¿Y a quién no le ha ocurrido alguna vez?
Eso de maldecir la hora en que dejó tal o cual libro... ¿a quién?
Seguro que hasta hemos perdido más de un amigo, de un compañero... en el camino, a cuenta de un libro.
Y no es ninguna tontería.
Libros. Letras. Historias. Nuestra propia historia.
Sí, con cada libro que compramos, con cada libro que nos regalan, vamos escribiendo nuestra propia vida.
Momentos felices, recuerdos de otros tiempos. Días que mejor no hubieramos vivido, personas que quisimos, amigos que se fueron, sorpresas que nos encontramos...
Lo dicho: toda una vida.
Recorrer los estantes de tu librería, grande o chica, es recorrer los estantes de tus risas, de tus llantos y tus prisas.
Aquéllos porque sí, porque había que leer, los otros, por puro placer, y éstos por solidaridad, por saber, por no desentonar... y ésos, ¡sin estrenar!
Páginas y páginas de frescura, de miedo, de intriga, de pasión, de espesa filosofía...
Clásicos y postmodernos, poetas malditos, sonetos de Violante y requiebros románticos, verso libre y prosa de mágico realismo.
Paisajes y mundos nuevos, viejos, galácticos, inauditos y oníricos...
Todo, todo cabe en un libro.
¿Y si nos dejan sin ese tesoro? ¡Excomunión!
"Al César lo que es del César".
¿Y... a quién no le ha ocurrido alguna vez?
Foto: Edurne
5 comentarios:
por suerte queda el recurso de ir a la librería y volver a adquirir esa joyita de libro que dejaste con todo tu amor al mangarrán del ex-novio aquel que nunca te lo devolvió...
digo...
Ya, ya... pero nunca será lo mismo, eso de las páginas que has tocado, el olor impregnado, el recuerdo...
No, no, que no es lo mismo, pero bueno, como último recurso, no está mal.
No quiero pasar por alto hacer mención a la procedencia del decreto de Excomunión en cuestión, y de agradecer a su dueña la cesión de la imagen, la cual plasmé el otro día, en un arrebato fotográfico...
Quien la conoce ya sabe cuál es su ubicación, y para los que no, a saber:
La "amenaza" preside una de las paredes junto a la biblioteca de Ana, nuestra querida guía literaria, a ella,las gracias pues!
lo de ir a la librería puede ser un recurso, pero es necesario: buscarlo por todas partes, intentar recordar quién se lo llevó, pensar mal de tu hermano (que te ayudó en el traslado) o de tu querido amigo (que resultó un mangarrán) y finalmente ir no sólo a una sino a todas las librerias y no encontralo. "el cuaderno dorado" de doris leasing ¿donde estás?.
y no voy a decir nada de todos los libros que no me acuerdo que tenía, pero que recuerdo el espacio que ocupaban en sus baldas y que recuerdo que yo antes leía mucho.
y no voy a decir nada de cuando mi memoria se queda en blanco ante el espacio vacio. En un libro había una oca (creo)llamada martina (creo) domesticada que subia corriendo las escaleras, pero que en el rellano paraba, un día tenía mucha sed y no paró, pero se dió cuenta y retrocedió corriendo al rellano, paró, como era su costumbre y por fin, tranquila y volvió a subir. Sé que es de Lorenz Konrad ¿pero no encuentro el pasaje en sus libros??? Era sobre que los animales (incluidos los humanos) no podemos saltarnos los rituales. En fin, entonces es cuando se me queda carafolio.
Joooooo...línnnn! Que me ha entrado la morriña al recordar libros de los que ya no tengo, ni tendré noticias; y que casi mejor no recordar, porque se abre la llaga, el vacío...ayyyy, ayyy y más ayyyyy!
Y ya me voy, ahora voy a sentarme frente a esa leyenda y a recordar que ojo, ojo con qué libros dejas y a quién se los dejas!
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