Hay momentos en la
vida en los que hasta respirar se nos hace cuesta arriba. Estoy en uno de esos
momentos. Momentos que ya duran demasiado.
¿Y la felicidad, qué
es la felicidad? ¿Podemos afirmar en alguno de esos escasos instantes que nos
regala la vida, que somos, realmente felices? ¿Existe la felicidad? Si me
preguntaran a mí… ¡No, yo no soy feliz! Aunque, tal vez sería demasiado
tajante, puesto que sí hay cosas en mi vida que me hacen feliz, pero… Sí, tener el cariño incondicional de unos
poquitos ya es para ser feliz, lo sé, pero no, no es solo a eso a lo que yo me
refiero.
La vida nos sonríe muy
pocas veces, y cuando lo hace, tal vez nos pille con el paso cambiado, o cuando
no nos enteramos. Incluso puede suceder que seamos nosotros mismos quienes cerremos
esa puerta a la felicidad, inconscientemente, claro está.
A mí no me sale la
risa, ni la sonrisa si me apuran ustedes. Y miren que me gusta a mí reír,
sonreír… que lo necesito más que cualquier otra cosa. Eso y la tranquilidad de
espíritu, que no la encuentro, que parece se me haya escapado con algún Romeo de pacotilla y aquí me ha
dejado en un sinvivir del que no sé
cómo librarme.
Son pocas las
apariciones que hago por esta Orilla, y cuando lo hago, es con una carga de
tristeza que, aburre, ya lo sé. Pido disculpas, pero, qué quieren, si ahí anda
una, batallando con esta malahora noche
y día, porque dejarme en paz, no me deja ni a sol ni a sombra.
Estoy bastante harta,
y eso que soy persona con una paciencia que ni el famoso Job, el del santoral,
me ganaba.
Ando con los ojos más
abiertos que nunca, y siempre he sido yo de ir por la vida con los ojos
bien despiertos, pero aun así, me la han dado más de una vez. ¿Por qué? Esa es mi
pregunta. Todavía no encuentro respuestas. Acumular decepciones crea
frustración, enroca la tristeza y hace que se instale la desconfianza, yo, que
soy confiada, que siempre concedo…
¡En fin! Que en la
vida todo es un “volver a empezar” cada x tiempo. Lo malo es que con los años,
nos cuesta más todo, nos duele más, nos cohíbe más. Es la edad de las pérdidas de todo tipo: las físicas, los seres querido empiezan a marcharse y a dejarnos
sumidos en un gran vacío y tristeza; las pérdidas sentimentales, de pronto nada
es lo que creíamos que era, y esos duelos cuestan muchísimo, amigos o parejas
nos dejan hechos polvo cuando se muestran o descubrimos cómo son, cómo eran…
Pérdidas de salud, que ya se sabe, estamos en una edad muy crítica, y las
mujeres mucho más.
Y también vemos más cerca el final del camino, tomamos conciencia y consciencia de lo que pasa cuando la carrera termina. Y, aunque no sabemos qué tipo de sprint nos espera, nos sentimos asustados. Cada cual intenta espantar ese miedo como buenamente puede o sabe. Y así, a unos les da por retraerse, a otros por expandirse, a otros por rejuvenecer y hacer locuras, o por pasarse y no controlar el ridículo, o reencontrarse con su alma verdadera, resetear el disco duro de su existencia… Hay miles de formas, tantas como tipos de personas estamos en el mundo, de encarar los cambios que se nos presentan. Ya les digo, hay que estar muy atentos porque a la mínima nos sorprende la vida y nos da un tortazo o, quién sabe, nos regala un hermoso ramo de flores.
En todo este tiempo en
que ustedes son testigos de mi “penar”, de mi evidente crisis personal, pasan
cosas, claro está, la vida me pasa, a veces hasta me sobrepasa, pero voy y
vengo, hago y deshago, leo y escribo, trajino y en algún momento, incluso
descanso…
Me he convertido en una espectadora demasiado crítica con la función que estoy representando, o mejor dicho, que me he visto obligada a representar, porque yo, valgo para mucho más que para el papel que me ha tocado. No desespero. Quien me conoce sabe que soy muy cabezota, insistente, que no tiro la toalla y que peleo, peleo, peleo por lo que creo que es justo, por lo que me merezco.
