
Me taladraba el cerebro esa llamada insistente. Nuni no aparecía. Seguí con lo mío. ¿Y qué era lo mío? Creo que hasta la memoria me había abandonado aquella tarde.
Venía de luchar en el circo. El circo, sí... no hay de qué asombrarse. Cada vez estaba más convencida de que mi trabajo era tan arriesgado como el de una domadora. Ahora bien, no sé qué tipo de animales son los que presentan más riesgos y complicaciones a la hora de intentar domarlos. Lograr que ahora levanten la patita, que ahora giren sobre sí mismos y... zis-zas, a golpe de látigo, conseguir que el temor se instaure en sus ojos y consiga mis objetivos: ¡ser la reina del circo!
Difícil, sí... y la radio emitiendo sonidos extraños. No entiendo nada. Yo sólo escribo.
Observo mi letra: pequeña, rápida, nerviosa...
Los lamentos en la ausencias parecen decirme que me he perdido... Es cierto, acabo de percatarme de que la memoria tal vez sí tenga algo que ver en todo esto.
He perdido una palabra. La primera palabra. Tal vez haya sido Nuni. No sé quién es Nuni. ¡Lo mismo es un ladrón de palabras y yo me siento estafada por mi propia ignorancia!
También doy en pensar que las horas altas son propicias para este tipo de despistes, o yo, que soy cada vez más proclive a ello.
Me duele el aire, el que respiro por mi fantasía... debo de estar acatarrada. Pondré el remedio. Si apareciera Nuni le propondría un invento para semejantes situaciones. Dudo.
Los caramelos me miran. Tampoco sé qué es lo que intentan decirme desde su azúcar, desde su fructosa, sus colorantes y acidulantes...
Hoy se me rebela hasta lo infantil. Me siguen mirando. ¿Se habrán dado cuenta de que perdí la primera palabra? Me acusarán ante el mundo, ¡seguro!
Pero sólo me interesan los cuarenta, los principales. Y a los caramelos... ¡que les den!
Intuyo el peligro, quieto, como un maniquí en las vitrinas de unos grandes almacenes.
Alguien grita por mí. Su angustia me taladra la tarde... ¡y yo que estaba tan tranquila!
Estas palabras me van a volver loca. Reiré: ja, ja, ja. Suena a hueco, a humo, a resaca...
¿Qué puedo hacer? Escribir, ¡no hay otra!
Son como un ejército de pequeñísimos rumores, parecidos a hormigas. Van, van, van...
Intento retenerlos, retenerlas... a los rumores, a las hormigas, a las palabras. Pero resulta que corren más que yo. Éstas deben de tener noticias de Nuni y van en su busca. Tal vez me estén invitando a ir tras ellas.
No, mejor me retiro a una sesión de madrugada, probaré suerte allí, con mis sueños. Visionaré algunos de los viejos. Y de los más recientes, sólo los que tienen sabor a chocolate, los que huelen a vainilla y canela...
Siento pesadez a borbotones. No sé cómo algo tan pesado puede salir a borbotones, pero así es, así me ha tocado que sea. Lo acepto.
Desnudo mi deseo, ahora soy yo la dueña de mi rumbo. Manejo la barca hacia la noche inmensa.
Nuni no aparece. Cesan los lamentos.
Recobro la calma e intento recoger la orquesta de mi locura vespertina y, me desvanezco...
Nuni, Nuni...
Foto y texto: Edurne