jueves, 31 de diciembre de 2009

LAS UVAS DE LA IRA (sic.)


Por tercer año comparto estas uvas de la ira con ustedes. ¿Cómo pasa el tiempo, verdad?
Para cuando nos queremos dar cuenta, ya se nos han escurrido de las manos los buenos deseos del año anterior, las esperanzas en este año que, por fin, se acaba…
El tiempo no vale casi nada, está devaluado (¿será por la dichosa crisis?), aunque yo creo que sí, que el tiempo es oro, a pesar de que la expresión sea ya un “lugar común”.
Muchas veces me veo como loca corriendo detrás de este tiempo huidizo, el que se lleva nuestros momentos, los buenos y los malos (estos últimos, menos mal que se los apropia). Y correr así, persiguiendo algo que ya nunca volverá a ser… parece un poco ridículo, ¿no? Mejor correr en pos de lo que vendrá, ¡digo!
El caso es que el tiempo queda ahí, en nuestros archivos personales, en los anales de la historia colectiva, en nuestro libro de cuentas. Queda y de vez en cuando lo podemos sacar a ventilar, a quitarle el polvo acumulado, a recordarlo, a enseñarlo… o no, y lo mantenemos ahí, guardado y bien guardado, condenado al olvido y al mayor de los ostracismos (seguro que en ocasiones, hasta se lo merece).


Por tercer año comparto estas uvas de la ira con ustedes. Y me siento contenta de poder hacerlo, eso significa que llevamos tres años de singladura orillera, de buenos vientos y brisa tranquila. La Orilla se viste de espuma y plata para brindar con sus amigos, los viejos y los nuevos, los de siempre, los de mi cercanía y los de mi lejanía. La Orilla levanta su copa, chispeante de burbujitas verdes y azules, nacaradas y risueñas, para brindar por una nueva etapa, para desearles todo lo mejor, ya saben, en el “Espíritu Navideño” quedó dicho. La Orilla y la orillera brindan por todos ustedes, porque sigamos siendo olas que saltan bravas y también tranquilas en este mar de… “lágrimas”, ¿me creerán si les digo que iba a decir lágrimas?
Reminiscencias.
El caso es que sí, a veces son lágrimas, a veces son risas, pero siempre será respeto, cariño y simpatía.
Y gracias, siempre las gracias por su fiel compañía.
No se olviden, tienen la obligación de SER FELICES (les pediré cuentas, no se crean).
URTE BERRI ON! ¡FELIZ AÑO NUEVO!

Foto: Edurne, y “Las uvas de la ira”, como siempre, de la cocina de mi amatxu.

lunes, 28 de diciembre de 2009

NIEVE



BLANCO COPO DE

NIEVE FUNDIDO SIN EL

CALOR DEL SOL.

Foto: Aitor Texto: Edurne

jueves, 24 de diciembre de 2009

UNA DE ESPÍRITU NAVIDEÑO


Sí, ya sé, está demasiado manido esto del “espíritu navideño”, y si él pudiera hablar diría que ya vale, que le dejemos en paz, que somos unos hipócritas de tomo y lomo…

Y no lo digo por los que vivimos el día a día con los sustos y estrecheces propias de los tiempos que corren. No lo digo por los que todavía tenemos un poquito de conciencia, de vergüenza ciudadana. No lo digo por todo aquel que de vez en cuando mira a su alrededor y no sólo mira, sino que también ve con los ojos de verdad, y con los de dentro, todo lo que le rodea. No, no me digan ustedes qué es lo que ven sus ojos, que yo también lo veo.

Espíritu navideño reconvertido en millones de luces y bolas de colores, en arbolitos y señores panzudos que traen nuestros sueños envueltos en papel brillante.
La tradición está muy bien, por la ilusión, pero, por favor... ¡que no la prostituyan!


De pequeña no entendía que alguien se pusiera malo sólo de pensar en esto de la Navidad. A mí lo único que me importaba era jugar, hacer bromas, esperar la llegada de los Magos ésos, los que ni se sabe con qué magia subían a las casas más altas, se comían el turrón que les dejabas, se bebían la copichuela de acompañamiento y luego, en recompensa por haber sido bueno y no haber cometido demasiadas fechorías durante el año… hala, te dejaban muñecos, lápices de colores, trenes y Scalextrics, tebeos y libros de Salgari o Julio Verne, de Los Cinco, de Mujercitas, cuentos para colorear, una anguila de mazapán, un estuche nuevo, paraguas de princesa, una bufanda y unos guantes, calcetines, porque... ¡fíjate, con el frío que hace, vaya listos estos Reyes! ¡Y ahí sí que una era monárquica hasta la médula, jajajajaja! Y también te dejaban un poquito de dinerito, para guardar en la hucha.
Imagino el terrible esfuerzo de mis maravillosos Reyes Magos.

Vaya tiempos, ¿eh? Entonces no se hablaba del espíritu navideño, ni falta que hacía, que con sobrevivir ya había bastante.

El caso es que he terminado liándome, haciendo un poco de Pepito Grillo de nuestras conciencias. Hoy he tenido que soltar una "Catilinaria" en clase, pues, inocentemente, alguno de mis pupilos se ha desatado y se ha descubierto como un consumista caprichoso, exigente y furibundo. Me he quedado ojoplática y les he llamado al orden. Me miraban con cara de
"vaya, nos ha pillado". Me da pena. Aunque, si lo miramos bien, nuestros niños son el reflejo de esta sociedad, son lo que nosotros hemos creado, en el fondo siguen siendo inocentes de pecado alguno.

A veces echo de menos mi infancia, la echo de menos en cuestiones de inocencia, cuestiones simples, de infancia eterna, y no como la de hoy en día, en la que parece que apretáramos para que los niños salieran de la bendita y santa infancia lo más pronto posible.

A lo que iba:
Que estamos terminando un año, que es hora de hacer balances. No se inquieten, que no voy a seguir filosofando, reflexionando y flagelando nuestra conciencia universal…

Sólo quiero espantar este año un poco descarado que hemos tenido, aquí me refiero también a lo particular. Sólo quiero dar las gracias a quien haya que dárselas por la suerte que siempre parece acompañarnos, por sabernos protegidos de alguna manera, aunque nadie esté libre de nada en esta vida.

Les deseo lo mejor de lo mejor. Que la SALUD les inunde, el AMOR les apabulle y la PAZ les acompañe.

¡FELIZ NAVIDAD!

Pintura: “L’Étoile blue” de Joan Miró

sábado, 19 de diciembre de 2009

VIDAS PARALELAS (Y VII)


— Oye, Merche, ¿qué zapatos me pongo para lo de hoy?
— Pues no sé, Pepe, yo creo que los negros de la boda de tu sobrina irían bien, son un poco más elegantes y creo recordar que no te hacían daño, ¿no?
— Sí, yo también lo había pensado, porque claro, a estas cosas seguro que el personal irá acicalado como pinceles, vamos, como si lo viera… Y tú, cari, ponte esa falda gris oscura con la blusa que te regaló la niña, que te hace un tipito que… ¡ya quisieran otras! Además, con el aire tanguero que te marcas… la envidia, que vamos a ser la envidia esta noche. ¡Tú por guapa, y yo por suertudo!
— Exagerado, que eres un exagerado, pero sí, tienes razón, esa faldita me mete tripa, me deja así, lisita, y hasta parezco más alta y espigada. Y con estos zapatos que tienen tacón de media caña… ¡hala, bailones a mí, ja!
— Al final nos ha resultado esto del baile, y mira que yo siempre me he tenido por un patoso, pues no lo hago tan mal, ¿a que no? Con lo que me lío un poco más es con los pasos del rock and roll, que tanta vuelta, tanto giro y uno, dos, tres... ¡Jesús, parece uno una peonza mal bailada!
— Tuviste muy buena idea, Pepe, pero que muy buena. ¿Tú no te encuentras como más ágil, con más ganas de todo, no sé, diferente? Porque lo que es yo, me da la sensación de que soy una pluma, ya no me duele la espalda como antes, y hasta tengo el cutis más fino y resplandeciente. ¿Te das cuenta, Pepe, cómo son las cosas, cómo tenemos que llegar a veces al límite de una situación para reaccionar, y con un leve cambio… ya está, es como si todo fuera distinto?
— A ver Merche, peíname este remolino de la cocorota, que no hago carrera con él… y sí, tienes mucha razón, pero mira que me lo pusiste crudo, eh, canalla… ¡que me diste un susto de muerte! Ya me veía yo cornudo, solo en el mundo, sin ti, sin los chicos, sin casa, sin nada… ¡te juro que lo pasé muy pero que muy mal!
— Ya, pero para que llegaras a darte cuenta de todo, la que llevaba "enferma" mucho tiempo era yo. Nunca se me había pasado por la cabeza dejarte, pero sí quería que abrieras los ojos, que te espabilaras… Anda, trae ese peine y agacha un poco la cabeza, que no llego al remolino dichoso.
— ¿Me das un beso, reina?
— Y dos, y hasta tres, si te estás quieto…

Boceto: Antonio Texto: Edurne

lunes, 14 de diciembre de 2009

TAN SÓLO SUEÑOS



Sueños presentidos que almacenan
la esencia del ámbar de lo eterno,
envuelta entre rojas lágrimas de
duro cristal.

