La tienda de ultramarinos de Pedrito, “El laurel”, era de las más concurridas en el barrio. Y allí estaba Manolita, que aguantaba la cola de mala gana pero, como su madre no podía ir, no le quedaba otro remedio que pasar como mejor podía la casi media hora de espera. Menos mal que Pedrito siempre tenía la radio encendida…
A Manolita le gustaba cantar, más bien había nacido cantando. Desde chica se pasaba todo el día pegada a la radio oyendo las canciones de Juanita Reina, de Marifé de Triana, Conchita Piquer, Imperio Argentina… Y más de una vez se había imaginado como ellas, subida a un escenario, cantando y bailando. Manuela, su madre, que era modista, siempre mantenía encendida la radio que había en el taller de costura. Desde allí se lanzaba Manolita a sus arrebatos cantores para el deleite de su madre, de Matilde que ayudaba a la madre en la labor, y de cualquiera que se pasase por allí, clienta o vecina.
La realidad, en cambio, poco tenía que ver con el brillo de los escenarios con que ella soñaba. Desde los catorce años, su madre la había puesto en el obrador de las monjitas para que le enseñaran a bordar, ya que lo de la aguja se le daba bien, y así, mientras aprendía el oficio, se ganaba unas pesetillas haciendo tiras de vainica en las sábanas de los ricos que hacían sus encargos a las hermanas. A veces, también ayudaba a su madre y a Matilde a hilvanar o deshilvanar dobladillos, bajos y bocamangas, mientras canturreaba por lo bajito o a pleno pulmón.
Manolita era alta, espigada, con un pelo que desparramaba fuego entre unos espesos rizos que caían sobre sus rectos hombros. Miraba con la fuerza de dos zafiros, y a pesar de sus dieciséis años, su cuerpo lucía maduro y bien formado, por lo que no era difícil imaginarla como una rutilante estrella de la canción. Era hija única y de padre ausente al que nunca conoció por mucho que preguntara de chica, primero a la madre y luego al de allá arriba, que todo lo sabe y todo lo ve… Sin embargo, creció feliz, educada con cariño y mucha rectitud por su madre, que también ejercía de padre.
Ya iban para diez minutos los que llevaba Manolita esperando a que le llegara el turno. Para distraer el tiempo canturreaba por sus adentros: “Y el gitano a la gitana, de esta manera le habló: échale guindas al pavo, pavoooo, que yo le echaré a la pava, azúcar, canela y clavooo…” ¡Ay, si ella pudiera subirse a un escenario de verdad, cantar ante un micrófono y un público real y no sólo en las reuniones familiares o para los vecinos en las fiestas de Navidad…!
Las canciones se le agolpaban en la cabeza, en la garganta y en el cuerpo. Había un programa en la radio todos los sábados a la tarde que era un trampolín para jóvenes valores de la canción, Tu oportunidad se llamaba; desde luego, ella lo hacía infinitamente mejor que muchos de aquellos concursantes, aunque los había que eran buenos de verdad… ¡si pudiera presentarse! Pero no sabía cómo podría hacerlo. Y seguía repasando su repertorio: “En los carteles han puesto un nombre que no lo quiero mirar, Francisco Alegre y olé, Francisco Alegre y olá…”, “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena…” “Te quiero más que a mis ojos…”
Pasaban los minutos y ya sólo le quedaban por delante la señora de todos los viernes y María, la madre de las gemelas del quince. Pedrito no perdía la oportunidad de echarle una sonrisa de vez en cuando pero ella seguía deambulando por sus fantasías.
—Disculpa, muchacha, ¿eres tú la última? —oyó que decían a su espalda. Se volvió asustada, como si la hubieran pillado en algún renuncio, y sus ojos se encontraron con una sonrisa que se escondía tras el humo de un habano, un gabán de paño del bueno y un sombrero de ala estilo americano. Se sonrojó y asintió con la cabeza. El hombre aspiró el habano y lanzó una bocanada de humo al aire antes de hablar.
—Gracias, y perdona si te he asustado, pequeña. Al oír esa voz todos los que se encontraban en el establecimiento se volvieron. ¿Sería él, el de la radio, la voz más conocida de las ondas? ¿Sería Agustín Pedraza, el locutor-conductor de Tu oportunidad? La señora de todos los viernes, dejando a un lado su timidez, rompió el momento mágico y se atrevió a preguntar.
