lunes, 24 de enero de 2022

A MI AITA

 


Aitatxu:

Nada es mejor desde que te fuiste. Nada.

El frío se ha instalado en nuestras vidas, la incertidumbre del mañana es nuestra única esperanza, aunque vaya vestida de miedo.

Nada es mejor, aita, nada.

Casi agradezco que no estés en este mundo que nos va quedando, así, tan estrecho de todo, tan ruin, tan extraño… Estarías sufriendo mucho. Tú, tan justo, tan honesto, tan generoso, solidario y empático. Por eso mejor que no estés.

Ocho años caben todavía en las dos manos, pero… ¡son tantos! Tantos que me parecen una eternidad.

Sabemos que nos cuidas, que miras por nosotros constantemente (¡cuánto trabajo te estamos dando!), y por eso sentimos tu presencia en cada rincón, en cada pensamiento, en cada hecho… Eres tan grande que no hay nada ni nadie que pueda apagar tu recuerdo ni nuestro cariño y respeto por ti. Pero eso ya lo sabes.

Nunca me cansaré de darte las gracias por haber sido mi padre, nunca. Todos los días te hablo, te pregunto, ¡y lloro!, como ahora, que ni veo lo que escribo de lo empañados que tengo los ojos, que ni respirar puedo del nudo que me aprieta la garganta.

Hoy vuelvo a sujetar tu mano para acompañarte en ese último viaje, aita. Hoy vuelvo a sentir todo tu amor en ese gesto, tu valentía, porque fuiste un valiente, tu agradecimiento por habernos tenido… No querías irte, lo sé, no soltaste mi mano ni un momento a pesar de que sabías que era tu hora.

Estás en el aire que respiramos, en el sol que acaricia nuestra piel, en la lluvia que nos moja, en el trino de tus amigos los gorriones cuando vienen a anidar en la farola en primavera, en las pequeñas flores entre el césped del parque por el que te gustaba pasear con amatxu, en el rugido de las olas azotando las rocas, o en esa espuma suave que llega hasta la orilla… Y en tus cosas, en tus libros, tus cuadernitos, en tu letra, aita, ¡tu letra! Estás en todas partes,  en todas.

Hoy cumples, cumplimos, ocho años de ausencia. Aprender a vivir sin ti es tarea diaria, pero tú nos ayudas a seguir adelante. Eskerrik asko, aita!

¡Hasta el infinito y más allá!

Maite zaitut! Maite zaitugu!


Hoy, 24 de enero, se cumplen ocho años desde que mi aita nos dejó. El año pasado no pude hacerle el homenaje que le hago todos los años porque estábamos peleando por la vida de ama. Yo le rogaba que no se la llevase todavía, que nosotros la necesitábamos, ¡y aquí está! Mi aita, el mejor, ¡cómo olvidarlo! Imposible. 

Fotos: De la memoria familiar, la última es la que más me gusta de todas las que tengo con él, muestra tanto... Desahogo: Edurne.

 


8 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Entrañable, como es tu uso. Que ese amor no se apague nunca.
Un abrazo.

Chelo dijo...

Qué decirte ? Solo te envío un fuerte abrazo ya que no te lo puedo dar en persona.
Un fuerte abrazo

Edurne dijo...

PACO, CHELO:
Queridos amigos, vosotros siempre estáis ahí y os lo agradezco infinito, lo sabéis.
Eskerrik asko!
Besos y abrazos.
;)

Pedro Ojeda Escudero dijo...

A veces pienso que mis padres se fueron a tiempo para no sufrir este mundo, aunque me duela tanto su ausencia.

Edurne dijo...

PEDRO:
Es que es demasiado sufrimiento para ellos.
Un abrazo grande.
;)

Recomenzar dijo...

Hermoso blog me has dejado sin palabras
saludos desde Miami

iñaki zaratiegui dijo...

Aunque ya hace tiempo que uso muy poco el blog, hoy me acerqué hasta aquí.
Te dejo un fuerte abrazo; y como homenaje a tu aita, unas palabras que dediqué al nuestro.

El ciclo de la vida se cierra en la bondad;
dejando en su interior la esencia de lo bello:
el amor! esa única manera de traspasar,
la invisible puerta que imagina el tiempo.
Te has ido padre dejando un halo de paz,
sobre los corazones que lloran tu vuelo,
el regalo de una primavera de verdad,
pues ya sabemos que llega sin invierno.
Para siempre donde estemos, tú estarás,
allí donde el amor nos reúne en su seno.

Anónimo dijo...

Tras el estruendo del mundanal ruido, siempre nos queda el consuelo del marchar silente...
El egregor energético queda en los corazones que han aprendido la verdad que emana y trasciende, la mirada compartida de la belleza...