Querida:
Sé que no vas a leer estas cartas desesperadas que te escribo desde la oscuridad de mis recuerdos, pero aún así, las escribo.
El gato se murió. Sí, ya sé que pensarás que no es momento para hablar del gato, pero es que el pobre Chispitas murió de pena, de la pena de tu marcha, y de que yo fui incapaz de ocuparme de él, demasiado preocupado en lamerme mis propias heridas.
El mismo día en que te fuiste se estropeó la lavadora y perdí mi empleo. Desde entonces no me he quitado el pijama y mi vida carece de sentido.
Chispitas se ha muerto, y yo estoy a punto de hacerlo, de pena, de hambre, de suciedad, de amor, de aburrimiento…
Imagino que tú estarás sonriente, feliz con tu nueva vida; no sé ni dónde ni con quién, pero sí, seguro que sonríes con esos dientes tan blancos, juntos, grandes, bellísimos…
Y yo aquí, ¡que hasta se me ha roto un canino al intentar hincárselo a un trozo de pan más duro que una piedra!
A veces me entretengo en pensar. Fantaseo contigo, con que vuelves y me rescatas de esta cueva en que se ha convertido la casa…
Ya no tengo ganas de seguir escribiendo, sólo tengo ganas de llorar.
Querida:
Hoy retomo mi relato, el relato de mi triste existencia sin ti. Segunda de estas cartas fantasmas. Ya ni recuerdo cuándo escribí por última vez. Sólo recuerdo que tenía ganas de llorar. Últimamente lloro mucho, creo que todo lo hago llorando. Bueno, en realidad no es que haga nada, solamente lloro…
¡Y recuerdo!
Me ha dado por pensar en tu pelo, en lo sedoso que es, que era… En cómo me gustaba acariciarlo y meter mis dedos entre tu larga melena. Y tú te reías… Entonces, entonces yo te besaba. Ahora ni siquiera tengo a Chispitas para acariciar su lomo.
Y mi pelo… mi pelo está tan sucio y descuidado que ha decidido ir muriendo cada día un poco. Las persianas están bajadas, así no puedo ver la calle, ni cómo es la vida ahí afuera, ni si llueve o hace sol, frío… Total, nada me interesa. Seguro que te reirías si me vieras, sí, debo de estar patético, ¡soy patético! Hasta yo me doy pena… ¿Lo ves? ¡Otra vez tengo ganas de llorar!
Querida:
Hoy sí que me acuerdo. Fue ayer, ayer escribí la última carta. Y te preguntarás que cómo lo sé. Muy fácil. Encontré una cebolla en la despensa, y a falta de otra cosa que llevarme a la boca, decidí que si tenía que llorar, lloraría por una causa y además… ¡comería! Aún me huele el aliento, y las manos… ¡por eso lo sé!
Los vecinos deben estar preocupados, oigo cómo se plantan ante mi puerta y escuchan, cómo llaman insistentemente, con los nudillos, a golpes, con el dedo pegado al timbre… A veces me dejan en paz unos cuantos días, pero luego vuelven a la carga. Yo no les hago caso.
¿Y el teléfono? Sí, claro, el teléfono no dejaba de sonar hasta que decidí arrancar la conexión, Chispitas se ponía muy nervioso…
Me pica todo el cuerpo, he descubierto que me han salido unas manchas rojas que me producen un picor insistente. Me da igual, más me pica tu ausencia, más molesto es tu silencio…
Ya… otra vez, otra vez te tengo que dejar, no me gusta que me veas llorar…
Querida:
Hace algún tiempo que se ha instalado en mi cabeza la idea de que te fuiste por culpa de mi carácter. Sí, creo que mi carácter se ha ido amargando en los últimos años, que mi desidia ha podido con tu paciencia. Lo reconozco. Y tal vez por eso ahora esté en esta triste situación, de la que, por otra parte, no me interesa salir. No creas que lo hago para llamar tu atención, no. Sé que no vas a dar marcha atrás en tu decisión. Sé que me mandaste demasiados mensajes que yo desoí, que tuviste más paciencia que el Santo Job, que mis cambios de humor, mis gestos indiferentes ante tus pequeños logros y esfuerzos te hicieron mucho daño…
Pero todo eso lo sé ahora, ahora que me veo privado de tu presencia, de tu voz, de tu olor… Nunca te dije lo que realmente significabas para mí, es cierto, pero pensé que lo sabías, que por eso estábamos juntos.
Y luego está lo de los hijos. No te creas que no le he dado vueltas al asunto. Sé que nunca quise tenerlos, sé que mi negativa te decepcionó por un largo tiempo, pero también pensé que lo habías superado y que vivías feliz sin esa preocupación, sin esa responsabilidad…
Ahora me doy cuenta de que no, de que no era así, y de que te he privado de algo muy importante para ti. Tal vez sea tarde, pero quisiera pedirte perdón.
