domingo, 31 de julio de 2016

CARTAS A RICARDO (y III) (Replay)



 Hola, Ricardo:

Ha pasado mucho tiempo desde que volví a Argentina. Huyendo, sí, ahora puedo decirlo: huyendo de ti, de mí, de Marta y de mi madre. Huyendo de esa nube espesa de amor, pena, culpa, rencor, traición… Sé que hice lo correcto, de lo contrario habría muerto de angustia, engullida en esa espiral que habíais creado y en la que me dejé mecer durante tantos años. Haberme quedado nos habría traído más problemas.

¿Eres consciente, Ricardo? ¿Eres consciente de que las vidas de tres mujeres dependen de ti? Creo que no, aunque a veces te veo como un auténtico depredador, frío y cruel. Te odio, Ricardo. En mí se conjugan muchos sentimientos y uno de ellos, tal vez el más importante, es el odio. Has destruido tres vidas, si no contamos la tuya, que también lo está, pero tres son las que me importan: la mía, la de mi madre y la de Marta.

Marta, mi madre y yo. Tres mujeres enamoradas de ti hasta los tuétanos. Tres mujeres unidas por lazos de sangre. Tres mujeres de diferente edad. Tres mujeres que estoy segura, para ti formaban el ideal de una sola. Por eso tal vez, y a tu manera, nos has querido a las tres, aunque nos hayas utilizado, manejado, jugado con nosotras...
Marta, sabedora de la historia que tenías con mi madre, se volcó en mí como forma de derramar todo ese amor que sentía por vosotros. Y después aprendió a quererse a ella misma. Gracias a ella tomé la decisión de dejaros y regresar a Argentina.

Mi madre, sospechando que Marta sabía y que yo también había sucumbido a ti, quiso disuadirme. Me prometió dejarte para alejarme del peligro, incluso me propuso volver aquí juntas… Pero no, tú eras más fuerte que todo, más fuerte que cualquier otro amor, incluso del materno y prefirió arder en las llamas de un amor prohibido y que estaba abocado a no llegar a buen puerto. No le importó sacrificarme a mí también. Estaba enferma de amor. Y sabía que más tarde o más temprano también lo estaría de verdad, la enfermedad hereditaria estaba asomando, tal vez Marta y yo misma la heredemos, y entonces tú serás el único testigo de nuestra verdad. Ahora ya no hay remedio, el final es inminente.

Cuando te conocí, mi corazón de niña sufrió su primer envite. Intenté desterrarte de mis sueños sin demasiado éxito. Mientras, Marta me acogió como si de una hermana mayor se tratase. Mi madre necesitaba mucho cariño, apoyo… ¡Y lo tuvo, ya lo creo que lo tuvo! Tu ayuda fue primordial para poder liquidar todo el asunto de la herencia de mi padre e instalarnos definitivamente. También que nos tomaras bajo tu tutela directa nos dio seguridad. Mi madre volvió a sonreír, parecía otra, no, parecía la que había sido, solo que más viva. Yo no veía más allá de mis propios deseos y viví esos primeros años angustiada por un sentimiento de culpabilidad que me hizo ser una adolescente taciturna y encerrada en mí y mis propias fantasías. Pasaste a formar parte de nuestras vidas como el aire que necesitábamos para respirar. Nos eras totalmente imprescindible. Si no era con Marta, eras tú solo el que nos visitaba, y nuestra casa, esa vieja casa de la abuela que tanto miedo me daba, se volvió luminosa de pronto. Tu presencia la iluminaba, tu risa… Pero cuando no estabas, mi madre irradiaba esa luz que yo no sabía explicarme de dónde le nacía, y la casa quedaba esperando tu vuelta, lo mismo que nuestros corazones. Siempre había un pretexto para que os dejarais caer por allí, y si no era así, nosotras lo inventábamos. Cada día lo vivía como un castigo, tú no podrías ser mío nunca. Al principio no supe ver la realidad. Hasta aquel día…

