domingo, 17 de abril de 2011

IL CASTRATO


Mi nombre es Salvatore Conigliaro y fui alumno aventajado del maestro Spínola en la Scuola Magna di canto de Napoli.

Ahora, después de los años y volviendo atrás en mis recuerdos, el más persistente es el de mi madre, mi madre y su dolor, mi madre y su cara de angustia, sus lágrimas, cuando me arrancaron de su lado a los nueve años.

A ella le prometieron una buena suma de dinero para hacer frente a la crianza de mis hermanos pequeños, ya que no había un hombre que pudiera sostener a la familia. Y para mí le vaticinaron éxitos, fama, buena vida…

Desde ese momento me dejaron más huérfano todavía.

Me gustaba cantar. Mi voz destacaba entre las de los demás niños del coro de la iglesia de Santa María de la Pietá. Yo quería cantar porque también era una forma de ser libre, de huir de mí mismo, de la vida de penurias y tristeza que me rodeaba.

El padre Giovanni me entregó al maestro Spínola para que hiciera de mí uno de los grandes. En aquellos momentos, se mezclaban en mí todos los miedos y todos los sentimientos posibles, pero no tuve mucho tiempo de pensarlo, ni de sufrirlos porque esa misma noche me encontré entre una legión de muchachos, que como yo, tenían en sus caras dibujadas mis mismas ansias.

Los primeros días, cantábamos cada vez que nos lo pedían, hacíamos escalas y más escalas, notas dificilísimas… Asistíamos atemorizados, y a la vez esperanzados, a cada una de las audiciones que nos solicitaban a cualquier hora del día. Hasta que al final, hicieron una selección y todos esperábamos emocionados los resultados. Yo resulté elegido, me consideraba un privilegiado, así nos lo hicieron ver, éramos unos privilegiados.

Fuimos trasladados a otras dependencias mucho mejores, y allí empezamos a intimar entre nosotros. La misma suerte nos unía, las expectativas de convertirnos en grandes cantantes y poder cantar en las cortes de Europa, ante reyes y reinas, ser aplaudidos, envidiados…

Lo que ignorábamos era el sacrificio al que iban a ser sometidos nuestros cuerpos y nuestras almas. Todo eso tenía un precio: nuestra virilidad, nuestra identidad. Ser poseedores de tan maravillosas voces así lo exigía.

Desde aquel día no volví a ser el mismo, sentí que no sólo habían mutilado mis genitales sino también mi vida. Enfermé, de dolor, de pena… Mis heridas curaron, pero mi alma aún está sangrando. Durante una semana no pude ni cantar, era como si todo en mí se hubiera esfumado en aquella tinaja de leche caliente: mi ser, mi sexo, mi voz, mi vida toda… Sólo quería morirme, ir con mi madre y morirme.

Pero mis deseos no se cumplieron.

Todo esto es algo que he intentado esconder en lo más recóndito de mi corazón, pero, si ahora me he propuesto escribir mi vida, sé que no tengo más remedio que traerlo de nuevo a mi presente y revivirlo.

Enseguida me pusieron a hacer escalas para recuperar la voz, y parece que fue el único modo de que mi pena encontrara consuelo, no tenía a nadie, sólo tenía mi voz. Ella volvió a mí y yo supe manejarla, domeñarla, y así la llevé por los caminos que la convenían. Trabajé mucho y muy duro durante aquellos años en la Scuola Magna, en parte por aliviar la enorme pena que albergaba en mi interior y también por demostrar mi arte, del que cada día me sentía más orgulloso.

El maestro Spínola había puesto todas sus esperanzas en un pequeño grupo de muchachos, entre los que me encontraba. Nuestra fama empezó a ser notoria y llegó a oídos de la alta jerarquía eclesiástica, que quiso comprobarlo solicitando nuestra presencia en una audición privada. Fue tanto el éxito que a esa primera audición siguieron otras, cada vez con más adeptos, entre los que se encontraban clérigos, nobles, ricos comerciantes, pequeños burgueses…

Ante nosotros se desplegaron las posibilidades de éxito, lujos y fama que sobrepasarían las fronteras de nuestra patria. Me acordé de mi madre y mis hermanos. Nunca más los volví a ver, pero los llevo en mi corazón, y su recuerdo es el que me ha mantenido con vida hasta hoy.

