martes, 31 de enero de 2012

L'ÉTÉ (Y III)



No recuerda cuánto tiempo pasó, pero sí tiene bien clara la figura de Marilena, cada vez más grande, corriendo mientras agitaba los brazos y pedía ayuda. Todos se sobresaltaron y poniéndose en pie, fueron hacia ella. Entre sollozos y la voz entrecortada, contó como pudo que Miguel se había caído al agua por la parte de atrás de la cueva, y que no lo veía…

Pablo salió corriendo, los demás no pudieron seguirlo. Cuando llegó, se lanzó al agua. Una, dos, tres veces se sumergió en las oscuras aguas. Hasta que lo vio. Allí estaba Miguel, su hermano. Era su propio reflejo. Tenía el pie derecho trabado entre dos rocas. Se miraron. Miguel justo podía sacar un poco la nariz si hacía un esfuerzo, y se apoyaba sobre el pie atorado. Pero el pie había empezado a rasgarse, y ya no tenía fuerzas… Con los ojos imploró a su hermano. Pablo se le acercó.

Se oían lejanas las voces de los demás, cada vez más lejanas… Ya estaba anocheciendo cuando salió del agua, y como una aparición que hubiera vomitado la cueva, lo vieron aparecer los demás, que, ateridos de frío y miedo, no supieron qué decir. Cuando llegó a su altura, cogió una toalla y se la echó por encima, estaba tiritando, amoratado, con los ojos rojos, la piel casi traslúcida, como un alma de otro mundo. Sólo Marilena se atrevió a peguntar:
–¿Y Miguel?
–No está, ha desaparecido.

Y echó a andar.

Los demás se miraron perplejos y asustados. Pablo caminaba unos cuantos metros por delante de ellos. ¿Qué dirían al llegar al pueblo? Cogieron sus cosas y siguieron por la senda de soledad que habían dejado los pasos mojados de Pablo. Querían salir de allí cuanto antes, y se azuzaban, silenciosamente, unos a otros... Únicamente Marilena tuvo el valor de volverse y mirar, pero echó a correr cuando le pareció ver la figura de Miguel en la orilla. Tan sólo fueron unos segundos, pero los suficientes como para tener la certeza de que esa visión fue real.

Pablo y su familia nunca más volvieron al pueblo, y a partir de entonces, infinidad de leyendas y suposiciones comenzaron a correr de boca en boca, intentando dar una explicación al extraño suceso de la desaparición de Miguel, pues además, nunca apareció el cuerpo.

Pablo pasó a ser hijo único, pero aún así, no cambió la consideración que todos tenían de él. Su carácter se tornó variable, nadie sabía muy bien a causa de qué, y entonces había temporadas en que recordaba a Miguel, hasta se atusaba el flequillo como él, hacía sus mismas gracias… y gozaba de todas las atenciones y los favores del resto, que veían en él a Miguel que retomaba su vida como si nada hubiese pasado. Pero cuando su carácter se volvía huraño, atormentado, taciturno y ausente, era como si el mundo y él se apartaran mútuamente.

Logró una etapa más o menos estable con su carácter de persona gris y sin importancia. Consiguió terminar sus estudios y tener un trabajo normal. Estaba solo, era cierto, pero estaba tranquilo. Solo le molestaba el maldito calor, no soportaba los veranos…

Necesitaba seguir tranquilo, aún no había conseguido todo lo que quería, lo que todo hombre normal tiene sólo por el mero hecho de ser hombre. Era pronto, ¿por qué volvía? ¡No, otra vez no! No quería volver a la oscuridad de aquellas aguas, al frío de aquel vacío inmenso…

Miró fijamente al espejo, a la cara que se reflejaba en él. Una mueca de satisfacción cruzó su rostro. Echó su flequillo hacia atrás con decisión y terminó de secarse la cara. Estaba de nuevo aquí, había vuelto, y esta vez, para quedarse.

Era un verano muy caluroso, o eso le pareció.

Imagen: Internet Texto: Edurne

domingo, 29 de enero de 2012

L'ÉTÉ (II)



Siempre había sido así, su hermano y él. Él el último en todo.

Todos los días bajaban a la playa por el camino de las huertas del tío de Alfredo. Era el mejor de los atajos, porque siempre “caía” algo: unas peras, unas moras… Aunque también tocaba salir corriendo, la mayoría de las veces, delante del “Risitas”, el perro del tío de Alfredo. Y a él, siempre le caía en suerte el trabajo sucio, pero no se quejaba, ¿para qué? Cuando volvían a casa, la madre también le regañaba por los pantalones rasgados, la camiseta rota, o las zapatillas sucias… ¡Para qué protestar!

