervivencia, su pequeña lanza, el casco que cubría su cabeza, y el escudo heredado de su abuelo. Eso sí, se llevaba la verde mirada de su Dulcinea, y sus suspiros enredados entre los “clips-clips” de su corazón…
Desde la Torre de La Pena más Honda llegaba hasta sus oídos la dulce voz de su amada cantando esta canción:
Mambrú se fue a la guerra,
mire usted, mire usted, qué pena.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá,
Do-re-mi,
do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.
Si vendrá por la Pascua,
mire usted, mire usted, qué gracia.
Si vendrá por la Pascua
o por la Trinidad.
Do-re-mi,
do-re-fa.
O por la Trinidad,
La Trinidad se pasa,
mire usted, mire usted, qué guasa.
La Trinidad se pasa.
Mambrú no viene ya.
Do-re-mi,
do-re-fa.
Mambrú no viene ya.
mire usted, mire usted, qué pena.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá,
Do-re-mi,
do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.
Si vendrá por la Pascua,
mire usted, mire usted, qué gracia.
Si vendrá por la Pascua
o por la Trinidad.
Do-re-mi,
do-re-fa.
O por la Trinidad,
La Trinidad se pasa,
mire usted, mire usted, qué guasa.
La Trinidad se pasa.
Mambrú no viene ya.
Do-re-mi,
do-re-fa.
Mambrú no viene ya.
Dibujo: Gorka, uno de mis alumnos. Canción: del repertorio infantil de mi infancia y de la de tantos otros. Texto: Edurne
16 comentarios:
Acabo de inventarme este cuentito, basado en el dibujo de Gorka, uno de mis alumnos con mucha imaginación, como podrán apreciar si hacen clic en la imagen, para hacer un ejrcicio sobre el cuento el lunes. Les leeré este mío, y les propondré una actividad de complementación...
Me disculpan si encuentran algo que no es muy coherente, pero lo he colgado tal cual, se me estaba ocurriendo mientras cenaba y...
A Gorka le pedí permiso para utilizar su dibujo algún día, y como me dio su beneplácito...
Por otro lado, espero que algunos de ustedes hayan sufrido un agradable retroceso a la infancia, jejeje, que es lo que me ha ocurrido a mí mientras lo escribía.
Buenas noches, son las 00:55 por esta Orilla, y que ustedes descansen bien!
Muxus!
Ey colega! Me encantó, me ha llevado por donde quiso con su relato saboteando los archiconocidos cuentos infantiles. Me permito pensar que Mambrú regresó muchos años despues, con la misma edad con que se fue y no pudo encontrar a su amada que se hallaba tras la fachada triste y melancólica de Penélope. Un abrazo de este lado del mundo
HOLA EDURME ¡ ME TRANSPORTASTE A MI INFANCIA CUANDO MI MAMY ME CANTABA ESTA CASNCION ¡
CARIÑOS.
Me ha encantado el cuento Edurne.
Que delicioso es dejarse llevar por la imaginación y crear algo tan tierno y bonito.
Sólo una cosa, eran Clips o Clicks?
Besos.
PABLO:
Jajajaja! Pues yoencantada de haber conseguido el efecto "retro"!
El pobre Mambrú convertido en un Ulises errante, y Dulcinea como Penélope tejiendo suspiros en el reino de Abracadabra, reconvertido en una Ítaca de urgencia... no está mal!
Un abrazote!
MARY:
Víste, tú también volvíste a tu infancia, y te llegaron recuerdos tiernos. Me alegro!
un besito muy grande!
TORO:
Pues mira, aclaro tus dudas:
En teoría sería Click, pues es el ruido que hacen los muñequitos al montarse y desmontarse, pero... ya se sabe, la economía dellenguaje y esas cosas, el vovablo deribó en clip, y así se quedó. (lo busqué en Internet porque yo también empecé a dudar antes de escribirlo...)
Encantada de tu encanto!
;)
Petons i feliç diumengue, amic!
Socorroooo!
Erratas por culpa de las prisas:
"vocablo" y "derivó"!
Auuuuf!
Sorry!
;)
Jaja, ya venía detrás tuyo la correctora! No pasa nada, la prisa nos hace meter mal el dedito en el teclado!
Apenas comencé a leer en seguida dije "chiribín, chiribin, chin chin". No sé allá pero acá lo cantábamos así:
Mambrú se fue a la guerra
chiribín, chiribín, chin, chin
Mambrú se fue a la guerra
y no sé cuándo vendrá
ajaja, ajaja,
no sé cuándo vendrá!"
