jueves, 31 de diciembre de 2020

LAS UVAS DE LA IRA (Sic.)



Este año, más que ningún otro, sí que son las uvas de la ira.

Y a pesar de los pesares, aquí estoy, como la semana pasada, con estas uvas, que, seguro que van a ser más simbólicas que otra cosa, para desear de todo corazón que el año que asoma, este 2021 que ya antes de nacer viene cargado de responsabilidades, sea menos puñetero que su hermano mayor, que nos engañó bien engañados…

Dicen que es el principio del fin de esta maldita pandemia, aunque yo no me atrevería a afirmar tan categóricamente que vaya a ser así. Creo que todavía nos quedan meses muy largos, duros y penosos, y que hay mucho más detrás de todo lo que nos dejan saber, vamos, que esto es como un iceberg, que la inmensidad que vemos es solo una pequeñísima parte de todo lo que hay por debajo.

Lo malo, lo triste, es que no se haya dejado atrás eso de los intereses y los réditos políticos que quieren acaparar unos más que otros; que se hayan fomentado las rencillas, los bulos, las luchas de patio entre matones de pacotilla… ¡No hay derecho, no! Es una auténtica vergüenza y una inmoralidad este tipo de actuaciones. Ante la magnitud de la desgracia, de la crisis a todos los niveles, hay quien hace suyo lo de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Una vergüenza, ya digo. Me causa indignación, tristeza… Me revuelve las tripas tanta mezquindad, tanto “y tú más” o “y yo más”. En semejantes momentos hay que ser como los de Fuenteovejuna, todos a una, y luchar por vencer al verdadero enemigo.

Este año se va a ir marcado en rojo fosforito, se estudiará como “el año que nos cambió la vida”… En el fondo, pienso que algo así ya se venía fraguando, lo que pasa es que nos ha estallado en toda la cara y sin estar preparados. Ahora ya no hay disculpas, ahora teníamos que estar mucho mejor, y estamos al revés, estamos peor que mal.

Nos han fastidiado la vida bien fastidiada. A unos más que a otros, puesto que los que la han perdido… esos ya no tienen posibilidades de nada. Y sus familias, marcadas para siempre por esta tragedia. Pero bueno, no voy a ahondar en algo que estamos viviendo todo el mundo a la vez, en lo que ya sabemos. Habrá muchas opiniones, críticas y halagos acerca de la gestión de esta pandemia, contradicciones, yo qué sé… Cada uno es un mundo  y cuenta la feria tal y como como le va.

En esta familia mía estamos pasando un annus horribilis particular, por un lado teniendo mucho que ver con el maldito Covid, y por otro, por viejos males que afloraron en el confinamiento, otros que han aparecido hace casi dos meses y no mejoran de momento… Así que lo de comerse las uvas mañana va a ser muy simbólico, no creo que podamos hacerlo, pero bueno, hay que mantener ciertas tradiciones porque son las cosas que, de algún modo, nos sujetan y nos enraízan a la tierra.

Claro que vendrán tiempos mejores, porque sabido es que “No hay mal que cien años dure…” ni cuerpo que lo aguante (el mío no sé hasta cuándo resistirá). Lo malo es que mientras estamos en esta especie de limbo, no somos nada, no tenemos respuestas, todo es una pura incertidumbre…

Lo que sí es seguro es que el 2020 le dará el relevo al 2021, le pasará una maleta de lo más tóxica y le dirá: “Chau, chau, ahí te quedas, yo ya monté el lío, a ver ahora cómo te las arreglas tú”. O sea, un marrón en toda regla. Un cabrito este 2020, no me queda duda alguna.

Aquí les traigo las uvas de la cocina de mi amatxu, aunque ella no esté ahora en Nocheviejas ni nada parecido, está sufriendo mucho y nosotros con ella, así que lo mismo que en Nochebuena, no habrá cena ni nada parecido, cuando podamos comeremos algo en la cocina, y los que podamos. Son las segundas Navidades más tristes de mi vida, pero no me voy a quejar demasiado, que las cosas siempre pueden ponerse peor y realmente hay quien sí está muchísimo peor.

Ya pasará. 

Seguiremos aguantando. 

Resilencia, 

paciencia…

Así que… ¡Feliz Año Nuevo! A ver si estrenándolo todos a la vez conseguimos que no pierda esa parte inocente e ingenua que tienen los años, como las personas, cuando son nuevos en un sitio.

Salud, lo primero, Trabajo, Amor, Comprensión, Empatía, Solidaridad, Paz… Para todo el mundo. Levanto mi copa virtual por todos ustedes: chinchin.

Y no se olviden de ser felices aunque sea en pequeñas dosis, robando ratitos a la vida… 

¡Ah, y no pierdan la sonrisa!

URTE BERRI ON!

 

Foto y Texto: Edurne. Uvas: de la cocina de mi amatxu.


5 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Te falta añadir a tu menú unas gotas de mi cariño, que es firme e inquebrantable.
Un beso para ti y otro para tu Ama.

María dijo...

Querida orillera, ¡Feliz Año Nuevo! con todas las letras. Que nunca nos falte el aliento para seguir, una mano amiga, un hombro en el que apoyarnos... y ánimo, mucho ánimo y ESPERANZA.

Un abrazo enorme 😗😗
María

Unknown dijo...

Son tiempos extraños, viviendo aislados, a menudo luchando contra los males de la vida y también contra nuestros propios demonios. Sin posibilidad de percibir las alegrías y sonrisas de los otros.

No hay mal que cien años dure, dicen.

Besarkada handia.

Ishtar dijo...

Son tiempos extraños, viviendo aislados, a menudo luchando contra los males de la vida y también contra nuestros propios demonios. Sin posibilidad de percibir las alegrías y sonrisas de los otros.

No hay mal que cien años dure, dicen.

Besarkada handia.

Edurne dijo...

PACO, MARÍA e ISHTAR:
Añado a mi receta todos los cariños, ánimos y palabras de apoyo que me mandáis...
Me sale un bizcocho lleno de cariño. Eskerrik asko a tod@s!
Que sea un año más benévolo para todo el mundo.
Besos. ¡Y a seguir luchando!
;)