Sueños que se desperezan
con atrevida ligereza,
Sin miedo a la noche
ni a la verdad de las almas pequeñas.

Sueños que dejaron escritos nuestros nombres
en la arena,
a merced de las olas y la brisa.
Tu corazón y el mío, por la espuma unidos,
con gotas de salitre y coral prendidas
entre marejadas de amor y olvido.

Foto: Antonio Texto: Edurne

lunes, 7 de diciembre de 2009

MI MEDIO SIGLO


Hoy llego al medio siglo, mi medio siglo particular. Casi me parece mentira, pero no, resulta que en los anales de la historia así figura: “Edurne cumple 50 años”. Y no hay nada que pueda hacer para cambiar la historia. Aquí estoy con mis cincuenta a cuestas, con todo lo bueno y lo menos bueno que me ha sucedido. Es como si cincuenta Edurnes me sostuvieran.

Toda la vida he esperado el día de mi cumpleaños con gran ilusión. De pequeña recuerdo que todo mi afán era llegar a cumplir 10 años. No sé, creo que me daba la sensación de que las dos cifras en el número de tus años te otorgaba madurez, autoridad… Nada, seguía siendo una niña. Entonces me fui marcando metas de años pares. Si a los diez no había ocurrido nada, seguro que a los doce, o a los catorce… y así hasta llegar al día de hoy: CINCUENTA.

No me digan ustedes que no suena así, contundente esto de decir que ya tienes cincuenta… No me asustan pero sí que les tengo un poco de respeto, aunque claro, ¡peor sería no haber llegado!

Una mujer en los cincuenta está en una buena época, eso dicen. Por otro lado también es tiempo de cambios (esperemos que no sean muy aparatosos). El año pasado me estaba preparando para recibir este regalo: este saco de años y de experiencias. Lo recibo con orgullo, creo que lo llevo bastante bien, así que procuraré seguir siendo buena alumna y aprender de la vida.

Añadido de última hora: mi señor hermano me ha obsequiado con esta postalita tan original; para que vean, que una todavía no está tan "desesperada"...

Celebro mi cumpleaños y no tengo clase. Estoy disfrutando de estos cuatro días de fiesta, y cuando vuelva el miércoles, lo haré con muchas ganas, como renovada.

Llueve, siempre suele llover por estas fechas. Nací también un lunes lluvioso. Me bautizaron otro día lluvioso. Dicen que por eso soy tan… de “lágrima fácil”. ¡Vaya usted a saber!

Pues nada, quería dejar aquí esta tarta para todos ustedes, para que lo celebren a mi salud. Y esta entrada aparece hoy, lunes 7 de diciembre, pero la estoy escribiendo antes. Mi amigo Landa me ha chivado la forma de programar las entradas (todavía lo ignoraba), por lo que le quedo realmente agradecida.

En el fondo, ya ven, ¡sigo siendo una tierna bebita! Y gracias a tod@s por su fiel compañía.



Imagen: Internet Fotomontaje: Aitor Foto: De la memoria familiar.

jueves, 3 de diciembre de 2009

LES MAINS (II)


La hermana Marie Thérèse dormitaba plácidamente a la sombra de un viejo magnolio en el jardincillo del convento de las Benedictinas. Sobre su regazo, un libro reposaba semi abierto, y entre sus dedos, las cuentas del viejo rosario tantas veces acariciado. El sol del mediodía asomaba entre las ramas y dejaban un leve beso en el rostro de la anciana, que de vez en cuando lanzaba un ronquidito y se espantaba a sí misma.

Cuando la despertaron para anunciarle la visita de los dos marqueses de Saint-Malo, sus ojos se abrieron al instante y una sonrisa iluminó su cara. Ése era el momento que llevaba tantos años esperando. No podía hacerlos esperar. Dispuso que los condujeran a la pequeña capilla junto a su celda, allí podrían hablar tranquilamente y además, en presencia del que todo lo ve y todo lo sabe…

Los días transcurridos desde el encuentro entre los hermanos Saint-Malo habían pasado frenéticos, sin apenas tiempo para pensar en nada que no fuera mirarse y descubrirse, hablar, contarse las vidas en esos treinta y cinco años de forzosa separación. Pascal, al igual que su joven amo, había rejuvenecido, se había convertido en un hombre sonriente. La llegada del joven Paul a la casa lo había cambiado todo. Los hermanos se pasaban las horas encerrados en el saloncito de la chimenea, o en el despacho del padre, hablando y hablando. De vez en cuando incorporaban a Pascal a sus conversaciones pues necesitaban saber, y Pascal era, en aquella casa, el único testigo de sus orígenes.

Esperaban a los acontecimientos con tranquilidad, sin aventurarse en suposiciones que tal vez no fueran a cumplirse. Primero necesitaban conocerse, saber el uno del otro, y después irían a ver a la hermana Marie Thérèse, así lo habían decidido, ya que para entonces confiaban en que sus lazos de hermandad recién estrenada fueran más fuertes que lo que pudiera decirles la monja y que tal vez hiciera mella en ese cariño que acababa de nacer entre los dos. Pero ellos ya habían perdonado.

Paul contó a su hermano de su vida, tan distinta a la suya, rodeado de lujos y exquisiteces, los mejores instructores… Él, sin embargo había tenido que aprender a sobrevivir entre las frías paredes del colegio de Saint Baptiste, internado para hijos huérfanos o bastardos de familias nobles venidas a menos. Nunca careció de nada, eso era cierto, y alguien, nunca supo quién, se preocupó de que su situación fuera mejor que la de los demás. Siempre tuvo todas sus necesidades más básicas cubiertas, pero le faltó el calor de una sonrisa, la caricia de una madre, la complicidad de un hermano, los consejos de un padre…

Eran los primeros días de una primavera limpia y tranquila. Las prímulas lucían tímidas entre el verde del jardín, y los magnolios convivían con prunos de hojas oscura y flor rosada. El aroma de las mimosas del campo cercano llegaba hasta allí mismo. Se respiraba una inmensa calma, tal parecía que el mundo se hubiera detenido en ese lugar. Daban ganas de quedarse.

Los pasos vigorosos de los hermanos Saint-Malo retumbaban en las losas del suelo del claustro. Ellos mismos se dieron cuenta de que estaban turbando la paz y el silencio de aquellas paredes, y aminoraron la marcha, poniéndose así al mismo ritmo de la hermana que les guiaba.

Algo extraño ocurrió mientras avanzaban hacia la pequeña capilla donde les esperaba la hermana Marie Thérèse. Fue como una ráfaga de algún tiempo pasado, como si sus espíritus ya hubieran paseado entre esos corredores. Se miraron, habían sentido exactamente lo mismo.

La vetusta puerta se abrió dejando ver un interior austero pero cálido. En un pequeño banquillo de terciopelo raído estaba sentada la hermana. Ésta levantó la vista del misal que tenía entre sus manos y obsequió a los jóvenes con una sonrisa que se les antojó familiar…

—Queridos…
—Hermana Marie Thérèse…—y ambos se inclinaron para besar la mano de la anciana.
—Soy Pauline de Saint-Malo, vuestra tía, la hermana Marie Thérèse entre estos muros.

Pierre y Paul se miraron sorprendidos, ninguno de los dos tenía conocimiento de esa tía que les había aparecido como por arte de magia, aunque, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, ya no les sorprendía nada.
¡La anciana era la hermana de su padre, era una Saint-Malo! Tomaron asiento en unos reclinatorios junto a la monja y esperaron el relato de su nacimiento.

Imagen: El mismo detalle que en la entrada anterior Texto: Edurne


domingo, 29 de noviembre de 2009

LES MAINS (I)

El Marqués de Saint-Malo acudió tarde a la cita. Tarde y de mala gana, tal y como era su costumbre. Y si accedió a encontrarse con aquel hombre del que no sabía nada, fue solamente por satisfacer la curiosidad que suscitó en él la nota que le había entregado su mayordomo aquella mañana.

Apenas hubo tomado la carta entre sus manos, sintió un leve temblor y abrió presuroso el sobre para saber el contenido de la misteriosa nota. Alguien le convocaba a una cita esa misma tarde, justo a la caída del sol, en la puerta trasera de la catedral vieja de Saint Michel. Tenía algo muy importante que comunicarle, algo referente a su madre, la difunta marquesa de Saint-Malo, de soltera Marie Dupont. La nota terminaba con un: “Es de vital importancia que acuda.” La firma era ilegible, tan sólo sabía que era de un hombre puesto que Pascal le había dicho que fue un caballero quien se la entregó diciendo que era personal.

Pasó sus dedos temblorosos sobre el nombre de su madre, y acto seguido sucumbió a un ataque de furia repentina. Rompió el papel que acababa de estrujar con fuerza y lanzó los trozos a la chimenea. Maldijo en voz alta y farfulló nombres ininteligibles.

Cuando se repuso, atusó sus cabellos, estiró las mangas de la camisa que asomaban por la chaqueta de terciopelo verde que llevaba puesta y reparó en las manos, sus manos. Aquellas manos eran las mismas que las de su madre: dedos finos y largos, uñas siempre bien cortadas, piel blanquísima, suave… manos constantemente frías, heladas. Las frotó con fuerza, casi con rabia. Volvió a mirarlas, ahora habían tomado una tonalidad ligeramente rosada; multitud de venillas afloraban a la superficie como buceadores ansiosos por tomar oxígeno. Las guardó en los bolsillos de la chaqueta y se acercó a la ventana. Fuera comenzaba a llover.