Habían pasado cinco años de nuestra vuelta, para entonces yo llevaba escondida en mi corazón la pena de un amor que nunca sería correspondido y la certeza de una traición. Demasiado sufrimiento para una joven como yo. No sé qué ocurrió entre vosotros aquel maldito mes de enero, entre mi madre y tú. Solo recuerdo que ella casi se vuelve loca, estaba fuera de su cuerpo y de su mente, era como un alma errante en un mundo extraño, apenas una sombra de lo que era. Recuerdo a Marta cada vez más delgada, más cómplice de su propia pena, sonriendo sin creérselo. Y te recuerdo a ti aquel día, sentado en el sofá de nuestro salón esperando a que mi madre, recluida en su habitación, te mirara, quisiera verte y hablarte. Recuerdo tu cabeza aprisionada entre tus manos, el pelo alborotado y tu sonrisa forzada. De pronto levantaste la mirada que mantenías clavada en los dibujos de la alfombra y me viste. Yo acababa de llegar de la universidad y estaba parada en la puerta, muda, atrapada en aquella atmósfera irreal. Hacía un frío terrible, la casa estaba helada, como yo, por dentro y por fuera. Me miraste y me viste. Te levantaste, caminaste despacio hacia mí, apartaste el pelo de mi cara, cogiste mis libros, mi bolso, lo dejaste todo encima de la consola y… ¡me besaste! Creí morir. Hoy sé que no era a mí a quien besabas, sino a mi madre.

Y sí, fue una muerte lenta que duró  hasta que me deshice de tus garras de crápula. Has chupado mis ilusiones, mi juventud, mi inocencia y me has regalado sueños oscuros y futuros sin horizonte. Necesitabas sangre joven para renovar tu pacto con el diablo. Tu encanto salió a flote de nuevo y todo siguió igual que siempre. Tu mujer intuyó lo que estaba pasando, y mi madre solo supo que estaba enamorada de ti. Nunca supieron que mi enfermedad era más grave de lo que parecía y que me estaba desahuciando.

No sé si para ti todo esto ha sido un juego nada más. Quizá solo te has dejado querer, pero nos has arrastrado como la marea arrastra todo lo que se pone en su camino aun a sabiendas del daño que nos estaba causando a todos esta relación. Nos  convertimos en tres inocentes moscas atrapadas en la tela que habías tejido tan sutilmente.

Me he decidido a escribir esta carta porque ya ha pasado el tiempo suficiente, porque mi madre va a morir de un momento a otro y porque en pocos días tendré que enfrentarte. Prefiero que sepas todo el dolor que me ha causado quererte, aunque tú pensabas que era el capricho de una niña mimada que necesitaba la figura de un padre… No, la figura paterna es la que siempre ha sido, la de Guido, mi maravilloso padre. Nunca he necesitado sustituirlo, pero sí he necesitado un hombre como tú. Lástima que llegara la última al reparto de tus sonrisas, de tu cariño… Yo necesitaba AMOR y PASIÓN con mayúsculas y eso ya lo habías regalado antes. AMOR a Marta, porque estoy segura de que en el fondo todavía la amas. Y PASIÓN a mi madre, que te envolvió con la suya, totalmente desagarrada por la vida, con su vitalidad . ¿Y para mí? Para mí quedaba el cariño de un hermano mayor, de un padre sustituto, de…

Ahora estoy tranquila. Mi conciencia está en paz. Con mi madre pienso enterrar mi pasado, y pienso enterrarte a ti. Cuando nos veamos no intentes ningún acercamiento, Ricardo, ahora soy una mujer nueva y fuerte. Solucionaré mis cosas y volveré aquí, donde he encontrado mi sitio. Solo deseo que tanto Marta como tú encontréis la paz.
                                                       
Liliana


Texto: Edurne  Imagen: Internet. Entrada ya publicada en esta Orilla el 26 de enero de 2013. Leer antes las entradas previas CARTAS A RICARDO (I) y (II). Comentarios hechos en su momento a esta entrada aquí.

CARTAS A RICARDO (II) (Replay)




Querido mío:

Cuando leas esta carta, mi salud estará bastante deteriorada, tanto como para hacer imposible que pueda pensar y razonar con claridad;  mucho menos redactar tres líneas con un mínimo de lógica.