Ahí estaba el camino de las huertas y abajo La Playa del Cura, como se la conocía en el pueblo. El pueblo era uno de tantos diseminados por la costa, y desde que él recordaba todos sus veranos estaban ligados a ese lugar, al pueblo de sus abuelos. Un pueblo como todos, donde todo el mundo se conoce, donde todos saben todo de todos, o al menos pretenden saber…

—¡Mira qué niños tan guapos!
—¿De quién sois? ¿Sois los nietos de la María y el Ramón?
—¡Fíjate qué ojazos tiene éste! Tú eres Miguel, ¿verdad?, Como tu tío, tan listo él… Y este otro, parece tan callado… Aunque son igualitos, ¡eh!

Siempre era así, Miguel y él. Él, sin nombre. Nadie recordaba que él era Pablo, y que se llamaba así por su otro tío, el que se ahorcó a los quince años, y del que nadie quería hablar. Pero su madre, nadie sabe muy bien porqué, quiso ponerle el nombre de su otro hermano, dicen que tuvo como un pálpito al verlo. Miguel y Pablo, los gemelos.

Aquella mañana bajaban jugando a las adivinanzas y al veo-veo. Iban siete en el grupo: Miguel, Alfredo, Susi, Juanín, Tere, Marilena, la niña más guapa del mundo, y que había llegado al pueblo el día anterior –era la que más tarde llegaba siempre-, y él, Pablo, que avanzaba unos pasos más atrás del grupo, observándolo todo, por ejemplo, cómo Miguel trataba de impresionar a Marilena con sus gracias, sus chistes, sus poses… y ese gesto tan suyo de echarse el flequillo hacia atrás.

Pero nadie se fijaba en él, ni se daban cuenta de que se iba quedando cada vez más rezagado. Sólo Marilena se volvía de vez en cuando y le hacía un gesto con la mano para que se apurara.
Allí estaba la playa, bastante solitaria, como siempre. En realidad, más que una playa, era una pequeña cala donde se podía bucear tranquilamente, coger percebes y otros bivalvos de las rocas. Además, estaba La Cueva del Pirata, su lugar secreto, donde solían reunirse de vez en cuando para hacer fogatas en las tardes de verano.

La mañana transcurrió normal, entre juegos, chapuzones, risas… Comieron los bocadillos que llevaban en las mochilas, y la fruta que habían “recolectado” por el camino. A la hora de la siesta, y a pesar del calor que hacía, Alfredo y Juanín se quedaron como troncos; Tere y Susi se pusieron a leer revistas y a cuchichear, mientras se les escapaba alguna que otra risita nerviosa. Miguel y Marilena bajaron hasta la orilla en dirección a La Cueva del Pirata; y Pablo se quedó sentado en una roca leyendo un libro de aventuras, pero, su mirada iba tras ellos, tras Marilena y su hermano… Hasta que los perdió de vista, cuando desaparecieron en La Cueva del Pirata.

Imagen: Internet Texto: Edurne

miércoles, 25 de enero de 2012

L'ÉTÉ (I)



No podía soportar el calor. El termómetro de la plaza del ayuntamiento marcaba 32º. Tan sólo eran las doce del mediodía y el panorama no tenía visos de cambiar, muy al contrario, las previsiones eran totalmente amenazadoras: ese día se llegarían a alcanzar valores en torno a los 40º o más.

Pablo aumentó la potencia del ventilador de pie que estaba junto a la ventana, y le dio al botón de función giratoria. Al momento, un aire ya usado pero revestido de un falso frescor, le golpeó sin piedad en las piernas; después aireó las cortinas de la ventana, y lanzó por los aires un montón de revistas que dormitaban en el suelo, junto al rincón de la tele… Le gustó la sensación y se quedó de pie junto al aparato, mientras observaba una y otra vez el itinerario de ese viento artificial y los efectos que causaba a su paso.

Ya no era tiempo de semejantes calores, pero desde que el cambio climático de las narices había hecho acto de presencia en nuestras vidas, ya nada era lo que debía, así que no quedaba otra que conformarse con lo que los nuevos tiempos y los avances iban dejando en nuestra orilla.