Pierre de Saint-Malo sacó el reloj de pulsera, herencia de su padre, de la relojera del chaleco. Las ocho y diez. Él llegaba tarde, pero allí no había nadie. Pascal había querido ir con él en lugar del chófer, y le esperaba a unos treinta metros de la puerta principal. Nada. Nadie. Ningún ruido, ningún movimiento… El marqués paseaba nervioso de un lado a otro de la calleja donde estaba la puerta trasera de la catedral. Mientras, manoseaba compulsivamente con la mano derecha el reloj y lo miraba constantemente. Su interlocutor llegaba tarde. La luz era tenue y no podían apreciarse ni la palidez ni el miedo reflejado en su rostro.

De pronto se oyeron unos pasos presurosos. Los caballos, aunque lejos, se asustaron, y Pascal tuvo que esforzarse en sujetar las riendas. Saint-Malo se volvió bruscamente, su mano izquierda sujetaba en alto un bastón de dorada empuñadura. Un bastón con un arma oculta. Ante él, un hombre de su misma altura, vestido totalmente de negro y con la cabeza descubierta. El hombre esbozó una leve mueca, como si fuera una sonrisa.

—Marqués…
—Sí, soy yo. ¿Y usted, quién es?—y bajó el bastón que aún mantenía en alto.
—Todavía es pronto para saberlo. ¿Ha venido solo como le pedí?
—Me acompaña Pascal, mi mayordomo, a quien creo que ya conoce. Es de total confianza. Me espera en el otro lado, así que no tema, no puede oír nada de lo que tenga que decirme.
—En realidad no tengo nada que decirle, al menos hoy. Sólo quiero darle esto.

El hombre sacó un paquete del interior de su levita y se lo ofreció al marqués. Éste dudó unos instantes. Al final extendió la mano derecha y cogió el paquete. Era un envoltorio de tela, atado cuidadosamente con un lazo de terciopelo granate. Pierre se estremeció. El pequeño fardo parecía latir entre sus manos.

—Si lo desea, vaya usted al coche y ábralo allí, yo le esperaré bajo este farol.
Casi sin reaccionar se dirigió Pierre hacia el coche. Pascal le esperaba sentado en el pescante, atento a todo lo que pasaba a su alrededor.
—¿Todo bien, marqués?
—Sí, tranquilo, Pascal. Espera.

Una vez dentro del coche, los caballos volvieron a inquietarse, produciendo un leve traqueteo, pero suficiente para que el atado cayera al suelo sin que las manos de Saint-Malo pudieran retenerlo. Allí estaba, a sus pies, un paquete con un contenido incierto. Lo cogió bruscamente y lo colocó sobre sus rodillas. Soltó el lazo que traía doble nudo y lazada perfecta. Desenvolvió lentamente, con miedo, la gruesa tela, que dejó al descubierto una cajita de fina marquetería oriental con incrustaciones de pequeñas turquesas y lapislázulis engarzados en orlas de oro y plata.

Él conocía esa cajita. No, no podía ser ésa, puesto que la que él conocía estaba en su casa, en la habitación de sus padres, sobre el tocador que había pertenecido a su querida madre. ¡Era idéntica! Cerró los ojos mientras dibujaba con sus dedos cada relieve, cada esquina de aquella caja que conocía de memoria…

Abrió los ojos, descorrió una de las cortinillas y miró hacia fuera. Allí estaba ese hombre, mirándolo. Percibía su mirada oscura y penetrante fija en él, allí, bajo la luz mortecina de aquel farol, enmarcada su triste figura por la majestuosidad de la vieja catedral. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Pasó el dorso de la mano por la boca, mesó sus cabellos con angustia… Suspiró y decidió abrir la caja. No sabía qué es lo que podía encontrar, pero algo le decía que su vida iba a cambiar.

Levantó la tapa de la cajita con sumo cuidado, casi sin querer mirar.

Engarzado en el terciopelo azul de la caja, relucía orgulloso un anillo de oro con el emblema del marquesado de Saint-Malo grabado en una piedra amatista. Miró su mano izquierda. ¡Era el mismo anillo, exactamente el mismo! ¿Qué significaba aquello, era una broma pesada? Ese anillo sólo lo podían llevar los herederos del marquesado… Él y sólo él era el actual Marqués de Saint-Malo, llevaba el anillo que había heredado de su padre junto con el título al morir éste, tal y como venía ocurriendo desde generaciones. Miró al hombre que esperaba tranquilo junto al farol de la puerta de la catedral. Las manos del marqués temblaban y daban vueltas al anillo. Su cabeza era un hervidero de pensamientos, todas las cábalas posibles se le disparaban.

Salió del carruaje y llamó al hombre. Éste se acercó lentamente. Cuando estuvieron uno frente al otro se miraron durante un largo rato, sin decirse nada. El hombre tomó el anillo de las manos nerviosas del marqués, se lo puso en el dedo anular, y fue como si de repente se hubiera hecho la luz en aquella noche oscura. Los dos hombres observaron sus manos, los anillos, se miraron con expresiones distintas en sus rostros, la de Pierre era de turbación, la del hombre, de espera…


Pascal, que observaba la escena desde el pescante, quedó sorprendido al tener tan cerca a aquel hombre. ¿Cómo no se había percatado a la mañana, cuando le entregó la nota? ¡Era el vivo retrato del difunto marqués!

Saint-Malo apenas podía articular palabra.
—¿Quién es usted? ¡Le exijo que me conteste!
—Paul de Saint-Malo—contestó el hombre.
—¿Cómo?
—¿El señor marqués ha leído la carta que está escondida en el fondo de la cajita?
Pierre se abalanzó sobre ella, rasgó presuroso el terciopelo azul… Allí estaba, una carta con la letra de su madre, iba dirigida a él y fechada una semana después de su nacimiento, hacía treinta y cinco años.

Leyó, devoró la carta, dos folios de una letra fina y elegante, la letra de su madre, no había duda. Aquel hombre que estaba frente a él y le miraba tranquila y fijamente era su hermano mellizo, el otro marqués de Saint-Malo. La prueba era el anillo, el anillo y esa carta.

“Querido hijo:
Cuando leas esta carta habrán pasado muchos años desde el triste día de hoy en que la escribo. Te la entregará tu propio hermano, Paul, y para entonces tanto tu padre como yo estaremos muertos. Así está dispuesto y acordado, que un año después de mi muerte y si tu padre tampoco vive, sea el propio Paul quien se presente ante ti. Él acabará de enterarse también de que es un Saint-Malo…
El destino, la vida cruel, ha querido que tengamos que desprendernos de uno de vosotros para salvar el honor y, tal vez la vida. Tú has sido el afortunado y él el que ha crecido sin el amor de su familia, sin nada de lo que le pertenece.
Buscad los dos juntos a la hermana Marie Thérèse en el convento de las Benedictinas, ella es depositaria de toda la verdad acerca de vuestros destinos, y os contará todo. Si desgraciadamente no viviera, no os preocupéis porque alguien os hará entrega de una documentación que os pertenece a los dos, a vosotros dos, los dos herederos del Marquesado de Saint-Malo.
No pretendo que me perdonéis, ni siquiera que entendáis las razones que nos han llevado a vuestro padre y a mí a tal extremo, pero sí quiero pedirte Pierre, a ti porque serás el que disfrute de todos los privilegios, que acojas a tu hermano y repares todo el mal que hemos cometido con él…”

Dejó caer la carta sobre el asiento del coche, no podía seguir leyendo, tenía los ojos anegados en lágrimas. Miró a Pascal, que también lloraba en silencio.
—¿Tú sabías de esto, Pascal?
—¡Sí señor, pero…!

Paul extendió su mano hacia Pierre, y tras un momento de desconcierto, los dos se fundieron en un abrazo. La luna, blanca y enorme, sonreía mientras iluminaba la escena de aquellas dos manos con los mismos anillos…


Pintura: Fragmento de los magníficos frescos de la Capilla Sixtina del Vaticano (“La Creación”) del gran Miguel Ángel Texto: Edurne

viernes, 27 de noviembre de 2009

LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS


Cuando las nuevas tecnologías se confabulan… ¡no hay quien las pare!

Como todos ustedes bien saben, he estado alejada de este teclado dos semanas, sí, tecleaba puntual y apresuradamente en algún momento y desde la escuela. Desde anoche, por fin, tengo ordenador de nuevo, aunque… no crean, que no las tengo todas conmigo, vamos, que no me fío ni un pelo.

Hoy es viernes 27 de noviembre, se celebra el día de San José de Calasanz, patrón de los maestros y maestras, o sea, que hoy es mi día.

MAESTRA. Soy maestra, aunque algunos y algunas prefieran decir docente, profesor-a… sí, claro, somos todo eso, y una también ha estudiado otra carrera más larga que la de Magisterio, pero yo soy maestra. Hermosa palabra, sí, porque abarca tanto en esas siete letras… Una tiene muy claro que es maestra vocacional, aunque últimamente vengan maldadas para la profesión.

¿Ustedes se han fijado en la ilustración que he puesto para acompañar a estas reflexiones en voz alta de hoy? Pues bien, fíjense bien porque dentro de nada es más que seguro que tod@s acabemos así.

