lunes, 15 de agosto de 2016

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA BELLA FLORENTINA (I) (Replay)



Cuando Florentina Bartolomé vino al mundo, éste giraba en torno a los caprichos de la Madre Naturaleza y los del género humano.

Avanzaba, no sin poco esfuerzo, una primavera algo desmadejada y que arrastraba flecos de un duro invierno. Las paredes de aquella casa rezumaban un frío que se diría extraño, y en la alcoba matrimonial, el vaho de la muerte se dejaba caer pesado, inerte…

La partera, que había asistido a doña Eulalia en todos sus alumbramientos, no pudo reprimir una lágrima: “ahora, a mas de la criatura, también la madre ha perdido la vida. ¡Qué desgracia!”  Y así se lo anunció a un padre incrédulo y desencajado que esperaba nervioso en la regia balconada de madera que daba al patio de la casa.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Diez hijos y ahora mi amada esposa… Yo tampoco merezco vivir”. Estas fueron las palabras que pronunció Juan Bautista Bartolomé antes de que su razón volara a tierras de las que ya nunca pudo volver por mucho que en ciertos momentos así lo pareciera…

Florentina, convertida en un pequeño amasijo de carne y sangre, debió sentir un leve escalofrío al oír esas palabras y sus ganas de vivir se avivaron en el mismísimo umbral de la muerte. Un llanto apenas imperceptible llamó la atención de la partera que todavía se afanaba junto a la vieja criada de la familia en limpiar la sangría del lecho, con el cuerpo de Eulalia pidiendo ser entregado al regazo de la madre Tierra.

Y como resurgida de aquélla, la pequeña Florentina, respiró y lloró gracias a la azotaina de aquellas rudas manos a las que ahora debía la vida. Su llanto resonó por toda la casa, y dicen que hasta en el pueblo y más allá… ¡Al fin un nuevo Bartolomé, un nuevo Ancheta, la maldición había sido conjurada!

Eulalia de Ancheta era descendiente de Joseph de Ancheta y Ruiz de Uriondo, uno de los fundadores de aquella región perdida en el mapa. De ruda estirpe vasca, Ancheta supo arrancar los tesoros escondidos en las entrañas de la montaña y hacer de aquel lugar olvidado, el centro de la vida del país. Hasta que el maná dejó de alimentar bocas, ambiciones, sueños… y la región entera cayó en un letargo de cuento.

Si no duró cien años aquel sueño, sí lo suficiente como para que pronto los olvidaran y que tan solo perdurara en la memoria de unos pocos el eco de unos tiempos como nunca antes se conocieron.

De aquellos tiempos, a estos otros, en los que la maldición de los Ancheta acababa de ser conjurada permitiendo que un descendiente del viejo Joseph viera la luz, habían pasado muchas vidas, si bien es cierto que más bien con mucha pena y poca gloria.
                                                               (Continuará)


Texto ya publicado en esta Orilla el 21/4/14, con motivo del fallecimiento de Gabriel García Márquez, tal y como apuntaba en aquella ocasión. Hoy, lunes 15 de agosto de 2016, y después de terminar la lectura de un libro del que daré debida cuenta, me han entrado las ganas de recuperar esta historia y de forzarme a continuarla...
AQUÍ, los comentarios de entonces.

Foto: Aitor. Texto: Edurne (Mi pequeño homenaje al gran Gabo, salvando todas las distancias, por supuesto). 
Ayer se me metió en la cabeza la frase de inició y he estado todo este tiempo rumiándola, hasta que me he sentado hace un rato a traducir en líneas lo que me rondaba, y lo lanzo sin corregir nada, mis disculpas si algo chirría. La muerte de García Márquez me ha afectado, para qué lo voy a negar. No he leído nada de él hace tiempo, aunque creo que he leído casi todo, y ahora mismo tampoco he abierto ninguno de sus libros todavía, pero, me parece que su espíritu me ha abducido en cierto modo, como muestra, el título de esta historia, que irremediablemente nos lleva al de "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada". Pido perdón, pero me salió así... 
Estoy utilizando nombres y apellidos de mi propia familia para montar esta historia, que no sé si será corta o larga. El personaje de Joseph Ancheta Ruiz de Uriondo existió de verdad, fue uno de mis quintos abuelos -así que yo también soy una Antxeta- y de él solo sé que nació el 9 de diciembre de 1756,  y yo un 7 de diciembre de 1959-. Lógicamente, su vida me la estoy inventando...

2 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Siempre es tiempo de echar la mirada atrás y repasar buenas entradas. Gabriel García Márquez sonríe desde su Macondo eterno. Besos Edurne.

Edurne dijo...

ABEJITA:
Gracias, guapa! Seguro que en Macondo me andarán vigilando... jejeje!
Besos.
;)