—Oiga, ¿no será usted Agustín Pedraza, el de la radio, verdad? El hombre se quitó el sombrero, apagó el habano y obsequiando al personal con una amplia sonrisa, dijo que sí, que eso parecía, que era Agustín Pedraza, el de la radio.
—¿Y usted, qué hace en esta tienda de ultramarinos? —se atrevió a indagar Pedrito.— Pues verán, voy de camino a la emisora dando un paseo, y se me han antojado unas manzanas reinetas justo al pasar delante de la tienda, tienen una pinta buenísima…
Enseguida se creó un clima distendido y cordial. Los parroquianos se atrevieron a preguntar por la marcha del concurso de los sábados y él se sinceró, les contó que andaba inquieto pues le habían fallado dos aspirantes y tenía que encontrar a alguien para hacer una prueba antes de diez días.
Todas las miradas se volvieron hacia Manolita y ésta notó que la cara le abrasaba. Se sintió descubierta, como desnuda ante desconocidos, quería salir corriendo pero sus piernas preferían quedarse. Pedrito hizo los honores.
—Señor Pedraza, esta muchacha es de lo mejorcito que hay, un diamante en bruto, un valor desperdiciado. Hágale la prueba a ella y verá como no le defrauda. Esta niña ha nacido cantando, la música es su vida.
Todos los presentes corroboraron la presentación de Manolita, pero ella tan solo quería salir de allí, correr a refugiarse entre los brazos de su madre. Sin embargo, el susto la tenía clavada al suelo. Pedraza la miró con interés, se acercó a ella y le dijo:
—Si eso es cierto, muchacha, no debes dejar pasar la oportunidad. Estaremos encantados de poder hacerte una prueba y con suerte serías seleccionada para participar en el programa que se emitirá dentro de dos sábados. ¿Qué dices, te gustaría?
No se lo podía creer, estaba soñando, seguro, pero si ahora mismo acababa de imaginarse en esa emisora, en ese programa… No, no podía ser cierto, la suerte es algo que les ocurre a otros, siempre a otros, nunca a los que son como ella. Manolita no sabía qué responder, estaba nerviosa.
—Yo, yo, disculpe pero no sé, no creo que eso sea posible, tendría que comentarlo en mi casa, y lo más probable es que no me dejen participar; además yo sólo canto para mí y mi familia, no sé… Pero muchas gracias de todos modos. Disculpe pero ahora tengo mucha prisa, mi madre me espera para que le lleve la compra. Muchas gracias, de verdad, muchas gracias, señor.
El hombre no se dio por vencido, sacó una tarjeta del bolsillo interior de su americana y se la dio.
—Toma, muchacha, ésta es mi tarjeta, ¿ves?, aquí pone mi nombre y que soy locutor de Radio Continental, no te estoy engañando. Tranquila, pequeña, pero no dejes de comentarlo en casa y si cambias de opinión… me llamas.
Era su turno pero, tan azorada como estaba, había olvidado por completo el encargo de su madre, así que salió de allí sin hacer la compra ni “ná”.
Llegó a casa corriendo, subió las escaleras de dos en dos y entró como una exhalación en el modesto piso, que era vivienda y taller a la vez. Manuela y Matilde levantaron la vista de la labor y se la quedaron mirando con expresión de susto.
—¿Qué ocurre, hija?
Dejó Manolita la bolsa de los recados, vacía, en el suelo, y contó como pudo el encuentro de hacía unos minutos. Pedraza, la radio, el concurso, la tarjeta…
—¡Madre, yo quiero ir, yo quiero cantar en la radio! —terminó sofocada y radiante, excitada, Manolita.
—Ya hablaremos más tarde de ello, pero ahora necesito que me vayas a la mercería de Doña Sara y me traigas hilo blanco de repasar, torzal gris y una bobina normal, cinturilla para esta tela, una docena de botones camiseros, una sisa azul y otra blanca, un alfiletero nuevo… Hala, y no tardes, que estamos necesitando esa cinturilla.