Se había propuesto un par de horas de lectura tranquila, pero la cosa había empezado mal, con ese calor no se podía pretender nada tranquilo, ni la tarde, ni la lectura, ni nada de nada…

Transcurrido un rato en el que estuvo jugando con el ventilador y experimentando diversas opciones, lo dejó. Se cansó y apagó el aparato. Ahora podía percibir el silencio que se había hecho a su alrededor. El calor, el silencio y el vacío. Nada se movía. Las revistas estaban desperdigadas por el suelo, la pequeña estación meteorológica que le habían regalado el otro día en el súper al hacer una compra superior a 25 euros y tener un montón de puntos acumulados sin canjear, marcaba 29º y un 88% de humedad. Realmente era insoportable.

Se dejó caer en el sofá. El techo le devolvió una visión aumentada de ese vacío, de ese silencio, de ese calor… Cerró los ojos, pero los volvió a abrir rápidamente, lo que vio no le gustó nada. Se levantó al instante, a la vez que con voz asustada imploraba "¡No, otra vez no!".

Salió de allí a la velocidad del rayo. En la cocina puso la radio, abrió el grifo y llenó un vaso de agua más o menos fresca. Bebió. Uno, dos, hasta tres vasos seguidos; y ya casi sin respiración, rompió a toser, a llorar… Los recuerdos. Era la hora de los recuerdos que volvían a llamar a su puerta sin pedir permiso. Pensó que lo había dejado bien claro, y, sin embargo, los muy ladinos estaban ahí, disfrazados de pensamientos normales.

Corrió al baño, a mirarse en el espejo. Era él, ¡sí, todavía era él! Dejó correr el agua fría de la canilla y se refrescó la cara una y otra vez, obsesivamente… No quería volver a enfrentarse con el espejo. Cogió la toalla y tapó con ella su cara, un rostro empapado de agua y de miedo.

Frotó enérgicamente a la par que repetía cada vez más alto que no, que él seguía siendo él, todavía… Que estaba ahí, en su casa, que todo lo demás no era cierto, que el pasado se había ido para siempre, y que ya había pagado por todo aquello.

Levantó la cabeza poco a poco y, muy lentamente, fue deslizando la toalla de la cara. Aún tenía los ojos cerrados, con los párpados reducidos a un montón de arrugas. Respiró hondo, y después de contar hasta tres, los abrió.



Pintura: “Reproducción prohibida” de Magritte (1937) Texto: Edurne

lunes, 23 de enero de 2012

EN PAZ



Todo respira el mismo aire que mis entrañas.


Estamos en paz.


Hoy no vienen las gaviotas a molestar mi sueño y
está tranquila la arena de mis recuerdos.


Refrescan suavemente los pies de mis dudas
las olas de salado merengue
en que se envuelven los pasos que te traen hasta mi isla.


En paz me pierdo en la mirada del horizonte más lejano.


En paz me duermo como si fuera noche de estrellas.


Y con cánticos de victoria, alzo al cielo la mirada calma
que arranqué del pórtico a la dicha.


Estamos en paz.

Foto: Aitor Texto: Edurne

lunes, 16 de enero de 2012

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XLII)































































Navidad, Navidad, dulce Navidad…


Que no, que no se me ha ido la olla, que soy más que consciente de que ya pasaron las fiestas, de que ya estamos inmersos en la cruda realidad. Tranquilos, estoy bien, ha sido un lapsus, y claro, como me acucian las Crónicas foreras… estoy en un “sinvivir”, que por falta de tiempo se me va retrasando la publicación de mis correrías por la capi del reino.

Como ya sabrán mis asiduos, tengo por costumbre pasar la última semana de mis vacaciones navideñas (salvo el año pasado por cuestiones de urgencia familiar) en Madrid. Este año, volvió a la normalidad el hecho navideño. Y Madrid estaba en su sitio, esperando ansioso mi llegada. Recibimiento con frío envasado y bien conservado especialmente para mí (siempre hace ilusión creerse estas cosas, hasta que el frío lo fabrican especialmente para una). Esta vez, como en otras ocasiones, también fueron nuestros amigos bilbaínos, y así, muchas veces, ocho ojos ven más cosas…

Como la lluvia estuvo ausente de nuestros planes, y de los de la climatología, el frío no fue obstáculo para que, bien abrigados, nos lanzáramos por las calles y plazas a caminar, a dejar que nuestros cuerpos entraran y salieran de museos, cafetines, restaurantes y librerías…
Pues bien, les voy a relatar, unos paseos capitalinos en clave de enero recién estrenado, con un solo de Lorenzo en plenitud de sus facultades, aunque pelín aterido…

