miércoles, 23 de marzo de 2016

LEER EN PERIODO VACACIONAL



Esta era una costumbre, muy buena costumbre, que gustaba yo de practicar y que hace tiempo que tengo en el olvido (no porque me haya olvidado de ella…): recomendar libros.

Pues nada, aquí les traigo cuatro títulos que cayeron en mis manos así, casi por arte de birlibirloque, el otro día. Ni qué decir tiene que me “autoexpulsé” de la librería, ¡era tal mi entusiasmo que corría el peligro de acabar con todo el material allí expuesto!

·         EL ELEFANTE DESAPARECE” de Haruki Murakami.
¿Que por qué Murakami? Pues muy sencillo, porque sí, porque soy adicta a la literatura de Murakami, y porque sé que es un seguro. Este libro es de relatos, y los otros libros de relatos de Murakami que he leído me han entusiasmado, así que… ¡Con ganas de hincarle el diente!

·         RELATOS TEMPRANOS” de Truman Capote.
¡Otro que tal baila! Andaba yo esperando como agua de mayo este libro de relatos inéditos del escritor norteamericano. Imagino que serán unas píldoras concentradas al más puro estilo Capote. Ya me voy afilando el otro colmillo…

·          ESTRÓMBOLI” de Jon Bilbao.
Con solo leer el título de este libro de relatos, Estrómboli, es como si ya hicieras un viaje a la pequeña isla griega de Estrómboli, situada en el Mar Tirreno; o un viaje a la película de Rossellini, “Stromboli”,  con una  Ingrid Bergman en blanco y negro, desgarrada, también desgarradora, y magnífica… Y luego porque a Jon Bilbao ya le he leído algunos cuentos, está hecho todo un cuentista la verdad, y me gusta, es mordaz y directo. Y también porque la editorial Impedimenta me encanta cómo trata los títulos, qué portadas les regala, qué tacto se gasta… Otro “bocatto di cardinale”. A la espera de probarlo quedo.

·          MADRE E HIJA” de Jenn Díaz.
Aquí sí que he de decirles que me he guiado por el sentimiento que me produjo, primero, el título —sensible que anda una—, y por esa portada que rezuma delicadeza;  después, por la reseña en la que una frase tan lapidante como “La heredera de la prosa de Ana maría Matute”, me convenció al instante. He de confesar que de la autora nada sé, pero estoy en ello. Promete.
                                                                                                                         
Y con estas cuatro recomendaciones o reseñas, o como queramos llamarlo, retomo esta sana costumbre. Quisiera tener más tiempo para leer mucho más y mejor, pero las cosas son como son. 
¡Ya vendrán tiempos mejores!

De momento, ustedes aprovechen todos los ratos que puedan para evadirse y vivir otras vidas. Recuerden que: “Quien lee, vive más”.


Foto y Texto: Edurne


lunes, 21 de marzo de 2016

LA POESÍA



Hoy, 21 de marzo, se celebra el "DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA".
¿Qué es POESÍA
Más allá de la respuesta que nos dio Gustavo Adolfo BécquerGabriel Celaya lo expresó muy bien, y Paco Ibáñez, lo cantó...
Mejor nos iría si dejáramos entrar un poco de poesía en nuestros corazones.




Imagen y vídeo: Internet

viernes, 18 de marzo de 2016

ANNO NONO



¡Y van nueve años orilleros!

Me parece que fue ayer cuando empecé esta aventura, y resulta que ya han pasado nueve años. Y así, a lo tonto… ¡Voy camino de la decena!

Cuando yo tenía nueve años ( ahí me ven ustedes, era el mes de julio de 1969, sosteniendo, que no cargando, los nueve mesitos de mi querido hermano), la vida me había hecho ya el mejor de los regalos: Aitor. Muchas veces miro esa foto y pienso en todo lo que hemos pasado los dos juntos. Por eso sé que siempre nos vamos a tener.

Y por eso sé que hay personas con las que conectas de un modo especial, aunque no las hayas visto nunca. Por aquí chapotean algunas de esas personas. Esto también es como lo que se dice de la amistad “real”: “Amigos, pocos, pero buenos”.

La vida nos trae regalos, nos quita otras cosas, nos pone responsabilidades, nos alivia la carga, nos ayuda y también nos pone piedras en el camino… de todo hay en la Viña del Señor. Y de todo me he encontrado yo. Como todo el mundo, que no se crean ustedes que me jacto de ser original o especial. No.

Esta Orilla nació por un impulso, y también creo yo que  por una necesidad. Necesidad de salir un poco de la arena y acercarme a la orilla, mojarme los pies y chapotear un poco por aquí y por allá, dejarse llevar por nuevas corrientes, darse cuenta de que hay más pececillos, tímidos pececillos, o peces de lo más seguros, que nadan por el mismo mar o que recalan en la misma ensenada. ¡Cualquiera sabe cuáles son los intereses que nos mueven en cada momento! Y a mí, aquel domingo 18 de marzo de 2007 me movió la curiosidad. ¡Y tan contenta que estoy yo de haberlo hecho!

