lunes, 30 de abril de 2012

CAUCE RENOVADO



Veo las marcas que tu indiferencia
dejaron en el cauce de nuestro amor.
Marcas de color tristeza,
de olor a vino rancio y olvido.
Las miro sin pena,
con las manos de acariciar la esperanza
cerradas tras tu puerta.

Llevo la maleta de nuestros sueños abierta,
ahora son libres.
Salieron volando,
cual alegres mariposas
de efímera vida.
Los veo.
Trazan caminos en el cielo
de otras tierras.
Viajan ligeros, sin pesadumbres
que los ate a nuestras dudas,
sin volver la vista a un pasado
que los mantuvo presos.

Veo cómo fluye el agua de una nueva
corriente de vida,
y ya no me importan las noches en blanco
bajo el balcón de tu soberbia.
Ya no me importa el frío en los días grises
de nuestro pedregal en silencio.

Me he comprado una maleta nueva
y la he llenado de sueños pequeños,
de sueños que nada saben de promesas sin cumplir,
de hogueras sin fuego...

Marcho de viaje.
No me busques en nuestra vieja casa,
de ella tan solo quedan
rescoldos sin calor ni llama.

Foto y Texto: Edurne

martes, 24 de abril de 2012

EL PARAGUAS

Llovía. Marta salía de la oficina a su hora, como todos los días, a las siete menos veinte en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos.
Nada más poner el pie en la calle le sobrevino una lluvia pertinaz, gris y cerrada. Abrió el bolso, metió la mano y revolvió en su interior. Ella era de las precavidas, y siempre llevaba algo que la salvara de los imprevistos. En este caso, buscó y encontró un pequeño paraguas que al abrirlo desplegó un trocito de primavera bajo el que cobijarse.
A salvo ya de la lluvia, se dirigió hacia la derecha, diez pasos exactos, esta vez sorteando las baldosas rotas para evitar las molestas salpicaduras. Giró rodeando los escaparates de la farmacia del Licenciado Perezagua, y se paró en el semáforo. Siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno… Verde. Vía libre. Ya estaba entrando en el Puente de la Herrería e instintivamente su cabeza se puso a enumerar las distintas actividades que aún le quedaban por hacer hasta que se fuera a la cama.
Cuando se disponía a dar el paso veintitrés (los tenía contados, siempre eran ochenta y cinco), notó una presencia que caminaba a su lado. Detuvo la marcha bruscamente y volvió la cabeza a su izquierda. Se encontró con una sonrisa desconocida, y con unos ojos color miel que parecían querer abarcarla entera.
—Hola, ¿ocurre algo?—Dijo poniendo cara de pocos amigos.
—¡Hola! Perdona si te he asustado pero, no he podido evitar seguir a una de tus mariposas…
Marta miró su paraguas: flores y mariposas revoloteaban con estudiada simetría en la tela que le protegía del agua.
—¿Y?—Preguntó en el tono más seco y cortante que pudo encontrar entre todos los de su registro .
—Bueno, no sé, me he dicho que la dueña de semejante jardín tendría una sonrisa preciosa y que, posiblemente, me dejaría caminar a su lado bajo esta florida bóveda un ratito, al menos hasta cruzar el puente…
Ha perdido la cuenta. Los pasos… Eran ochenta y cinco, ¿pero cuántos llevaba? Este tipo extraño la había descolocado, y si algo odiaba Marta en este mundo, era que la hicieran salir de su camino. Todo estaba programado, medido…
—¿Hacia dónde vas, puedo acompañarte?—Preguntó el desconocido.
—¿Qué a dónde voy? ¡Al infierno! ¡Si te apetece puedes seguirme!
Y siguió caminando, sin mirar atrás y sin esperar la reacción del hombre. Veinticuatro, veinticinco, veintiséis… siguió contando mientras se acompañaba del rítmico taconeo de sus zapatos.
Las mariposas del paraguas salieron volando en dirección contraria, y las flores que adornaban su jardín de nylon, doblaron el tallo como en una ensayada reverencia.
La lluvia arreciaba cada vez más…