¿Habrán oído hablar del famoso proyecto de digitalización de las aulas, no? La mía va a ser una de esas aulas en las que los niños y los ordenadores van a ser uno, donde la pizarra de toda la vida, mi pizarra querida, y la otra, la intrusa pizarra digital y tal… van a llenar el espacio de nuestras paredes. ¡Socorro!

Déjenme que pida socorro, que me desahogue, que la cosa no es para menos. Todavía no se sabe cuándo llegará la dotación, yo no he visto ninguna pizarra digital en funcionamiento, y la formación que nos están dando, pues… ejemmm.

Estas dos semanas en las que he estado alejada de la pantalla en casa, he tenido mucha rabia, mucha. Pero bueno, más que nada porque pensaba en cómo nos hemos hecho de dependientes de este aparatito que nos abre ventanas y posibilidades casi infinitas. No, no he tenido “mono” ni nada parecido, pero sí que me he visto impedida de realizar trabajos para clase, preparar controles, escribir textos, visitar las casas virtuales a las que ya estoy abonada, leer y contestar correos… en fin, ustedes ya me entienden.

Y ahora escribo este documento en una versión nueva de Word, el 2007, que todavía se me resiste un poco. Tendré que ir experimentando, buscando y trasteando.

Hoy quería escribir aunque sólo fueran cuatro o cuatrocientas letras para que me sirvieran de rentrée a la blogosfera, y este fin de semana prometo volver con algo más sustancioso, aunque la escuela, las nuevas tecnologías y la Santa Infancia… de sustancia (rima rimando) andan más que sobradas.


Ilustración: Internet

sábado, 14 de noviembre de 2009

VIDAS PARALELAS (VI)


El caso es que, bien mirado, tiene razón, ¡más razón que un santo! Y yo tendría que aplicarme el cuento, o sea, espabilarme un poco más, que soy un burro, sí señor. Que parece mentira, tengo a la mejor de las mujeres y si no hago nada, puedo perderla así, en un abrir y cerrar de ojos, porque… entre nosotros, Pepe, la cosa se ha puesto fea, muy, pero que muy fea.

Cómo es esto, ¿eh? Se cree uno que su vida es perfecta, que lo tiene todo, que es feliz… y mira, de la noche a la mañana, todo se puede ir al carajo. Ya te digo, lo mismo esto es una señal. Bueno, tendré que hablar con alguien primero, porque con Merche… De momento, prefiero aclarar mis ideas y después ya veremos. Manolo, yo creo que Manolo me puede servir, aunque nunca hemos hablado de estas cosas. Y ahora que lo pienso, él está en una situación parecida a la mía, vamos, que también está casado desde hace muchos años, tiene hijos… y lo mismo le ha ocurrido alguna vez algo similar. También había pensado en hablar con mi hermano Fede, pero Fede no me sirve, no está casado, así que ¿qué consejos me puede dar un solterón como él? ¡Ninguno! Seguro que salía por peteneras, ¡como si lo viera!

De una cosa sí que estoy seguro, de que yo a Merche la quiero con locura, es que sólo de pensar en todo esto, se me está cayendo hasta el pelo, que sí, que lo he notado, que tengo menos pelo, ¡ya lo creo que sí! Deben de ser los nervios. Pues eso, que está claro que la quiero, así que no sé de dónde demonios se saca esas dudas. Aunque si las tiene… por algo será. Mierda, si ahora hasta las tengo yo, tengo dudas de si ella tiene dudas de mi cariño… ¡Esto es una locura!

En la cena de fin de año de la empresa de las navidades pasadas, oí que un grupito de los de la oficina hablaban de que iban con sus parejas a no sé qué de bailes de salón, ¡y unos hasta iban a un coro a cantar! Y que se lo pasaban como enanos, y que luego hacían cenas y salidas, ¡y qué sé yo! No sé, no presté demasiada atención, tendría que preguntar. ¿Será eso lo que quiere Merche, que hagamos cosas juntos, que vayamos a bailar, a cantar…? No, a cantar no, ahí sí que no, que yo de cantar ¡nada! O bueno, otras cosas por el estilo. Si va a ser eso, porque vamos a ver, ¿tú crees, Pepe, que se puede poner ahora a estudiar para secretaria o para peluquera… y dónde la iban a coger con la edad que tiene y con el paro que hay, eh, dónde? No, que va ser lo otro, que te lo digo yo. Pero a mí me da mucha vergüenza bailar o qué sé yo, hacer cosas así, delante de más gente, y que tampoco tengo mucha conversación, no sé, que me sacan del fútbol y la pesca, y del trabajo… ¡y se acabó Pepe!

Bueno, estoy pensando que primero voy a hablar con Manolo, y espero que no se cachondee de mí, que me lo conozco; y luego, me voy a enterar de cosas de este tipo, de bailes y otras así… asequibles para nosotros, y ya, cuando lo tenga todo más o menos estudiado, hablaré con Merche. Seguro que se pone contenta, porque ahora estoy viendo que ella tal vez esperaba más de mí, más, no sé… más iniciativa para hacer cosas distintas.

Y de este lío, a los chicos ni mú, que no quiero yo que se preocupen y les dé por pensar cosas raras; que además seguro que se pondrían de parte de la madre, que los hijos para estas cosas…

Bueno, pues parece que estoy más animadillo. Oigo la puerta, viene de la compra, me voy a atrever y le voy a guiñar un ojo mientras le ayudo con las bolsas… que seguro que me echa una sonrisilla, ¡que la necesito más que el respirar! La sonrisa, y a ella, ¡sobretodo a ella!

Boceto: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 11 de noviembre de 2009

VIDAS PARALELAS (V)



Esto no hay quien lo entienda. No sé por qué ha pasado. ¿Tengo yo la culpa por preguntar…? No lo sé. ¿Es posible que una simple pregunta pueda desencadenar todo este desconcierto? Muchas veces es mejor estar callado, dejar que las cosas sigan como están, aunque por dentro estés muriéndote. Eso diría mi madre, mi madre y todas las mujeres de su generación, y hasta alguna que otra de la mía ¡eso es lo triste!

¿Y qué hago ahora, por dónde tiro? La verdad es que me he quedado como bloqueada, sólo tengo ganas de llorar, de salir corriendo de aquí, de esta casa, de esta vida…
No quiero ni mirarme al espejo. No quiero encontrarme con esa cara triste, con esa desconocida que también me pregunta “y ahora, ¿qué?”.

A veces, por la noche, en la cama, junto a este hombre al que conozco mejor que se conoce él mismo, le he hablado en silencio, sin que me oyera… y él me ha respondido con sus ronquidos, ignorante de mi sufrimiento, de mis dudas, de mis miedos.

A veces, sólo a veces, muy pocas, he pensado en dejarlo todo, en marcharme; pero al final siempre me ha invadido el cariño, también la incertidumbre, mis hijos…
Y entonces he hecho borrón y cuenta nueva, he vuelto a arrancar desde cero, como si nada me abrumara.

Y le quiero, le quiero. Lo sé, lo sabe, lo sabemos, pero hay algo ahí dentro que me está mordiendo. No sé cómo expresarlo, y está visto que el mero hecho de intentarlo está carcomiendo nuestros cimientos.

No, no quiero irme, no quiero dejarle, pero necesito reinventarnos. Si me entendiera, si se abriera a mi corazón, si no se asustara, porque sé que está tan asustado, tan acorralado que no sabe por dónde salir…

Tengo que pensar, pero ahora no puedo, ni si quiera puedo volver a hablar con él, casi no puedo ni mirarle a la cara. ¿Por qué será todo tan complicado? Con lo fácil que sería si…

Boceto: Antonio Texto: Edurne

jueves, 5 de noviembre de 2009

A VUELTAS CON LOS LIBROS


Hace tiempo que no hablo de libros, lo que no quiere decir que me haya mantenido al margen de ellos. En los últimos tiempos me he vuelto un poco “zen” en esto de la lectura, vamos, que me ha dado por leer literatura japonesa, y he aquí la razón de esta breve reseña de hoy.

Como ustedes bien saben, sobre gustos no hay nada escrito, y claro, todo es muy particular. Con el cine ocurre lo mismo. Tal vez nos hayan hablado maravillosamente de una película, tal vez hayamos decidido ir a verla, y... ¡oh, cielos, qué pestiño! Pues con los libros, los autores, más de lo mismo.

YASUNARI KAWABATA. El primer autor japonés en conseguir el preciado Nobel de Literatura allá por el año 1968 (cuarenta y un años han pasado ya), y al que tenía el gusto de conocer a través de la lectura de “Mil grullas”, una encantadora historia que nos introduce en uno de los rituales más conocidos de Japón: “La ceremonia del Té”. No sé si hacer un despliegue de nombres y circunstancias (Chikako, Kikuji, Ota, una muchacha con un pañuelo de mil grullas volando… La ceremonia del té, un padre muerto, antiguas amantes, un hijo curioso. Odios, preguntas, rencores, amores, sensualidad a raudales…). ¡La hice!
No se la pierdan, merece la pena.
“Lo bello y lo triste” fue la última novela que escribió Kawabata. Dos años después de recibir el Nobel, se suicidó a los setenta y dos años y sin dar explicación alguna.
“Lo bello y lo triste” es una bellísima y a la vez tristísima novela, nunca un título estuvo mejor pensado, donde, como en casi toda la literatura de Kawabata, las descripciones son magistrales, tanto las geográficas (un verdadero placer), como las de los personajes. Kawabata era un maestro, no hay duda. Oki Toshio, Otoko, Keiko… un escritor de mediana edad que decide buscar al amor de su vida, una pintora que fue su amante siendo ésta una adolescente, y que perdió la hija que había tenido con él… La separación, los años transcurridos. Una discípula con un extraño carácter que desea vengar a su maestra. Un final trágico…
Y también mi recomendación: hay que leerla.
“Primera nieve en el monte Fuji”. Libro de relatos que lleva el sello de la casa. Lectura amena, para leer en cualquier momento. Altamente recomendable pues a veces, el lector creer encontrar en estas pequeñas historias, un toque didáctico y reflexivo.

