lunes, 31 de diciembre de 2018

LAS UVAS DE LA IRA (sic.)



Llegamos a la docena. No sé si plantearme algo con esto del número redondo: llegar a doce, completar una docena, cerrar el círculo…

Alguien me dijo hace poco que estaba bien esto de escribir así, pim pam pum, sin pensar demasiado, solo sentarme ante el teclado y dejar que los dedos sean los que cumplan el mandato de mi estado de ingenio y creatividad del momento, de ánimo, de mi corazón, de mi sensibilidad o de mi rabia… ¡Pero! Siempre hay un pero. También me advirtió de que la escritura no es eso, la escritura ha de ser meditada, revisada… (of course!) Una forma un tanto “sutil” de decir que lo que escribo no vale nada. Me vale a mí, que es lo único que pretendo cuando me siento ante el ordenador, porque, para mí y en mis circunstancias, ya es un logro en sí poder sentarme un ratito, como mucho una hora, y aprovechar que en ese momento un pequeño torrente pasa por mis entrañas y necesita salir. Lo aprovecho, claro que sí. Yo soy así. Es mi necesidad, es mi triunfo. Solo eso. Cuando pretenda dedicarme en serio a escribir, aprovecharé ese “don” de la espontaneidad que me ha sido concedido.

Antes ponía yo el vídeo de “Resistiré” porque me identifico totalmente con esa letra. Ahora más que nunca está vigente en mi vida ese mensaje, así que sí, resistiré.

Hoy estoy en uno de esos momentos de dejar que lo que llevo dentro se desborde. Ya he dicho muchas veces que no soy escritora, solo soy una humilde escribidora, una niña, una adolescente, una joven y una mujer madura a la que siempre le ha gustado leer y escribir, que siempre ha necesitado de las letras para poder esconderse y tomar aire, para poder hacerse valiente, para poder luchar, para salir al mundo y caminar…

Van pasando los años (no sé si cada vez pasan más rápido o solo es una ilusión mía) y a veces pienso que en vez de crecer, lo que hacemos es decrecer. Asusta ver cómo está todo a nuestro alrededor. Asusta y mucho. A la par, caminamos por una vereda que cada vez se va haciendo más estrecha y con más obstáculos. Solo los fuertes de espíritu lograrán hacer el camino sin demasiados sobresaltos, aunque, al final, todos sabemos qué es lo que nos espera. Ahora somos más conscientes de ello, ahora tenemos más miedo.

Ha pasado este 2018 con sustos en mi entorno, con mucho agobio, mucha pena, mucho de todo eso que no queremos que pase, pero que pasa. Nunca sabemos dónde puede saltar la liebre, ¡nunca! No queda otra que disfrutar de los escasos momentos en que se nos concede una tregua, en que la vida nos sonríe… Aprovechar hasta el último instante, porque mañana puede ser diferente. También podemos volver la tortilla del revés. La diferencia no va solo de bueno a menos bueno, podemos hacer que quede la cara hacia arriba y no siempre la cruz, puede que nos toque eso en la siguiente partida, puede que cantemos bingo un rato laaaaaargo… Hay que estar preparados para todo.

Dentro de un año, cuando escriba las siguientes “Uvas de la ira”, si es que seguimos aquí, ya podré decirles que estoy jubilada, que con 60 años recién estrenados y 38 de servicios prestados a la Administración, me habré ganado un merecido descanso en mis tareas escolares, aunque nunca dejaré de ser maestra, ¡nunca! Eso será un punto de inflexión en mi vida, ya lo creo que sí, algo que marcará el comienzo de otra etapa, una puerta a… ¡A no sé qué! Me mantengo expectante. Tampoco estoy en condiciones de hacer muchos planes en mi vida, simple y llanamente me voy dejando llevar por mis días y mis horas. Mantengo los ojos bien abiertos, los oídos prestos, el corazón protegido lo más que puedo (en cualquier momento me lo pueden zarandear…), la mente abierta y el cuerpo en las mejores condiciones posibles. Ahí estoy, vigilante desde mi orilla.

Sé que en todas partes cuecen habas, o sea, que hay más ojos y más corazones de los deseables, llorando, pero también otros que están riendo. Nunca coincidimos al mismo tiempo. Mi amama Mina, que era una mujer sabia, echaba mano de los refranes para explicarme los entresijos de la vida. Cada día la comprendo mejor.

Tenemos un sol tibio de invierno, el año se va a despedir luminoso aunque helador. No está mal. Así que, fiel a mis tradiciones orilleras, que de momento siguen vigentes, voy a levantar mi copa por todos ustedes, los que me son más cercanos, los que chapotean por esta orillita desde hace tantos años, por su felicidad y su tranquilidad, por sus éxitos y también sus fracasos, porque de ellos siempre se aprende, y eso los hará más sabios. Levanto mi copa por la Paz, por el Amor en todas sus manifestaciones, por la Solidaridad y la Empatía, por toda la Humanidad… Cierro los ojos y lanzo mi deseo.

¡Y no se olviden de ser felices!


¡FELIZ AÑO 2019! URTE BERRI ON!








 Foto, postal hecha en clase y Texto: Edurne. Uvas: De la cocina de mi amatxu. Si quieren ver las 11 uvas precedentes, aquí van, por orden de aparición: uvas 1, uvas 2, uvas 3, uvas 4, uvas 5, uvas 6, uvas 7, uvas 8, uvas 9, uvas 10 y uvas 11. Gracias por seguir ahí.

5 comentarios:

Chelo dijo...

Se va este año dejando una gran tristeza en nuestros corazones pero hay que continuar.

Feliz año para ti y los tuyos.
Un fuerte abrazo.

Edurne dijo...

¡Pues, Chelo, por desgracia así es! Pero plantaremos cara al nuevonpara que no se nos suba a la chepa.
Gracias por pasar de nuevo
Besos y Feliz Año!
;)

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Seguro que este año será mejor! Regreso de mi ausencia. Un beso y feliz año.

Abejita de la Vega dijo...

Los sesenta te darán suerte. ¡Feliz Año Edurne!
Felicidades por tus treinta y ocho años de docencia, como yo.

Besos

Edurne dijo...

PEDRO:
Eso espero, que sea mejor, en todo y para todos.
¡Ánimo y a por él!
Besos.
;)

ABEJITA:
Ya llevamos la mochila muy llena, demasiado...
Once meses me quedan, ¡once!
Besabrazos, guapa!