Bajaba Manolita ahora con calma por las escaleras de madera, parándose a oír el crujido de los escalones y las voces que venían del patio, las radios encendidas, las canciones que inundaban su espíritu y su cuerpo... Llegó a la calle, y mientras encaminaba sus pasos hasta la pequeña plazuela del barrio donde estaba la mercería de Doña Sara, pensaba que no había nada que hacer, que su madre nunca la dejaría cantar en la radio, que tendría que conformarse con esos momentos de “gloria” a los que tenía acceso de tarde en tarde cuando acompañaba a su amiga Conchi a ver a su madre, que limpiaba en uno de los cabarets del barrio chino. Allí había un pequeño escenario con un micrófono, y ella se subía y se arrancaba con esas coplas que tan bien cantaba… Mientras, Conchi, su madre y el encargado del local, cerrado a esas horas, sonreían y aplaudían.
Al llegar de nuevo a casa, Manuela la estaba esperando sentada a la mesa de la cocina con un tazón de café con leche y sopas. Hizo que se sentase a su lado y, tomándole la mano, le dijo que había estado pensando, y que después de mucho darle vueltas al tema había decidido dejarla hacer esa prueba, que total, nada se perdía y ella, Manolita, podría cumplir una parte de su sueño, cantar ante un micrófono de verdad y ante un público de entendidos en la materia. Así que Manuela dio su consentimiento y llamaron al señor Pedraza.
En ese instante, en la radio sonaba el programa de canciones dedicadas, ése en el que los novios y esposos se mandaban mensajes cifrados a través de inocentes canciones. Lola la piconera le devolvió la calma y la sonrisa a la cara. Iría a la radio, haría esa prueba y sería elegida, estaba segura. Se abrazó a su madre entre risas e hipos nerviosos. La prueba, como era de esperar salió bien, muy bien, y Manolita fue seleccionada directamente para el programa del sábado doce de mayo, donde tendría que pelear con otros nueve aspirantes por conseguir una plaza en las semifinales del concurso.
Los días siguientes fueron de mucha emoción. Todo el barrio estaba alterado, ¡Manolita, la chica de la modista del trece, iba a cantar en la radio! Las monjitas le dieron todas sus bendiciones y un escapulario de la Virgen para que la protegiera y ayudara, sin dejar de repetir que rezarían y rezarían a cada momento por ella sentadas alrededor de la radio el sábado por la tarde. La señora Sara en la mercería, Pedrito el tendero… Todos estarían pendientes de las ondas ese día.
Manuela le hizo un vestidito blanco con festón de galletilla de color azul, a juego con sus ojos, en el escote. Estaba preciosa. Su madre y el tío Salvador estaban entre el público, y los aspirantes a nuevos valores de la canción esperaban nerviosos su turno para demostrar su arte.
Y llegó el momento. “¡Y ahora, con todos ustedes —anunció Agustín Pedraza—, Manuela Garcés!”
Entonces ella se adelantó con paso firme, sacudió su melena hacia atrás, los focos la iluminaban dando un brillo especial a su cabello, que lanzaba fuego. El corazón le latía como si fuera una legión de caballos salvajes al galope; un sudor frío recorría su espalda, pero ella caminaba con una sonrisa en los labios, y con la seguridad y el aplomo de alguien que sabe que ése es su puesto, que ha nacido para estar sobre un escenario. Se detuvo un momento, alisó su vestido e hizo un último ademán sacudiendo ligeramente todo su cuerpo. Hormigas le trepaban por las piernas y un ejército de mariposas revoloteaban en su estómago; la cabeza le daba vueltas y el vértigo se le asomaba por los ojos, centelleantes. Subió los cuatro escalones hasta el escenario, sujetó con fuerza el micrófono y, tras los primeros acordes de la orquesta, se escuchó por todo el estudio una voz clara y potente…
“Échale guindas al pavo, pavo... échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava, azúcar, canela y clavo… que yo le echaré a la pava, azuquita, canela y clavo…"
Foto: De la memoria familiar Texto: Edurne Vídeo-canción: Youtube (el vídeo desapreció hace un tiempo, ahora he tratado de insertar la canción original cantada por Imperio Argentina y Miguel Ligero, no sé si saldrá, si es así, pido disculpas, la tecnología suele resistírseme...)
22 comentarios:
Edurne dijo...
Este relato está dedicado a mi amatxu.
Para escribirlo me inspiré en algunos hechos reales con gran carga sentimental.
Escogí esta historia para la edición de este año del libro del Taller, libro que en estos momentos está en la imprenta y que pronto verá la luz.