Foto, manipulación, paraguas y texto: Edurne

sábado, 21 de abril de 2012

DIRECCIÓN PROHIBIDA


Me duelen los puntos al final del pasillo del llanto.
No hay nada que calme ese dolor punzante y oscuro.
Intento seguir la dirección correcta:
girar a la derecha más adelante y torcer de nuevo
en la rotonda de las lágrimas aún húmedas…
Al final, he de volver sobre mis pasos,
dejar el suspiro en punto muerto
mientras cambio de marcha y acelero hasta
la siguiente salida.
Solo después de un largo viaje,
puedo decir que
he llegado a mi destino.

Pintura: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 18 de abril de 2012

HACIA EL INFINITO (Replay)




Patxi, el hijo del farmaceútico, languidecía.
Aquellas montañas le ahogaban, y el pueblo se le encogía. Miraba hacia el infinito mientras apoyaba su brazo perezosamente en el alféizar de la ventana de su habitación.
Suspiró. Hizo ademán de buscar algo en el bolsillo de su camisa, luego en el pantalón.
No perdía de vista las montañas. Las montañas no le perdían de vista a él... Giró sobre sí mismo. Al acercarse a la mesa de trabajo tropezó con algo. Era Luna, el hermoso ejemplar de Golden Retriever hembra que dormitaba apaciblemente sobre la alfombra. El rum rum del ordenador encendido era como una nana ronca y constante. Luna dormía.
Encontró lo que quería y volvió a la ventana.
Lenta, muy lentamente, y sin perder de vista ese horizonte omnipresente en todos los actos de su vida, sacó un cigarrillo, lo encendió y aspiró una larga bocanada... Miró la cajetilla, acarició el nombre con el pulgar: CAMEL...
El camello, o dromedario, o lo que quiera que fuese, le hizo viajar al desierto del Sahara por un instante.
Luna se revolvió entre sueños, abandonándose de nuevo a la sonrisa de la felicidad animal. Esa perra era el único ser vivo que le entendía... ¡si hasta le hablaba! Patxi hablaba con su perra, y ésta... ¡le contestaba!
Ser hijo del farmaceútico no era fácil asunto. Requería mucho de saber estar y no estar. Y cargar con semejante responsabilidad le hacía tener pensamientos envueltos en formol y respuestas impregnadas de vaselina.
Todos los días tenía necesidad de tomar una aspirina, por eso de la insoportable levedad del ser...
Del ser de ser el hijo del farmaceútico de aquel pueblo cerca de las montañas... impertérritas ellas, que de nada se enteraban.
Iba apurando su cigarrillo cuando, de un brusco salto, Luna se puso en pie, y mirándole con ojos inquisidores le preguntó que a ver en qué quedó el asunto del timbre.
¡El timbre! ¡Se había olvidado por completo! Ahora no era eso lo que le importaba.
Avanzó hacia Luna. El animal le miraba sin inmutarse, y volvió a preguntar.
Patxi sostenía con su mano izquierda la cajetilla de Camel. Con el pulgar acariciaba el nombre, el camello, el desierto...
- Mañana me voy- contestó.
- Pero, ¿y el timbre?- inquirió Luna.
- Marcho de viaje, solo. No te puedo llevar. Cuando vuelva, llamaré al timbre y sabrás que soy yo.
Se volvió hacia la ventana, miró a las montañas. El sol se ponía...

Foto: Aitor Texto: Edurne (entrada publicada en este blog el 29 de mayo de 2007)

domingo, 15 de abril de 2012

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XLIV)






















































Todo empieza y todo termina. Se me ha venido a la mente la canción, y por eso la he puesto para amenizar la lectura de esta entrada. Las vacaciones de Semana Santa terminan hoy. Mañana comienza un nuevo trimestre, diferente a los dos anteriores, pero no menos duro, es la recta final del curso. Siempre viene bien desconectar un poco de la escuela, así que de ahí la mención a “Capri, c’est fini”.


