jueves, 28 de febrero de 2013

SOY ÁRBOL




Soy árbol de pie firme y melena al viento.

Soy árbol que en su propia sombra se refresca.

Soy árbol de brazos cortos y ramas eternas.


Árbol solo en medio de un desierto.

Árbol pequeño que arrastra la marea.

Árbol rebelde que azota  furioso el viento.


Y siendo árbol me crecen pequeñas hojas

que entibian  el río de mi  sangre,

que tapan la desnudez de mi cuerpo...

Y siendo árbol, recorre mi tronco

sabia savia que refresca las raíces

que a esta tierra,

con fuerza se aferran.


Pintura: Antonio  Texto: Edurne



lunes, 25 de febrero de 2013

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro LII) e HISTORIAS DE LA RíA XXV





Hace tres semanas ya que estuve en Madrid. Y hace todo ese tiempo que casi no he colgado nada en la Orilla, si exceptuamos un par de reposiciones y algún que otro “versito” apresurado.

No hay tiempo para más. Hoy, lunes 25 del mes que corre, he vuelto a clase, a mi redil. Se terminó mi curso de siete semanas intensivas. Una auténtica gozada. Y he tenido que recuperar las riendas de mi grupo. Difícil, el día de hoy ha sido difícil, no por los chavales, que estaban deseando que yo volviera, sino por el lío que había montado. Se han portado muy mal con mi sustituta, y la pobre no ha podido hacerse con el grupo. Lo siento muchísimo, por todo lo que implica de retroceso y mal rollo… Me toca recuperar y volver a arrancar con ellos. Estamos en ello, tranquilos.

Durante estas siete semanas he trabajado de lo lindo, y he aprendido mucho. He conocido gente encantadora, los profes, geniales, y hemos hecho un grupo de lo más majo.



A mas de estudiar y hacer trabajitos, también hemos visitado museos, filmotecas, asistido a charlas y exposiciones… Todo relacionado con lo que nos ocupaba, por supuesto. Seguiremos en contacto. De entrada ya tenemos fijada una cena. Ya saben que por aquí casi todo lo solucionamos sentados alrededor de una mesa o con algo que llevarnos a la boca entre las manos… ¡jajaja! Y el caso es que ya hemos tenido tres comidas conjuntas y algún que otro picoteo de diversa índole, así que, comprobado que la cosa funciona…




Y hablando de comida, mientras tecleo, en la calle está cayendo una gorda, en el horno tengo un bizcocho que huele que alimenta y yo estoy con una congestión de las buenas. Como ven, todo se confabula. No he podido ir al taller a escribir con mis compas, estaba tan hecha polvo, tan fatal, que he sido sensata y he preferido quedarme en casita, por hoy ya ha sido suficiente.

En Madrid pasé frío, mientras aquí hacía “calorcito”. Y ahora que por aquí se ha decidido a nevar —el sábado nevó y esta mañana ha amanecido blanco el paisaje urbano—, pues por el Foro, las cosas son diferentes, aunque las temperaturas sean descaradamente heladoras…



De Madrid voy a resaltar la visita a la Fundación Mapfre para ver la exposición “IMPRESIONISTAS Y POSTIMPRESIONISTAS. EL nacimiento del arte moderno. Obras maestras del Musée D’Orsay”, y otra más: “LUCES DE BOHEMIA. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno”. ¿Qué quieren que les diga? Una auténtica maravilla. Las obras de la primera, ya las había visto yo en París varias veces, la primera cuando el Musée D’Orsay aún era un proyecto, y los impresionistas ocupaban el viejo Jeu du Paume, en las Tullerias. Y más adelante, en otras tantas ocasiones en el maravilloso Musée D’Orsay. No soy objetiva ni imparcial, me puede la emoción con este conjunto de pintores, me arrastra la emoción, el entusiasmo y la admiración… no puedo hablar mal de ninguno, porque todos me encantan, cada uno en su estilo, con sus particularidades… De verdad, si tienen la ocasión de verla, vayan y disfruten. Merece muchísimo la pena.









