martes, 11 de diciembre de 2018

LA CARACOLA DEL TIEMPO



Dicen que me viene de pequeña, de cuando me perdí en aquella caracola gigante que encontramos en la playa. De la caracola sí que me acuerdo. Me acuerdo de aquel sonido que me llamaba, que me decía que entrara… Me acuerdo de aquella calma, parecida a la que había  en la tripa de mi madre, que de aquello también me acuerdo. A lo mejor fue por eso por lo que decidí quedarme dentro de ella, de la caracola.

Luego supe que me buscaron durante mucho tiempo, igual pasaron días, o semanas, lo mismo fueron meses… Yo no recuerdo haber pasado miedo, haber llorado, ni haber tenido hambre, ni sueño. Bueno, sueño, un poco sí, porque dicen que cuando me encontraron parecía como recién despierta de una larga siesta. Igual solo fue una siesta y todos se alarmaron sin motivo. Pero desde entonces siempre dicen que de pequeña me perdí dentro de una caracola, y que por eso me pasan estas cosas tan raras, estas ausencias, este estar sin estar, este flotar por la vida. Nadie sabe definirlo, ni yo misma, por eso pienso que todo se debe a un sueño, a que me quedé atrapada en uno, en el más tranquilo, en el más cálido.

Ya digo, hay veces que me dura un ratito nada más, justo el tiempo de poder respirar, o el de mirar por mis adentros para ver si tengo las alfombras limpias, las camas hechas, las cortinas descorridas y la casa aireada.

Otras, la ausencia es más larga, y ni yo misma sé que estoy de viaje, perdida en mi caracola. Pero por si tardo en volver dejo toda mi vida de mano lista y ordenada: la nevera llena, las luces encendidas, el plato en la mesa, la ropa tendida… por si tardo unos días, por si alguien me necesita. Y cuando salgo hacia afuera, como cuando se sale de una caracola en la que una ha estado perdida dios sabe el tiempo, entonces, todo me mira como si fuera nuevo, y yo lo veo con ojos de estreno, en pantalla grande, a todo color, sensurround y cinemascope.

Y doy inicio a una nueva salida, al un, dos, tres, y ¡listos! Vuelta a empezar. Es como abrir un cajón y sacar una muda nueva. La tocas, la acercas a la cara, cierras los ojos, te pierdes en su tacto, suave y esponjoso… La hueles, huele a limpio, la desdoblas, te la pones, te sientes a gusto, le sonríes a la del espejo, ella te guiña el ojo… Todo está bien. Cada nuevo inicio es mejor que el anterior. Hasta que ya no puedas más y te vuelvas a perder en la caracola.

Imagen: Internet. Texto: Edurne


8 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

Hay que estar dentro de ella para salir a lo de fuera. Pobres gentes sin caracola. Afortunada Edurne.
Gracias por este ratito mañanero.
Pasa felices días.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Yo viviría siempre en una caracola.

Bertha dijo...

Podría ser cierto...

Estimada Edurne, después de una larga ausencia paso a dejarte mis mejores deseos para estas Fiestas.
Un abrazo enorme

Myriam dijo...

Creo que todos nos perdemos dentro de
una caracola en algún momento
de nuestras vidas.

Muy Felices fiestas, Edurne, Y a por futuros encuentros,
lindos como el que tuvimos pero con más tiempo.

¡Feliz Navidad y Próspero año nuevo!

Zorionak eta besarkadak


Antorelo dijo...

Salud, bienestar y suerte para ti y los tuyos. ¡Felices fiestas! Un abrazo

Edurne dijo...

SOR:
Las caracolas tenían que estar obligadas por prescripción médica...
Lo mismo, guapa!
Besos y Feliz Navidad!
;)

PEDRO:
Y yo también!
Besos.
;)

Edurne dijo...

BERTHA:
Gracias por acercarte hasta esta Orilla.
Besos y abrazos.
¡Feliz Navidad!
;)

MYR:
Pienso igual que tú.
Y sí, fue un gran placer habernos conocido en persona. A la próxima, más y mejor!

ZORIONAK!
Muxuak!
;)

ANTORELO:
Mil gracias, y Felices Fiestas para ti también!
Abrazos.
;)

mercedes dijo...

Precioso y que lujo poder leerlo recreando las pausas y las entonaciones de tu voz. Si tiene arte lo que escribes, tu forma de leerlo es su envoltorio perfecto.