Este año he estado solamente cinco días en Madrid, justo los días de fiesta, y como aquí el lunes también era festivo, ese fue el día de mi retorno.


Madrid lluvioso se viste de gris y me recuerda más a mi Botxo. Pero también hizo mucho frío, bueno, eso creo que está siendo la tónica general en este mes y en todas partes, vamos, que no nos libramos nadie.


También hay otras opciones a mas de pasear, visitar museos, cafetines, jardines, librerías… también se puede quedar uno en casa, y simplemente descansar, disfrutar…


Callejear es una de mis aficiones favoritas. Pasar o pasear por sitios que te son más que familiares, no implica que debas obviarlos, muy al contrario, siempre descubres algo nuevo, aunque sea un tono diferente en la luz de ese momento concreto. Así pues, la Gran Vía, o la calle de Alcalá, por ejemplo, siempre atraen mi atención, ya sea mirando hacia arriba, hacia abajo, o en lontananza (no sé si he usado bien la preposición…). Y entonces una va y descubre, como por casualidad, y eso que ha pasado por allí muchas más veces, una plaquita en la que te dicen que en esa iglesia, San Esteban en la calle de Atocha, está enterrado Lope de Vega, ¡el mismísimo Lope de Vega! Y te asomas, y te fijas en unas lápidas de mármol en la pared donde, como si fueran hojas de un libro abierto, aparecen a nuestra vista una relación de bautismos, matrimonios y defunciones de personajes famosos… ¡Caramba! Y miras al cielo, y éste te sonríe. ¡Pues no está resultando nada mal el paseíto!


El sol anima, ¡ya lo creo que anima! Tanto, que hasta las hierbillas desmadradas le piden a una que les haga un arreglo más allá del clásico “solo las puntas”, y claro, el antes y el después de la floresta… se nota, y el suelo que lo agradece, como que respira mejor, los mirlos y demás pajarillos ven abierta la veda de la barra libre de gusanillos y ¡hala, allá que se lanzan como si llevaran meses hambrientos!


Últimamente no me alimento de mucho cine, pero había una película, que por lo mucho que se comentaba, tenía ganas de ver: “Intocable”. Sí, ya sé que la han comentado en muchos blogs, pero el tema me parecía atractivo, y necesitaba pasar un rato distendido, aunque en algunos momentos te entre un poco de congoja. Francesa, ya saben, a mí me gusta mucho el cine europeo, y el francés en concreto. Y aunque esta peli no sea de las de subtítulos, ni de arte y ensayo, o al menos de cinefax o cine club… me resultó muy agradable.

Visitar una exposición con gran convocatoria lleva lo suyo, o sea, que puede ocurrir que vayas un día y tengas que salir corriendo al ver las colas que te esperan… En nuestro caso, la exposición de Marc Chagall del Thyssen tenía dos posibilidades: una en el mismo museo, y la otra en la sala de la Fundación Caja Madrid de la Plaza de San Martín, donde está el Convento de Las Descalzas Reales, así que hay que ser listos y decidir con rapidez: hoy la pequeña y mañana, a otra hora más temprana, la grande. Y así fue, el resultado fue óptimo, tanto en tiempos de espera ambos días, como en la visita.
Marc Chagall con su explosión de colores, con su mundo onírico a flor de lienzo, con sus cabras omnipresentes, sus bailarinas, sus novias y ramos de flores, los personajes circenses, con sus alusiones al mundo del que provenía (recordemos que era ruso de origen judío), te dejan bastante pegada a sus cuadros. Unas veces crees que ya lo has visto, que es más de lo mismo, y tal vez sea así, pero otras, disfrutas muchísimo dejándote llevar por esa marea cromática, por esos temas tan sugerentes, y por su peculiar forma de tratar ciertos temas … Ya lo saben, si pueden acercarse, no lo duden.
Y claro, cuando te entusiasmas con estos temas, te corroe algo por dentro y te dices a ti misma: “¿y si le doy un poco al pincel…?” Pues ya ven, ahí que me explayé un poquito; la próxima a ver por dónde lo ataco…


Por Madrid pasan miles de personas al día. Ya se sabe, hay lugares de visita obligada, como ocurre con la Puerta del Sol. Y lo que más fastidia es cuando sacas tu camarita para hacer la foto de rigor y ¡oh, cielos, andamios! Pobre oso, pobre madroño (aunque no sé si el arbolito en cuestión es un madroño u otro tipo de árbol…), rodeados de gente de diverso tipo y estilo, lenguaje y modus vivendi, ahí, impertérritos los dos, como si nada pasase… ¡y fíjense ustedes si pasa!