Ustedes saben lo que me gusta a mí pasear por El Retiro, verdad, y que siempre que puedo les cuelgo unas fotos de árboles, cielos y veredas salpicadas de personajes de todo tipo. Esta vez no iba a ser menos. Si se les ocurre comparar éstas con las últimas del Puente de Todos los Santos, notarán algo que aún no había: el frío. Y es que el frío se ve, no sólo se siente, también se hace visible y está flotando en la atmósfera de los retratos invernales. El Retiro al atardecer, sigue teniendo un encanto especial. Ustedes fíjense en la luz, en la orfandad de las ramas arbóreas, en los pasos de los caminantes, que se perciben secos y prietos, oscuros y con cara de pocos amigos, aunque, con un poco de luz y sol, se relajan los caminos y las sonrisas… Vean, pues, si no es cierto lo que digo.

Hay una nueva modalidad de ver teatro. Es un modelo importado, pero da lo mismo, el caso es que por lo que yo vi, ha echado raíces y de las buenas. Se trata de los Microteatros. Hay un local en Madrid, por la Gran Vía, zona Ballesta, calle Loreto y Chicote, más exactamente, donde representan, de miércoles a domingo, pequeñas obras de teatro cada quince minutos. Microteatro por dinero, lo denominan. Un bar donde esperas a que llegue el turno de tu obra, tomas algo y charlas, observas… y después bajas al vientre de la ballena, para llegar hasta la salita donde se representará el micro que hayas elegido. Todo de lo más curioso. En un espacio reducidísimo, un máximo de quince espectadores, sentados en taburetes, esperamos a que aparezcan los actores, dos o uno, y desplieguen ante nos sus artes escénicas. Una experiencia novedosa como espectadora, y que me entusiasmó, además en la obra que escogimos, trabajaba Marta Fernández Muro, que me cae genial (también es escritora), y al final no pude aguantarme y le planté dos besos y le hice unos comentarios… Si pueden, vayan ustedes alguna vez y experimenten. La iniciativa surgió al hilo de un cometario de Cristina en su blog.

También es muy de apetecer en estos días fríos y así, como de sin prisa, el deambular por las calles, viendo escaparates, personas, aunque tengas que luchar cual Indiana Jones en la selva… y dejarte caer en algún café de aquellos de los años de Mari Castaña, pero reconvertidos, reciclados y de lo más concurridos. Por ejemplo la Botillería Manuela, por la zona de Fuencarral. Un chocolate suizo, un zumo natural de manzana y apio, unas cervecitas... Y la parroquia jugando a juegos de mesa de lo más variados, y charlando. Una gozada, ya les digo.

Y Malasaña, y la Plaza del 2 de Mayo, y el frío que por la noche se hace más insistente, y el estómago que te pide guerra, y qué tal un algo para entonar… Y pues como que sí, unas pizzas, o unas berenjenas rellenas, un buen vinito, una charla con los amigos, unas risas, un solucionar la vida… ¡qué les voy a contar que no hayan experimentado ustedes alguna vez!

Con el frío, me acuerdo de Rusia, allí sí que tienen frío, pero del bueno. ¡Que vienen los rusos! Bueno, al menos, los cuadros que tienen los rusos de San Petesburgo en L’Hermitage, sí que han venido. L’Hermitage en El Prado. Colas, terribles colas para sacar una entrada, tal vez para el día siguiente. Colas como si estuviéramos en época de racionamiento y tuviéramos que aguantar horas y horas por una ración de arroz o un pan. Pero al fin fuimos unos de los privilegiados. Los museos cansan mucho, sobre todo la parte lumbar, se te ponen los riñoncillos al jerez. Es un continuo ver, parar, acercar, alejar, volver… Despacito, todo muy despacito, y para cuando te quieres dar cuenta ya han pasado dos horas y media o más. Interesante la selección que los rusos nos han prestado por un tiempo. A mí me atrajo muy especialmente un recorrido por los pueblos de Oriente y de la vasta estepa rusa. Pueblos antiguos, como los Escitas, con sus usos y costumbres reflejados en magníficas obras de arte mueble y ornamental, orfebrería… de verdad, si tienen la ocasión, no la dejen pasar, y aunque haya que soportar colas, vayan a verla.

