domingo, 15 de septiembre de 2019

¡ME QUIERO JUBILAR!




                                                         
¡Jajajajaja! Me paso el día diciendo que me quiero jubilar. Lo digo así, como en broma, pero no lo es. El hecho tiene dos lecturas, al menos dos, que seguro que tendrá más... Claro que me quiero jubilar, es necesidad vital para mí en estos momentos de mi vida, pero, ¡qué bajonazo me está dando!

Treinta y ocho años de mi vida dedicados a la enseñanza en la Escuela Pública. Ahí es nada. Y de ellos, treinta y cinco años, cuatro meses y treinta y tres días, para cuando deje de formar parte activa del claustro de mi último centro, o sea, más de la mitad de mi vida en “mi escuela”. ¡Cómo no voy a estar de bajón! Tengo un maremágnum de emociones en el cuerpo, que no les digo nada.

Ando haciendo limpieza y ordenamientos varios de cajas, armarios, carpetas, libros y cuadernos, también voy encontrando reliquias, apartando lagrimones que no piden permiso… ¡Ay!


Cuando digo que en navidades me jubilo, mucha gente me mira con cara rara, así como pensando que seguro que no tengo 65 años… Y tengo que aclarar: miren ustedes, es que yo soy maestra, funcionaria de carrera, o sea, con mis oposiciones, en el ejercicio de mi profesión y cotizando desde el curso 81-82, lo que se traduce en 38 años, que en diciembre cumpliré 60, y que al pertenecer al régimen de MUFACE (Mutualidad de funcionarios civiles del Estado), lo que llaman “Clases Pasivas” (me río yo de eso de las clases pasivas, que venga Dios y lo vea, ¿pasiva yo? ¡Ay, que me parto!), pues eso, que en esas circunstancias… ¡ME PUEDO JUBILAR!


Veremos cómo transcurre este trimestre. De momento estoy haciendo un duelo escalonado, que no sé si será mejor o peor. Para empezar he tenido que salir de la que ha sido mi aula en los últimos veintiocho años, porque no voy a coger tutoría, voy a dar refuerzos de Euskera en el tercer ciclo, así que... ¡Fuera!, ¡y eso sí que ha sido la repera limonera! Ahora mismo no sé si seguir con el tema, porque se me están anegando los ojos, ¡ya les digo!


¡Ah, y en estos dos meses de verano, hasta nos ha crecido una calabaza en nuestro pequeño huerto escolar!


Que sepan que por aquí estoy, que no me he ido, y que no me pienso ir. Llevo un ritmo dispar en todo, solo dejo que mis días vayan fluyendo tal cual, y luego ya iré poniendo orden en todo mi mundo, que está bastante “despeinado”, como unas crónicas que tengo por ahí a medias… en algún momento las sacaré.

Septiembre avanza a pasos agigantados, ya nos hemos zampado la mitad de este mes tan especial. Y digo especial porque para mí, desde niña, septiembre era mágico. El final del verano, de esas largas vacaciones en las que yo disfrutaba como una enana, y el ir preparando la vuelta al cole. Despacito. Entonces el curso empezaba en octubre. Recuerdo yo el 3 de octubre de 1968, comienzo de curso; terminada la Primaria, 1º, 2º y 3º, y previo paso por Parvulitos, claro, entrábamos en un limbo llamado “Ingreso”, lo que hoy en día es 4º de Primaria, y antes 4º de EGB. Ahí se suponía que se cimentaba el paso al Bachiller Elemental, 1º, 2º, 3º y 4º, más una Reválida (verán ustedes que yo soy muy antigua ya…). Bueno, que me desvío, yo estaba en ese 3 de octubre de 1968, primer día del nuevo curso. Nervios. Nueva profesora, en este caso la hueso más hueso de todo el cole, “la Pinocho”, se llamaba Rosa, pero todo el mundo la llamaba La Pinocho (¿cómo me llamarán a mí?), y así nos fue dada en herencia. Nervios y miedo, porque, infundía miedo la tía, ya les digo yo que sí…El caso es que a mí, aquel día todo me daba un poco igual, me sentía a flote. Me pasé la mañana preguntando a todas las niñas, que a ver qué iban a hacer a la salida de clase, que a dónde iban a ir…Y todo para que me preguntaran a mí y yo poder contestar: “¡Pues yo voy a la clínica, porque hoy me ha nacido un hermanito, o una hermanita!” Ese fue, ha sido y será, el comienzo de curso más especial de toda mi vida.

Septiembre, desde hace muchos años es el comienzo de una nueva etapa, para nosotros es como si el Año Nuevo nos llegara el 1 de septiembre, así de claro. El olor a tiza, a lápices de colores, a libros y forros… ¡Eso no tiene precio! No hace falta ser niño para disfrutar de ese hormigueo de estrenar la sabiduría que está por venir. ¡Tantas cosas!

El pasado lunes 2, en el claustro de comienzo de curso, pensaba yo que con cada frase, cada situación, estaba despidiéndome de ese mundo, de mi mundo, que iba a ser la última vez que me reencontraba con mis compas en la sala de profes, que iba a ser la última vez de ese ritual tan interiorizado…

¿Pero yo no había dicho que iba a dejar el tema por eso de los embalses llenos de agua que me inundaban la casa de las emociones? No tengo remedio.



Maestra soy. Maestra seré hasta que me muera.
¡Feliz comienzo!


Fotos, texto y emociones: Edurne. Imágenes: Internet