Apuntaba yo a otras posibilidades, una de ellas, y tan de moda en los últimos tiempos, tiempos de mucho estrés, es la de una pausa acuática, o sea, un spa urbano. En este caso escogimos los baños árabes de la calle Atocha (Hamman Al Ándalus). Sales diciendo aquello de “no siento las piernas”, y nunca más cierto, pues el agua relaja y relaja, sobretodo el agua caliente. Y la musiquita que ponen, y el té con hierbas que te tomas y… en fin, un punto y final muy bueno para estos días.


¡Ah, pero también he de reconocer que he “pecado” con el chocolate con churros, es que he tenido un par de ataques chocolateros de los de no poder resistirse…! Y qué más da, ¿no dicen que tenemos que querernos y mimarnos y perdonarnos? Pues eso es lo que he hecho yo: quererme, mimarme y chocolatearme de lo lindo.


Los cielos de Madrid me despidieron claros y hermosos... Será hasta la vuelta, en mayo, porque, la Feria del Libro está al caer…


La vuelta, como la ida, para mí siempre es de sesión intensiva de lectura. Terminé “El informe de Brodeck” y recuperé a mi querido Benedetti y su poesía, en esta ocasión: “Testigo de uno mismo”. ¡Quién pudiera escribir como él!


Sigo con mi lista de libros de la entrada anterior. Empecé “La soledad de los números primos”, Marta tenía razón, te pone un nudito en el estómago… pero engancha, ya lo creo. Así que ustedes me disculparán, los tengo que dejar, esos “números primos” me esperan, que disfruten de este domingo, lluvioso y frío, pero con su encanto.





Fotos: Antonio y Edurne Folleto Chagall: de la exposición Cartel película, logotipo Madrid y fotos baños Hamman: Internet Escaneado libro Benedetti: Edurne






























jueves, 12 de abril de 2012

LEYENDO...














“Me paso el día leyendo, la biblioteca agitando...”


Emulando a los ME-Cano-Torroja y su archifamoso “Bailando...” ¡ERROR! Pido perdón a los entendidos y fans de ALASKA, pues como muy bien me ha corregido mi compa Marta, la cancioncita era de Alaska y los Pegamoides, ¡y no de los Mecano! Entono el "mea culpa" y me flagelo un poco, pero solamente un poco...
¡Qué más quisiera yo que fuera verdad! Lo de leyendo, y lo otro, lo de bailando, actividades que me encantan y que además me producen un placer inmenso.

En fin, vayamos al grano, a la letra impresa, al libro, a los libros, mejor dicho.
Les cuento, les presento a unos amigos y luego ya, pues ustedes deciden.

En estos días, léase, Semana Santa y lo que llevamos de semana, me he llenado las manos de libros. Unos han venido de Madrid y otros, han aparecido aquí.

Comienzo por mi último descubrimiento, por Philippe Claudel. Les he recomendado ya “Almas grises” y “El informe de Brodeck”, ambos geniales, a mi entender. Ayer tuvimos nuestra tertulia mensual y el libro que comentamos fue el de “Almas grises”. El martes compré “LA NIETA DEL SEÑOR LINH”, una joyita. Me metí a la cama con él y hasta que no lo terminé, no cerré los ojos. Una bella fábula sobre la amistad, la ternura... y con un lenguaje sencillo pero penetrante. Se imaginarán que se lo recomiendo encarecidamente.