En los paseos sin itinerario preestablecido, puedes encontrarte de todo, y aquí voy a referenciar una grata sorpresa en una noche fresquita, ¡vaya si era fresquita! Por detrás del Teatro Real, en la calle Abrazo de Vergara, más concretamente, hay una librería, La Buena Vida, que permanece abierta hasta las doce de la noche o así. Una librería que confunde los libros y estanterías con veladores, cafés y pequeños sofás en que degustar, tanto una porción de tarta de arroz como un buen libro, que si es de tu agrado, pues lo pagas y te lo llevas… Una librería donde encuentras novedades que también están en las librerías más estándar, y libros de autores no tan conocidos, pero seguramente tanto o más interesantes. Piqué, ¡cómo no!

Y por seguir con el tema libros, librerías, tentaciones… subiendo de Atocha hacia El Retiro, hay que pasar por la Cuesta de Moyano, la que siempre me tienta. Ni qué decir que también oí sus cantos de sirena.

En el cine estrenan muchas películas a la vez, y no da tiempo a verlas todas. Hay que seleccionar. Escogimos una, no por la temática, sino más bien por la actriz protagonista, que nos merece toda la confianza. La película en cuestión, “La dama de hierro”. Magistral la interpretación que hace Meryl Streep de Margaret Thatcher, la premier británica en una de las épocas más duras de la reciente historia de Gran Bretaña (no nos olvidemos de la Guerra de la Malvinas, de los feroces recortes a todos los niveles que sufrió la sociedad británica, del IRA en plena actividad… ¿no les suena a ustedes todo esto?). Bueno, pues la cinta, en sí, como historia, nos presenta una Margaret Thatcher en sus momentos actuales, aquejada de una demencia que la hace revivir momentos de su vida desde que iniciara su carrera política al amparo de su padre, un político local conservador. Su ascenso, su lucha por abrirse paso en un mundo netamente masculino… Al principio, te cae simpática y todo, pero luego, no dejas que se te olvide lo que ha significado, y de verdad, lo hace tan maravillosamente bien la Streep, que no la ves a ella, sino que ves a la verdadera Margaret todo el tiempo. Sólo por ese esfuerzo y esa calidad interpretativa, se merece un premio, posiblemente le den el Oscar… En cualquier caso, hay que verla.

El Manzanares anda con vestido de fiesta, desde que han renovado su lecho, se siente más ligero, más guapo, y muestra sus encantos dejando que caminemos a su lado, hasta está dispuesto a dejar que sus peces piquen con los cebos que avispados y pacientes pescadores muestran en mañanas soleadas de domingo, o como si lo fueran, y sin ninguna prisa… Y también se atreven en ese paseo los teleféricos que suben y bajan, que asoman para saludar y dejarse fotografiar. El paseante, cansado, decide parar y reponer fuerzas. Estando por esa zona, y dejando de un lado los frescos de Goya en San Antonio de la Florida, que sí, le alimentan el espíritu, pero que mejor para otro día, decide aparcar sus reales en Casa Mingo, donde también hay que hacerse un sitio para pedir unos choricitos a la sidra, una empanada, unas sidrinas… ¡Y, oigan, se le queda a uno el cuerpo como nuevo!

Las noches en el Foro tienen muchas caras, y muchas posibilidades. Una puede ver música en directo todas las noches mientras se toma algo, y se mueve al ritmo de las notas que te envuelven entre las caras de entusiasmo y el calor de la vigilia… Hay muchos locales en Madrid, pero nosotros aterrizamos por el Honky Tonk en Chamberí. No te lo puedes perder si estás o si vas a Madrid algún fin de semana. Todos los días hay un concierto diferente. Nosotros “pillamos” uno con mucha fuerza, más que nada por la voz del solista del grupo, a quien bautizamos como Asurbanipal y su banda, por el aspecto del chico, con una barba tipo asirio….

Por Sol y alrededores hay que abrirse paso a la buena de Dios, Preciados, Arenal y demás calles aledañas, a rebosar, la gente haciendo sus compras de última hora, los compradores de lotería, también de última hora (me incluyo), y las tabernas de la zona de Cádiz y Barcelona, y la Plaza Mayor y… pues todo eso. Sabor navideño y de relajo, por mucho que la gente te agobie y te sientas como una isla, rodeada por todas partes por una marea humana.

Y también anduvieron por allí SSMM los de Oriente, haciendo de las suyas. Tradición y asuntos familiares, que de ello también hubo.

Pasados los días, la vuelta a Bilbao, que también era inevitable. Y las lecturas viajeras. Aquí les dejo los comentarios, que aunque sean breves, van con mis recomendaciones sin reserva.

