sábado, 29 de diciembre de 2007

HISTORIAS DE PARÍS (3)


Sabía que llegaba tarde. Claire miró el reloj de la estación, acababan de dar las doce. Tarde. Aunque con un poco de suerte, tal vez llegara con retraso de la estación de Austerlitz y podría coger el tren a tiempo.

En ese mismo momento, a bastantes kilómetros de distancia, Marcel esperaba en la oficina de Correos. Llevaba una carta certificada en la mano. No se le había ocurrido una manera mejor de terminar su relación: una carta certificada dando por muerta una historia de amor de ocho años. Era la última declaración, el sello y la rúbrica que así lo avalaba.

El único empleado de la Poste que estaba de servicio esa mañana trabajaba lentamente, su cabeza estaba en otra parte, no era un buen día para él; había recibido una mala noticia: su hijo Pierre tenía una grave afección coronaria y debía someterse a una operación a corazón abierto.

El tren anunciaba su salida justo cuando Claire bajaba las escaleras de acceso a los andenes. Tuvo que apurar su carrera para poder cogerlo.

Marcel volvió a mirar la dirección del sobre. Todavía tenía cuatro personas delante. Recordó los ocho años que iba a hacer desaparecer en unos minutos. Sonrió.

Pierre siempre había sido un muchacho muy sano, un deportista... incluso jugó en los juveniles del Olympique. ¡No era posible que le estuviera ocurriendo esto! El sueldo de funcionario de correos no alcanzaba para una consulta en un centro privado pero tenía que conseguir una segunda opinión... Miró por encima de las gafas mientras estampaba un sello de envío exprés. La mañana se le estaba haciendo eterna.

Claire había subido a ese tren, le esperaban unas cuantas horas de viaje. Tenía que llegar a tiempo... Tiempo, eso era justo lo que le faltaba, el maldito tiempo, ¡y encima la distancia! Desde París todo se veía tan lejos, tan borroso, tan olvidado... Sólo llevaba un año trabajando en la delegación de su periódico en París, pero le parecía que llevaba un siglo, y ahora su vida daba un vuelco. ¡Tenía que llegar a tiempo!

Marcel jugueteaba con la carta, la pasaba de una mano a otra, se abanicaba con ella... Todavía tres, tenía tiempo para pensarlo un poco más. Las cosas habían ocurrido tan de repente, tan sin darse cuenta de que ocurrían... Y sin embargo creía haberlo pensado bien, creía hacer lo correcto, lo que debía hacerse en semejantes circunstancias, por su bien, por el de ella... ¡O eso pensaba! Lo volvería a pensar un poco más, aún había tiempo.

Suspiró y se ajustó las gafas a la nariz. Al levantar la cabeza vio a Marcel, le pareció raro, porque normalmente pasaba por su casa y le daba las cartas a él. ¿Habría ocurrido algo inesperado? Y se dio cuenta de que todavía no le había contado lo de Pierre, lo haría ahora.

Sabía que su relación hacía aguas. Sabía que su hermano podía morir. Por eso estaba en ese tren, por eso necesitaba tiempo. Marcel lo era todo para ella, y Pierre era la parte de su vida que le recordaba de dónde venía... ¡Tenía que llegar a tiempo!

Era una paradoja querer terminar su relación con Claire a través de su padre. Podía pensarlo un poco más, todavía tenía tiempo.

El tiempo era importante para la operación de Pierre. Claire llegaría esa noche y entonces decidirían qué hacer, ahora tenía que contarle a Marcel lo que ocurría, no quedaba mucho tiempo...

Habían dado las doce en el reloj de la estación D'Orsay. Habían dado las doce y cuatro vidas comenzaban a caminar a la vez, hacia el mismo destino desde distintos puntos. El tiempo, encerrado en la gran esfera, había saltado y todos corrían tras él. Las doce...

Foto: Antonio Texto: Edurne

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado y sorprendido orillera. Sorprendido porque aún con riesgo a equivocarme recuerdo pocas historias en tu blog. Muchos acontecers y poesía de la buena; pero cuentos o historias cortas... supongo que alguna habrá; pero las menos. Vale está bien. Haciendo de Madame Alfa quizás falte algo al final, algo que nos ayude con la historia. ¿O quizás hay segunda parte?. Por cierto entre tu y yo, no se me ocurre manera más ruín, patética y cobarde que romper una relación de 8 años por carta. Eso no se hace. Da la cara, titi. Marcel me cae gordo. He dicho.

Edurne dijo...

Qué quieres que te diga... a las doce de la noche y sin pensarlo, una se pone a darle a la tecla y esto es lo que sale...!

Es un final abierto, es decir, que cada cual puede imaginar el que quiera, o...
O tal vez me dé en otra ocasión por rematar la historia!

Historias en mi blog? Pues sí, tienes razón, amigo Sinver, hay poquitas. Y escribir historias e historietas... ya creo que escribo, pero no sé, es como que no me da por poner cosas en largo...
A ver si me lo curro más!

Marcel es un cobarde, tienes razón, habrá que reciclarlo!

Anónimo dijo...

Que te conste que a mi me gustan los finales abiertos. Sólo me ponía en la piel de nuestra insigne directora espiritual literaria.
Ciertamente leer historias un poco largas ( y no te cuento si tienen varios capítulos) en el blog se hace dificil ( por aquello de leerlo de abajo-arriba y esas cosas). Ahora bien, a mi me van más los cuentos cortos que la poesía ( y eso que la tuya me pirra). Así que te animo a que lo hagas ( for example con las que escribas en el taller). Un saludo.

Edurne dijo...

Te agradezco las alabanzas a mi poesía, de verdad, me halaga!
Trataré de poner más relatillos, más historias. Lo prometo!

Anónimo dijo...

eyyy chica remátame la historia!!!!! por fi, qué le pasa a la chica y a pierre; marsssel qué bien suenas.

Edurne dijo...

Paciencia, paciencia... todo a su tiempo!
Seguro que volveremos sobre Claire, Marcel, Pierre y su padre, pero de momento están de vacances! jejeje!