Mi enfermedad, la misma a causa de la que murieron tanto mi abuela y mi madre como mi hermana, se ha manifestado por fin cruel y egoísta después de haberse mantenido agazapada y cobarde desde el mismo día de mi concepción. 

Te he querido muchísimo, demasiado. Te he querido con frenesí, con miedo, con culpa, con el último aliento, con cada poro de mi piel y cada sentimiento de mi corazón. Muchas veces ni siquiera me he podido mirar al espejo del asco que me daba ver mi imagen reflejada en él, y recordar lo que le estaba haciendo a Marta, a mi propia sobrina… Pero, Ricardo, tú has sido más fuerte que todo y me has arrastrado  tras tu sonrisa, tus ojos, tu piel, tu boca… Has sabido ver en mí esa mujer que aún era, y soy. Me has regalado a mí misma, la Andrea olvidada, dormida...

Con Guido fui muy feliz y nos quisimos mucho. Quedé destrozada cuando él murió, por eso decidí volver a casa, con mi gente, no soportaba estar allí entre extraños que no me entendían… Y aquí estabais. Reencontrarme con Marta fue como volver a mi infancia, mi adolescencia, a los brazos de mi madre… ¡Quién podía sospechar el peligro que nos acechaba!

No me arrepiento de nada, Ricardo, de nada. También sé que hemos sido temerarios, injustos… Marta ha sufrido mucho hasta que decidió quererse a ella y dejar que nosotros siguiéramos nuestro camino. En el fondo ha sido la más sabia de los tres, bueno, de los cuatro, sí, porque en este juego también entra Liliana. ¡Pobre hija mía!, quien tampoco pudo resistirse a ti. Sé que se enamoró perdidamente, como solo se enamora una adolescente. Sé de su sufrimiento durante estos años, y yo no he podido hacer nada por evitarlo. Por eso se ha marchado. Ella nos adora a los tres y sería incapaz de hacernos daño alguno. Ha preferido quitarse de en medio y poner todo un océano entre nosotros. ¡Pero cómo la necesito, Ricardo…!

¿Qué tienes Ricardo, qué tienes que anulas nuestras voluntades y consigues que corramos tras de ti sin importarnos nada más? Acaso sea ese halo de niño desvalido y eterno, o ese toque de “enfant terrible” que arrastras desde que de verdad eras un niño y que a las mujeres tanto nos gusta. De esta forma podemos ser mujeres, madres, amantes, amigas, confidentes… Podemos ser la buena, la víctima, la mala, ejercer nuestra dualidad sin cortapisas. O tal vez sea ese saber hacer y actuar en cada momento. Con Marta, atento y generoso. Conmigo pasional y tierno a la vez. Con mi hija paternal, cariñoso… No lo sé, Ricardo, no lo sé, pero eres droga dura.

Ricardo Castro, un hombre atractivo,  profesional de éxito probado, casado con una bellísima y brillante mujer, Marta Gallastegui. Ricardo Castro lo tiene todo, sí, aparentemente, lo tiene todo: una carrera y una posición social solvente y de éxito, una mujer que le apoya en todo, una amante solícita… Solo nosotros sabemos que no es así, que no tienes nada, que no tenemos nada.

Sé lo que me espera. Solo deseo que sea rápido, no sufrir como sufrió mi madre ni haceros sufrir a vosotros. Recuerdo la agonía de mi madre y lo que pasó mi pobre hermana. Estoy asustada, no lo voy a negar, tengo mucho miedo. Pero también sé que Marta estará a mi lado. ¿Y tú, Ricardo? ¿Vas a dejar tus miedos fuera y vas a asumir la verdad de nuestros amores de una vez por todas, pase lo que pase? Espero que lo hagas, no por mí, sino por Marta, que es más inteligente de lo que piensas, por Liliana y por ti mismo.

Cuando estés leyendo estas letras, posiblemente yo ya no sea consciente ni de mí misma. Mi amiga Mercedes tiene el encargo expreso de hacerte llegar esta carta cuando ese momento llegue. Lo siento, Ricardo.