Callejeando siempre se encuentra uno con cosas, lugares que no había visto antes, o que si lo había hecho, no los recordaba así. Y esas son las cosas y las sorpresas que tiene el darse de narices con pequeños sitios reconvertidos, reformados y relanzados a otras actividades diferentes a las que antes desempeñaban… aunque manteniendo una parte relacionada directamente con la actividad para la que fueron concebidos en sus orígenes. Algo así experimenté cuando entramos en el Nuevo Mercado Municipal de San Antón. Y aquí les hago una referencia al de San Miguel junto a la Plaza Mayor. Parecido, pero distinto. En común, la recuperación del espacio para algo más de lo que es puestos de venta de alimentos.  Les dejo una fotos que, de por sí, ya explican cómo es el sitio en cuestión. Pueden apuntarlo como visitable.

















Y como siempre, paseos a la luz del sol madrileño: frío pero iluminador.





Lecturas. Bus y lectura. Tándem inseparable. Aquí les dejo unas recomendaciones:




El cuento de navidad de Auggie Wren” de mi querido Paul Auster. Un libro pequeñito, ilustrado y del que dicen que fue el origen de la película “Smoke”. Aquí una sipnosis del libro:

El narrador, Paul Auster, compra sus cigarros holandeses en un determinado estanco de Brooklyn con cuyo propietario, de sobrenombre literario Auggie Wren, tiene una afición: sacar fotografías siempre del mismo ángulo de su calle a diversas horas, en diferentes estaciones, durante todo el año, y año tras año. Cuando a Paul le encargan un cuento de Navidad para el New York Times, será Auggie el que le saque del apuro con un extraño relato sobre el desarraigo, pobreza y suave venganza que poco parece casar con el espíritu navideño. Este relato se publicó con el New York Times la Navidad de 1990. Nada más leerlo, el director de cine Wayne Wang decidió contactar con Auster para proponerle el guión de un película que englobara la historia. De esta experiencia nació Smoke, aunque el cuento de Navidad de Auggie no aparece hasta el final de la película.




“Donde se alzan los tronos. La historia de una mujer que quiso ser rey” de Ángeles Caso. Novela histórica (a mí me gusta la buena novela histórica, y en este caso, como la Caso (observen el juego de palabras) es historiadora…). Les pongo aquí un pequeño resumen de la historia que se nos cuenta en el libro:

Cuando Carlos II, El hechizado, muere sin descendencia, afloran infinidad de pretendientes al trono de España.Tras una serie de conspiraciones e intrigas palaciegas, se impone como nuevo rey el duque de Anjou, nieto del rey Sol, que llevará el nombre de Felipe V.
Comienza así una época convulsa y apasionante en la que una mujer, la princesa de los Ursinos, será la poseedora de todas las claves para alzarse con el poder.
Ángeles Caso nos envuelve con una magnífica historia de vanidad, de ambición, de codazos en la corte, alianzas, conspiraciones y sexo, cargada de fina ironía y gran semejanza con la actualidad.




El sábado, como ya he comentado, nevó, solo que no cuajó, pero la mañana había amanecido preciosa y soleada, así que con esas nos lanzamos a la calle tan contentos. Entramos en el Mercado de la Ribera, el que han reformado, para ver la segunda parte que ya estaba inaugurada. Había muchísima gente. Gente comprando como siempre, fieles a sus costumbres (por aquí lo de ir a la plaza, es un clásico);  y también había mucha otra gente integrada en unos grupos de tour urbano, con su pegatina y todo. En unos de esos grupos me encontré con una de mis exalumnas más queridas, Celia, mi niña feliz. Un encanto de niña, estaba con su aita y su hermana Paula. Una guía del ayuntamiento iba explicando todos los pormenores de la obra acometida en la Plaza de la Ribera. La visita formaba parte de un itinerario más amplio por el Casco Viejo de la ciudad. Estas actividades me parecen de lo más interesantes y enriquecedoras, pues muchas veces desconocemos detalles importantes de nuestras ciudades… Y también había gente como nosotros, que iba por libre, mirando, sacando fotos… A la salida, nos cayó el primer copito en la punta de la nariz. 















