Por mi Ría, los días se suceden como a ellos les viene en gana, unos son grises, húmedos, lluviosos; otros son alegres, soleados y azules a más no poder. Hoy mismo, lunes 20 de febrero a las 10:58 exactamente, el sol está abriéndose paso a empujones y ya ha tomado posesión de gran parte del espacio celeste. Bien, eso está bien, que ayer a la tarde ya hizo el amago y no duró demasiado, enseguida llegaron las huestes de nubarrones golpistas a fastidiar la alegría.
Estoy de asueto escolar, sólo hoy, qué lástima, hubiera necesitado también el martes, pero… los de Primaria somos unos sufridos. Además estoy intentando corregir unos exámenes y no hay modo. Anoche, cuando estaba más que mentalizada, se me interpuso la famosa Gala de los Goya, y qué quieren, el sofá me invitaba descaradamente a sentarme en él… y ahí me quedé, hasta que terminó. Esta mañana ando remolona, intentando encontrarme, traslado los papeles de un lado a otro, saco los bolis, los vuelvo a guardar, quito y pongo clips, miro el cuaderno de evaluaciones. Me asomo a la terraza, estornudo un poco, me digo “vaya, por Dios…” y al final decido que lo más productivo es empezar por mis crónicas foreras y botxeras…
Hace unas semanitas, el tiempo tampoco fue muy bueno que digamos, pero sólo ese fin de semana. Aún así, los paseos nos esperan y si podemos hacer risas mientras intentamos pedalear en uno de esos aparatos gimnásticos que ahora nos encontramos cada dos por tres por los parques de nuestras ciudades, pues mejor que mejor. Ahí me ven a mí, tronchada de la risa, con mi txapela y el un dos tres, uf, uf, uf…
Como la playa estaba desierta, enseguida me puse a cantar, lo mismo que ahora, y además para invitarles a que me hagan el coro, la famosa canción del verano (no recuerdo de qué verano fue, pero que yo era una cría, seguro) “La playa estaba desierta, el mar bañaba tu piel, cantando con mi guitarra para ti, María Isabel. Coge tu sombrero y póntelo, vamos a la playa, calienta el sol… chiribiribí poronponpón….” Algo así, la cantaban Los Payos, ¡no me digan que no se acuerdan ustedes!
Pues eso, que la playa estaba desierta, y que así, solitaria y todo, también tiene su encanto. Siempre me quedo embelesada mirando el romper de las olas, el juego que forman, la espuma, los cambios de color en el agua, las rocas que emergen y vuelven a desaparecer con cada embestida… Les aseguro que es un buen método para evadirse, para reflexionar sobre la vida, la nuestra propia, la general, sobre cualquier cosa que nos preocupe, o nos alegre…
¿Recuerdan la Odisea de Homero, las aventuras de Ulises y sus marineros que marcharon de Ítaca, dejando a una Penélope desconsolada, pero listísima, teje y desteje, esperándolo; y cómo las malvadas sirenas, con sus cantos, pretendían desviar el rumbo de la nave para hacerles naufragar y tal y tal…? Pues no sólo existen las sirenas, no, también hay sirenos, al menos en Algorta, en el Puerto Viejo (Portu Zaharra), hay uno bien guapo, pero que ya está cansado de mantenerse fuera del agua avistando el horizonte, y se va cayendo poco a poco… La historia es bien sencilla. En Getxo se organiza un concurso de fotografía, llamado Getxophoto, y las fotos a tamaño bastante grande, se exponen en el exterior. ¿Qué mejor enclave para un sireno, que las tranquilas aguas del pequeño Puerto Viejo de Algorta, donde puede ser visto por todo el mundo? Lo que pasa es que yo creo que ya está aburrido el hombre, y nos mira con cara de “tengan compasión de mí, y déjenme en el agua de una vez”.
Por el Foro, el frío y el sol son compañeros de juerga inseparables, y nunca gana ninguno en esos pulsos gitanos que se echan. Sol, sí, frío, también.
Da Vinci, el genio del Renacimiento, nos mandó invitación para que asistiéramos a una exposición de sus inventos en el recinto del Canal de Isabel II, allí, en La Plaza Castilla, ya saben, donde hay tantas torres y monolitos… La exposición estará unos meses más, así que si alguien está interesado en ver todos estos artilugios que ideó el amigo Leonardo, llega a tiempo. En verdad, en verdad os digo (esto me suena un poco a bíblico…), que merece la pena, tan sólo por comprobar in situ la cabeza que tenía este hombre, la capacidad, la genialidad… Inventos, aparatos que tienen que ver con la ingeniería militar, también la civil, dibujos magníficos, bocetos, también estudios sobre la Monnalisa y el Hombre de Vitruvio, la Proporción Aúrea códices de su puño y letra, ¡y vaya letra! Cuadros de otros pintores que, siendo coetáneos, pueden considerarse discípulos. Interesantísimo.