Recuérdame vital y apasionada, enamorada de ti, antes, ahora y siempre…

                        Tuya hasta el final
                                       
                                                    Andrea


P.D: Busca a Liliana y tráela a casa. Cuida de ellas, de Marta y de mi hija. Ellas son mi     legado, mi herencia.


Imagen: Internet  Texto: Edurne.  Entrada ya publicada en esta Orilla el 24 de enero de 2013. Leer antes la entrada previa CARTAS A RICARDO (I). Comentarios hechos en su momento a esta entrada aquí.

CARTAS A RICARDO (I) (Replay)

                  


                                                 Ricardo:
                                                                 
No creas que para mí es fácil escribir esta carta. De hecho, todavía no sé muy bien todo lo que quiero decirte, ni cómo decírtelo.

Hace mucho que tú y yo ya no hablamos, no al menos como lo hacíamos en los primeros años de nuestro matrimonio. Sé que todo eso es normal, pero nuestra situación excede esa normalidad. Intuyo que sigues conmigo por mera rutina, ya que desbaratar toda una vida  a estas alturas es un verdadero lío. Sí, lo sé, pero a veces pienso que nuestra cobardía nos ha ido encerrando cada vez más y más en nuestra propia cárcel. Llegados a este punto, lo mejor es decirnos las verdades, descorrer las cortinas y dejar que entre la luz de la realidad para poder ver el camino sin miedo. Liberarnos de tanto tapujo, de tanta mentira… ¿No crees?

Andrea. Sí, ya hace un tiempo que sé que Andrea y tú habéis sido amantes desde que ella llegó de Argentina al quedarse viuda. ¡Y ya han pasado casi catorce años desde entonces!

Tranquilo, no, no voy a hacer de esta carta un manifiesto de reproches ni voy a mostrarte mi orgullo herido. Hace tiempo que ya no me quedan reproches ni orgullo. Aunque las heridas sí estén en lo más hondo de mi ser, porque no dudes de que me sentí tremendamente herida y humillada durante muchos años, pero ahora… Ahora he asumido todo ese dolor, y por eso puedo escribirte.

Andrea. Mi propia tía y mi marido me traicionan sin ningún pudor; porque así ha sido, Ricardo, no habéis tenido ningún pudor, ni un ápice de vergüenza. Es más, casi me atrevería a decir que lo habéis aireado todo lo posible. No sé si queríais ser pillados, si os producía un cierto morbo o más cotas de placer…

Cuando asumí vuestro engaño y cambié mi propio papel en nuestra relación de pareja y en la mía como sobrina, decidí que lo primero era YO. Y ahí iba a salir ganando. La clandestinidad agota, querido Ricardo, ¿o no? Vuestra historia ha ido subiendo y bajando como los valores que se cotizan en Bolsa, igual que una montaña rusa, y ahora lleva un tiempo en el mercado de las horas bajas… También he sabido que Andrea te ha dado un ultimátum en más de una ocasión, porque estaba cansada de esta historia, y en estos momentos en que la enfermedad la tiene prisionera no tiene fuerzas para reclamarte absolutamente nada.
Tal vez sea por eso por lo que te escribo esta carta, no lo sé…

Mi relación con ella siempre fue muy especial. La disfruté como a una hermana mayor cuando yo era una mocosa. Quedé desolada cuando se casó con Guido, el tío Guido, un hombre fascinante a quien no tuviste la suerte de conocer. Enseguida me percaté de que ambas habíamos ganado: Guido resultó ser el complemento ideal de Andrea y para mí un tío maravilloso. Cuando marcharon a Argentina, creí que los había perdido para siempre. Sufrí mucho cuando el tío Guido murió en aquel trágico accidente, también sufrió mucho Andrea, por eso me volqué tanto en ella cuando decidió regresar con nosotros, su familia. Además, traía un pequeño regalo, traía a Liliana, que a sus quince años era tan hermosa como lo era su madre. Y pensé que se repetía la historia: yo asumía el papel que Andrea jugó conmigo y Liliana era como la adolescente que yo había sido.

¡Ilusa de mí! Tan contenta estaba desempeñando el papel de hermana mayor con aquella niña, mi joven primita, que descuidé mi propia casa y dejé que Andrea se apoderara de lo que más quería, tú.