Espero que disfruten ustedes de la historia tanto como yo he disfrutado escribiéndola.
Les dejo un vídeo con dos versiones de la famosa canción del pavo y las guindas. Versiones una de Imperio Argentina (la que está realmente unida a mi memoria familiar), y otra de Lola Flores, así como más terremoto.
En las dos, el acompañante es Manolo Ligero, con una diferencia de 18 años. El tal Manolo Ligero era uno de esos actores de la época que ponía el contrapunto cómico y... que visto ahora, efectivamente, hace gracia... o eso, o que yo soy un poco antigua! ;)
Muxutxuak per tutti!
5/6/09 22:22
Edurne dijo...
DOS AÑOS Y 21 DÍAS DESPUÉS VUELVO A PUBLICAR ESTA ENTRADA, QUE, COMO YA APUNTÉ EN SU DÍA, TIENE UNA IMPORTANTE CARGA SENTIMENTAL PARA MÍ.
ESPERO QUE LES GUSTE A TODOS AQUELLOS AMIGOS QUE HACE DOS AÑOS NO ERAN ASIDUOS CHAPOTEADORES Y NO LA LEYERON EN SU MOMENTO.
EN LA ENTRADA ANTERIOR HE CONTESTADO Y AGRADECIDO SUS COMENTARIOS DE ESTOS DÍAS.
Y LAS GRACIAS DE NUEVO.
;)
26/6/11 18:58
No es que me haya gustado solamente.
Me ha fascinado!!!
Que arte tienes Edurne.
Gracias por compartirlo.
Besos.
Pues a mí, que no conocía la historia, me ha encantado.
Se ve que el arte te viene de familia.
Espero que las cosas vayan poco a poco volviendo a la normalidad.
Muxu handi bat.
Mira que escribes bien, se nota que tiene una carga sentimental importante para ti.
Así lo has transmitido.
Besos Edurne y gracias por compartirlo.
Me ha encantado!hasta tenia similitud, con hechos de mi niñez!
me ha sabido a poco.
Me gustaria saber si la protagonista de esta historia ganó.
Saludos
Gracias por compartir tus sentimientos con los que te leemos.
Espero que todo vaya bien, que las aguas vuelvan a su cauce y que tú vuelvas a sonreír.
Un beso.
Preciosa!
Emotiva!
Brillante!
Me ha encantado amiga!
Un abrazote.
Me has dejado a medias y que paso después?
Has conseguido que entre en la historia y hasta he animado a Manolita a decir que si a la prueba.
Un beso
¡Échale guindas al pavo! Lo mejor de todo, querida Edurne, es que cuentas como coser y cantar, con la sencillez y verosimilitud que contaría una vecina a otra. ¿Te he dicho que eres genial? Te admiro y te mando un beso en recompensa por esta historia que tanto me ha gustado, una historia que corresponde a los lejanos años 50.
Una historia muy emotiva, gracias por traérnosla a los que como yo, no la había leído antes.
Besos
Te has lucido, Edurne. Magnífico relato.
Un abrazo
TORO:
Gracias, gracias, hombre por tanto entusiasmo!
Un petó per tu!
;)
ASUN:
Eskerrik asko zuri ere!
Beno, gauzak, apurka-apurka, aitarekin kirofanotik pasa behar dugu berriro datoren hilean!
Esto es un suplicio, vaya año y medio que llevamos!
Pero espero que todo vuelva a tranquilizarse.
Muxutxuak!
;)
OJOSNEGROS:
Bueno, bueno, eso es porque tú me lees con buenos ojos!
;)
La verdad es que tiene cosas que me llevan a mi propia historia, a la familiar, y por eso le tengo cariño a este relato.
Muchas gracias y besos!
;)
CATALINA:
Gracias por le chapoteo!
Y me alegra que te haya gustado la historia.
Bueno, lo de si ganó o no, eso ya queda ahí, y el lector podrá hacer sus conjeturas...
Apostemos porque sí, porque ganó, seguro!
;)
Un besote!
MAR:
Gracias a ti por andar de paeeo por la orilla.
Pues sí, los sentimientos es bueno compartirlos, no?
Y sí, espero que las cosas mejoren por esta familia, de momento estamos esprando a que operen a mi padre en julio, así que... el verano, se nos presenta de aquella manera, y eso sí, con la confianza de que todo va a salir bien!
