martes, 12 de febrero de 2008

LAS CAMPANAS



En la lejanía, Roque parece oír el sonido de unas campanas.
Es una tarde gris de otoño y la bruma lo envuelve todo con su espeso manto. El viento trae y lleva la hojarasca, huérfana ya de las ramas que lucía con soberbio verdor hasta no hace mucho. La noche se acerca. Parece eterna la oscuridad. Como el alma de la urbe, el viento viene y va. Pasajeros de la nada. Árboles difuminados.
Roque espera, escucha. Los pasos de sus recuerdos se van acercando cada vez más y más. Son tan nítidos que tiene que volverse para comprobar que no se encuentran tras él, soplando como un viento helado.
Apenas se oyen las campanas.
Todo sucede en las horas de lo oscuro, en el umbral de la verdad, en el terreno del sueño, en lo incierto de la vida. Él sabe de su miedo. Lo esconde entre el forro de su mirada. Los pasos le buscan, le encuentran. ¿Y esos recuerdos? No los reconoce. Ese niño parece ser él, pero no, él no era un niño alegre, no recuerda color en su infancia...
Vuelve el sonido de las campanas. Insisten.
Hay prisa, inquietud en esa llamada. Seguro que quieren algo, que le llaman y se está retrasando. Y la hojarasca danza. Se deja llevar por el viento... Libidinosa, pide más y más, se muestra juguetona, provocadora. Y el viento sopla y sopla...
Desde la niebla surge un joven. Le sonríe. Roque no reconoce esa sonrisa. Se parece a él, podría ser él...
De nuevo las campanas. El eco de su tañido resuena y resuena...
Los recuerdos están inquietos. Le esperan junto a los árboles desfallecidos, aquellos del sendero. Llueve, llueven sus temores. Y, entre la lluvia, un viejo decrépito y enfermo le llama. Lleva su ropa, tiene su mirada... pero él no es un viejo decrépito, no está enfermo. Los pasos se acercan presurosos en busca de su vida, la que quedó enredada entre el ramaje de los árboles... ésos, los desvanecidos.
¡Esas campanas van a volverle loco!
Y los pasos llegan. Y los recuerdos toman posesión de sus dominios. Roque cierra los ojos. Ante él pasa toda una vida, ésa que él no reconoce como suya.
Y las campanas repican, y las campanas le llaman...
Lo ha comprendido. Los recuerdos le reclaman. Se pierde en ellos y emprende el camino. Ahora puede recuperar la calma.
Ya no se oyen las campanas.


Foto y Texto: Edurne

11 comentarios:

NV dijo...

Te felicito! tenés un blog muy agradable! Me gustan las historias y están contadas de un modo muy ameno.

Te mando un saludo!

Marce Mercado dijo...

Querida mía...y usté sin motivo alguno de ser tímida , ni nada...

será que mi autorreferencia asusta, ponte tú ???

Naaaa....orgullosa de que vaya y me visite en mi casita virtual...

Sea usté...Bienvenida...

Abrazos desérticos y salinos...

Marce

Edurne dijo...

Nova,Marce:
Muchas gracias por vuestras visitas, y cuando quieran ustedes, nada, se pueden pasar y dejar una huella, que será bien recibida.
Saludos.

Anónimo dijo...

qué tendra el sonido de las campanas que atrapan? mi sobri de 7 años, desde siempre apasionado de dichos tañidos, se queda como que... y le dices ¿qué pasa? y él como que mira en dirección al sonido y no dice nada pero consigue que los demás escuchemos, que oigamos el sonido de las campanas. ¿qué le diran?

post: buff! sé de uno que me va a matar, por cuantos capítulos van los amorcitos??????

Anónimo dijo...

El tañir de las campanas... oye, gemelilla, lo de tu sobri... interesante, lo mismo entiende el lenguaje campanil! tilíntilín...

Anónimo dijo...

solamente paso a saludar... beso grande!

Edurne dijo...

Gracias, Franco, por ese saludo, por haberse levantado de su "siestita" y dejado un recuerdo.
Sigue disfrutando y aprovechando!
Un abrazo.

sinver dijo...

Martínez me dice que ha oído algo de un asesinato blodiano por aqui... que mala fama tengo, oye. Me he dado cuenta (me he dado un repaso general por esta orilla) que soy un rollero hasta para los comentarios. Con las historias ni te cuento... agradezco el esfuerzo y la paciencia. En cuanto al texto en si. Te dire.
¡¡OSTIASS!! me ha encantado. Lo de la palabrota era para dar más fuerza a la afirmación. Y porque me apetecía. Aunque Lady ALFA seguro que diría que es un recurso facil. Acabo que ya me estoy enrollando... voy a probar debajo del agua,... bluuuppp, bluuuppppppppppppp, beeep, beeep...

Edurne dijo...

Nada de sumergirse bajo el agua, eh, que no me entere yo!
Que mire que le llamo a la censora para que ponga orden!
Y de rollero nada de nada... a mí me gusta leer, y leer y leer... así que ya sabe!
En cuanto al texto campanil, pues me alegro de que te haya gustado. Grazzie, siñore!

Tristancio dijo...

Sabes, tu relato me recordó el poema aquel de Jhonne Donne (o como se escriba), el famoso ese que dice que cuándo se sientas doblar las campanas, no hagas tal de preguntar por quién doblan: "Doblan por ti..."

Lástima no llegar feliz a ese momento, pero queda la calma, que ya es mucho.

Abrazo.-

Edurne dijo...

La calma es muy importante, y si al oír doblar las campanas, lo estamos, en calma... imagino que el paso será mucho más fácil.
Un abrazote!