Al principio no fui consciente de nada. Más adelante pensé que eran figuraciones mías, al fin y al cabo éramos familia y el cariño es moneda de cambio entre los de la misma sangre… Más tarde, lo que era evidente pasó a disipar la niebla de mi inocencia.

Eres un hombre especial, Ricardo, no conozco a nadie que no se haya resistido a tus encantos; es inevitable caer rendido ante tus atenciones, tu naturalidad, tu delicadeza, tus muestras de interés y cariño… Has sabido darnos a cada una lo que necesitábamos en el momento exacto. ¡Andrea no iba a ser menos, máxime la situación en la que se encontraba! Y tú, tú eres débil, te dejas querer. En el fondo eres como un niño al que le excita el riesgo, lo prohibido, desafiar la norma, jugar con el concepto del bien y el mal.

Ahora creo que dejabais pistas a propósito, tal vez porque queríais ser pillados y la situación os ahogaba. Pero yo me hacía la loca, no sabía cómo haceros frente, ¡os quería tanto a los dos que no me interesaba aceptar lo que estaba tan claro! Prefería esconderme en el desván de la ignorancia protegida por mi abrigo de cobarde, por el miedo a perderos, por la vergüenza y la pena que todo ello me producía.

Sé que la gente, la familia y las amistades hablaban a mis espaldas y me compadecían, pero tal vez también os compadecían a vosotros pues os creían presos de una pasión irrefrenable, no lo sé…

Andrea es como mi segunda madre. Ahora casi me alegro de que la mía no esté viva, habría sufrido muchísimo con esta situación; lista como era, lo habría sabido desde el principio y no lo habría consentido.

Has sido un cobarde, Ricardo, más cobarde que yo, y no has sido leal con tus propios sentimientos –tanto que me querías– y tus convicciones. No me vale la excusa de no querer herirme. Me herías constantemente, pero a la vez herías a la propia Andrea. Dejaste que se hiciera ilusiones sin haberle prometido absolutamente nada y sin que ella te lo pidiera, alargaste su agonía durante catorce años… También te herías a ti mismo, y eso sin contar a la pobre Liliana…

Andrea está muy enferma y ahora te necesita de verdad. Yo no puedo abandonarla. No puedo ni quiero abandonarla. Sé cómo es esta maldita enfermedad, tal vez dentro de unos años yo también la padezca, o Liliana… es el sino de las mujeres de nuestra familia.

Andrea siempre me ha querido. Sé de su sufrimiento y que ha sido víctima de ella misma, de su forma tan intensa de vivir la vida, con ese amor que se le escapa por todas partes, con esa pasión que pone en todo lo que hace...

Liliana no está; y desde que decidió regresar a Argentina tanto Andrea como yo, cada una a su modo, echandola emn falta por distintas razones, nos hemos sentido muy solas, ahora solo nos tenemos la una a la otra. Andrea nos necesita, a ti y a mí. Por eso te escribo esta carta, Ricardo, necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos para poder ayudarla y que ella sepa que no está sola, que nosotros la queremos.

Espero que no nos defraudes, Ricardo. Yo hace mucho que os perdoné, que te perdoné, que nos perdoné…

                                                                              Marta

Imagen: Internet  Texto: Edurne. Texto ya publicado en esta Orilla el 22 de enero de 2013. Son tres cartas que publicaré a lo largo de hoy domingo 31 de agosto de 2016. Comentarios hechos en su momento a esta entrada aquí.



viernes, 22 de julio de 2016

HOY



Hoy subes un peldaño más
en tu escalera particular,
la que llevas hecha de amor y paciencia,
de lluvia y mar.
Hoy,
también hoy,
tu mano en  la mía,
madre mía.
Hoy,
también hoy,
tus pasos caminan
junto a los míos.
Andarás bajo las estrellas y
el sol abrasador,
entre bosques y
playas de fresca arena
al atardecer…
No importa  cuál sea tu camino,
porque siempre
conmigo estarás,
en mi mirada,
en mis manos y mi sonrisa,
en lo más profundo de mi ser.
Hoy subes un peldaño más,
hoy,
también hoy,
sigues siendo mi escudo y
mi fortaleza,
el refugio de mis penas,
la calma de mis temores de niña.
Hoy,
cumples un año más de sabiduría.


