jueves, 24 de enero de 2013

CARTAS A RICARDO (II) (Sujetas a reformas)




        Querido mío:

Cuando leas esta carta, mi salud estará bastante deteriorada, tanto como para hacer imposible que pueda pensar y razonar con claridad;  mucho menos redactar tres líneas con un mínimo de lógica.

Mi enfermedad, la misma a causa de la que murieron tanto mi abuela y mi madre como mi hermana, se ha manifestado por fin cruel y egoísta después de haberse mantenido agazapada y cobarde desde el mismo día de mi concepción.

Te he querido muchísimo, demasiado. Te he querido con frenesí, con miedo, con culpa, con el último aliento, con cada poro de mi piel y cada sentimiento de mi corazón. Muchas veces ni siquiera me he podido mirar al espejo del asco que me daba ver mi imagen reflejada en él, y recordar lo que le estaba haciendo a Marta, a mi propia sobrina… Pero, Ricardo, tú has sido más fuerte que todo y me has arrastrado  tras tu sonrisa, tus ojos, tu piel, tu boca… Has sabido ver en mí esa mujer que aún era, y soy. Me has regalado a mí misma, la Andrea olvidada, dormida...

Con Guido fui muy feliz y nos quisimos mucho. Quedé destrozada cuando él murió, por eso decidí volver a casa, con mi gente, no soportaba estar allí entre extraños que no me entendían… Y aquí estabais. Reencontrarme con Marta fue como volver a mi infancia, mi adolescencia, a los brazos de mi madre… ¡Quién podía sospechar el peligro que nos acechaba!

No me arrepiento de nada, Ricardo, de nada. También sé que hemos sido temerarios, injustos… Marta ha sufrido mucho hasta que decidió quererse a ella y dejar que nosotros siguiéramos nuestro camino. En el fondo ha sido la más sabia de los tres, bueno, de los cuatro, sí, porque en este juego también entra Liliana. ¡Pobre hija mía!, quien tampoco pudo resistirse a ti. Sé que se enamoró perdidamente, como solo se enamora una adolescente. Sé de su sufrimiento durante estos años, y yo no he podido hacer nada por evitarlo. Por eso se ha marchado. Ella nos adora a los tres y sería incapaz de hacernos daño alguno. Ha preferido quitarse de en medio y poner todo un océano entre nosotros. ¡Pero cómo la necesito, Ricardo…!

¿Qué tienes Ricardo, qué tienes que anulas nuestras voluntades y consigues que corramos tras de ti sin importarnos nada más? Acaso sea ese halo de niño desvalido y eterno, o ese toque de “enfant terrible” que arrastras desde que de verdad eras un niño y que a las mujeres tanto nos gusta. De esta forma podemos ser mujeres, madres, amantes, amigas, confidentes… Podemos ser la buena, la víctima, la mala, ejercer nuestra dualidad sin cortapisas. O tal vez sea ese saber hacer y actuar en cada momento. Con Marta, atento y generoso. Conmigo pasional y tierno a la vez. Con mi hija paternal, cariñoso… No lo sé, Ricardo, no lo sé, pero eres droga dura.

Ricardo Castro, un hombre atractivo,  profesional de éxito probado, casado con una bellísima y brillante mujer, Marta Gallastegui. Ricardo Castro lo tiene todo, sí, aparentemente, lo tiene todo: una carrera y una posición social solvente y de éxito, una mujer que le apoya en todo, una amante solícita… Solo nosotros sabemos que no es así, que no tienes nada, que no tenemos nada.

Sé lo que me espera. Solo deseo que sea rápido, no sufrir como sufrió mi madre ni haceros sufrir a vosotros. Recuerdo la agonía de mi madre y lo que pasó mi pobre hermana. Estoy asustada, no lo voy a negar, tengo mucho miedo. Pero también sé que Marta estará a mi lado. ¿Y tú, Ricardo? ¿Vas a dejar tus miedos fuera y vas a asumir la verdad de nuestros amores de una vez por todas, pase lo que pase? Espero que lo hagas, no por mí, sino por Marta, que es más inteligente de lo que piensas, por Liliana y por ti mismo.

Cuando estés leyendo estas letras, posiblemente yo ya no sea consciente ni de mí misma. Mi amiga Mercedes tiene el encargo expreso de hacerte llegar esta carta cuando ese momento llegue. Lo siento, Ricardo.

Recuérdame vital y apasionada, enamorada de ti, antes, ahora y siempre…

                        Tuya hasta el final
                                       
                                                    Andrea


P.D: Busca a Liliana y tráela a casa. Cuida de ellas, de Marta y de mi hija. Ellas son mi     legado, mi herencia.


Imagen: Internet  Texto: Edurne

11 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Todos, absolutamente todos estamos sujetos a reformas, a rectificaciones, a enmiendas, pero de esta carta, de este testimonio ológrafo yo no movería ni siquiera una coma, ni tan siquiera un tilde con el que acentuar la pasión de ese corazón próximo a dejar de latir que está haciendo su examen de conciencia sin arrepentimientos, sino con la vehemencia de una pasión que le arrastra hasta el más allá.
¡Cumbre, Edurne, cumbre! Quedo rendido a tus pies, los cuales beso.

Bertha dijo...

Una carta de despedida, muy coherente sin dramatísmo.Asume su culpa y su final con entereza.Por las dos cartas que he leído; destacaría el respeto y el gran cariño que les une a estas mujeres...y, sobre todo la suerte de Ricardo de ser tan querido...

Feliz día Edurne.

Elena dijo...

No sé si yo sería capaz de escribir una carta así en las circunstancias de la protagonista, hay que ser valiente para ciertas confesiones.
Desde luego tú lo has hecho con maestría.

Un beso Edurne.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es el momento justo de hablar lo que se ha callado siempre.
Magnífica la dirección y tensión de la epístola.
Besos.

Antorelo dijo...

A veces, es mejor hablar que callar.
Me ha gustado cómo lo has expresado.
Un abrazo

Edurne dijo...

FRANCISCO:
Claro que estas epístolas están sujetas a reformas!
En la vida también vamos haciendo y deshaciendo, reformando, apuntalando, tirando y levantando de nuevo...
Ay, la vida, cómo es !

Besotes!
;)

BERTHA:
Es que el tal Ricardo, no sé yo si me ofrece mucha confianza...

Son visiones dferentes de la vida, de una misma situación desde prismas opuestos.

Besos.
;)

ELENA:
Qué difícil es todo en momentos así, verdad? Tiene que serlo!

Gracias, guapa!
Besos.
;)

Edurne dijo...

PEDRO:
La´epístola da mucho juego.
estas cartas, junto con la última, que saldrá mañana, me las pienso trabajar, porque me gusta el tema y porque creo que todavía puedo sacarle mucho jugo al asunto. Y sobre todo, dibujar bien el persoanje de Ricardo.
Gracias, profe!
Besos.
;)

TORO SALVAJE dijo...

Las estás trabajando de lujo Edurne.
Estaba leyéndola y pensaba que estas cartas no las podría escribir un hombre.

Besos

Edurne dijo...

TORO:
No sé, Toro, no sé... Les tengo que dar un buen meneo!
Pero tal vez tengas razón, las mujeres nos metemos hasta el fondo con estas situaciones.
;)

Gràcies!
Un petó!
;)

Chelo dijo...

Mucha fuerza tiene esa señora y eso que esta llegando el final de su vida.
Parece una situación tan real que cuesta trabajo pensar que te lo estás inventando.
Un abrazo.

Edurne dijo...

CHELO:
Sí, ya lo creo que parece real, podría ser real, imagino que habrá realidades así...

Besos!
;)