HARUKI MURAKAMI. Este autor se ha convertido en un fenómeno de masas, y sus libros en “Best Sellers”, aunque poco importa que haya sido así.
“Tokio Blues”. Lo esencial de este libro es lo que podemos aprender de la propia reflexión del autor, a través de sus personajes (jóvenes, casi adolescentes), de lo que es la vida, lo que significa vivir, sufrir, sobrevivir… Los protagonistas nos llevan por las páginas del libro de pérdida en pérdida. Pérdidas físicas, de inocencia, de esperanzas… Y pese a todo, los que logran llegar al final, son más "viejos", más sabios. Son unos supervivientes de ellos mismos, de los monstruos que habitan en su interior.
Reconozco que me daba mucha pereza empezar con Murakami. Tenía el libro desde hacía tiempo y no terminaba de “hincarle el diente”, pero una vez que lo hice… ¡una maravilla! Se lo debo a Roberto, así que tal vez me lance y siga con “Kafka en la orilla”.
Si se animan, ya saben, ¡Murakami engancha!

HIROMI KAWAKAMI. Y por último una mujer, también contemporánea, y tan sólo un año mayor que yo. Profesora de Biología, hasta que decidió hacer una afortunada incursión en el mundo de las letras, allá por el año 1994.
“El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor, parece ser que ha sido llevada al cine, lo desconocía. De esta novela no puedo hablar mucho pues la tengo entre manos en estos momentos, estoy por la página 22, así que mañana será mi lectura y acompañamiento en las cuatro horas y media de viaje que me esperan hasta Madrid.
Por lo que he podido atisbar, tiene un toque especial, y no miento si les digo que hasta me ha recordado, muy fugazmente, acaso por la presentación de los dos protagonistas, a la película de Isabel Coixet “El mapa de los sonidos de Tokio” (que por cierto, no me gustó nada). Tranquilos, que este libro tiene muy buenas vibraciones, también me lo recomendó Roberto, pero yo ya lo había comprado un domingo por la mañana en esos paseos soleados por la Cuesta Moyano en Madrid…
Y creo que también me va a gustar.

Ya ven, parece que no tenía gran cosa que contar, que la reseña iba a ser breve, pero me desmeleno frente al teclado, sabrán disculparme.

Si les ha servido de algo esta humilde opinión de una orillera devora-libros… yo, ¡encantada! Ya saben, pongan rumbo al País del Sol Naciente con la imaginación, y… ¡a disfrutar de la lectura!

Foto: Edurne

domingo, 1 de noviembre de 2009

"CORPUS INCORRUPTUS" (Meditaciones a media tarde)


Llueve en Bilbao. Raro, aunque algunos piensen que no, que es lo normal. Para nada, que esto ya no es lo que era. Muchos días seguidos de sol, de mucho calor, y hoy, hasta las cinco y pico, todo iba bien. Todo, hasta que el señor Eolo se ha mosqueado y ha empezado a soplar y soplar… ¿Será porque hoy es el día de Todos los Santos, y algo había que hacer para internarnos en esa atmósfera, digamos, algo tétrica o funeraria…?

“Corpus Incorruptus”. Ando todo el día con el nombrecito a cuestas. Imagino yo que la culpa la tendrá una asociación libre de ideas que se ha generado en mi cabeza. Por un lado tanta corrupción en todas las esferas, más que nada en las políticas, y que afecta a quienes afectan, a los paganos de siempre, ya se sabe, al pobre ciudadano de a pie, a los que tienen/tenemos que pagar los excesos de los especuladores, cínicos, falsos y mentirosos de los que ostentan el poder. Aquí, imaginen ustedes mi cara de rabia y de asco, mi furia malamente contenida.

“Corpus Incorruptus”. Y por otro lado, el segundo factor de este binomio tiene que ser sin duda alguna, la celebración del día, los cuerpos de los difuntos, sus huesos, los Santos, los que no se corrompen…
Todos los años, tal día como hoy, y desde que recuerdo (miren ustedes que conservo intactos mis recuerdos desde los tres, casi dos años… y no crean que me estoy marcando un farol, que quien me conoce sabe de mi memoria de elefante), siempre he tenido unos “huesitos de santo” como regalo. Este año me han fallado. Mañana tendré que acercarme a la pastelería y comprarme un cuarto de huesitos variados, a saber, que me den una tibia y un peroné, un fémur, aunque tampoco le hago ascos al cúbito o al radio, que todos me sirven… eso sí, bien rellenos con su médula de sabores: chocolate, vainilla…

Sigue lloviendo. Tampoco es que llevemos horas y horas, qué va, que no pasan de tres cuartos los que llevo con el ritmo de aguacero dicharachero (rimando y todo) en mi cabeza. Miro por la ventana, los cristales dejan resbalar el líquido elemento, el viento azota los árboles... Es de noche. Noche cerrada y tan sólo son las 19:21.

Andaba yo pensativa y meditabunda estos días, a mas de atareada, súper atareada con mis cosas y mi vida. Andaba de semejante guisa, como decía, a cuenta de todo lo que nos rodea, entiéndase la vida misma. Y me dio por resolver ecuaciones de mala leche con una de solidaridad despejada. Me enfrasqué después en las raíces cuadradas de guerras y desmanes… Y nada, que no me salían las cuentas. Al final va a ser todo cuestión de sumar, restar, dividir y multiplicar… Una es de letras, pero a estas cuestiones básicas ya llega, sobre todo si se trata de poner en juego a la Humanidad entera. Creo que voy a tener que suspendernos y pasar directamente a la recuperación de septiembre, a ver si alguien estudia y se aplica de verdad.

Disertaciones semanales, de domingo por la tarde, de lunes por la mañana seguramente, porque, esto… no parece tener fin. Dicen que quien tan sólo piensa en satisfacer sus necesidades más básicas y perentorias es más feliz. Seguro. Pero qué quieren que les diga, soy ciudadana del mundo, me preocupo, y este MUNDO nuestro tiene la Gripe A, la B y toda la alfabética… no hay Tamiflú que lo ponga bueno (de momento).

“Corpus Incorruptus”. ¿Me creerán si les digo que es la cuarta vez que escribo el nombrecito y es la cuarta que la mente me quiere jugar una mala pasada y mis deditos escribir otra cosa? Una sonrisa por favor.

“Siempre que llueve escampa”. Pero nos tienen anunciada una semanita llena de agua, bajadas drásticas de temperatura… El mercurio se va a volver loco, y nosotros con él. ¿Alguna vez han pensado en cómo sería estar locos, locas, pero de verdad? Porque, sí, claro, una puede volverse loca de amor, como Juana la Loca (pobre, y qué malvado Felipe el Hermoso), loco o loca en plan “enajenación mental transitoria”. Locos de rabia, de impotencia, locos por el fútbol, por las carreras, por el sol, por un grupo de música, por el chocolate (ahí podría sucumbir, lo reconozco), locos de atar…

“Corpus Incorruptus”. ¿Será verdad que los santos, algunos santos, tienen/mantienen los cuerpos incorruptos? ¿Será por intervención divina, por arte de birlibirloque…? Ah, chí lo sá!
No, si en el fondo, muy en el fondo, va a resultar que somos todos unos santos.




Última hora: Ayer comentaba y me lamentaba yo de mis huesitos de santo, de los que no me llegaron a tiempo. Pues hoy, mi señor padre (él sí que es un santo, pero de los de verdad), como todos los años, me ha traído media docena del "osario pastelero", entre ellos hay un par de tibias... ¡de las que ya he dado buena cuenta!
¡Si es que no hay nada como seguir siendo "la niña de los ojos" del progenitor!
Ñam ñam, deliciosos los huesitos, y de corruptus, ¡nada de nada!

Pintura: Antonio Foto y Texto: Edurne

domingo, 25 de octubre de 2009

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXVIII)






















Se me acumula el trabajo en los últimos tiempos. Esta Crónica que cuelgo hoy aconteció durante el Puente del Pilar, pero como también me he enredado con las “Vidas Paralelas”, pues ya ven, que las Crónicas del Foro llegan un poco tarde (dos semanas). Sabrán disculparme la tardanza…

El tiempo fue protagonista indiscutible de esos tres días: un tiempo espléndido. Es como si el otoño se resistiera a entrar sin reparo en nuestra casa. Por un lado, muy bien, pero por otro, pues no, porque los cuerpos se descontrolan: ahora frío, ahora calor, ahora viento, ahora sol, ahora lluvia… ¡una locura!