Zorionak, amatxu maitia!

Foto 1: Un amable y anónimo viandante. Foto 2 y Texto: Edurne. Hoy, 22 de julio, mi amatxu cumple 83 años. La quiero con locura.


sábado, 16 de julio de 2016

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro LXV) "Del Bosco al Botxo pasando por Cáceres".


Corría el primero de julio de este año en el que el calor nos tiene muertos a todos, y veinticuatro horas después de haber finiquitado este curso que ya me estaba ahogando, cuando montaba yo con mi maleta en el bus de ALSA camino de la meseta. Meseta dorada y parda que me acoge como siempre, con sonrisas de medio lado y alegría entre la tierra reseca. Quince días. Ya fui, y ya volví.





Mi tiempo de asueto es también raro, rápido y esporádico, como todo en mi vida, y por eso trato de exprimirlo al máximo, de quedarme con el jugo de los mejores momentos, de guardar  los pequeños instantes en los que casi podemos decir: “ahora soy feliz”…

Hay algo dentro de mí que me tiene agarradas las entrañas, algo que me impide fluir como yo soy de verdad. Estoy en crisis, está claro, y la manejo lo mejor que sé y que puedo, o que me dejan las circunstancias. Pero no soy yo de las que tiran la toalla cuando vienen mal dadas, ¡para nada!

Escribo estas nuevas Crónicas del Foro sin haber lanzado una de Historias de La Ría previamente, pero, qué quieren, se me amontona todo y, a veces, ya no merece la pena volver atrás… estamos en tiempo de avanzar, de hacerle un guiño al futuro.




Avancemos pues, y si quieren, me acompañan en este paseíto.

De viernes a viernes, y tiro porque me toca. Parece poco, pero no, si se sabe estirar el tiempo, da para muuuucho. A mí me da, ya les digo yo que me da. Soy jardinera y hortelana frustrada, así que cuando puedo, ejerzo de tal. Esta vez ha habido una pequeña gran revolución en el jardín, así que estoy contenta, y espero que el proyecto siga adelante, cuajando, aunque sea poco a poco. En esos menesteres, nos demoramos el fin de semana.




Como yo tampoco soy de las que me desespero si no puedo hacer grandes viajes, porque mi capacidad de adaptación a todo es una suerte, pues con las pequeñas cosas, me conformo.

Una visita al Prado para ver la anunciadísima exposición de “El Bosco” en España, única y que no había que perderse… Pues sí, una va con mucha expectación y expectativa, y sí, pero… Tal vez la gente que te rodea por todas partes, como si fueras una ínsula, y que te impide ver a tus anchas cada cuadro, o el que tienes la sensación de que todo es tan parecido que casi se asemeja a un juego infantil donde hay que ver quién descubre más cosas raras… Pues eso, como les digo, le restó al final un poco de esa magia que esperaba encontrar. Estuvo bien, muy bien, no crean que no, y hay que verla, claro que sí. Además, les voy a confesar un secreto, algo que me produce un placer inocente: entrar en las pinacotecas públicas sin pagar, enseñando mi carné de profe. Me encanta, ¡jajajaja! Pues a lo dicho, si están en Madrid, si piensan pasar por allí o ahora les ha picado la curiosidad… Museo del Prado, hasta septiembre, el gran Bosco y su maravilloso y sorprendente mundo onírico. Hacer un análisis de su obra, nos llevaría mucho tiempo, y además, no somos expertos, tan solo amantes de la pintura, curiosos, espectadores entusiastas. El tipo era un visionario, un surrealista y … Pues fíjense sino ustedes en la afición que le tenía el monarca de las Españas más católicas, el llamado Felipe II, el dueño del Imperio donde nunca se ponía el sol. Por algo sería.

  





Y ya por ahí cerca, en La Caixa Forum, acaban de inaugurar una expo muy buena, pero que yo no pillé, espero hacerlo el mes que viene, “IMPRESIONISTAS Y MODERNOS”. Sí que vimos  otra, “EL PESO DE UN GESTO”, La mirada de Julião Sarmento a las colecciones Gulbenkian, MACBA y “la Caixa”. Ni fú ni fá, para mi gusto, sí que había alguna cosa rescatable, pero en general… Aunque ya saben que sobre gustos no hay nada escrito.