Pero Bilbao también tiene su encanto así, gris, lluvioso, húmedo… la gente sigue empeñada en eso de salir y dejarse ver por los sitios, en tomar un caldito, un vinito, comer un par de pintxos por aquí o por allí… ¡Ya les digo!



Sigo estornudando y dependiendo de los pañuelitos de papel, ¡vaya nochecita que me espera!



Vamos a ver si la próxima no se hace tanto de rogar y nos vemos más pronto. Mientras tanto, que este invierno que se marcha dando buenos coletazos, nos sea leve.


Fotos: Antonio y Edurne Folletos Impresionistas: de la exposición Portadas libros e imagen Jeu du Paume:Internet VIñeta: Alienígenas.blogspot.com Imagen Bilbao nevado: de la web de EITB


sábado, 16 de febrero de 2013

LA NIÑA DE MIS OJOS (Replay)




Ojos de verde oliva los de tu niña.
Sangre de tu sangre, verde de tu verde,
graciosa la rama que al árbol sale.

Corazón de niña que late con una sonrisa
buscando la mano que la aupa
y del miedo la protege.

La niña de tus ojos, que segura
en tus brazos respira y con un beso
su cariño reafirma.

Sigue siendo ese verde
en el que tu niña se mira,
como ejemplo y guía.

Siguen el cariño y el respeto
vivos en este corazón de mujer
que siempre será de tus ojos, su niña.


Foto: De la memoria familiar Texto: Edurne

domingo, 10 de febrero de 2013

FLORES AZULES


Como pequeñas lágrimas azules
alegran la tristeza de un paisaje oculto.
Cantan igual que gorriones escondidos
en el ala izquierda de mi noche eterna.
Flores tiernas,
flores que guardan alma y pena.
Dejan que duerman los acordes
de su cántico entre las gotas
de un rocío denso y frío.
Flores azules,
hermanas de mis llantos, sin  madre
que las consuela.
Flores azules,
perdidas en el jardín de una casa
que no es la nuestra.



Texto: Edurne  Flores azules: del envase de un perfume de Yves Rocher: “Flowerparty by night” (huele muy bien).

martes, 5 de febrero de 2013

HOY VINO A VISITARME EL PASADO



Hoy vino el pasado a rendirme cuentas.
Sacó un cuaderno, un lápiz…
Y tembloroso, empezó el recuento.
También traía una maleta llena de recuerdos
con los que bombardeó mi refugio.
Creía que era seguro,
a prueba de sentimientos de antaño,
pero, ¡no!
Se acercaron poco a poco,
y al final me rodeó el llanto.
Atacó mi coraza
–no era impermeable–,
destruyó el muro que había construido
año tras año…
Desplegué las velas de mi pequeño batel,
para que el viento meciera mis penas
y acunara el sueño despierto.
Me vi como era,
–como soy–.
Me vi y fui mi amparo,
mi consuelo en las horas sin tiempo.
Hoy vino a verme el pasado.
Le hablé muy claro, mirándole a la cara.
Ya le perdoné, pero hoy...
nos dimos la mano.



Foto: De mi historia personal (agosto de 1979) Texto: Edurne

domingo, 3 de febrero de 2013

EL BOLERO DE RAVEL (Replay)



El suelo estaba sucio, por todas partes podían encontrarse restos de comida, periódicos viejos y, sobre todo, envoltorios de chocolate “Big Dark”, la marca preferida de Lukas.

