domingo, 11 de noviembre de 2018

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA BELLA FLORENTINA (IV)



Leer previamente las tres partes anteriores (aquíaquí y aquí).

Como en la estación de las lluvias, que todo florece, que todo huele a nuevo, así renació la vieja casa de los Ancheta. Nadie supo a ciencia cierta cuánto tiempo pasó. Tal vez fueron meses, años… La luna brillaba en lo alto día y noche. Los ciclos de la vida se sucedían a una velocidad nunca antes conocida, y la ciudad fue despertando poco a poco del sopor en el que llevaba sumida desde… ¡Sí, desde la extraña muerte del viejo Joseph!


Hasta la ciudad  llegaban curiosos, charlatanes, buscavidas, santones, gentes de buen y mal vivir. Todos atraídos por los rumores que de la bella Florentina y sus prodigios corrían. Antiguos negocios volvieron a sacudir el polvo de sus letreros, abrieron puertas y ventanas para esa nueva marabunta de ˂hambrientos˃. Casas de comidas, destartalados hoteles, pensiones de dudosa reputación… Hasta el Banco de La Nación recuperó su barroca fachada y sacó brillo a las balaustradas que adornaban su interior. El viejo director se frotaba las manos mientras presumía que los cajones de las celdillas de atención al público volverían a rebosar de billetes. Y al final de la Calle Larga, la más importante de la ciudad, los farolillos chinos de bambú en colores naranja, rojo y azul ultramar, volvían a iluminar la seductora, aunque caduca, entrada que llevaba directo al Paraíso. El mayor y mejor de todos los burdeles, el único que había sobrevivido al sueño de olvido del que ahora estaba despertando la ciudad, EL PARAÍSO, abría de nuevo sus placeres, sus misterios y sus encantos para todo aquel que tuviera agallas y un buen bolsillo para perderse en él.

Florentina era una hermosa promesa de mujer. A sus catorce años nada ni nadie le hacía sombra. Don Lázaro se había encargado personalmente de su educación, y ahora era ella la que superaba en sabiduría al maestro. Dominaba, a más de la lengua vernácula, un castellano culto y sin mácula alguna, las clásicas por excelencia: el Latín y el Griego; también hablaba y escribía, con total soltura y fluidez, aquellas otras que de la vieja Europa reinas y señoras eran. Y no le quedaban ni las antiguas hablas de los desarrapados indios por conocer, ni aquella otra que a ninguna conocida se parecía, la que hablaban sus ancestros en la lejana Vasconia y que hasta aquellos lugares llevó el primero de los Ancheta. Tal era su fama que, inevitablemente, se había convertido en una leyenda, en alguien a quien había que conocer, descubrir, conquistar o desenmascarar…


(Continuará)

Imagen: Internet. Texto: Edurne . Leer previamente las tres partes anteriores (aquí, aquí y aquí).

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

...de cuando se estudiaba latín y griego...
Seguimos leyendo.

Edurne dijo...

Aqui una clásica : 4 años de latín y 2 de griego. Me encanta explicar etimologías en clase.
Besos
;)

Myriam dijo...

Quien es políglota es también abierto al conocimiento
de otros pueblos y culturas, amplía la mente.

Besos

Edurne dijo...

MYR:
¡Cuánta razón tienes, amiga!
Besarkadak.
;)