He conocido muchas personas. He aprendido mucho también. Y aunque mis momentos pasan por esa época de “estoy y no estoy”, no me he alejado demasiado de la orilla. Me gusta su brisa, el olor a salitre, el solecito que acaricia mi piel, el murmullo de las olas cuando estallan en espuma al llegar a esta ribera…

¡En fin, que me voy haciendo mayor junto a mi Orilla! Y espero que ustedes sigan acompañándome en este viaje por muchos años más. Les agradezco la fidelidad de tantos años, y aunque unos van y otros vienen, da lo mismo, las huellas de cada uno, ahí están.

ESKERRIK ASKO!
¡MUCHAS GRACIAS!

Y de verdad, háganme caso: ¡Sean felices! La vida no espera...





Foto: De la memoria familiar. Texto: Edurne

martes, 8 de marzo de 2016

MUJER/EMAKUMEA



NACIDA MUJER,

LARGO CAMINO TIENES

HOY IGUAL QUE SIEMPRE.


ANDRA ZARA ZU,

MILA ANDRA ZURE BAITAN.

ALTXORRA ZAINDU!







Imagen: Internet. Texto: Edurne

miércoles, 2 de marzo de 2016

EPISTOLA-AE (Replay)



Querida:
Sé que no vas a leer estas cartas desesperadas que te escribo desde la oscuridad de mis recuerdos, pero aún así, las escribo.
El gato se murió. Sí, ya sé que pensarás que no es momento para hablar del gato, pero es que el pobre Chispitas murió de pena, de la pena de tu marcha, y de que yo fui incapaz de ocuparme de él, demasiado preocupado en lamerme mis propias heridas.
El mismo día en que te fuiste se estropeó la lavadora y perdí mi empleo. Desde entonces no me he quitado el pijama y mi vida carece de sentido.
Chispitas se ha muerto, y yo estoy a punto de hacerlo, de pena, de hambre, de suciedad, de amor, de aburrimiento…
Imagino que tú estarás sonriente, feliz con tu nueva vida; no sé ni dónde ni con quién, pero sí, seguro que sonríes con esos dientes tan blancos, juntos, grandes, bellísimos…
Y yo aquí, ¡que hasta se me ha roto un canino al intentar hincárselo a un trozo de pan más duro que una piedra!
A veces me entretengo en pensar. Fantaseo contigo, con que vuelves y me rescatas de esta cueva en que se ha convertido la casa…
Ya no tengo ganas de seguir escribiendo, sólo tengo ganas de llorar.

Querida:
Hoy retomo mi relato, el relato de mi triste existencia sin ti. Segunda de estas cartas fantasmas. Ya ni recuerdo cuándo escribí por última vez. Sólo recuerdo que tenía ganas de llorar. Últimamente lloro mucho, creo que todo lo hago llorando. Bueno, en realidad no es que haga nada, solamente lloro…
¡Y recuerdo!
Me ha dado por pensar en tu pelo, en lo sedoso que es, que era… En cómo me gustaba acariciarlo y meter mis dedos entre tu larga melena. Y tú te reías… Entonces, entonces yo te besaba. Ahora ni siquiera tengo a Chispitas para acariciar su lomo.
Y mi pelo… mi pelo está tan sucio y descuidado que ha decidido ir muriendo cada día un poco. Las persianas están bajadas, así no puedo ver la calle, ni cómo es la vida ahí afuera, ni si llueve o hace sol, frío… Total, nada me interesa. Seguro que te reirías si me vieras, sí, debo de estar patético, ¡soy patético! Hasta yo me doy pena… ¿Lo ves? ¡Otra vez tengo ganas de llorar!

Querida:
Hoy sí que me acuerdo. Fue ayer, ayer escribí la última carta. Y te preguntarás que cómo lo sé. Muy fácil. Encontré una cebolla en la despensa, y a falta de otra cosa que llevarme a la boca, decidí que si tenía que llorar, lloraría por una causa y además… ¡comería! Aún me huele el aliento, y las manos… ¡por eso lo sé!
Los vecinos deben estar preocupados, oigo cómo se plantan ante mi puerta y escuchan, cómo llaman insistentemente, con los nudillos, a golpes, con el dedo pegado al timbre… A veces me dejan en paz unos cuantos días, pero luego vuelven a la carga. Yo no les hago caso.
¿Y el teléfono? Sí, claro, el teléfono no dejaba de sonar hasta que decidí arrancar la conexión, Chispitas se ponía muy nervioso…
Me pica todo el cuerpo, he descubierto que me han salido unas manchas rojas que me producen un picor insistente. Me da igual, más me pica tu ausencia, más molesto es tu silencio…
Ya… otra vez, otra vez te tengo que dejar, no me gusta que me veas llorar…

