¿Recuerdan la canción? Seguro que sí, y es que era tan pegadiza que aquel verano del 89 todos andábamos con la canción de Los Refrescos en la boca... "Vaya, vaya, aquí no hay playa".
Pues a estos pobres los han dejado más tiesos que la mojama, como una bacalada ¡y encima les han quitado la playa!
Y ahí están, mirando de reojo al viandante desde su escaparate, llamando la atención de algún ama de casa caritativa que se fije en ellos y los lleve a casa para librarles de la vergüenza de estar expuestos en toda su desnudez, mostrando su último gesto... ni esa intimidad les dejan.
¡Pobres pescaditos, ateridos de frío, sin nadie que tape sus partes, ni sus entrañas, proclamando el precio de lo que valen ("tanto tienes, tanto vales")!
Una vez me dijo una gitana que me leyó la mano (a regañadientes de ella, y no porque yo insistiera) que me habían vendido como carne en la carnicería, bien valdría como pescadilla en la pescadería...
¿Y a quién no le han vendido alguna vez, quién no se ha sentido vendido (vendido y "vendido") en alguna ocasión?
Seguro que en multitud de ocasiones nos hemos visto como estos pescaditos, expuestos, sin saber muy bien por qué, a las miradas, a las críticas y ataques de los demás, esperando que alguien viniera a rescatarnos... ¡Pero nada como echar mano de nuestros propios recursos para salvar las situaciones comprometidas!
Y lo dicho: aquí no hay playa, que nos tenemos que desplazar una docena de kilómetros al menos... ¡Vaya, vaya!
Foto: Antonio
2 comentarios:
sí sólo es una docena... acepto el aquí no hay playa. Pues sí a veces nos encontramos expuestos ante los demás con nuestras tripas fuera (lease interior en plan más fino) y sólo se puede decir: mira, es lo que hay, lo bueno viene cuando te dicen que bien, que te acompaña los diez o doce kilómetros para pasear por la playa.
Y tan rícamente!
Y mira qué bien volver a encontarte caminando la docenita con esta orillera!
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