Nos dimos un paseo por Cáceres, ciudad que yo no conocía, de la que tanto había oído hablar y a la que estuvimos a puntito de ir hace dos años, con el hotel reservado y todo, pero que una incidencia familiar abortó la intentona… Esta vez sí, esta vez había que ir. Cáceres, ciudad de integración de culturas: judía, árabe y cristiana. Y ese pasado romano. Recuerden que la Emérita Augusta, Mérida, de los romanos de la antigua Hispania queda muy cerca. Fuimos a a la bella Cáceres. ¿Calor? Creo que hay que inventar otra palabra para expresar lo siguiente a calor, calorazo…





La ciudad me gustó, lo que pudimos ver, que básicamente se redujo a la zona antigua. La piedra, magnífica, el color, el efecto, la estructura… pero todo rodeado de silencio. En el Casco Antiguo de Cáceres no hay comercios, no hay ese bullicio propio de otros Cascos Antiguos. Iglesias, museos, palacetes… Nosotros sacamos fotos como posesos.

Después de dar bastantes vueltas para poder llegar al hotel y luego dejar el coche en un parking más o menos próximo, a primera hora de la tarde, comíamos en una terraza de la Plaza Mayor, o de Sta. María, al abrigo de la canícula, bien protegidos por toldos y sombrillas. Lo que pedimos para comer, buenísimo, y el servicio, estupendo también. El camarero que se hizo cargo de nosotros, en una de éstas, se lanzó y nos preguntó que a ver si no eramos del Norte por casualidad, porque venía observando desde que nos sentamos que el habla no era de por allí,  y que como él era de Donosti... ¡Jajajaja! ¡Bingo! La del norte era yo, la que más hablaba, claro. Estuvo bien la anécdota, porque se ve que el hombre estaba deseando contarle su historia a alguien de sus orillas cantábricas. Catorce años llevaba ya por tierras extremeñas, que hasta los hijos le habían nacido en aquel Cáceres abrasador, y que el calor se le había integrado ya en el código genético... de eso y más charlamos un rato y ya de paso pudimos recabar información de los alrededores.

A la noche, y después de una magnífica cena en el hotel-palacete en el que nos alojamos, viendo cómo los cielos se abrían y lanzaban todo tipo de aparato eléctrico (léase truenos, rayos y centellas...), al escampar, nos dimos un reconfortante paseo nocturno para volver y dormir como unos benditos.




Estuvo bien la escapada, y ya les digo, yo me conformo. De camino, parada en Trujillo, tierra de conquistadores que dicen. Visita muy rápida.  En la plaza, la estatua de un Francisco Pizarro ecuestre y arrogante, lo llena casi todo. Coches y autobuses rodean el espacio sin parar, lo que hace que el disfrute sea un poco a la carrera. En un giro de 360º, se percata uno de que el color de la tierra está grabado en la piedra de sus casas y sus iglesias. sol y calor, carácter rudo, recio y de aguante. La pena el poco tiempo... 


Y de vuelta a Madrid, actividades varias, unas inaplazables y otras de ocio propiamente dicho.

Un cine. No tuvimos tiempo para el teatro, había que estar un poco más espabilados. A la próxima. Y el cine en verano… Vimos “EL CAPITÁN KOBLIC” de Darín, que me gusta, pero es que ya está hasta en la sopa, e Inma Cuesta haciendo de argentina… Correcta pero me percaté de que no había feeling entre los dos protagonistas, ese historia de amor no se la creían ni ellos, no saltaban chispas ni nada. Nunca he visto tan claro algo así. No la hicieron creíble. Una lástima.



Madrid. Madrid es mi segunda ciudad, mi ciudad de acogida, eso ya lo saben ustedes, mi corazón tiene echadas sus buenas raíces allí. Y yo siento que la ciudad y yo hacemos buenas migas, la quiero y me quiere. Como todo el entorno en el que yo me muevo y que forma parte de mi vida, de lo que yo soy. 