Y ahora vamos con otro de mis “maestros” preferidos: Stefan Zweig. Ustedes saben que son muchos los libros de este autor austriaco que he comentado desde esta Orilla, y cada vez que me paseo entre las estanterías de alguna librería, siempre me encuentro con algún título nuevo. Pues bien, el martes me hice con estos dos títulos: “VIAJE AL PASADO(aquí otra metedura de pata: ayer descubrí que ya lo tenía y que lo había leído hace casi cuatro años... ¡Ya me estaba dando a mí en la nariz que me sonaba demasiado! Y es que como tengo libros repartidos en dos casas, montañas en ambos sitios, pues claro, una ya pierde la noción, a veces, solo a veces... ¡ y me da una rabia! Pero sí, también lo recomiendo. Nada, que este ejemplar se lo tendré que regalar a alguien...) y “LAS HERMANAS”. Solo les puedo hablar del último, ya que también me lo he leído. Es una especie de parábola, una reflexión ética y moral, escrita magistralmente y con un toque de humor finísimo. Helena y Sophia son dos hermanas gemelas, exactamente iguales, fruto del amor de un aristócrata y una tendera bellísima. A la muerte del marido, la mujer ha de volver al lugar de donde salió, y allí es donde se crían las hijas. Enseguida surge entre ellas una competitividad feroz. Y mientras la una se inclina hacia una vida sensual y... imagínense ustedes, la otra, dedica todos sus esfuerzos a la virtud... Y ya no cuento más. ¡Léanla!

Continuamos con otro de mis autores fetiche: Haruki Murakami. En esta ocasión, me he agenciado el siguiente título: “AL NORTE DE LA FRONTERA, AL OESTE DEL SOL”. Espero impaciente su lectura, pero estoy segura de que no me va a defraudar, Murakami para mí ya es un caballo seguro, puedo apostar por él sin temor a perder.

Ahora le toca el turno a un título con el que me voy encontrando una y otra vez, vamos, que se me pone por delante cada dos por tres, y yo, lo miro, lo cojo, lo ojeo... y lo dejo y me digo: “a la próxima”. Y esta vez ha tocado. “LA SOLEDAD DE LOS NÚMEROS PRIMOS” de Paolo
Giordano. No sé, tal vez sea por el título tan matemático, y que una, siendo como es de letras total, pues, sin darme cuenta lo rechazaba... Chi lo sá! Espero atacarlo en cuanto tenga ocasión.

Ahora les voy a presentar dos títulos de Ediciones de La Discreta: “MEMORIAS DE LA SALAMANDRA” de Rosario Curiel. No he hecho más que ojearlo por encima. Tiene pinta de tratar un tema bastante actual; el aspecto es de un libro fácil de leer. Ya les contaré. Y el otro título es “MI QUERIDO DOSTOIEVSKI” de Francisco Rodríguez Criado. Este lo he empezado ya, y como está escrito en un género que me resulta de lo más familiar y cómodo, a mas de atractivo a la hora de escribir, el género epistolar, pues, ya les digo, lo he tomado con bastante ánimo. Cuenta la historia de una dama italiana que va narrando su vida, los hechos anteriores y los presentes, a través de una supuesta correspondencia con Fedor (Fiódor) Dostoievski.
Me está gustando.

El siguiente libro es un librito que me “llamó” desde una esquinita. La portada me encandiló (en esta foto no se aprecia bien pero... sí, encandila). Se trata de una novelita corta, ilustrada (las ilustraciones.... preciosas). “XINGÚ”, de Edith Wharton. Trata de un club de mujeres intelectuales a principios del pasado siglo. Aquí les dejo la sipnosis del libro:


"Las señoras Ballinger, Plinth, Leveret y Roby y las señoritas Van Vluyck y Glyde son las integrantes del Club del Almuerzo, en cuyas reuniones se dedican a debatir sobre libros y los más variados temas culturales. Un día, Osric Dane, una famosa escritora, visita la ciudad, y el Club le cursa una invitación para que asista a una de sus reuniones. Las integrantes del club ven el encuentro con la escritora como una excelente oportunidad para lucir sus mejores galas intelectuales. Sin embargo, la reunión se desarrollará de manera muy diferente a como habían previsto."