Tengo que expiar mi culpa y esta es la única forma que se me ocurre. Seguro que más de uno pensará que es un chantaje emocional, me da igual lo que piensen los demás, la única persona que me importa eres tú, y no te vas a enterar de mi “castigo”…
Releo esta carta, y me doy cuenta de que es la más lúcida de todas las que te he escrito hasta ahora. Y de pronto me invade el pensamiento de que tal vez algún día pudieras leer todo esto. Quién sabe, la vida es una auténtica sorpresa, a cada vuelta de la esquina, nos espera algo desconocido…
Te pienso, te veo, te toco… es así a todas horas, y ya he decidido dejar de hablarte como si me fueras a contestar desde la cocina o la habitación, yo preguntando algo y tú contestándome con las palabras precisas…
Tú la fuerte, yo el débil.
Sé que esta situación es una auténtica tortura pero, querida, la vida ya no tiene sentido para mí, no si tú no estás en ella, en la mía, en mi vida. Por eso me he encerrado aquí, y cuando todo se acabe, yo también habré terminado.
Hasta aquí he sido fuerte, he aguantado tu recuerdo y mi confesión, pero ahora, ahora ya no puedo más, las lágrimas acuden a mis ojos enrojecidos de tanto llanto…
Querida:
Se me caen los pantalones del pijama. Me los he quitado, ya no me sirven para nada. Mis piernas apenas me aguantan, están realmente flacas, acabo de darme cuenta.
Ya no sé cuánto tiempo llevo así, como si fuera un muerto viviente. Ya no recuerdo por qué te fuiste, sólo que una mañana, al despertarme, no te encontré a mi lado, ya no estabas… Y desde entonces todo mi mundo se ha ido derrumbando dejándome a mí enterrado entre sus ruinas, sin saber, ni querer, ni poder salir de ellas. Ya no.
Creo que la luz se va a morir también, así que no sé cuántas cartas más podré escribirte.
Sólo me quedan siete galletas María Fontaneda y dos caramelos toffes de Solano. El agua del grifo sabe mal y mi lengua ha engordado, está blanca y gorda. No hablo con nadie, sólo contigo, pero no me contestas…
Si me dijeras que vas a venir, aunque sea de visita, limpiaría la casa, me lavaría y me pondría una camiseta, unos vaqueros... aunque seguramente me encontrarías muy cambiado. Yo tampoco me reconozco cuando me miro al espejo, por eso no me miro, yo no hablo con desconocidos.
A veces me tumbo en la cama y me envuelvo con tus ropas, entonces me quedo dormido… Y cuando despierto no sé cuánto tiempo ha pasado, ni me importa, sólo sé que vuelvo de estar contigo, y hasta huelo tu perfume, hasta puedo tocarte, y entonces lloro…
Querida:
Tal vez sea la última carta que escriba. No hay luz y escribo aprovechando la que entra por las rendijas de la persiana de la cocina.
Esto está hecho un asco y el grifo gotea, su tintineo me pone nervioso. Desde hace unos días noto que me tiembla el pulso, bueno, en realidad todo yo tiemblo. Sólo tengo agua, pero me sienta mal, así que procuro no beber.
Mis vecinos han dejado de darme la lata. ¡Menos mal que al final no vas a venir, no tengo nada que ofrecerte!
Todavía recuerdo cuando hacíamos cenas en casa, con los amigos. Cenas que siempre eran un éxito garantizado; no me extraña, ¡cocinabas como los ángeles! Hace tiempo que he dejado de sentir hambre, mis tripas ya no me reclaman.
Si vieras mi cara, mis manos, mi cuerpo… estoy en una pura llaga, pero ya da igual. Sé que no vendrás, que ya no volverás. ¡Todo da igual!
Llamo a Chispitas, pero tampoco viene, y no sé si se ha muerto o también se ha ido, como tú. Y tú… ¿te has muerto, o te has ido?
Yo creo que me voy a morir, que también me voy a ir… Esta casa ya no me gusta, hace frío, no veo nada y sólo tengo ganas de llorar…
Pintura: Antonio Texto: Edurne
15 comentarios:
joooooo, que vuelvan los vecinos, que piquen a la puerta, que llamen a los bomberos y entren en la casa, que lo lleven en ambulancia a un hospital y que se recupere, no volverá a ver a chispitas, lo mismo tampoco la vuelve a ver a ella, pero si verá a más gente
No sé... es que me da que a este hombre no le interesa ser salvado, ni por los vecinos,ni por los bomberos,ni por nadie!
Una bona semana.
mmm... si hubiese cuidado al gato había tenido una razón para seguir.
Hay tristezas que bordean lo patético, pero son así.
En momentos difíciles, cuando no quieres ni puedes levantarte, hay seres que te ayudan a hacerlo y seguir, como Tristán y Xai, mis perros... nos seguimos acompañando cuando no hay nadie más, y sonreímos.
Abrazo perruno.-
RUI:
Bona semana para ti também!