Aún no era mediodía y los obreros de la gran Torre Appel seguían con sus ruidos infernales. Lukas abrió un ojo y resopló sin ganas para apartar un mechón de pelo que le caía sobre la cara. Al final tuvo que utilizar la mano izquierda que estaba atrapada entre los muslos de Sonia, ya que la derecha, con todo su brazo, estaba inmovilizada bajo el peso de la cabeza durmiente de su amiga…

Consiguió enfocar la vista del único ojo que tenía abierto y pudo percatarse del haz de luz furiosa que se colaba entre las rendijas de las persianas. Luz manchada de motitas de polvo que quedaban suspensas en el aire pesado de la habitación.

Grúas, martillos, taladros, excavadoras y conversaciones a gritos eran las melodías que acompañaban a Lukas en su pastoso despertar. Pero él logró cambiar el dial de la emisora en su cabeza y pudo abstraerse. Ahora las notas machaconas y rítmicas del Bolero de Ravel conseguían atrapar el tiempo entre una sórdida mañana más.

Estiró la mano libre hacia el montón de ropa que se acumulaba encima de la destartalada caja que hacía las veces de mesilla. Palpó casi con precisión de radar e introdujo la mano en el bolsillo del pantalón. Sí, seguía ahí. El tacto duro y frío del metal se volvió cálido y tierno al chocar con los dedos de Lukas. Lo sacó. Ahora pendía de su cadena encima de él, que lo miraba con una sonrisa de niño en sus ojos azules… Era el reloj del abuelo Martín.

El Bolero de Ravel sonando en su cabeza y el tic-tac, también monótono, del reloj, lo llevaron hasta la vieja casona familiar. Lo transportaron a través de la suciedad y los ruidos de su realidad, hasta los recuerdos de su niñez.

Una sirena sonó en medio de su sueño, en mitad de la mañana. Una sirena insistente y luego, gritos, los gritos de los obreros de la Torre Apple. Sonaba allí mismo, en esa mugrienta habitación, cortando el vaho del sudor que emanaban los dos cuerpos, congelando el miedo en una luz polvorienta.

Sonia se despertó, y de un bote se sentó en la cama. Lukas se agarró al reloj, a sus recuerdos y a su abuelo. Se miraron. El Bolero de Ravel sonaba más alto, más insistente y, de pronto, cesó. Lukas miró el reloj, se había parado, eran las doce menos veinte de un incierto día, cuando el mundo se desplomó.

La familia se había reunido, como todos los años, en el aniversario del abuelo. Aquel día era el más importante, no importaba dónde estuviera cada uno pero ese día, cada miembro de la familia estaba allí, junto al abuelo Martín.
Lukas era el menor de siete hermanos, el ojito derecho del viejo. Aquel año el abuelo le regaló su reloj. Esta vez se saltó la tradición: ese reloj había pasado durante años de padre a hijo, y él que era el menor de sus nietos fue el agraciado. Nadie puso objeción alguna, el reloj era de Lukas.
Su alegría fue enorme, tanto como el miedo que le asaltó más tarde, las dudas acerca de la acción tan inesperada del abuelo. Al día siguiente éste no amaneció, lo encontraron muerto en su cama, plácidamente, con una sonrisa dibujada en su boca.

La Torre Apple cayó entera, en segundos y entera. Las sirenas, los gritos, no cesaban. Lukas y Sonia creían estar muertos, debían de estarlo… Se miraban pero no se veían. Era como jugar en el desván de la casa de los abuelos. Enfocabas los ojos pero apenas podías ver tu propia silueta. Lukas recuerda, el reloj encerrado en su puño, intentando asir la mano de Sonia y él… él recordando viejos juegos en el desván…

De pronto se le ocurre llamar a Sonia. Grita pero su voz no se oye, lo único que le une a la realidad es el reloj atrapado en su mano.

Cuando el abuelo murió, él, Lukas, casi se olvidó de vivir. Se pasaba el día encerrado, comiendo chocolate, escuchando el Bolero de Ravel, la música favorita del abuelo y dando cuerda al reloj: tic-tac, tic-tac y cuerda, más cuerda… Tenía veinte años, y el mundo, su mundo se había desplomado, como ahora.

