lunes, 17 de noviembre de 2014

MARLENE, LA VACHE QUI PLEURE


¿Que qué me pasa, por qué estoy así, con esta carucha que da pena verme...? ¡Ay, si yo lo supiera!
Y el caso es que no tengo motivos para sentirme así, para andar llorando por todas las esquinas de este verde prado. Aparentemente no los tengo, pero yo sospecho que sí, que ha de haberlos, y me he propuesto encontrarlos.

Dicen mi madre, mi abuela y mis tías que soy un poquito exagerada, que me gusta andar llamando la atención...Ya, ya, la atención, ya verían ellas lo que es tener este nudo en la panza y que ni mugir me deja, miren, miren: muu... Nada, que no hay forma, no me sale, que se me ahogan las ganas. Y no vean ustedes el ridículo que hago cuando todas las de mi cuadrilla se ponen a mugir cada vez que viene el Piru, el muchacho que nos trae el heno, que nos lleva a los pastos frescos y luego nos ordeña ayudado de su padre, y que es... guapísimo, oigan, sí, lo reconozco, para ser humano, es de lo más guapo y simpático, porque nos hace unas carantoñas, nos da unas palmaditas en el lomo, nos prepara para el ordeñe de una forma que... que vamos, que nos pone a todas a mugir como tontas, Y él, que se lo sabe, se ríe, y hala, otra vez el muy zalamero a decirnos cositas al oído, y nosotras venga a mover el rabo y espantar moscas y moscones nerviositas perdidas.

Mi madre dice que toda esta tontería es porque estoy adolescente, que ando con la edad de la vaca tonta, que ya se me pasará. No las tengo todas conmigo.

Yo soy una vaca rubia, ya se habrán percatado de ello, ¿no? Bueno, pues el caso es que a nosotras nos destinan más bien para que sirvamos de proteínas a los amantes de la carne vacuna (de esto me enteré hace poco y me llevé un disgusto que no vean, lo mismo, lo mismo que cuando supe por mi prima Vaca Lechera que los Reyes Magos no eran de verdad. ¡Ya les digo, casi me da un soponcio!) Y a mí, sinceramente, que soy vaca y vegetariana, la cosa me pone los pitones tiesos. ¿Cómo puede alguien comerse a unos seres tan inofensivos como nosotras? Pero si dicen que somos como tontitas, que vamos para donde nos lleven y lo más que protestamos es cuando mugimos un poco más alto que lo que se considera mugido normal, entonces, a ver, ¿para qué quieren comerse nuestras carnes, eh?
A lo mejor este es uno de los motivos por los que me encuentro ahogada, alicaída y triste a más no poder...

El otro día estaban las vacas viejas de mi familia mugiendo un poco alteradas en una pequeña asamblea que habían formado en un rincón del establo. Que si muuu, que si mu, mu, mu y remuuumuuu... algunas estaban más excitadas de lo normal. Yo me hacía un poco la loca, y, disimuladamente, mientras ramoneaba unas hierbitas por aquí, rumiaba otras por allá, ponía la oreja por ver si me enteraba de algo. Nada.

A mí, cada vez se me hacía más grande el nudo de la panza. Era evidente que algo pasaba. Pero ¿qué? El resto de vacas jóvenes y tontorronas no se enteraban de nada. Sacudían sus rabos con movimientos acompasados, y uno, y dos, y un, dos, tres... Y rumiaban a coro y a capella. Una delicia. Pero a mí nada de eso me tranquilizaba.

No tuve que esperar mucho más, ya que al poco rato la asamblea se dispersó precipitadamente. A lo lejos se oía el ruido de un motor. Dejé mis pensamientos a un lado y torcí la testuz hasta identificar de dónde venía.
A mi lado pasaron casi al trote las hermanas Tolón-Tolón, mi amiga Leche Merengada, y la pequeña Petite Suisse. Iban muge que te muge y haciendo sonar sus cencerros sin pudor alguno. Junto a la valla de la carretera esperaban, como si de una comitiva de recibimiento se tratara, la asamblea de vacas sabias.

Para cuando quise darme cuenta, de un elegante camión de reparto entre granjas, descendió una vaca... ¿Cómo diría yo? Una vaca como jamás en la vida había visto yo, estilizada, ¡colorada! ¡Una vaca colorada! Con pendientes, madre mía, qué pendientes, y una sonrisa... Yo nunca había visto a una vaca reír.