Tenía dieciséis años y pensé que, de algún modo, la vida me devolvía algo del esfuerzo y el sacrificio con que tuve que pagarle. Me esforcé al máximo, perfeccioné mi técnica para llegar a ser el mejor.

Un día, en una de esas audiciones privadas a las que nos llevaban para adquirir destreza en el escenario, ocurrió el segundo hecho traumático en mi vida, y el que me ha traído por oscuros caminos hasta el túnel en el que ahora me encuentro.

Había un nutrido grupo de nobles, políticos y religiosos, todos de alta alcurnia, en el Palazzo del Duque della Rosa. Después de nuestra actuación, excelente y muy aplaudida, nos llevaron a una sala adornada con grandes espejos y rojos divanes de terciopelo que invitaban al relajo.

De los ocho muchachos que habíamos ido a cantar, sólo nos pasaron a la sala de los espejos a cuatro. Al principio no nos percatamos casi del hecho y estábamos tranquilos. Al poco, se abrieron unas pequeñas puertas camufladas por el papel decorado de las paredes, y surgieron de ellas aquéllos que minutos antes habían admirado y aplaudido nuestra excelsas aptitudes canoras. Portaban máscaras de carnaval y se nos acercaban con insinuaciones que nada tenían que ver con las alabanzas antes mostradas. El miedo se apoderó de nosotros e intentamos huir, pero resultaron infructuosas nuestras intenciones. Las amenazas, veladas pero firmes, de acabar con nuestras carreras y algo más, nos paralizaron, y nuestro destino quedó allí mismo marcado.

Después de aquella tarde, vinieron otras, y otras más, y no sólo eran hombres, también acudían nobles damas. Todos solicitaban nuestros favores, y poco a poco las audiciones musicales fueron dejando paso a estas citas, en las que, a mas de cantar, teníamos que satisfacer los caprichos de todos esos degenerados.

Llegó un momento en el que ya nada me importaba, y lo único que me mantenía con vida era el recuerdo de mi madre y su amor.

Y como en los momentos más trágico de una vida, siempre aparece un ángel que te tiende una mano, en la mía, ese ángel apareció, precisamente, en el mismo infierno. Fue la única persona que me trató con respeto, que se hizo cargo de mi dolor, y a quien, en cierto modo, llegué a querer, aunque no cómo él lo hubiera deseado. Pero tuve cariño, respeto, y mi vida cambió durante un tiempo, el que estuve en su casa. No diré su nombre, también por respeto y más ahora que está muerto. Muerte que se produjo en extrañas circunstancias, y desde la que he vuelto a encontrarme de nuevo solo.

Cantar, sólo lo hago en momentos de infinita tristeza, y casi no reconozco mi voz. Se me cerraron las puertas que en un principio tenía abiertas, y para poder sobrevivir tuve que dedicarme a vender mi cuerpo -ya que lo único que inspiraba era desprecio y morbosidad- pero ahora de forma diferente a antes…

Han pasado los años, y cada vez que me miro en un espejo, intento ver reflejado en él al niño Salvatore, pero cuando consigo traerlo ante mí, él me mira sin reconocerme, me mira con miedo, con burla y desprecio. Yo intento retenerlo, pero su mirada triste me devuelve la imagen de un viejo grotesco, gordo, afeminado, vestido ridículamente, y con un inmenso mar en sus ojos donde ahoga cada noche su vergüenza, su asco y su tristeza. Un ser decrépito que abre la boca y lo único que sale de ella es un grito de dolor:

“Io sono Salvatore Conigliaro, il castrato, la grande putana di Napoli!”


http://youtu.be/t9h7oB0TpLY



Para saber más sobre los Castrati (Los Castrados), pinchar en el enlace.


Imagen: Internet Vídeo: Youtube, fragmento de la película “Farinelli” (Aria: "Lascia Ch'io pianga" de Händel) , por favor, hagan clic en el enlace. Texto: Edurne

24 comentarios:

Edurne dijo...