Por eso, tal vez, a la vuelta, el viernes pasado, al poco de salir de la estación, y salvando un pequeño y primer atasco, el bus hizo cataplaf en plena autovía. Seguro que no quería que me marchara, ¡jajajaja! Fue toda una odisea, con remolque y escolta por una pareja de motoristas de la Benemérita hasta un área de servicio casi en el punto de partida, cambio de bus y llegada a Bilbao dos horas y pico más tarde de lo previsto. Ya era el día siguiente cuando entraba yo en mi casa de Bilbao con todo el calorazo del día, del viaje, del agobio… En mis más de 300 viajes en los últimos años, es la primera vez que el autobús se estropea. Dentro de lo malo, hubo suerte.




Leer. Lectora empedernida y compulsiva, pero que disfruta lo que lee, que no es que no me entere por muy rápido que lea…

Aquí les traigo unos titulillos que han caído en estos días. Tengo acumulados libros y libros, atasco en todas las partes donde puedo aposentar mis pequeños tesoros… A ver si me voy organizando poco a poco.



·    QUE ES UN SOPLO LA VIDA” el último libro colectivo de mi Taller, Taller de Escritura CreativaAlfa. Ya hay muchas personas que lo tienen en su poder, y que espero que hayan disfrutado de su lectura. Pinchando AQUÍ, pueden leer el libro.




·     LAS GRANDES MUJERES” de la gran Alfonsina Storni. Este libro me ha emocionado, me he identificado totalmente con sus versos, sus vivencias… Además la edición es de Nørdicalibros. ¿Qué decir? Dejarse llevar por su poesía llena de sentimientos, nada más.

·     LOS CRISANTEMOS” de John Steinbeck, también un ilustrado de Nørdicalibros. Una deliciosa historia situada en esa parte de América que nos lleva a una zona de depresión, de tiempos de supervivencia… Merece la pena leerlo.

·        LA HABITACIÓN DE NOA” de Cristina Fernández Cubas, de Tusquets,  libro que ya traje a esta Orilla cuando lo compré, pero que ha estado viajando conmigo meseta arriba, meseta abajo, y no terminaba de leerlo. ¡Por fin! Y he de decir que con muy buen gusto. Altamente recomendable.

·         IMPRESIONES DE PASO”, de Santiago A. López Navia, de Ediciones La Discreta. Un poemario que te acerca a lo cotidiano con muy buen hacer. No conocía yo al autor, ahora ya lo tengo apuntado.




·   HISTORIA DE UN PERRO LLAMADO LEAL” del chileno  Luis Sepúlveda, también en Tusquets. Una tierna historia de un pastor alemán y un niño mapuche. Merece mucho la pena porque habla de la amistad, del amor, de la lealtad, de las raíces y la unión con la tierra… Sepúlveda reivindica aquí muchas cosas, entre ellas, su identidad mapuche, sus ancestros, algo de lo que siempre hay que sentirse orgullosos, de lo que somos y de dónde venimos.




·      LA TIERRA QUE PISAMOS” de Jesús Carrasco, en Seix Barral. Así como la primera novela de Carrasco, INTEMPERIE, me encantó y la leí en un suspiro, esta otra… no he podido terminarla, he llegado a más de la mitad, pero he tenido que aparcarla para otro momento en el que tenga mejor predisposición. Lo siento, no ha sido lo que yo esperaba. A veces ocurre, que después de un primer boom, la siguiente obra, se desploma. De todas formas, hay que leerla para poder comparar y comentar y…

Y así, casi sin querer, hemos llegado al final de estas Crónicas del Foro, las del inicio del verano, un verano que todavía no se sabe muy bien cómo pinta. Los distintos acontecimientos que nos sorprenden cada día, nos dejan con el alma tiritando, la rabia a flor de piel y la pena vagando desconsolada…



PAZ y CORDURA.

Un abrazo, amigos míos.



Fotos: Antonio y Edurne.  Cartel película: Internet. Folletos: de las exposiciones. Vídeo: Youtube. Libro Taller digitalizado: de la web del Taller. Texto: Edurne