martes, 29 de mayo de 2007

DIEZ SEGUNDOS (epílogo)


Decidí volver a mi realidad, la que no tenía que haber abandonado. Las nueve menos veinte siguieron llegando todos los días, de lunes a viernes y sin descanso. El taconeo, el olor a violetas, su mirada, su sonrisa... Pero ya no podía verla igual, ya no era sólo mía.
En un par de ocasiones más volví a rondar la Calle Nueva, y en ese par de ocasiones volví a sentir la misma puñalada en el pecho, aquí, en el mismo centro del pecho.
Y pasó el tiempo, demasiado, ya no recuerdo cuánto. Las mañanas se volvieron grises, daba igual que fuera invierno o primavera, grises, se volvieron terriblemente grises, grises sin remedio. Y el olor a violetas se fue perdiendo. La sonrisa se fue marchitando; hasta que un día dejó de oírse el taconeo, dejaron de pasar esos diez segundos. El reloj de la Coca-Cola los marcaba, pero estaban quietos, parados en algún otro tiempo.
Cuando miré a mi alrededor me di cuenta de que mis manos se habían vuelto más torpes, de que mis cabellos estaban salpicados de blanco, de que mis ojos ya no saltaban, de que Felipe, mi jefe, ya no estaba... Había pasado toda una eternidad y yo sólo había vivido para aquellos diez segundos.
Nunca conseguí mi propio taller, nunca salí de casa de mi hermano, nunca supe lo que era ver la vida con mis propios ojos... Seguía viéndola con los suyos, y a ella... en todas partes, a todas horas. Ya no era aquel tiempo precioso del pasado, era el espacio total de mi vida. Sin saberlo, creo que seguí esperando todas las mañanas.
Una tarde creí verla por la Gran Vía, paseando del brazo de un hombre, sería aquél que me robo la calma, y llevando de la mano una chiquila saltarina. Seguro que era ella, porque el aire se llenó, de pronto, de un inesperado y penetrante olor a violetas...
Tengo demasiados años como para reprocharme nada, pero lo hago, entono el "mea culpa" por esa vida perdida, y ahora que escribo la historia de mi vida, te cuento todo esto a ti, mi querido Santi, a ti que me has heredado como si de una propiedad se tratase, o como una deuda de juego contraída por tu padre. Te lo cuento porque siempe me has querido, porque siempre has intuído algo de esta tristeza mía. Esto es de lo único de lo que me arrepiento, de no haber tenido los suficientes arrestos como para enfrentarme a mis propios miedos y haberle dicho que la quería, que mi vida sin ella no tenía sentido alguno... Pero ya ves, he vivido, sin sentido, es verdad, pero he vivido, no he muerto, aunque en más de una ocasión deseé que así fuera.
Y ahora tengo que liberarme de esta culpa, de esos diez segundos de mi vida, nadie más que yo puede hacerlo, son mis diez segundos. Según escribo esto para ti, miro el reloj de la cocina, las nueve menos veinte. Ahora, ahora... diez segundos y ya, comienzo a respirar. Uno, dos... ........ Soy libre.
Foto y texto: Edurne

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aviso a los conocedores del perfume:
He decidido mantener el buqué de fondo, no lo he manipulado, me parecía más real, así salió de mi pituitaria...
Ahora bien, el rastro puede ser interpretado libremente por los diferente apéndices olfativos que se acerquen hasta su olor....
Buen provecho!

Anónimo dijo...

BIEN por botar de tu peculiar orilla el buque inicialmente imaginado, BIEN por mantenerte fiel a tus relatos.
Me resulta triste, me acongoja un poco porque la tristeza me da miedo, por eso necesito acción, la acción de los valientes, de los que no tienen miedo. Aunque al final también pierdas y te quedes triste. Por lo menos intentarlo.

¿Tú sabes si es verdad eso que dicen, que no existimos de verdad, que sólo somos un sueño de dioses, que sólo nos pasa lo que ellos sueñan, que sólo e irremediablemente nos pasa lo que ellos sueñan? ¿tú sabes de verdad eso que dicen de que la vida es sueño?

Anónimo dijo...

Ahora mismo estoy soñando:
Sueño que estoy en una horita libre que me ha caído como regalo de esos dioses que nos sueñan...
Sueño que escribo y escribo, que me leen, que me comprenden y me retan... todo sueño.
Don Pedro acertó: "La vida es sueño, y los sueños... sueños son!"

La tristeza y la congoja también forman parte del sueño inicial. A veces está bien dar rienda suelta a la tristura, pero luego hay que recogerla, como si fuera un juguete abandonado, recogerla y esconderla por ahí, por los trasteros de nuestro cuore.

La acción sigue a la inanicción... ya veremos, ya...!
Seguiremos soñando!
Y oliendo a lavanda, a violetas, a jazmín...

Anónimo dijo...

Somos dioses cuando soñamos y, por tanto, forjadores de nuestro mañana, sueña en positivo y tendrás felicidad, sueña tristemente y recogerás tus tristezas al borde de tu mar de dudas.
Pues eso, a soñar felicidad que son dos días...

Anónimo dijo...

Mayormente, te faltó decir mayormente. En la vida, hay mucha gente atrapada por sus traumas en la infancia. Un hombre como este tuvo que sufrir en su día algún problema para quedarse atrapado en ese reloj. Cuantos pequeños dramas hay entre la gente que te cruzas por la calle. Yo creo que la estabilidad emocional plena es una utopía, simplemente algunos se acercan más que otros a ella.

Edurne dijo...

No visitaba este post desde mi último comentario, por eso me acabo de encontrar con otro de "anónimo",y con esa bonita reflexión. Gracias!

Y en cuanto a ti, Asier desperezado, tal vez tengas razón, seguro que este pobre hombre tuvo algún trauma muy traumático, pero no me he parado a indagar en su pasado, quizás lo haga en otra ocasión.

La estabilidad emocional plena no existe, siempre hay un fleco suelto, un botón perdido, algo que desestabiliza la armonía... Pero sí existe la generalidad, orokortasuna, y ahí, tal vez podamos decir en algún que otro momento que sí, que somos cuasi felices.

Anónimo dijo...

Ya ves, te he hecho caso y he venido hasta aquí. Muchas veces hay que tomar decisiones en diez segundos; muy poco tiempo para la importancia de la decisión, hay que arriesgar pero, como siempre, todo se ve mejor a toro pasado.

Un abrazo.