Aitatxu:
Nada es mejor desde que te
fuiste. Nada.
El frío se ha instalado en
nuestras vidas, la incertidumbre del mañana es nuestra única esperanza, aunque vaya
vestida de miedo.
Nada es mejor, aita, nada.
Casi agradezco que no estés
en este mundo que nos va quedando, así, tan estrecho de todo, tan ruin, tan extraño…
Estarías sufriendo mucho. Tú, tan justo, tan honesto, tan generoso, solidario y
empático. Por eso mejor que no estés.
Ocho años caben todavía en
las dos manos, pero… ¡son tantos! Tantos que me parecen una eternidad.
Sabemos que nos cuidas, que
miras por nosotros constantemente (¡cuánto trabajo te estamos dando!), y por
eso sentimos tu presencia en cada rincón, en cada pensamiento, en cada hecho…
Eres tan grande que no hay nada ni nadie que pueda apagar tu recuerdo ni nuestro
cariño y respeto por ti. Pero eso ya lo sabes.
Nunca me cansaré de darte
las gracias por haber sido mi padre, nunca. Todos los días te hablo, te
pregunto, ¡y lloro!, como ahora, que ni veo lo que escribo de lo empañados que
tengo los ojos, que ni respirar puedo del nudo que me aprieta la garganta.
Hoy vuelvo a sujetar tu
mano para acompañarte en ese último viaje, aita. Hoy vuelvo a sentir todo tu
amor en ese gesto, tu valentía, porque fuiste un valiente, tu agradecimiento
por habernos tenido… No querías irte, lo sé, no soltaste mi mano ni un momento a
pesar de que sabías que era tu hora.
Estás en el aire que
respiramos, en el sol que acaricia nuestra piel, en la lluvia que nos moja, en
el trino de tus amigos los gorriones cuando vienen a anidar en la farola en
primavera, en las pequeñas flores entre el césped del parque por el que te
gustaba pasear con amatxu, en el rugido de las olas azotando las rocas, o en
esa espuma suave que llega hasta la orilla… Y en tus cosas, en tus libros, tus
cuadernitos, en tu letra, aita, ¡tu letra! Estás en todas partes, en todas.
Hoy cumples, cumplimos,
ocho años de ausencia. Aprender a vivir sin ti es tarea diaria, pero tú nos
ayudas a seguir adelante. Eskerrik asko, aita!
¡Hasta el infinito y más
allá!
Maite zaitut! Maite
zaitugu!
Hoy, 24 de enero, se cumplen ocho años desde que mi aita nos dejó. El año pasado no pude hacerle el homenaje que le hago todos los años porque estábamos peleando por la vida de ama. Yo le rogaba que no se la llevase todavía, que nosotros la necesitábamos, ¡y aquí está! Mi aita, el mejor, ¡cómo olvidarlo! Imposible.
Fotos: De la memoria familiar, la última es la que más me gusta de todas las que tengo con él, muestra tanto... Desahogo: Edurne.