Manzanares El Real tienen un orgulloso castillo que, según me explicaron, viene a ser el equivalente a nuestra casa de Juntas de Gernika, porque allí se firmó el Estatuto madrileño y se formó el primer gobierno autonómico de la Comunidad de Madrid.
En el patio-claustro nos esperaban con juegos malabares, juglares y titiriteros de la época. Todo para hacer nuestro viaje al pasado más fácil, más gráfico. Recorrimos aposentos, estancias, salones y galerías. Subimos y bajamos escaleras de un caracol imposible y claustrofóbico. Disfrutamos del paisaje de la zona, tranquilo y de horizonte en forma de pantano.

Pero visitar el castillo te da un pase para viajar a los cuentos que nos contaban de pequeños, a esos cuentos de damas y caballeros, de guerreros, mazmorras… Y allí andaba yo, entre torres y almenas, oteando el horizonte, pero nada… ningún caballero andante, cual Quijote, se divisaba al galope, presto al rescate. ;)

Y Madrid, como tantas ciudades, y como casi siempre, lleno de obras: zanjas, vallas, excavadoras, tubos y tuberías, polvo, baldosas levantadas, ruido, molestias… Seguro que más de uno le encuentra su encanto al asunto del Fomento y las Obras Públicas, pero yo, qué quieren que les diga…

También hubo tiempo para exposiciones. Esta vez le toco el turno a la Fundación Mapfre. Vimos tres exposiciones diferentes, y de las tres, nos quedamos encantados con una (“Mirar y ser visto”), aunque sin despreciar las otras dos (“Ver Italia y morir” y “La danza de los colores. En torno a Nijinsky y la abstracción”), pero bueno, ya saben ustedes, sobre gustos… no hay nada escrito.

Y otro poco para ver de pasada La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en el Paseo de Recoletos. Poco y de pasada, ya digo, para evitar tentaciones, que conmigo, ya se sabe…

Cuelgo unas cuantas fotos para disfrute del personal. ¡Y tomen buena nota de todo aquello que les parezca interesante!

Fotos: Antonio y Edurne Folletos: De la Exposición









lunes, 19 de octubre de 2009

VIDAS PARALELAS (IV)


— Pepe…
— ¿Qué?
— Oye, ¿tú te acuerdas de la conversación que tuvimos hace unos días?
— ¡Como para olvidarla, claro que me acuerdo, si desde entonces estoy acojonado, Merche, acojonado!
— Bueno, no exageres, hombre, que sólo era una pregunta que generó en algo más… así, más profundo, que seguro que nos ha hecho pensar, a mí al menos sí.
— Mira, Merche, esa tarde salí de casa totalmente confundido, con la cabeza vuelta del revés, con una angustia en el estómago que para qué te cuento, sin saber qué es lo que había hecho mal para que tú me preguntaras, después de treinta años, si te quería. Y así sigo. No duermo, trabajando estoy más a darle al coco que a lo que tengo que hacer, que ya me han llamado la atención una vez, algo que jamás en la vida había ocurrido… Cómo crees que estoy, ¿eh? Pero como fuiste tú la que decidió dejar la conversación para otro momento… no he querido importunarte, no fuera a ser que…
—¡Bueno, si ahora resulta que yo soy la mala de la película, la que te tiene sin dormir durante diez días, sin poder concentrarte en el trabajo… y todo por una simple preguntita!
— ¡Venga, al grano, Merche, que esto hay que solucionarlo pero ya!
— ¡Sí, a sus órdenes, mi dueño y señor!
— Menos cachondeo, que no está el horno para bollos. ¿Vas a decirme qué es lo que pretendes de mí, qué quieres que haga, o que no haga? Que ya, cualquiera sabe… Además no tengo mucho tiempo, he quedado con Manolo para un asunto.
— ¡Ah, el señor ha quedado y tiene prisa! Mira, Pepe, no pensé que fueras a ponerte así de borde, a la defensiva y tirándome pullazos. Me estás decepcionando. Me dices que has estado mal, pensando, sin dormir, angustiado, y seguro que hasta has llorado a escondidas, y ahora, te pones en este plan conmigo… Pues esto es lo que no quiero, lo que no quería, que en el momento en el que yo planteara la más mínima duda, tú te revolvieras así, te pusieras en la parte del ofendido y me trataras, maltrataras, de esta forma. Dices que me quieres, que claro que me quieres, que cómo no me vas a querer, y yo no tenía duda de ello, pero quería algo más, que habláramos, que reinventáramos nuestro matrimonio… pero veo que eres incapaz, que no te atreves a salir del camino marcado, que no te entra en la cabeza que la otra persona, yo, quiera algo más, que sienta necesidad de cambiar. ¿Pepe, no te das cuenta? Porque, ¿no se te habrá ocurrido pensar en que yo esté pasándolo mal estos días, en que esté muerta del miedo, temblando y sin dormir, sin atinar en las comidas… no me ves cómo estoy, qué ojeras tengo, qué cara se me ha quedado… no te has fijado? No, no me has mirado, no te has atrevido a mirarme.
— Merche…

Continuará…

Boceto: Antonio Texto: Edurne

domingo, 18 de octubre de 2009

CUANDO LLEGA EL OTOÑO



BLANDO CORAZÓN

ESCONDIDO TRAS DURA

PIEL DE BELLOTA.


Bellotas: Recogidas el jueves en el parque. Foto y Texto: Edurne

miércoles, 14 de octubre de 2009

VIDAS PARALELAS (III)



Vamos a ver, esta mujer me ha descolocado totalmente con la preguntita de marras, ¿pues no me dice que a ver si la quiero?
Y ahora estoy aquí, como un pobre desgraciado, intentando entender a qué viene todo esto, qué es lo que he hecho mal, hoy, ayer, ¡o toda la vida! Que lo mismo llevo toda la vida siendo un desastre de marido y todavía no me he enterado.

Si ya te digo, se mata uno a trabajar, a echar horas extras como un loco, y todo ¿para qué, por quién? Pues por ellos, ¿por quién va a ser nada más que por ellos? Para que no les falte de nada.

Yo siempre había creído que Merche se casaba conmigo tan joven porque le hacía ilusión, porque quería ser una mujer casada, ser mi mujer. Y ahora resulta que todo era una fachada, que casi me ha reprochado el que se vio forzada de alguna manera a casarse porque en casa de mis padres como que no cabíamos de tantos que estábamos. ¡Lo que hay que oír!

Estoy hecho polvo, y lo malo es que no entiendo nada, que estoy hecho un lío y totalmente desconcertado, pero sin saber la razón por la que me ha echado este jarro de agua helada.
Me está castigando por algo que he hecho y que no tengo ni idea de qué es. Tiene que ser eso, no hay otra explicación.

Las mujeres son muy extrañas, de eso ya sabía, que siempre lo hablábamos Fede y yo. Mira, y él ha sido más listo, no se ha casado y se ha quedado en la casa de los padres a sus anchas. Hace lo que le da la gana, no tiene que oír monsergas de que si la ropa, que si quítate los zapatos, que lávate las manos; que no seas pesado, que no, que ahora no me apetece, que me duele la cabeza, que tal, que cual…

¡Peluquera, que quería haber sido peluquera! ¿Pero qué te parece? ¡Ay, Pepe, que se te está moviendo el suelo, ten mucho cuidadito, no vaya a ser que te caigas con todo el equipo y luego no sepas dónde colocarte!

La verdad que me ha dejado jodido, que no hago más que darle vueltas a la cabeza. Pues claro que la quiero, ¡si es mi mujer! Pero no, ¡a ella no le basta, necesita más, mucho más! ¿Pero qué es lo que necesita? Si no me lo dice…

Vaya, por ahí va el palizas de Manolo, pero ahora no tengo ganas de encontrarme con nadie. ¡Hostias, mira que hace frío! Es que encima he salido escopeteado de casa después del susto, claro, y no me he acordado ni de coger un jersey. Pues como me agarre un catarro… ¡la culpable va a ser ella!

Y mira que me gusta Merche, mi Merchitas, que nadie tiene esa piel tan blanquita, esos ojos tan transparentes y ese tacto… ese tacto que te hace temblar de la cabeza a los pies. Que sí, que ya sé que tiene cincuenta y que ha parido dos hijos, ¿y qué?… Pues que está para comérsela. Recuerdo cuando era una cría con trenzas, cómo me gustaba, ¡uf!, y eso que la vecina de mis abuelos, la creída de Araceli, andaba detrás de mí día y noche y encima era de mi edad, pero no, que a mí me gustaba Merche, que yo eso siempre lo he tenido muy claro. ¿Y cómo se le ocurre poner en duda mi cariño? Si es mi mujer, si me casé con ella por eso, porque la quería, porque no soportaba verla tan guapa, con ese salero y ese desparpajo que siempre se ha gastado y que a los demás se les cayera la baba cada vez que salía a la calle.

Nada, tenía que ser mía o… ¡O nada, mía y de nadie más!

Pues no sé si me están entrando ganas de hacerme el duro y ponerme interesante, que en la fábrica hay un par de niñatas que no están nada mal y que sé yo de muy buena tinta que hablan de mí, que preguntan, vamos. Así que si Merche se pone tontita… se va enterar de lo que vale un peine, ¡que me pongo a darle achares, vamos que sí!