Un besote enorme!
;)
CECY:
Esta historia ya la habías leído tú cuando la publiqué, aunque no te acuerdes seguramente...
Gracias por los piropos!
Y sabes, te siento cerca, acompañándome. Gracias por ello!
Un cargamento de besos orilleros!
;)
CHELO:
Pues la historia se acaba ahí, lo de después, corre de cuenta del lector. Si tú quieres que gane la prueba y se convierta enuna figura de la canción... vale, hecho!
Si te apetece otra cosa... pues también, deseo concedido! Jejejeje!
Me alegra que te haya gustado!
Un besote enorme!
;)
FRANCISCO:
Eso, échale guindas al pavo...!
;)
Muchísimas gracias por tus palabras, siempre tan bonitas. Te lo agradezco de todo corazón, y me alegra que te haya gustado esta pequeña historia.
Un besote!
;)
MYRIAM:
Por eso la he repuesto, porque ahora hay otros amigos chapoteando por la orilla, y al ser un relato al que le tengo un cariño especial... pues eso, que me parece muy bien que te haya gustado!
Un besote!
;)
ANTORELO:
Grazzie tante, siñore!
Besos y abrazos!
;)
Precioso relato, no lo había leído y te agradezco que lo hayas vuelto a poner.
Me acuerdo, de niño, de aquellos programas de la radio, entrañables, llenos de ternura, y por qué no, con algunas grandes voces.
Espero y deseo que el problema de salud de tu familiar se solucione pronto.
Saludos.
Yo tampoco lo habia leido o al menos no lo recuerdo. Tu forma de contarlo hace que vivamos la historia de Manolita como alguien a quien conocemos. Supongo que a tu amatxu le encantó cuando la leyó, no nos dices nada al respecto, pero estoy segura que fue así, que se sintió orgullosa del arte de su hija al escribir un relato tan hermoso como este.
Un beso enorme querida Edurne
Muy bonito Edurne, muy bonito y entrañable. Espero que lo de tu aita vaya bien. Aunque esté tan ausente del blog, ya ves que entro de poco a poco a leeros.
Un abrazo muy grande orillera y lo mejor para tu aita.
El relato es hermosísimo, enhorabuena (y la de la foto no sé si serás tú ;-) Qué lástima que hoy todas esas cosas se hagan a través de representantes que se llevan el 30 por ciento.
Genial
¿Y yo que me acordaba de este texto? Podría jurarlo y perjurarlo. y me causa gracia lo dificil que era tener "éxito" en esa época. Tenías que esperar esas casualidades, Grande el tío youtube que te descubre a fuerza de un mínimo click.
Me encantan estas historias con sabor a barrio antiguo
PD: ¡Gora tu amatxu y Gora Donosti!
Estuve viendo si me había perdido alguna novedad, solo sabemos que tu aita tenía que pasar por el quirófano, ya nos contarás
Saludos a toda tu familia
JAVIER:
Pues yo también me alegro de que a reposición del relato haya sido de tu agrado!
Gracias.
Y muchas gracias también por el interés que muestras por la salud de mi aita. Ahora tenemos que volver a pasar por quirófano y todo lo demás. Esperemos que salga todo bien!
Un abrazo!
MIRENTXU:
Mi amatxu, que es la de la foto, se emociona enseguida, y más ahora.... claro que le gustó el relato cuando lo escribí!
Eskerrik asko por todo!
Muxutxuak!
;)
LUNA AZUL:
Eskerrik asko!
Aquí estamos, esperando, y esperando que todo llegue enseguida y pase más pronto, y bien!
Me alegro de que te haya gustado el relato de Manolita!
Muxutxuak!
;)
MIGUEL:
La de la foto es de la que heredé nombre y algo más, de mi amatxu, con mucho arte ella...
;)
Y gracias, gracias, hombre, yo encantada de que el relato te haya parecido bien!
Un abrazo!
;)
BIBI:
Que recuerdas haberlo leído o no?
Bueno, en todo caso, aquí está y lo has leñido ahora, y te ha gustado. Y yo que me alegro!
Y sí, esperando estamos, a ver si julio llega y pasa, lo mejor posible!
Eskerrik asko eta muxuak!
;)
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