Promete, promete...

Y para terminar, me traje en la mochila una “GUÍA TURÍSTICA DE LA COMUNIDAD DE MADRID". Bueno, nunca viene mal un soporte más para indagar y descubrir algo nuevo en sitios que te son familiares.

Como ven, les dejo unas cuantas sugerencias a modo de aperitivo, mientras preparo unas Crónicas del Foro. Así que... ¡que ustedes lo disfruten!


Fotos y texto: Edurne




viernes, 6 de abril de 2012

EN FLOR




Encadenada a los brotes de una felicidad incierta,
pariendo con dolor colores engañosos,
así es como ofrezco al mundo
esta explosión de vida efímera.
Nada queda atrás, el último día de oscuridad
partió con los ojos cerrados,
y a sus pies, huidizas las huellas de una
apuesta perdida.
Amanece con rabia, desde las entrañas.
Y grito,
y escupo, y maldigo.
Después me río.
Aquí están mis flores,
en las que trocaron mis penas,
hermosas en su ofrenda,
tímidas ante tanta belleza.
Sé que escondido en el vientre de la tierra
acecha el maldito, el olvido.
Pero soy más fuerte que esa gangrena,
por eso hoy, me visto de alegría inmensa.

Foto: Aitor Texto: Edurne

martes, 3 de abril de 2012

LA MUÑECA



Tiene la sensación de que nadie le hace caso. A lo mejor es porque habla muy despacio, y la gente hoy en día no tiene paciencia, van a todas partes deprisa…
Lo que no saben es que ella necesita hurgar en los cajones de su cabeza para encontrar las palabras adecuadas.

Desde que su familia la internó en aquella residencia, apenas los ve, cada vez son más esporádicas sus visitas, y ella todavía tiene problemas para hacer amigos en aquel sitio tan frío, porque, aparte del frío que hace siempre, también se nota la frialdad en la gente. Los cuidadores son muy secos, y los otros ancianos, unos tienen mal la cabeza y no se bajan de su mundo, otros, como ella, están temerosos, y otros, simplemente se sienten superiores…

Así transcurren sus días, sin nadie con quien hablar; y se pasa las horas mirando por los sucios ventanales del corredor de la parte trasera, el que da al desolado jardín de la residencia. A veces se sienta en la sala común, y si la televisión está encendida, que siempre lo está, hace como que la mira con mucha atención, aunque en realidad no se entere de nada…


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Cándida, me llamo Cándida González Peña, mi padre era Miguel González, el de la Paca, y mi madre, María Peña. A mi padre lo mataron los nacionales, decían que era rojo, y que todos los rojos eran escoria y tenían que morir; y que para eso estaban ellos allí, para limpiar el pueblo de escoria.
La última vez que lo vi fue cuando salió de noche por la tapia del corral. Vino a darnos un beso a mi hermano Miguelín y a mí. Como era la mayor me dijo que cuidara de madre y del hermano. Me dio unos papeles metidos en un sobre de esos amarillos de la cooperativa de agricultores para que los guardara durante toda la vida, que no me desprendiera de ellos, y que ahora no lo entendería, pero que cuando fuera más grande, sí. Me abrazó muy fuerte, tanto que hasta me hizo daño, y cuando me soltó vi que estaba llorando. Yo no entendía, creía que los hombres no lloraban, que ellos no tenían lágrimas, y sin embargo, de aquellos ojos verdes de mi padre, salían regueros de lágrimas que él se empeñaba en ocultar. Después sí, con los años, entendí, y ahora… ahora no sé si se me está olvidando…
Cándida, me llamo Cándida González Peña, mi padre era Miguel González, el de la Paca…


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Cuando la llevaron a la Residencia Verde Prado, toda su vida cabía en una maleta. Al principio no se dio cuenta, pero más tarde empezó a echar en falta sus cosas: sus pucheros, la tabla de picar, la plancha, el costurero que había heredado de su madre… El cuadro con la foto de la boda con su Mariano no, porque lo tiene en la mesilla junto a la cama y habla con él todas las noches.