Y el caso es que… mierda, mira que tengo un nudo aquí, en la boca del estómago, ¡que hasta tengo ganas de llorar! ¿Y adónde carajo voy? Si es que llevo casi una hora caminando como un tonto. Tengo aquí la película de mi vida, cada momento, cada… todo, y en cualquier sitio que mire, allí está Merche, ¡si siempre ha estado! ¿Y por qué quiere ponerlo todo patas arriba? No entiendo nada. Nada.

Boceto: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 7 de octubre de 2009

VIDAS PARALELAS (II)

No, si ya me lo decía mi hermana Puri, que no me precipitara, que era muy joven, que esto, que lo otro…
Ya, ya sé, tenía toda la razón del mundo, pero, ¿qué quieres? Si hasta me hacía ilusión eso de decir que estaba casada, que si mi marido tal, que si los hijos cual…

A mí me hubiera gustado hacer algo más después del instituto, aunque muy buena estudiante no era, pero no sé, algo como peluquería, secretariado, que en aquella época decir que una era secretaria, tenía su aquél; y que tenías una peluquería, por ejemplo, pues también. Pero no, me quedé en ama de casa, con el “Sus labores” de rigor. Y ahora me siento una “Maruja”. ¡Me da una rabia! No porque no valore el trabajo de las amas de casa, que yo soy una de ellas y sé lo que hay: una jornada contínua ejerciendo de todo, de madre, esposa, enfermera, psicóloga, cocinera, señora de la limpieza, amiga, consejera, amante, confidente… ¡y sin sueldo! Ya, y luego hay que oír que tienes casa, ropa y comida… ah, y que no se nos olvide: quince días de vacaciones al año (¡ejerciendo de lo mismo que en casa y encima en el pueblo de tus suegros!)...
¡Buen negocio hice yo!

Y el caso es que Pepe es un buen hombre, trabajador como el que más, que siempre me ha querido, al menos se ha preocupado de mí, de los niños, de que no nos faltara nunca nada. Y que jamás me ha engañado (eso creo), pero… noto que falta algo. Sí, seguro que si lo comento con mis amigas o mi hermana, me dirán eso de la “maldita rutina”, que la rutina mata el amor… bla, bla, bla. No me interesa. La rutina está en todos los aspectos de nuestra vida. Es rutina hacer la cama todos los días, levantarse, ducharse, desayunar… Todo es rutina, y ¿qué? No, no me sirve eso de la rutina.

Hay veces que me miro al espejo, como ahora, y sólo me quedo así, mirándome. Yo creo que quiero descubrir algo, una respuesta a estas dudas que me tienen como rabiosa, rebelde, inquieta…

Hoy me he atrevido a preguntarle a Pepe si de verdad me quiere. Le he pillado casi a traición, no se esperaba esta pregunta ni por lo más remoto. Y me sale con que ¡cómo no me va a querer si estamos casados! Y ahí me he dado cuenta de que es un inocente, muy bueno, pero un inocente, vamos, que no, que no se entera de nada. Lleva más de la mitad de su vida mirándome pero sin verme. Me tiene y eso para él es suficiente. Yo le doy la seguridad que necesita, su vida está completa: mujer, hijos, casa, trabajo, comida, amigos, fútbol y vacaciones con la familia en el pueblo de su infancia. Ya digo: una vida completa, y ahora, voy y le salgo yo con la milonga de si me quiere… ¡Lo que faltaba! Creo que le acabo de desbaratar la vida. Lo siento, pero la mía ya está en esa fase de “plan renove”, así que seguiremos nuestra conversación. Espero que esté pensando, planteándose las cosas, haciéndose preguntas, como yo.

Y claro que necesito que me diga que me quiere, que me achuche de vez en cuando así, porque sí, porque le ha entrado un “no-sé-qué”, que me persiga por el pasillo en busca de un beso clandestino como si fuera un colegial enamorado, que me llame desde el trabajo aunque sólo sea para decirme que qué guapa estaba esta mañana… y que nadie hace la paella como yo, ¡ni su madre!

Boceto: Antonio Texto: Edurne

sábado, 3 de octubre de 2009

VIDAS PARALELAS (I)



—Vamos a ver, Pepe, ¿tú a mí… me quieres?
—Pero qué cosas tienes Merche, cómo no te voy a querer, ¡si estamos casados!
—Ya, o sea, que para ti, el mero hecho de estar casados ya quiere decir que nos queremos, nos amamos locamente y tal y tal…
—Vaya, ¡nos dio el cuarto de hora filosófico, eh! Mira, cari, tú y yo llevamos muchos años juntos, primero de novios, lo que nos dio tiempo para conocernos, y después pues nos casamos porque, ¿qué íbamos a hacer sino?
—¡Que qué íbamos a hacer dice! ¡Hace falta valor! Yo desde luego, infinidad de cosas, que me casé tan joven porque me dabas pena.
—¿Pena yo? Oye, oye… a ver qué es eso de que te daba pena.
—Pues sí, que si en tu casa estabais todos muy apretados con tus padres, tu hermana Luisa, tu cuñado y los dos niños, tú y Fede… Vamos, que casi me vi forzada a hacerlo, y tus padres no veas cómo me lo agradecieron.
—A ver, a ver, que me entere yo, la cosa es así: te casaste conmigo porque de una u otra forma te viste obligada a ello, o sea, que en realidad, no estabas enamorada de mí…
—Hombre Pepe, no tergiverses las palabras, que tampoco he querido decir eso. Más bien que era muy joven, que tenía muchos sueños, que me hubiera gustado esperar un par de años más…
—Yo siempre pensé que eras feliz, que nuestro matrimonio era modélico, que había confianza entre nosotros, que cuando llegaron nuestros hijos nuestra felicidad fue completa… Siempre he creído eso y por lo mismo estaba tranquilo, pero ahora, ahora me has desconcertado. ¿No querrás decirme algo, verdad? No sé, que hay otro hombre, que quieres marcharte para realizarte como persona, que…
—¡Ay, Pepe, no seas simple! Que no, que no es nada de eso, que no se te hagan los dedos huéspedes, pero mira, que tengo cincuenta años y me ha dado por pensar en si de verdad tú me quieres, en si de verdad yo te quiero. No es tan raro. ¿Tú no te lo has planteado nunca?
—Pues no, la verdad es que no. No he creído necesario decirte a cada rato “Merchitas, mi niña, cuánto te quiero”, no sé, me parecía obvio.
—Ya, obvio. Habrás de saber, Pepito mío, que sí, que es necesario, aunque nos parezca una cursilería, aunque sea “obvio” como tú dices. A veces, esas pequeñas muestras de romanticismo trasnochado son como una cucharada de reconstituyente, el “Bovril” que da sabor a la sopa. No es suficiente con que llevemos treinta años casados, con que seas el padre de mis hijos, con que duermas todas las noches junto a mí, con que una vez al año vayamos quince días de vacaciones al pueblo de tus padres y parezca que todos somos muy felices… Hay más cosas, Pepe, ¡muchas más!
—¿Más cosas, y cuáles son esas cosas?
—Deja, total…
—¡Nada de “deja”, ya se nos ha trastocado la tarde, Merche, así que ahora no me dejes in albis; ahora dime, que yo me entere: ¿cuáles son esas otras cosas?
—Que no, que si aún no te has dado cuenta, mejor dejarlo para otro día.
—¡Sí, claro, como tú digas, para otro día…!


Continuará…

Bocetos: Antonio Texto: Edurne

miércoles, 30 de septiembre de 2009

MALOS VIENTOS



Dicen que llegaron tras la última tormenta,
con los vientos del otoño,
al soplar mareas de abandono.

Dicen que trajeron polvo en las espaldas,
que al caminar, con su paso,
mi vida quedó, sin remedio, de lodo anegada.

Dicen que fueron como un sueño,
como el alma sin reposo,
suspendidos los besos en el último recuerdo.

Dicen que la memoria me borraron,
que de mi deseo, dueños,
de tu ventana se me llevaron.

Foto: Aitor Texto: Edurne

lunes, 28 de septiembre de 2009

ASÍ ES LA VIDA


Dicen que mirar atrás es bueno a veces…

“Buscando en el baúl de los recuerdos
uuuh
Cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces
uuuh
Mirar hacia adelante es vivir sin temor”.

Esta canción fue un éxito de los años sesenta o principios de los setenta, en la voz de Karina. Recuerdo que la cantábamos a grito pelado, y tenía su cosa, no crean, lo de cantarla así, como locas desmelenadas.

La vida es extraña, a veces se parece a este mar que miro desde mi orilla, con esas olas que vienen y van, que unas veces te traen de todo y otras te llevan también de todo. Volver la mirada hacia atrás hace bien, más que nada por eso de no olvidar quiénes somos y de dónde venimos, y es que parece que a algunos se les olvida rápidamente.

La vida pasa muy rápida, pero también lenta, o sea, que nos da tiempo para vivir una vida, o dos, o tres, y hasta cuatro vidas dentro de una misma y única vida. ¿Me entienden?

Hay acontecimientos que nos proporcionan una felicidad sin límites, o que nos producen un dolor extremo. También pasamos por la impotencia, la rabia, e infinidad de situaciones de todo tipo, incluidas las absurdas, las sinsentido, las injustas, las sorprendentes, crueles… ¡De todo!

Hay personas que aparecen en nuestras vidas y se quedan toda la vida, otras para un ratito, y algunas, después de perderse durante años, reaparecen por la vereda de nuestro caminar. La semana pasada tuve uno de esos reencuentros que te alegran el día. Veintitrés años sin ver a una persona dan para mucho. Espero no volver a perder a nadie.