LAS ALMAS GRISES de Philippe Claudel. Estoy entusiasmada con este autor. Empecé el libro en el bus de ida, y lo terminé en el de vuelta. Una historia de almas realmente grises, pero magistralmente narrada. Te atrapa desde el primer momento. Voy a agenciarme EL informe Brodeck, que me han dicho que es el “novamás”.
EL ÚLTIMO LABERINTO de Mercedes Salisachs. Lo llevaba en la mochila para darle un último repaso antes de presentarlo en la tertulia mensual, que ya fue el miércoles pasado. Una historia que ahonda en el valor del perdón como cura y liberación del alma atormentada. Salisachs, escritora nonagenaria y prolífica, ganó, con esta obra, el Premio José María Lara de Novela del año 2004. Y aunque en sí, la historia tenga toques poco creíbles, merece la pena leerla.
NADA de Carmen Laforet. Qué decir de este clásico. Carmen Laforet ganó con esta novela el premio Nadal allá por el año 1945, miren ustedes si ha pasado tiempo. Pero Nada, es una novela que siempre apetece volver a leer. Así que, al pasar por Moyano, la vi, me miró, y me la traje a casa… Espero volver a disfrutar con su lectura, tal y como lo hice hace… ¡tantísimos años!
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES de Yoko Ogawa. Este librito, porque es una novela corta, lo descubrí entre los libros de La Buena Vida. Mi reciente gusto y afición hacia la literatura nipona, me llevó a prestarle atención, y después de inspeccionar la carrocería y el interior, decidí hacerme con ella. No me arrepiento. Acabo de descubrir a una nueva escritora. La obra tiene un tinte un poco misterioso, ya desde el principio intuyes que algo pasa, que hay alguna pieza que no encaja bien… Atrapa.

Y miren ustedes, son las doce menos diez de la noche, termino ahora de escribir estas Crónicas, seguro que algo se me queda en el tintero. Anoche hice una selección de fotos, las rebajé de peso, las enderecé si alguna estaba así, un poco de medio lado… y ahora sólo me queda colgarlas y colocar el texto, ya ven, lo más difícil y costoso, dado los problemas que da Blogger con su editor de entradas; es lento, te desespera, tienes que andar controlando cada dos por tres que la separación entre foto y foto no es kilométrica, juntarlas poco a poco… una locura que no sé si a estas horas estoy en condiciones de aguantar. Y tal vez, lo deje para mañana a la tarde. Ya veré…


¡Una hora y veinte minutos, he pasado más de una hora en menesteres técnicos! ¡Ahí les va esta crónica, que la disfruten! A las 01:10 (capicúa)

Fotos: Antonio y Edurne Folletos: De la exposición Programación Microteatros: del sitio Marcapáginas: Librería La buena vida Cartel peli, foto Honky Tonk: Internet





viernes, 13 de enero de 2012

CUANDO ME ASOMO



Cuando me asomo por las ventanas
de mi inquietud,
miro asombrada
el primer despertar del alma desnuda.
Y entonces,
una sonrisa viste mis temores,
que pasan a poblar tierras ignotas
de las que ya, ni nombre recuerdo…





Foto y Texto: Edurne

miércoles, 11 de enero de 2012

TODO CABE... en el Año Nuevo



Tal vez fuera por pena, o por el miedo que asomaba entre la oscuridad de los restos de su ilusión rota, lo que la empujó hasta el balcón de esa nueva esperanza que nacía envuelta en nostalgia y algo de temor…
Pero dejó a un lado la incertidumbre que le producían siempre los buenos propósitos, y vestida de resignación, apuró los últimos momentos de melancolía para salir en busca del tan ansiado equilibrio…

Foto y Texto: Edurne.

He jugado con las siguientes palabras relacionadas con sensaciones post-navideñas: hastío, buenos propósitos, decepción, esperanza, resignación, temor, oscuridad, incertidumbre, pena, melancolía, equilibrio, nostalgia, ilusión, y… balcón, ¡que no tiene nada que ver! Creo que me han cabido todas...

domingo, 8 de enero de 2012

YA VIENEN LOS REYES...