Compartiendo espacio, pero un poco más alejado, estaba otro genio, éste más contemporáneo, Picasso. Una serie de dibujos del genio malagueño adornaban los subterráneos del Canal. Carboncillos, litografías, planchas… Una se queda con la boca abierta al pensar que con dos trazos rápidos y unas sombras bien puestas, ya estaba formado el retrato. Genial. Sabido es que don Pablo fue un gran artista, y un mujeriego de tomo y lomo, que tuvo mujeres y amantes, todas las que quiso. Y ellas eran los motivos de casi todos sus cuadros y dibujos. También recomiendo visitar esta exposición.
Y de paso, el entorno, que siempre merece nuestro tiempo, poco o mucho, para admirar la composición del paisaje urbano, los cambios, los añadidos, las reutilizaciones de los espacios… y sacar unas fotos, ¡cómo no!
Avanzo, ya son las 11:30.
“Katmandú, un espejo en el cielo”, película de Iciar Bollaín. Temática de las que me interesan. Está basada en el libro “Una maestra en Katmandú”, de Vicki Subirana, o Vicki Sherpa, como se la conoce. Una maestra catalana, que un día decidió ir a Nepal y allí, después de las vicisitudes que nos cuenta en su libro, hechos reales, fundó una ONG para crear escuelas para los niños nepalíes. La película tiene una fotografía magnífica, solamente con el espacio natural que nos muestra, ya nos atrapa. Y después, el tema, para mí todo lo que tenga que ver con educación, solidaridad y demás, ya me lleva de la mano. Lloré un rato largo también, para qué negarlo, y es que una se ve identificada en muchas cosas y me acordaba de cuando terminé Magisterio a los 20 años, en el año 80, y me había empeñado en irme a Nicaragua, a trabajar con los sandinistas, a hacer escuelas y a alfabetizar, y rellené papeles y… en ese impasse, entré a trabajar en la Pública, y claro, ¡las lentejas, son las lentejas! La peli me gustó, no sé si es una gran película, ni si Verónica Echegui es merecedora de galardones por su trabajo, lo que sí sé es que a mí me llenó.
El domingo pasado hacía muchísimo frío, y los árboles, desnudos, mostraban ese frío. Las rocas, solitarias, también. En el estanque, los pobres patos se afanaban en nadar, pero lo más práctico era patinar, ya que las aguas se habían congelado. Un lorito vino a saludarlos y mientras les decía “hola, hola” sin parar, ellos deleitaban a todo el público allí congregado con unos pases de patinaje artístico, que ya querrían para sí los profesionales de este deporte… En los alrededores, las hojas caídas de los árboles, ahogaban sus penas entre hielos y aguas prisioneras.
San Valentín también se manifestó en forma de declaración espontánea, aunque no fuera la fecha (que para los amantes, todos los días son Santos). Encontré esta sencilla y apasionada declaración de amor en el suelo, y mi sombra no se pudo resistir a la tentación de fotografiarse junto a ella, y dejar constancia de que ¡sí, el amor existe!
¡Carnaval, carnaval…! Y en el Botxo de nuevo. Los disfraces, Mon Dieu, como todos los años, el Carnaval nos invade: los disfraces hechos por nosotros mismos, las celebraciones varias (Txitxiburduntzi, el asado de chorizos, el desfile, la chocolatada…). Y todo el tiempo mirando al cielo, que no te puedes fiar. Montamos el taller de costura en clase (este año íbamos de mexicanos, ¡ándale manitoooo!), asamos los chorizos en el frontón, el jueves llovió, y desfilamos por el barrio el viernes a la mañana, para después de nuestro lunch de siempre, volver al asunto infantil y darle al cazo repartiendo chocolate… terminé con la garganta hecha polvo y literalmente muerta, enferma. Todavía estoy recuperándome.
Mañana vuelta a la escuela y todo seguido hasta el 30 de marzo. ¡Socorro, que Dios nos coja confesados! De momento, Bilbao está soleado, los Carnavales siguen y mañana con el entierro de la sardina, agur, hasta el año que viene, pues sí… que una ya no está para muchos trotes. Pero… en mi barrio, el fin de semana que viene, se repiten los Carnavales, ¡sí, ya sé, unos irreverentes, jejejeje! Pero qué quieren, la gente necesita evadirse, ¡y ahora, más que nunca!
¡Carnaval, carnaval…!
¡Ah, y gracias por esperar estas horas!