viernes, 25 de marzo de 2022

LA BÚSQUEDA

 


No sé el tiempo que llevo

bajo la ducha,

solo sé que he llorado.

El agua caliente escalda mi piel,

pero ya no siento dolor.

Cierro el grifo,

abro los ojos

y veo a la que yo era

escabullirse por el desagüe de la bañera.

Y no siento nada.

     Nada,

ni pena en las entrañas.

Estoy seca

     de lágrimas,

     de sueños y perdones,

     de rabias y amores.  

También de risas...

Quito el vaho del espejo

con la mano.

Aguien que me observa

desde el otro lado.

      Miro.

Y veo

una cara,

un cuerpo,

un gesto…

Es ella.

      Soy yo.

Me busco entonces

entre las horas perdidas

de aquella mañana,

o, tal vez,

me quedé olvidada

en los retazos de un mal sueño…

Oigo voces.

Soy yo que me llamo.

      ¡Aquí, aquí!

Quiero gritar

pero la mirada de la del espejo

me detiene.

      Me busco.

Desesperada golpeo la puerta

del abismo que me separa

de mí misma.

Araño la niebla

que me cierra el paso,

y sumerjo mi dolor

en la ciénaga

del tiempo sin horas.

Una mano cierra

mi boca ahogando

el amanecer que me había fabricado

con miedo y esmero.

      Nada.

Esa tampoco es mi casa.

Me busco de nuevo.

      Me busco

¡y no me encuentro!


Boceto: Antonio. Texto: Edurne 


viernes, 18 de marzo de 2022

LA NIÑA BONITA

 


 

“Quince, quince, años, años, tiene mi amooorrr…” Así cantaban los del Dúo Dinámico a las niñas de quince años. Quince, los que tenía yo ese verano del  75. Qué lejano me queda todo ya.

El caso es que hoy es 18 de marzo de 2022 y esta Orilla, como el título de la entrada indica, es la niña bonita: ¡cumple quince años! Así que a festejar se ha dicho. ZORIONAK, Orillita!

Qué poca chicha tenemos la Orilla y yo a estas alturas de la vida, qué poca… Y eso que lo intentamos, lo de mantenernos a flote, pero es agotador, sinceramente, ¡agotador!

Bueno, cuántas cosas han pasado desde que abrí esta Orilla, y cuantísimas desde mis quince años de la foto. Ahí estábamos aita, ama, Aitor y yo tan contentos sacándonos una foto con el automático de la cámara, pendientes de que ésta no perdiera el equilibrio y cayera a la calle.

Estoy triste, este mundo me tiene acongojada, ya no sé ni qué esperar de él. Se nos ha roto casi todo, y es muy difícil intentar pegar los trocitos, para cuando has encajado una pieza, se te han descolocado tres…

No tengo la vena parlanchina despierta, ya lo siento. Estoy obligándome a escribir esta afeméride, a celebrar este cumpleblog porque soy muy tenaz y no me dejo vencer fácilmente, vamos, no me dejo y no me voy a rendir. Yo sigo caminando, con una mochila cada día más pesada, pero sigo, y no solo por mí, sino por quienes me rodean y sostienen con su cariño, que en realidad son quienes más  me importan.

Hoy estamos de cumple, pues habrá que hacer algo especial, me pondré a pensar a ver si doy con algo que me permita creer que de verdad es un día feliz.

No quiero meterme en disertaciones acerca de lo que nos rodea, ya saben: pandemias, enfermedades, volcanes, guerras, polvos saharianos… Ya tenemos bastante, cada minuto de nuestros días está ocupado por todo este maremágnum de no sé qué conjuros malignos que han puesto nuestras vidas patas arriba. Crisis, el mundo está en crisis, al borde del abismo. Pero he dicho que no voy a caer en el desconsuelo, en la rabia, en el miedo. Hoy, no.

Vengo a darles las gracias a ustedes, a los que han pasado y siguen pasando por esta humilde orilla. Agradezco enormemente su acompañamiento, sus palabras, sus silencios, sus huellas a fin de cuentas. Compartir quince años de nuestras vidas no es poca cosa, al contrario: hemos ido creciendo juntos.  Así que muchísimas gracias de nuevo. Eskerrik asko!

Espero que al año que viene todavía estemos por aquí y podamos celebrar con más alegría.

Cuídense mucho y procuren ser felices con lo que realmente es importante.

¡Celebremos la vida!

Un abrazo más que enorme.


Imagen: De la memoria familiar. Texto: Edurne

 


sábado, 5 de marzo de 2022

MALOS SUEÑOS

 


Cuando cierro los ojos

me visita el mismo sueño:

Soy yo

—siempre soy yo—

la que camino a ciegas,

la que  tropiezo,

la que caigo.

Caigo en un pozo oscuro

—como todos los pozos— ,

frío y hostil.

Sigo siendo yo.

Yo la que grito sin voz.

Grito,

grito,

grito…

Pero solo la luna me ve,

vuelve su cara oculta

y me mira,

muda y fría.

Nadie más sabe dónde estoy.

Caigo,

caigo,

caigo…

Y me golpeo con las rocas

de la noche oscura.

Las heridas son viejas,

se abren,

supuran los miedos de siempre.

Acerco mi boca a ellas y

las lamo.

Lamo mis heridas

como una perra abandonada

que gime y llora

buscando una caricia,

una voz que la redima.

Saco hilo de escarcha

y aguja de cristal

del fondo de mi vacío más escondido.

Coso.

Coso los rotos

de la vida futura

—porque sé que vendrán—,

remiendo los pasados

—porque están a punto de estallar—.

Y me siento a esperar.

La noche arrastra su manto,

ruge como bestia herida.

Envuelvo la vigilia

entre mis cabellos,

la acuno con cantos

que ni yo recuerdo que sabía…

Se calma el frío,

se calma la zozobra,

y también el miedo.

Mis lágrimas se atreven entonces,

se deslizan por viejos senderos,

bajan quedas y en orden de a una.

—No derroches tu llanto, niña,

guarda para mañana,

para otros días…—

Ya se acercan las primeras luces,

la noche despierta,

el día la araña con furia

pues

quiere ocupar su lugar.

Abro los ojos.

Ya no es un sueño.

Entre mis manos reposa

mi pequeño corazón

que se desangra,

y yo me afano en juntar sus trozos

con hilo de escarcha y aguja de cristal…


Imagen: Internet. Texto: Edurne