Bueno, venir, vinieron, y se marcharon.
El título viene a cuento de que llevo tres días con esta cantinela a cuestas, y acordándome de cuando allá por la Prehistoria de mi infancia, en el cole, las monjas nos ponían a hacer comedias. Yo siempre esperaba mi oportunidad, pero no, mi destino como actriz infantil, en aquella época, era el de comparsa, que si angelito, que si paje… Y no vean ustedes las lloreras que me agarraba, me sentía totalmente incomprendida, mi talento, desperdiciado, a mas de darme cuenta de las injusticias que se cometían en un mundo tan inocente como se suponía que había de ser el del colegio. Pero no, había niñas que llevaban bombones a las monjas, ramos de flores para la capilla… y esas eran las que solían obtener papeles protagónicos. Las demás, contentas si éramos reclutadas para papelitos de menos categoría, como era mi caso. ¡Con lo teatrera que soy yo! Si una de mis vocaciones frustradas es precisamente la de titiritera, saltimbanqui, cómica de la legua… ¡Ay!
¿Y podrán creerme que, gustándome como me ha gustado a mí desde pequeñita esto de escribir, me afanaba en mis redacciones y… nada, que no, que por mucho que terminara con el dedo rígido de tenerlo levantado en alto, no me llamaban a la tarima para leer mi trabajo? Créanme.
Estas son cosas que se recuerdan siempre, que te marcan, ¡ya lo creo que te marcan!
Pero volviendo al tema monárquico. En mi infancia solamente existían “Los de Oriente”, porque todo lo demás estaba censurado, así que no había mucho donde elegir, no como hoy en día, que los niños, aprovechan la coyuntura, se desmadran pidiendo a unos y otros. Antes teníamos a Melchor, a Gaspar, y a Baltasar. Y punto. Y un@ era del que mejor le caía. El mío, sí, el mío era el de la mayoría de los niños de entonces, mi rey era Baltasar. No sólo por lo exótico que nos parecía un rey negro, sino porque también era el de semblante más simpático, el que tenía un habla peculiar y cariñosa. Y a él le pedíamos las cosas. Conmigo se portaba muy bien, se ve que yo correspondía y era una niña buena, aunque muy barullo, eso sí, que de eso hasta yo misma doy fe. Mi rey Baltasar me traía todos los años trece pesetas, trece rubias, escalonadas…. ¡Y me hacía una ilusión aquello de las trece pesetas! El de las trece pesetas era mi aitite, mi abuelo Salva, es que él era muy especial, y yo sigo echando en falta las trece rubias, no tanto como a él, claro, pero en estas fechas, los recuerdos acuden a mí, ocupando una parcela de mi corazón y me dejan bastante “tocada del ala”.
En estas dos fotos, en las que espero que sean capaces de reconocerme, estamos los reyes y pajes de aquel año, que creo que sería el año 67 o el 68, o sea, yo con mis ocho o nueve recién cumplidos. Ahí aparecen conmigo Lourdes, Marisa, Elisa, Isabel, Cristina, Arantza, Marivi y Margarita. Si me preguntaran los apellidos, los podría decir sin titubeos, me acuerdo de todos, de todas, de todo… ¿Qué habrá sido de ellas?
Y también tengo asociada a esta representación, pegada con “loctite” una música, “El Cascanueces” de Tchaikovsky, porque con esa música empezaba el desfile de los pajes con los regalos, y ya desde entonces, el día de Reyes, para mí tiene esa melodía.
Anoche, cuando volvía de Madrid a Bilbao, venía pensando en todo esto, y en buscar mis fotos (me ha costado un buen rato encontrarlas), para compartir con ustedes un poco de aquellos años en los que, no sé, tal vez, por el mero hecho de ser niñ@s, nuestra visión de la vida, del mundo, era diferente, más inocente, más limpia…
¡Feliz vuelta a la realidad!

Fotos: De la memoria familiar.
Vídeo: Youtube

miércoles, 4 de enero de 2012

PORRUE, PORRUE...!



¡A las buenas tardes! Me presento, mi nombre es Sabino Porruandi, y como pueden apreciar, soy un puerro, ¡y vaya un puerro! Pero ojo, no se confundan ustedes, que la expresión “¡Vaya un puerro!” tiende a ser peyorativa. En mi caso, nada más lejos de la realidad. Reconozco que hay ejemplares de mi especie un tanto abandonados, que se presentan en sociedad con un aspecto desmejorado, tumefactos y demacrados. Y evidentemente, ésos son los que manchan nuestra imagen.