Y hay momentos en los que tienes ganas de mandar todo al carajo: a los políticos, a los cínicos, a los facinerosos… Hay momentos en los que ver sufrir junto a ti, te deja en ese estado de rabia contenida, y es ahí cuando me vestiría de “Jinete Escarlata” o de “Zorro Justiciero” y saldría a poner orden en este mundo deshumanizado…

Y todavía tenemos que dar gracias por vivir inmersos en un estrés que nos devora, en una sociedad consumista, contaminante, insolidaria… ¡ja! Sí, gracias por poder sentarnos ante un teclado y reflexionar en voz alta, y poder compartir todas estas cosas con un montón de gente que, seguro que se siente igual que nosotros…

Mientras escribo esto, en la tele están dando una peli curiosa, por lo poco que estoy viendo, ya he tenido tiempo de captar la esencia: la soledad. Tres protagonistas, tres soledades que luchan por sobrevivir, cada uno a su manera: unos intentando acercarse a los otros, y otros rechazando ese acercamiento. Somos seres complejos, nuestras soledades son complejas.

Y la vida pasa. Y las personas pasan, y nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros amores y desamores… Los momentos de alegría, el llanto, la risa. Todo, todo pasa.

Es bueno mirar atrás de vez en cuando, y traer a nuestro presente ese pasado que nos trajo hasta aquí, porque sin él, no seríamos los hombres y las mujeres que hoy somos. Sin él y sin todos los que por nuestra vida pasaron, los que se fueron y los que se quedaron…


Foto: En Sevilla hace unos veinte años. No recuerdo quién la sacó (Amparo, Mari Karmen, Amaia o Bego).

martes, 22 de septiembre de 2009

SIN DESTINATARIO (II) "A los hijos que no tuve"




Queridos hijos, queridas hijas:

Hoy he estado pensando en el tiempo, en el pasado, en este presente y en el que todavía nos queda.
Hoy me he levantado y he pensado en vosotros.
He tratado de imaginar vuestras caras, cómo serían esos ojos que me mirarían con ansia, con alegría. Y esas manitas alzadas hacia mi cara, buscando mi boca, mientras la vuestra jugaba a encontrar mi pecho… Hasta me ha parecido escuchar vuestras sonrisas, vuestros llantos entre los deseos de mi corazón cansado.

Nunca os pude decir lo mucho que os quise, que os quiero, que os querré…
No habéis conocido mis besos, mis abrazos, ni mi amor de madre castigada…
Me he quedado sin conoceros, sin saberos, sin teneros…
Hoy he estado recogiendo mis anhelos en unos sobres de papel de otros tiempos. He guardado mis logros, mis fracasos… Os he guardado ahí, bien escondiditos, entre palabras de amor y miedos de mujer entregada.

A veces os oigo por el pasillo, cargando libros, bolsas y muchas, muchas risas…
Me descubro soltando una regañina y hasta llorando a coro por cualquier tontería.
Nadie os conoce mejor que yo, nadie sabe de sufrimientos y pesares, también de gozos y alegrías… Sólo yo os he tenido en mi mente, en mi corazón, y os he llevado conmigo todo este tiempo, he velado vuestras noches y vivido vuestros días, sólo yo…
Sé que no he sido la mejor madre del mundo, pero lo he intentado… lo he intentado y el deseo no me ha alcanzado: no llegasteis.

Hoy he visto caer la lluvia con desconsuelo, con ese sonido que me acompaña dentro del alma. Hoy os he reconocido entre mis arrugas, entre mis noches despiertas.
Y sé que os llega mi voz, por algún insondable recoveco del amor materno, sé que os llega, hasta allá donde quiera que estéis.
Y si vuestros ojos me miran, si vuestro corazón me reconoce, sabed que siempre, siempre me tendréis…

Vuestra madre que, aunque no lo sea, lo es.


Pintura: Antonio Texto: Edurne

jueves, 17 de septiembre de 2009

LETRAS, LETRAS...


Reaparezco por esta Orilla con la crónica de la presentación de nuestro libro, que tuvo lugar ayer, miércoles 16 de septiembre, en la librería La Casa del Libro de Alameda Urkijo de Bilbao.

El evento viene sucediendo todos los septiembres de estos últimos años, y en sí no debería suponer mayor alboroto para nosotros; pero no, cada año tenemos la misma emoción por dentro.

Siempre nos preocupa que todo salga bien, casi perfecto, que la gente acuda, que los textos elegidos para leer sean los adecuados para esa hora y pico que dura el acto, que el personal se anime a participar…

Ayer tuvimos un tiempo infernal, los chubascos repentinos y torrenciales que salpicaron la tarde bilbaína, casi dan al traste con la presentación. No, los “alfabéticos” somos incombustibles, y quienes nos acompañan, lo mismo.

Pero como para crónicas, ya están las de los periodistas de verdad, aquí y aquí les dejo un par de enlaces donde podrán ustedes leer y ver alguna foto.

Dentro de unos días comenzará de nuevo la aventura de escribir, de disfrutar imaginando historias cuasi reales o imposibles, y de seguir compartiendo, leyendo…

“Como la vida misma”.


Foto y extracto de relato: Edurne

viernes, 4 de septiembre de 2009

LIBERTAD


Arrastran las olas los pesares del alma
dejando surcos en el rostro de mis días.
Arados los campos del sueño están,
y con vestido de sol y mar
dejan mis pensamientos volar.

Llamo.
Grito tu nombre, LIBERTAD.
Espero con ansia tus pasos
poder escuchar.
Te llamo desde la oscura garganta
de la noche,
desde el miedo a la verdad,
sin esperanza en poderte besar…

Y es este lamento que,
preso de mis deseos,
se ahoga en la antesala del viaje
a ninguna parte,
a la estrella más lejana,
la del cielo polar.

Y este nudo en mi sangre
que me cierra el paso a tu boca,
a tus manos, a tus ojos…
Mi bella, mi amada
LIBERTAD.


Foto: Joseba Texto: Edurne

domingo, 30 de agosto de 2009

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXVII)














































































Agoniza este mes de descanso general. Agosto llega a su fin y el martes empezaremos con nuestra rutina: en mi caso nuevo curso escolar.

Estoy en Bilbao desde el domingo a la noche, pero cuelgo estas Crónicas del Foro ahora porque ya está comprobado que las visitas a la orilla han descendido notablemente.

Madrid en agosto está casi vacío, se puede aparcar sin dificultad en las zonas más problemáticas, y así, acercarte al Reina Sofía, al Retiro…

El Reina Sofía ha cambiado su propuesta museística, es decir, los cuadros, los grabados, esculturas y otro tipo de soporte artístico, se presentan ahora agrupados por temática, y a tal fin el Museo del Prado ha hecho una serie de préstamos.
La propuesta no es excesivamente impactante, está bien, sólo es otra forma de ver, de mirar… el arte.

Me quise “retratar” junto a un Miró de gran tamaño, y posé con una de esas esculturas inquietantes de Juan Muñoz (recordarán ustedes que el año pasado hubo una retrospectiva de él en el Guggenheim y de la que esta Orilla dio debida cuenta). El Reina Sofía es uno de esos museos que no agobia demasiado, que si no quieres empaparte de cuadros y demás, simplemente puedes dejarte llevar por sus pasillos (fue un antiguo hospital) o descansar en su claustro.
A la salida te espera el bullicio de Atocha, y el de las obras que adornan todo Madrid (como en todas las ciudades).

También tuvimos tiempo para hacer un viajecito a Cuenca. Recuerdo que lo que venía en los libros de texto en mi época de estudiante infantil era: “Cuenca-Ciudad Encantada”.
Pensaba que la misma ciudad era una ciudad encantada a cuenta de sus famosas casas colgadas, pero la “Ciudad Encantada” se encuentra a unos 40 kilómetros de la propia ciudad, y es un paraje de naturaleza calcárea de la época del Cretácico, cuando toda aquella zona estaba inundada por las aguas, por el llamado Mar de Thetis, y del que hoy en día solamente queda el Mar Mediterráneo. Pues bien, las formaciones rocosas que pueblan la serranía conquense en esa parte son realmente fascinantes, y no me extraña nada que hayan dado el nombre de “Ciudad Encantada” a todo el conjunto.
La Naturaleza es caprichosa y toma formas nada ortodoxas. Gargantas de ríos con aguas casi irreales, buitres leonados en busca de su comida, cielos azules y algodonosos, rocas con recovecos de cuento... Aquí dejo una pequeñísima muestra porque, fotos, sacamos una barbaridad de ellas, ¡para no variar!

Y de Cuenca ciudad, pues… es pequeña, muy pequeña, más bien parece un pueblo grande. Las Casas Colgadas son unas pocas, al menos las que siempre salen en las fotos, en los recuerdos… Tiene una Catedral muy peculiar, la fachada parece ser casi de papel, vista de perfil. Hay unos cuantos conventos (de Las Petras, de Las Esclavas…), y hasta vimos monjitas de clausura rezando el rosario en uno de ellos, parecían palomas, todas de blanco y con esas tocas vaporosas y enormes.

El Foro tendrá que esperarme unos días, así le doy tiempo para que afloje el calor, ¡que ya toca!

Fotos: Antonio y Edurne