Preciosa la imagen de Gorka! Dale mis felicitaciones y a ti por tu gran imaginación!
Besos desde esta orilla.
Me volviste a otros tiempos, por favor...guapa!
Nada más leer el título he empezado a cantar la canción, mira tú lo que da de si el dibujo de Gorka, nos devuelve a la infancia.
Orillera nos has parado este verano, ufff que trajín. Ya me he puesto al día de las lecturas que me faltaban y ahora a seguir paseando por esta orilla sin estos atracones jajaja
Muxus Edurne
STEKI:
Qué gracia lo del "chiribín, chiribín, chin, chin"!
ya ves, todo el mundo hemos cantado esta canción.
Yo recuerdo que sentíauna pena terrible por el pobre Mambrú!
Bueno, pues felicitaré a Gorka mañana!
Petonets, maca!
ZEL:
Jajajaja! Ahhh, se sienteeee!
Hoy podemos formar un patio de colegio entre todos, te parece? Y tú y yo dirigiendo el cotarro! Jajajaja!
;)
Molts petons per tu!
Muxu asko zuretzat!
LUNA AZUL:
Ah, que ya te has recorrido los últimos episodios de la Orilla? Pues sí, te has dado un buen atracón!
Hala, te unes al corro?
Muxutxus!
Hola Edurne ! me encantó esta entrada...Además quiero invitarte a pasar por mi blog de premios , hay regalñitos para vos...besos...MUXUTUXS... (¿que tal señorita , voy aprendiendo un poquitín...? )
Te imagino contando este cuento sentada en una silla, rodeada de un montón de niños en corro, y dándole una entonación histriónica, y la verdad es que queda un cuadro fenomenal. Serías una gran cuenta-cuentos.
ELBA:
Muchas gracias por tu visita y por los regalos! En cuanto pueda los traigopara la Orilla!
Muxutxuak!
MIGUEL:
En realidad soy una gran cuentacuentos...
Me encanta contar cuentos, y me has imaginado perfectamente, porque aunque mis alumnos tienen 12años, les chifla que les lea, que les cuente historias y anécdotas...
Y si alguna vez me mandan a preescolar a hacer alguna sustitución... me tiro la hora de semejante guisa, jajajajaja! La que mejor se lo pasa soy yo, que me lo creo todo!
;)
Abrazote!
Soy una teatrera del copón, qué digo del copón? Del recopón!
;)
Me ha encantado. A mi hijo le gustan los cuentos inventados, así que éste se lo cuento hoy.
Besos
Oy, mira, otra más a la que le cantaban esta canción de pequeña...
Yo siempre le preguntaba, pero mamá, se muere de verdad??? (porque ella acababa: Mambrú se ha muerto ya!)
Y ella me decía, qué va! Mambrú después volvió y se enamoró y se casó y tuvo muchos hijitos, si yo creo que todavía estará vivo por ahí, es que ya no se habla de él, pero ése está vivo por ahí seguro!! jajaja
Mi madre lo arregla to mu rápido!!
Y el dibujo me ha impresionado muchísimo, qué de detalles!! me encanta, pero... no utilizó colores? no le gustaban? la verdad es que está muy bonito así...
Y el cuento está entrañable, también muy original, creativo.
Besito
IDOIA:
Pues tú cuéntale la historia del pobre Mambrú, a ver qué le parece...! Y lo mismo se inventa él la continuación!
Besitos!
MARIOLA:
A mí todas las canciones infantiles, y los cuentos y...
Les puse tarea a mis pupilos el lunes. Les llevé el cuento y Gorka aplaudía como un enano, jajajaja! Se ve que le lhizo ilusión ver que su dibujo había propiciado el que yo me inventara un cuentito. Y al verlo impreso y esas cosas... jajajaja!
Bueno, el caso es que les dije que ellos tenían que continuar. La historia en sí podía quedarse así, pero les pedí que cada un@ inventara posibilidades.. y no veas las risas que hemos hecho esta mañana leyéndolas! Algunas, francamente buenas, otras, de traca pirulera, pero bueno, han trabajado bien!
A Gorka le encanta hacer este tipo de dibujos, los hace con boli, también usa color,pero creo que él tiene bien definido el tipo de dibujo para colorear o no. Se fija en los detalles más mínimos... te has dado cuenta de que en éste tiene hasta un ahorcado? Jajajaja! Es la repera este niño!
Fíjate, las madres lo arreglan todo, todo todo... son mágicas! Y los padres, también!
Bueno, pues mañana pondré otra entrada con cosas de ellos...
Besitos y cuídate, guapa!
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