Tema muy interesante el de los Castrati.
No todos llegaron a alcanzar la fama, algunos se quedaron en el camino, y susu vidas tuvieron diferentes destinos.
Farinelli fue uno de los grandes, de los famosos, también Cafarelli, pero otros, como el de mi historia, terminaron mal, y no por ellos mismos, sino por las circunstancias.
Recomiendo navegar por la Red en busca de información acerca de este fenómeno.

La música, excepcional.

En la actualidad hay una cantante italiana, cecilia Bartoli, que posee unas capacidades físicas muy parecidas alas de los Castrati, tienen un disco titulado "Sacrificium" en el que recoge arias famosas que cantaban los Castrati.

Y en YouTube, pueden usted deleitarse con pasajes realmente hermosos.
también hubo un último castrato, Alessandro Moreschi, del que sí hay alguna grabación, puesto que murió en 1922.

Les dejo con la música maravillosa de Händel, en este caso.

Un abrazo!
;)

TORO SALVAJE dijo...

Una sociedad que permite esa aberración es una sociedad enferma dirigida por monstruos y tolerada por cobardes.

Besos.

Asun dijo...

Tuvo que ser durísima la vida de los castrati, incluso para aquellos que llegaron a alcanzar la fama, y todo para el deleite de la nobleza y los poderosos. Sin palabras.
No me habría gustado a mi verme en su lugar.

Besos

Ojosnegros dijo...

Pobrecitos niños, ni infancia ni juventud ni vida.
Es horrible.
Besos y feliz semana Edurne.

Francisco Espada dijo...

Impresionante texto, Edurne. Creo que la castración moral es aún más grave que la física. Te felcito con toda mi admiración.

Edurne dijo...

TORO:
No es justificable, claro que no!
El drama personal tuvo que ser tremendo.

Petons!

ASUN:
Así es, una vida terrible, más teniendo en cuenta que no todos llegaron a alacanzar esa fama prometida, y que muchos, como el de mi historia, terminaron muy malamente.

Muxutxuak eta ondo pasa!
;)

OJOSNEGROS:
Tú lo has dicho, niinfancia, ni juventud, ni vida...

Besitos y feliz semana!
;)

FRANCISCO:
Gracias amigo, gracias!
Terrible, abominable...

Un abrazo!
;)

Javier dijo...

Que suerte he tenido : ¡¡¡¡Canto fatal, mi voz es horrorosa!!!!



Saludos.

Cristina dijo...

¡¡¡Qué triste!!!pero muy interesante ..............
Me ha gustado mucho Edurne ,ampliaré el tema
un basazo huevuno

Mar dijo...

¿Lo que vivieron esos niños puede llamarse VIDA?...

Me quedo con la música...

Besos, Edurne.

Anónimo dijo...

La vida es, o la hacen, a veces, ¡tan injusta!. Es uno de los textos más dolorosos que he leído...Me ha impresionado.

Steki dijo...

Ohhhhhh, qué tremendo! Una historia tremenda. Más tarde veré el video. Ahora estoy en el trabajo. Shhhhhhhhhh!!!! Jaja. Besines para ti.

Edurne dijo...

JAVIER:
Pues ya ves... no tener una voz maravillosa para el bel canto, y no haber nacido en aquellos años, es lo que te ha salvado!
;)

"Oh, sole míooooo..."

Saludos.

CRIS:
Tristísimo, vamos, no tiene nombre lo que hicieron con esa cantidad de niños!

Pues busca, busca, que es muy interesante.

Besotes soleados de yema de huevo!
;)

MAR:
Mejor quedarse con la música sí, y no pensar en quienes la cantaban!

Lo que vivieron esos niños no fue vida, efectivamente, imagino qu eun infierno, aunque algunos pudieran darle una pátina de "pseudo felicidad"!

Un besote
;)

STEKI:
Pues no te pierdas el aria, es magnífica!

La historia de los castrati es muy dura, mucho.

Petonets per tu, maca!
;)

Noche y dia dijo...

¿Te ha molestado por algo mi comentario? . ¿Por qué lo has borrado?. Saludos.

