lunes, 31 de julio de 2017

CENICIENTA




Desde que conoció al maldito Príncipe de Pacotilla, lo había perdido casi todo, no solo su zapato del pie derecho, el del par beig de los domingos y que le costaron un ojo de la cara. No, no era solamente eso. Ahora  iba coja por la vida en todos los sentidos.

Cada domingo, pobre Cenicienta sin zapato,  recorría el Rastro de arriba abajo por ver si encontraba algo de todo lo que había dado sin cobrar fianza alguna ni pedir aval de buena conducta.

También había perdido la luz que iluminaba su túnel sin salida, la confianza en la fe de sus mayores, la funda de sus gafas de andar espabilada por la vida —y hasta las mismísimas lentes—; de igual forma le habían despistado el cofre de los tesoros, la memoria de sus ancestros, el paisaje de sus sueños, la piedra filosofal de la sabiduría... Ahora no tenía dónde dejar la sombrilla japonesa que heredó de su abuela, ¡ni dónde poner un triste ramo de lirios silvestres!

Lo había perdido casi todo, pero aún le quedaba una pizca de dignidad como para no caer de nuevo en las garras de ningún gañán disfrazado de Príncipe de tus Sueños, uno de ésos que se compran y se venden al mejor postor en el rastro de la vida.

Foto: Antonio. Texto: Edurne.


4 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Tienes una destreza nada común para sumergirnos en tus relatos; pena de que sean pocos los que publicas, pero dejan un regusto especial.

Besos.

Edurne dijo...

PACO:
Mila esker, lagun!
Ya me gustaría a mí prodigarme más, mucho más d elo que lo hago, pero...

Muxuak!
;)

Recomenzar dijo...

Una maravilla descubrirte
bienvenida siempre

Edurne dijo...

RECOMENZAR:
Bienvenida de nuevo a esta orilla.
Gracias y un abrazo.
:)