Querida:
Hace algún tiempo que se ha instalado en mi cabeza la idea de que te fuiste por culpa de mi carácter. Sí, creo que mi carácter se ha ido amargando en los últimos años, que mi desidia ha podido con tu paciencia. Lo reconozco. Y tal vez por eso ahora esté en esta triste situación, de la que, por otra parte, no me interesa salir. No creas que lo hago para llamar tu atención, no. Sé que no vas a dar marcha atrás en tu decisión. Sé que me mandaste demasiados mensajes que yo desoí, que tuviste más paciencia que el Santo Job, que mis cambios de humor, mis gestos indiferentes ante tus pequeños logros y esfuerzos te hicieron mucho daño…
Pero todo eso lo sé ahora, ahora que me veo privado de tu presencia, de tu voz, de tu olor… Nunca te dije lo que realmente significabas para mí, es cierto, pero pensé que lo sabías, que por eso estábamos juntos.
Y luego está lo de los hijos. No te creas que no le he dado vueltas al asunto. Sé que nunca quise tenerlos, sé que mi negativa te decepcionó por un largo tiempo, pero también pensé que lo habías superado y que vivías feliz sin esa preocupación, sin esa responsabilidad…
Ahora me doy cuenta de que no, de que no era así, y de que te he privado de algo muy importante para ti. Tal vez sea tarde, pero quisiera pedirte perdón.
Tengo que expiar mi culpa y esta es la única forma que se me ocurre. Seguro que más de uno pensará que es un chantaje emocional, me da igual lo que piensen los demás, la única persona que me importa eres tú, y no te vas a enterar de mi “castigo”…
Releo esta carta, y me doy cuenta de que es la más lúcida de todas las que te he escrito hasta ahora. Y de pronto me invade el pensamiento de que tal vez algún día pudieras leer todo esto. Quién sabe, la vida es una auténtica sorpresa, a cada vuelta de la esquina, nos espera algo desconocido…
Te pienso, te veo, te toco… es así a todas horas, y ya he decidido dejar de hablarte como si me fueras a contestar desde la cocina o la habitación, yo preguntando algo y tú contestándome con las palabras precisas…
Tú la fuerte, yo el débil.
Sé que esta situación es una auténtica tortura pero, querida, la vida ya no tiene sentido para mí, no si tú no estás en ella, en la mía, en mi vida. Por eso me he encerrado aquí, y cuando todo se acabe, yo también habré terminado.
Hasta aquí he sido fuerte, he aguantado tu recuerdo y mi confesión, pero ahora, ahora ya no puedo más, las lágrimas acuden a mis ojos enrojecidos de tanto llanto…

Querida:
Se me caen los pantalones del pijama. Me los he quitado, ya no me sirven para nada. Mis piernas apenas me aguantan, están realmente flacas, acabo de darme cuenta.
Ya no sé cuánto tiempo llevo así, como si fuera un muerto viviente. Ya no recuerdo por qué te fuiste, sólo que una mañana, al despertarme, no te encontré a mi lado, ya no estabas… Y desde entonces todo mi mundo se ha ido derrumbando dejándome a mí enterrado entre sus ruinas, sin saber, ni querer, ni poder salir de ellas. Ya no.
Creo que la luz se va a morir también, así que no sé cuántas cartas más podré escribirte.
Sólo me quedan siete galletas María Fontaneda y dos caramelos toffes de Solano. El agua del grifo sabe mal y mi lengua ha engordado, está blanca y gorda. No hablo con nadie, sólo contigo, pero no me contestas…
Si me dijeras que vas a venir, aunque sea de visita, limpiaría la casa, me lavaría y me pondría una camiseta, unos vaqueros... aunque seguramente me encontrarías muy cambiado. Yo tampoco me reconozco cuando me miro al espejo, por eso no me miro, yo no hablo con desconocidos.
A veces me tumbo en la cama y me envuelvo con tus ropas, entonces me quedo dormido… Y cuando despierto no sé cuánto tiempo ha pasado, ni me importa, sólo sé que vuelvo de estar contigo, y hasta huelo tu perfume, hasta puedo tocarte, y entonces lloro…

Querida:
Tal vez sea la última carta que escriba. No hay luz y escribo aprovechando la que entra por las rendijas de la persiana de la cocina.
Esto está hecho un asco y el grifo gotea, su tintineo me pone nervioso. Desde hace unos días noto que me tiembla el pulso, bueno, en realidad todo yo tiemblo. Sólo tengo agua, pero me sienta mal, así que procuro no beber.
Mis vecinos han dejado de darme la lata. ¡Menos mal que al final no vas a venir, no tengo nada que ofrecerte!
Todavía recuerdo cuando hacíamos cenas en casa, con los amigos. Cenas que siempre eran un éxito garantizado; no me extraña, ¡cocinabas como los ángeles! Hace tiempo que he dejado de sentir hambre, mis tripas ya no me reclaman.
Si vieras mi cara, mis manos, mi cuerpo… estoy en una pura llaga, pero ya da igual. Sé que no vendrás, que ya no volverás. ¡Todo da igual!
Llamo a Chispitas, pero tampoco viene, y no sé si se ha muerto o también se ha ido, como tú. Y tú… ¿te has muerto, o te has ido?
Yo creo que me voy a morir, que también me voy a ir… Esta casa ya no me gusta, hace frío, no veo nada y sólo tengo ganas de llorar…


Pintura: Antonio Texto: Edurne. Texto ya publicado en esta Orilla el 24 de febrero de 2008, y posteriormente en nuestro libro colectivo, con las reformas pertinentes...