Me he convertido en una espectadora demasiado crítica con la función que estoy representando, o mejor dicho, que me he visto obligada a representar, porque yo, valgo para mucho más que para el papel que me ha tocado. No desespero. Quien me conoce sabe que soy muy cabezota, insistente, que no tiro la toalla y que peleo, peleo, peleo por lo que creo que es justo, por lo que me merezco.
Y mientras estamos
inmersos en nuestras propias batallas, a nuestro alrededor se libran otras
guerras, que sumadas a las propias, y siendo persona de mucho pensar, mucho
analizar, mucho indignar y mucho sufrir… pues ya les digo, ¡cómo no voy a
sentir añoranza por una sonrisa, por una pequeña esperanza!
Dejé de colgar mis
Crónicas del Foro, mis Historias de La Ría, con gran pena por mi parte pero, no
estaba la cosa como para ello, y todo requiere de tiempo, tiempo del que
carezco.
A Madrid sigo yendo,
claro que sí, con la misma asiduidad y mucho más que antes; las circunstancias,
puñeteras circunstancias, son las que ahora son. y las circunstancias de cada momento son las que nos ponen a
todos en nuestro sitio, las que demuestran quién nos quiere y quién está
dispuesto a luchar por nosotros hasta el fin y sin reservas… Ahí seguimos,
luchando.
Y de mi Botxo, pues
eso, que lo camino todos los días, y que nunca he dejado de quererlo, ya esté
gris o resplandeciente. Me confundo con sus baldosas y me hago una con ellas.
Mi escuela sigue
estando en el mismo sitio de siempre, pasando el bosquecillo de mi parque, el
que me reconforta todas las mañanas y me devuelve la esperanza todas las
tardes, cuando me acerco y cuando me alejo. Mis pupilos, mi cuadrilla galáctica
progresa. Unos días salimos todos
contentos, otros, yo muy renegada y con mi nódulo tiroideo a tope. Dicen que es
lo que hay, pero a eso tampoco me resigno. He conocido tiempos muy buenos. He
sido feliz en mi escuela. Y me enfado conmigo cuando me descubro contando lo
que me falta para el jubileo: 3 años y diez meses todavía. ¡Pero si yo adoro
ser maestra! Los tiempos, que para eso también son un poco puñeteros.
Leer, leo, no se
piensen que no. Sigo yendo al Taller a escribir todas las semanas, y presento tertulias, y me tocan lotes de libros, dos en poco
tiempo en un concurso literario de RNE en el programa de libros dominical “La
Estación Azul”, ¡no me lo podía creer! Y también me tocó un libro en la Feria
del Libro de Bilbao… ¡Jajaja, quisiera que me tocaran más, adoro los
libros!
Presentamos nuestro
libro colectivo en septiembre en La Casa del Libro, y fue una gozada, leí
mucho, un cuentacuentos “contó” mi relato, me reí, miren, sí, ahí sí que me reí,
podríamos decir que fui feliz durante un par de horas, por eso lo tengo
guardado, para rescatarlo en malos momentos, en los de bajón.
Y voy a exposiciones, aquí y allí. Y veo teatro, y pelis, y quedo de vez en cuando con alguna amistad...
También tomé un par de
decisiones este verano para paliar mi angustia, una de ellas fue apuntarme al
gimnasio, y aunque me da una pereza terrible ir, les aseguro que dos o tres
veces por semana, voy religiosamente, sola o con mi hermano, y… ¡no vean
ustedes para todo lo que da el observatorio privilegiado desde una cinta caminadora, o una
elíptica, o un banco de remo! Historias. Cientos de historias.
Pues nada, seguiremos
escribiendo la historia de nuestra vida, poco a poco, pero escribiéndola,
caminándola, bebiéndola, viviéndola…
Por aquí me ando, ya
saben, caminando por la orilla de la vida.
¡Gracias por estar
ahí!
Fotos: 1) Edurne, 2) Aitor. Texto: Edurne