Cuando decidió salir de su encierro, su familia estaba esperando, con cara de angustia, con labios cerrados y ojos llorosos. Él salió, los besó uno a uno y dijo que no lo buscaran, que tenía que encontrar su propia vida lejos de allí. Sólo llevaba una mochila al hombro. Desde aquel día han pasado casi tres años. Tres años en los que nada ha sido fácil, pero ha sobrevivido a la tristeza, lo más importante.

Franz y Lizi dormían en la habitación de al lado, sus voces venían de allí. Los gritos desesperados de sus amigos le hicieron despertar, volver a esa oscuridad en la que habían quedado sumidos Sonia y él. Sonia, no podía coger la mano de Sonia, ¿dónde estaba? Y entonces sí, entonces su voz se oyó como un trueno en medio del desconcierto.

Inesperadamente, el reloj sonó, tic-tac, tic-tac… Sonrió. ¡Vivo, estaba vivo! Nunca había agradecido tanto el sentirse vivo. Había sido el abuelo, seguro, el abuelo lo había rescatado. Ahora tenía que salir de allí, encontrar a Sonia, reunirse con Franz y Lizi y salir.

El derrumbe de la Torre provocó una reacción en dominó en los edificios contiguos, la mayoría edificios abandonados y pabellones industriales. La tragedia era dantesca, las imágenes en las noticias de los informativos daban fe de ello. Los equipos de rescate de la ciudad acudieron en los minutos siguientes, pero mientras tanto, fueron los propios trabajadores que resultaron ilesos en el accidente quienes se ocuparon, a la desesperada, de remover cascotes y amasijos de hierros, gritando los nombres de sus compañeros desaparecidos.

Lukas estaba atento a todo, a todos los ruidos, a cualquier sonido por pequeño e imperceptible que fuera. Sonia no aparecía, su desesperación iba en aumento. Trató de mantener la calma en medio del desconcierto, de la oscuridad y el miedo. Le pareció oír unos gemidos cansados, lejanos… “¡Sonia, Sonia!” gritó hasta quedarse afónico. Silencio. Volvió a gritar, a llamar a su amiga. Calló y agudizó el oído. Logró abstraerse del ruido infernal del exterior. Y al fin pudo orientarse, el sonido, casi imperceptible de los gemidos venía de su derecha. Avanzó con sumo cuidado, despacio, palpando cada centímetro que le rodeaba. Seguía llamando, gritando el nombre de Sonia desesperado… hasta que los gemidos se hicieron cada vez más claros.

¡Al fin, al fin encontró la mano de Sonia! La agarró, la besó, pero enseguida se dio cuenta de que estaba sepultada casi por completo. Sonia gemía, no podía hablar, estaba malherida. Lloraba, sus gemidos eran llantos ahogados. Lukas intentó calmarla, le dio su reloj para que lo apretara entre la mano, para que no se sintiera sola, y trató de buscar un agujero por algún lado por donde entrara algo de luz.

Las voces de Franz y Lizi se oían más cercanas. Establecieron comunicación y enseguida trataron de abrir un hueco entre las dos estancias. No fue difícil pues la onda de la explosión había debilitado la estructura del ya deteriorado edificio que habían escogido para vivir. Ahora sonaba el Bolero de Ravel acompañado de las sirenas de la calle, y el tic-tac del reloj se hacía eco de todo aquel drama: tic-tac, tic-tac, tic-tac…

La familia de Lukas llevaba casi tres años sin saber nada exacto acerca de él. Pero tenían sospechas de que no andaba lejos de la ciudad, sabían que alguien lo había visto limpiando coches en una gasolinera del extrarradio… Les pareció haberlo visto en las imágenes de alguna manifestación antiglobalización…Todos imaginaban su vida, nadie se equivocaba.