También tiene su muñeca Eloísa, la que le ha acompañado desde niña. Eloísa, que ya no recuerda porqué se llama así, ¡es un nombre tan raro! La pobre muñeca está hecha un desastre, totalmente desmadejada, ya no tiene pelo, apenas unos mechones desparramados y de un color incierto, no aquella melena rubia que recordaba y que tanto peinó. También le falta un ojo, total, para lo que había que ver, con uno le sobraba. Es de trapo y el relleno ha perdido consistencia, pero, escondida en la parte de atrás del cuello, y debajo de un pañuelito de lunares, aún está la abertura que le hizo cuando decidió esconder allí los papeles que le había confiado su padre aquella noche. Sólo tenía siete años, pero ya intuía que aquello era algo importante, y que si su padre no había vuelto, y su madre pasó a vestir de luto el resto de sus días, debía de tratarse de algo muy serio.

Ya nunca más se separó de Eloísa, que la ha acompañado en todos los momentos importantes de su vida. Y ahora tampoco se separaría de ella. Pero ahora tiene que guardarla bien porque seguro que se la quitarían; las cuidadoras, porque pensarían que estaba loca, ¡a su edad y con una muñeca! Y las otras ancianas, por envidia, ¡una muñeca tan guapa como su Eloísa! Aunque le faltara casi todo el pelo, un ojo y los dos zapatitos…
Por eso la tiene bien guardada en el fondo de uno de los cajones del armario y tapada con unas ropas que casi nunca se pone.

Cuando llega la hora de retirarse a las habitaciones, después de que pasan para ver si todo está en orden, y Lola, su compañera de cuarto, ha entregado su desparpajo a Morfeo y duerme como una bendita hasta las ocho en punto de la mañana, entonces le cuenta a Mariano sus cuitas, y lo triste que está, el frío que hace allí, y la suerte que tiene él, que ya no tiene que preocuparse de esas cosas. Después saca a Eloísa de su refugio, y le atusa los cuatro pelos, le estira el vestidito, y le dice que a pesar de ser tuerta y estar arrugadita, cosas de la edad, ella es la muñeca más bonita del mundo, y que no la cambiaría por nada, ni por todo el oro, y mucho menos guardando como guarda en su interior el más preciado de los tesoros.

Suelta el nudo del pañuelito del cuello, y con sumo cuidado busca entre el pliegue que se ha formado entre la espalada y el cuello. Introduce dos dedos, y poco a poco va sacando el sobre que le diera su padre hace 73 años, con el mismo cuidado y el mismo miedo de entonces. Sus finos dedos extraen los papeles amarillentos por los años, perfectamente doblados, y que dejan al descubierto una fotografía apenas perceptible del padre, una foto pequeña, como la que hay en el carné de militante del partido y el sindicato. Una carta con su letra, una letra redonda e infantil, la banderita tricolor y la letra de una canción que luego supo que no se podía cantar más que en la intimidad, y muy bajito, pues hasta las paredes oían… Eso es todo lo que tiene de su padre, de aquel hombretón que una noche desapareció de su vida con lágrimas en los ojos y al que nunca más volvió a ver. Sólo eso, eso y sus ojos verdes y vivarachos, risueños, su pelo rubio y rizado, sus andares, su carácter… Así que no es poco lo que le ha dejado, aunque pasara por su vida como un suspiro.

Eloísa está encantada de que la saquen y jueguen con ella como en tiempos pasados, se le nota en la cara, en esa media sonrisa que todavía conserva. Y Mariano, contento de que le miren a los ojos, y le besen, y le cuenten…

Cándida es otra por las noches. Ahora no tiene problemas para hablar, ya no tiene que buscar las palabras que andaban por ahí perdidas. Por las noches todo es distinto. Eloísa la mira con su ojo cómplice y Mariano le sonríe desde el color sepia de toda una eternidad.









Imagen: Internet Texto: Edurne