Edurne dijo...

NOCHEYDÍA:
Perdona pero yo no he borrado nada, no tengo habilitada la opción de moderar comentarios...
Es decir, tu comentario, no sé dónde se habrá quedado, pero a la orilla, ten por seguro, que no ha llegado.
Siento que hayas pensado que yo lo he borrado, pero de verdad, no ha aparecido!
Intenta mandarlo de nuevo y a ver...
Yo no me fío mucho de Blogger,a veces amí también me ha ocurrido.

Un beso!
;)

Anónimo dijo...

Hola: Sólo decía que es una de las historias más tristes que he leído. La pena es que fuese verdad.
Me alegro de que solo sea un fallo informático.
Besos

Miguel Baquero dijo...

Siempre me ha gustado el tema de los castrati (muy bien descrito, enhorabuena) y te iba a contar que todavía puede oírse una grabación del último de ellos, pero veo que ya estabas enterada.
Me gusta el tema, ya te digo, y como lo has descrito.

Edurne dijo...

NOCHEYDÍA:
La historia de los castrati es terrible. Algunos alcanzaron fama y un cierto poder, como Farinelli, pero otros, tuvieron finales muy diversos, y no todos bueno, como el personaje que he inventado para mi historia.

Pues ya ves que la ciencia no es exacta y perfecta.
Yo nunca borro comentarios, no he tenido que hacerlo nunca, sé que algunos blogs tienen habilitada la opción de los comentarios, pero yo no.

Unbeso!
;)

MIGUEL:
A mí también me ha intrigado de siempre, y la verdad, a poco que empieces a buscar... huyy, se te pone un mal cuerpo que p'aqué!

Me alegra que te haya gustado la historia!
Muchas gracias!

Un abrazote!
;)

Cristina dijo...

¡¡¡¡Eres sagitario , tenemos la misma edad ( he visto tu tarta) te gusta woody Allen y eres lectora compulsiva!!
Mi gemela que se cayó del pañuelito de la cigueña dirección París-Madrid en una tierra preciosa al lado de mar...
0hhhhhh

Edurne dijo...

CRIS:
Jajajajajaja!
Y fíjate que esta noche he tenido un sueño de lo más curioso... de pronto, sin venir a cuento de nada, me había convertido en una centaura! Y llamaba a la escuela el día de la vuelta de vacaciones,para decir que no podía ir con semejante pinta, que vaya cachondeo..! Pero no estaba excesivamente preocupada! Ahora sí, tenía una cola de caballo, divina!
;)

La tarta que has visto seguramente que es la del medio siglo, hay que añadir uno más... que ya estoy con el 1 a cuestas desde el 7 de diciembre!

Besitos, y voy a seguir con mi maleta, que siempre me lío, que si esto por si tal, esto por si cual... al final parezco la Piquer con su baúl!
Jajajajaja!

Ah, y me llevo uno de la Matute para el bus, daré cuenta de él entre la ida y la vuelta!
A leer se ha dicho!
;)

Chelo dijo...

Algo sabia del tema pero leerlo así, en una narración en primera persona me ha parecido durísimo. Muchas gracias por esta publicación . Un beso

Rbk* Lbd dijo...

Lo peor de todo, la castración moral. Duro sin duda, me viene a la cabeza Farinelli, ¡cómo no!
Un besito guapa
Lbd*

Edurne dijo...

CHELO:
Pues sí, muy dura la vida de estos niños, y luego de adultos, aunque alguno alcanzara esa fama...

Un beso!
;)

RBK* LBD:
Bienvenida a la Orilla!

Tienes razón, la castración moral, casi es peor y más fuerte que la física.

Farinelli, cómo no! Pero hubo tantos otros que no llegaron ni a poder soñar con lo que él consiguió!

Un beso y gracias por el chapoteo!
;)

Myriam dijo...

Una práctica aberrante y monstruosa, tanto como la mutilación genital femenina.

Excelente relato el tuyo.

Edurne dijo...

MYRIAM:
Totalmente de acuerdo contigo.

Y gracias!

Besitos!
;)