También he de reconocer que vivir bajo tierra durante nuestra infancia, adolescencia y parte de la edad adulta, hasta que se nos recluta, pues… no ayuda mucho. Aunque, luego, yo creo que sorprendemos con nuestra rubia y alborotada cabellera, que junto con nuestra piel blanca y tersa en contraste con el verde del resto de nuestro estilizado cuerpo, consiguen animar a algunos atrevidos a llevarnos a sus cocinas. Claro que después de vistas la cantidad de posibilidades que tenemos para los trabajos gastronómicos, nuestra fama suele acrecentarse y traspasar fronteras, consiguiendo una verdadera legión de entusiastas entre el público entendido y el que no.
Los de mi raza, y más si somos oriundos de Porrulandia, la zona ubicada más norte de la Huerta, la más verde y húmeda, tenemos una especialidad altamente apreciada por su sencillez, la calidad de sus componentes, lo sana y hasta lo económica que resulta en épocas como éstas: la Porrusalda. Y como somos sociables por naturaleza, bien avenidos con el resto de habitantes de La Huerta, pues no tenemos reparo en mezclar nuestra gracia con las cualidades de otras especies. Así, para elaborar nuestra deliciosa porrusalda, colaboran con nosotros, desinteresadamente, que también hay que decirlo, las amigas de Patatonia, buenos ejemplares, ya lo creo, tanto las nuevas como las viejas; y unas primas nuestras, que al igual que nosotros, viven bajo tierra la mayor parte de su vida, pero que, a diferencia nuestra, tienen la piel con un pigmento naranja, que tal parece que hubieran estado de vacaciones, tomando el sol en tierras costeras. Son las Carottes, un poco afrancesadas ellas, pero muy dulces y buenas chicas. Además, conjugan muy bien con nuestro sabor un poquito… fuerte. También hacemos buenas migas con la familia de Cal Aba Za, que tienen bastantes afinidades con las anteriormente mencionadas Carottes.

Y como desde tiempos inmemoriales, a todos los de nuestra raza nos han transmitido, generación tras generación, estos vínculos de amistad y colaboración, y hasta el momento nos ha ido bien, muy bien diría yo, hemos alcanzado una fama más que respetable y merecida, en todos los círculos donde nos movemos, y en otros más lejanos, pero en los que también se sabe de nosotros.
Yo, que no soy un puerro cualquiera, a la vista está, he sido elegido portavoz de mi clan, para negociar una posible fusión, o colaboración puntual, con la sociedad que se está formando en torno a un proyecto innovador, y que está alterando la vida pacífica de la Huerta. Tengo entendido que se trata de gestionar nuestros propios potenciales productivos, sin intermediarios, y ser los beneficiarios de nuestro trabajo.
No se crean que he sido elegido solamente por mi apariencia: un puerro joven y esbelto, de aspecto pulcro, con una melena alborotada en su justa medida y como marca la moda, lo que me confiere un toque de credibilidad y seriedad… No. Y es que yo soy un puerro doctorado en Leyes, con un Master en Gestión de Empresas, y además hablo idiomas. Por eso precisamente, he sido liberado de otras tareas, y designado a estos menesteres, ya que se requiere don de gentes, discurso directo y capacidad negociadora.
Lo que podemos ofrecer está claro: experiencia, solera y regio abolengo, productos de altísima calidad y, modernidad, porque, en esta vida hay que caminar al ritmo que marca la realidad. Nuestros socios y aliados más directos, están con nosotros, contamos con todo su apoyo, por lo que estamos en condiciones de anunciar que después de catar una excelente porrusalda, y de bailar otra* no menos animada, estamos dispuestos a sentarnos en la mesa de negociaciones, y… a ver qué tienen que ofertarnos los del Comité de Fusión Hortelana.

Será interesante, estoy seguro, por lo que he pensado editar un boletín informativo con la marcha de las gestiones, para que todos los habitantes de Porrulandia estén al tanto, para que se mantengan bien informados y, llegado el caso, se pueda convocar un referéndum para saber si estaríamos dispuestos a unir nuestras fuerzas a las de dicho Comité.
Yo estoy bastante ilusionado, además, he de confesar que ésta va a ser mi primera intervención pública como letrado, por lo que estoy un poco nervioso, pero, pueden más en mí el entusiasmo y las ganas de servir a mi comunidad que cualquier otro sentimiento o emoción paralizante.
No queremos quedarnos fuera de ningún avance o mejora que se produzca en La Huerta. No.


¡Los puerros unidos, jamás serán vencidos!






Foto y Texto: Edurne (Puerro: de la cocina de mi ama)
*Porrusalda:
Aquí, aquí y aquí.