¡Felicia, Felicia! Mugían a diestro y siniestro todas mis congéneres. ¡Así que esa era la famosa Felicia, nuestra pariente más famosa, La Vache qui rit!
Mi nudo en la panza se iba apretando cada vez más. ¿Quién podía competir con una vaca como la prima Felicia?

Resultó que mugía en francés y todo, ¡Mon Dieu! Un cazatalentos de vacas risueñas se la llevó al Paris de La France cuando era una ternerita, y solo vuelve una vez cada tres años a visitar a la familia mientras le hacen algún reportaje de esos pactados con revistas del mundo rosa de las vacas...
También me enteré de que el color rojo de su piel se debía a una especie de alergia o alteración genética que Felicia padecía desde pequeña, ¡quién iba a decir que eso iba a ser un sello de peculiaridad!

La visita de Felicia fue como la del veterinario, un visto y no visto. Yo no me atrevía a acercarme a ella y atosigarla con preguntas tontas ni “selfis” de ésos que ahora están tan de moda, total, no tengo ni vachebook, ni vachitwiter donde colgar fotos y cotilleos. Yo soy una vaca deprimida, está claro, y esas cosas no pueden hacerme feliz, al contrario. He llegado a esa conclusión hace poco y sin ayuda alguna, puesto que nadie me toma en serio cuando digo que tengo problemas. Tampoco me interesa parecerme a Felicia, eso se lo dejo a otras vacas más... cómo diríamos, ¿superficiales?

He decidido que voy a dejar de llorar, que voy a aflojar el nudo que me oprime en la panza y que como no me apetece nada, pero nada, nada, que hagan de mí chuletas de ningún tipo, voy a tomar las riendas de mi vida en este mismo instante. Así que, a ver, usted, caballero, el de la cámara, en cuanto me saque la foto y yo deje de ponerle ojitos de pena... por favor, me aparta un poco las maderas de la valla que me separa de la libertad, para que pueda salir corriendo. Porque, digo yo que ya se habrá dado cuenta de que yo no soy la vaca triunfadora, la famosa Vache qui rit, ¿no?
¡Muuuuuchas gracias!


Foto: Aitor, Texto: Edurne Vídeo: "La vache qui pleure" en Youtube de Kate&Anna McGarrigle.


8 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Vacas?
:)
Preséntame alguna...

Si es llorona no me importa.
Aunque prefiero que rían.

Besos.

Edurne, sonríe.
Vale?

Bertha dijo...

Jajaja: muuuchas gracias por esta entrada tan salerosa.

¡Me ha encantado!

Un besazo guapa.

Elena dijo...

Agradezco la sonrisa.

Besos Edurne.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Una excelente parábola sobre las decisiones propias para salir del llanto.
Besos.

Al Tagrí dijo...

Hola Edurne, te felicito, has conseguido arrancarme una sonrisa y debo decir que no me encontraba nada predispuesto. Lo mejor que puede hacer nuestra amiga es poner tierra de por medio, parece que de lo contrario su futuro está cantado.
Gracias por el rato.
Un beso.

Abejita de la Vega dijo...

Nunca me gustó la vaca colorada, su sonrisa es muy falsa.
Prefiero a las vacas como tú, llorona.
Besos

Edurne dijo...

TORO:
Pues seguro que nuestra amiguita te iba a hacer tolón tolón... que me parece a mí que ha espabilado mucho, y desde que la vi saltando las vallas ya se ha recorrido buena parte de los prados de este lado del mapa... jejejejeje!

Petonssss!
;)

BERHA:
me alegra mucho saberlo!
Hala a mirar la vida de otra forma!

Besotes!

ELENA:
Y yo agradezco tu paso, tu lectura y tu comentario.

Besotes!
;)

Edurne dijo...

PEDRO:
Está claro, es mejor reír que llorar...
Gracias!
Besos!
;)

AL TAGRÍ:
Yo te agradezco a ti que sigas chapoteando por aquí!
Encantada de saber que mi pequeña historia ha servido para sacarle a usted una sonrisa!

Muxuak!
;)

ABEJITA:
Sí, a mí también me ha parecido siempre un fraude!
Las vacas lloronas pueden dejar de serlo en algún momento, está claro..:!

Muuuchos Besos!
;)