Saludos!
TRISTANCIO:
Eso mismo pienso yo, que este hombre fue un poco tonto... mira que dejarse abatir así, mira que llegar hasta esos límites...!
Si le hubiera hecho caso al pobre Chispitas... otro gallo le hubiese cantado!
Miauuuuu!
No puedo negar que siento pena, después de todo pertenece al género masculino y uno se vuelve solidario. Ahora digo yo, no sería mejor haber ido hasta su casa, tomarla de sorpresa, besarla y decirle que el mundo sin ella no tiene sentido...claro te preguntarás, y si lo echa ? nada, entonces se sienta en el cordón de la vereda hasta que lo busque, porque para morir, por lo menos muere en su puerta...creo que peor castigo no le daría. Interesante, confieso que me he reido. Te beso.
Pues como la mente humana es insondable... vaya usted a saber lo que haría ella si lo ve plantado ante su nueva puerta!
Pero está visto que el tipo no tenía ganas de luchar por nada ni por nadie. Un abandono total! Una lástima, sí!
Ah, y está muy bien eso de sentirse solidario... jejejeje!
Era mi intención quitarle un poco de hierro y pena al asunto, por eso los guiños al felino, a la comida, el abandono físico...
Un beso, amigo Juan.
El gato no murió de tristeza, murió de hambre mientras el tipo gastaba energías en escribir para demostrar que estaba triste...
Si, hay gente que no se conforma con estar triste y se esfuerza para demostrarselo a la persona a la que culpa por esa tristeza. ¿Acaso pretende que la mujer regrese por lástima?
Gran post Edurne!
Jejeje, tienes razón Franco, el gato murió de falta de atención. El dueño estaba demasiado ocupado con su chantaje emocional, tanto que lo demás le daba exactamente igual.
Claro, que no se aprendió la lección de que los chantajes emocionales no mejoran las cosas, al contrario, las empeoran totalmente!
Me alegro de que te gustara la historieta.
Abrazo!
Esta historia me huele a concurso. O no, nunca se sabe. Laborando uno llega hasta límites extenuantes, tan extenuantes que a uno le apetece meterse en casa y no salir en los próximos seis meses... pero bueno, esto me dura unos minutos, ¿eh??, que luego se me cae la casa encima en 5 minutos. Curiosa historia, Gran Maestra Orillera. Yo por mi parte he retomado aunque con escaso tiempo y con el poco tino habitual mis amorcitos. He retomado, no publicado, aclaro. Para eso aún queda tiempo, me temo. Aunque es posible que este finde halla zafarrancho de combate. Todo depende de las ganas que surjan reconditas de la extenuación post-labora. Un saludo.
Concurso??? Qué concurso? Quién se quiere presentar a un concurso, el tipo llorón de la cebolla, la dama de los dientes blancos y bellísimos, o quizás el minino? Porque la menda... Nada de concurso!
Por otro lado, la vida laboral es lo que tiene don Sinver, que hay veces en las que no te deja ni respirar... ayyyyy!
Pero respire, respire usted, que lo demás ya irá llegando. Y le digo una cosa: lo de las ganas recónditas... a veces se hacen las remolonas, pero cuando saltan a la palestra... ayy, cuidadito con ellas! jajajaja!
Pues buena suerte, y esperaremos pacientes ese zafarrancho de combate!
Abrazoskis!
Mas que las anécdotas me ha quedado el sabor del desamparo, de la soledad infinita, del amor pulverizado... de pronto pienso en cómo sería la vida sin mi pareja, me dejaría llevar por la tristeza?, lloraria hasta secarme?, volvería a encontrar a alguien?... no lo se...
Saludos
SERGIO:
Creo que es mejor no pensarlo, porque entonces empieza la angustia y seguro que no nos deja disfrutar del presente.
El amor pulverizado... bonita expresión! Es así, el amor se pulveriza, lo pulverizamos, nos lo pulverizan y entonces quedamos totalmente indefensos.
No se puede saber lo que haríamos. Tal vez abandonarnos como este pobre tipo de mi historia, o luchar, agarrarnos ala vida con uñas y dientes...
Pero seguro que si nos ha ocurrido algo parecido, una o dos o más veces... seguro que nuestra reacción ha sido distinta en cada caso.
Yo, ahora, no quiero ni pensar en que el mío, mi amor, se pueda pulverizar algún día, por eso lo cuido; pero si llegara a suceder... lucharía!
Un abrazo!
en pijama y sin zapatillas, qué revés se ha jugado a si mismo, aunque todo el mundo tiene derecho a recrearse en sus propias miserias, digoyo!!!
nota al pie de página: a la gemela no le molan nada estos textos tan negros y devastadores, te vas a enterar guapa!!!
Jajajaja! Tiembloooooo!
Pero vamos, ándale, Lupita, ríete un poquito de este pobre infeliz y sus caramelos de toffe...
Publicar un comentario