Cuando dieron la noticia del derrumbe de la Torre Apple en la que iba ser la nueva zona financiera e industrial de la ciudad, todos pensaron en Lukas. Sabían que llevaba una vida sin reglas, de ocupa… sabían que en esos edificios colindantes a la Torre vivían jóvenes contestatarios. Lukas tenía que estar allí.

La empresa donde trabajaba el padre de Lukas como ingeniero era una de las adjudicatarias de la Torre Appel, así que la información llegó enseguida a la casa. Confirmaron que junto a la Torre habían caído seis edificios abandonados, alguno se mantenía todavía en pie. Tal vez…

Una débil claridad chocó con los ojos de Lukas. Siguió apartando cascotes y poco a poco el agujero fue haciéndose mayor. “¡Franz, Franz!” Los dos amigos pudieron tocarse las manos y siguieron juntos en la labor de abrir una comunicación entre ambos.

Cuando el agujero fue lo suficientemente grande para que la luz entrara, tímida, pero clara… el panorama que apareció ante sus ojos fue realmente devastador: la mano de Sonia agarrando el reloj del abuelo sobresalía entre un montón de escombros, y hacia allí se dirigieron. Lizi lloraba asomando la cabeza entre la “ventana” abierta. Cuando consiguieron separar gran parte de los ladrillos caídos sobre Sonia, Lukas la abrazó y todos lloraron. Entre Franz y él consiguieron llevarla hasta el otro lado, donde esperaba Lizi. Ahora tenían que salir de allí, y con Sonia malherida no era fácil.

Todo fue muy rápido. Los ruidos no cesaban, las sirenas eran ensordecedoras, el miedo lo envolvía todo y el corazón latía, latía y latía… Por pura intuición adivinaron dónde podía estar el hueco de las escaleras, pero la perspectiva no era nada halagüeña, faltaban multitud de escalones. Lo bueno era que ellos estaban en una primera planta, así que lo intentaron. Lukas ató a Sonia a su espalda, y con la ayuda de Franz fueron bajando casi pegados a lo que quedaba de pared. Lizi los seguía de cerca, cantando, era su forma de espantar al miedo.

Desde la calle, o lo que quedaba de ella, llegaba un rumor de máquinas excavadoras. Alguien gritó: “¡Parad, parad, se oye algo, alguien…!” Sí, lo que habían oído era el golpe que dio Franz en la puerta de salida, atrancada y encasquetada entre los muros derrumbados. ¡Estaban salvados!

Cuando salieron, cegados por la luz, sucios, desarrapados, con rasguños y con Sonia semiinconsciente, rompieron a llorar y se abrazaron. Los sacaron de allí y los llevaron a una de tantas ambulancias medicalizadas que había en los alrededores. Afortunadamente las heridas de Sonia eran menos aparatosas de lo que parecía, la evacuaron a un Hospital y en unos días se pondría bien.

Lukas tenía de nuevo el reloj del abuelo entre su mano, en el bolsillo del pantalón le quedaba una chocolatina de “Big Dark”, la mordisqueó mirando absorto el panorama ante sus ojos. El Bolero de Ravel del abuelo se levantaba entre toda esa masa amorfa y desoladora, y entre la multitud de cascos amarillos y blancos… dos avanzaban directos, corriendo hacia él, llamándolo: “¡Lukas, Lukas!” Y Lukas quedó aprisionado entre las lágrimas, las risas y los abrazos de su padre y de Herman, su hermano mayor. 

— ¡Mira papá, el reloj del abuelo, él me ha salvado!

— ¡Sí, hijo, él te ha salvado!

Desde allá arriba el viejo Martín sonreía y con un codazo y un guiño le dijo a su amigo:
— ¿Lo ves Maurice? Ya te lo dije, este chico promete.
— Sí, ya lo veo, al menos sabe apreciar la buena música…


Foto y Texto: Edurne (Relato ya publicado en esta Orilla el 4 de agosto de 2008)