






Va tarde esta crónica, además teniendo en cuenta que escribo desde el Foro… más que tarde todavía, pero bueno, tampoco ha pasado tanto tiempo, que esto que ahora les cuento ha sucedido hace una semana, diez días…
Alguien me ha recordado que estoy lenta en esto de escribir. Tiene razón, pero este primer trimestre (para mí los trimestres van a la par de los cursos escolares), está siendo especialmente duro. Dejando a un lado lo personal, lo familiar, en lo escolar, está siendo más que duro.
Y no es que una no sepa por dónde le da el aire, que miren ustedes si sabré por dónde me da después de 30 años en este oficio, pero, los tiempos que corren están siendo de lo más extraños. Ni qué decir tiene que la escuela es la sociedad misma, en pequeñito, pero el reflejo exacto de la sociedad en que vivimos. Y con esto, ya imaginarán ustedes que los conflictos que se viven fuera, también tienen su representación dentro.
Será un poco de todo, léase: falta de valores, ejemplos a imitar nada recomendables, crisis a todos los niveles, la cultura del todo vale, de todo está a mi servicio, de… ¡Para qué seguir! Los problemas ya no son solamente con los alumnos, que cada vez están tomando derroteros más preocupantes, sino que también son problemas en las relaciones con los padres, con las familias, a mas de los que ya tenemos como colectivo, con las administraciones…
Y una anda reflexionando mucho, muchísimo, en estos tiempos alterados. O revueltos, parafraseando a la serie televisiva, que no sé ya si son tiempos para revelarse, para callarse, para amar, para llorar, para… ¿qué?
“Siempre que llueve escampa”. Echo mano de los refranes, a los que tan aficionada era una de mis abuelas, porque la sabiduría popular es eso, sabiduría, y tal vez repitiendo una y otra vez las máximas de los que de verdad saben lo que es pasarlas “canutas”, tal vez podamos calmar nuestros miedos y angustias, aplacar nuestros enfados… Por intentarlo, que no quede; si bien, el protestar no está reñido con nada de esto. Yo, protesto, me quejo, me enfado, más bien me cabreo.
Mis compañer@s jubilad@s, con 60 años, con una buena prima, con el cuerpo y la mente en perfecto estado, sufren una metamorfosis alucinante, si me permiten la palabra. Les cambia todo, y lo primero es el cutis. No, no estoy de broma, es cierto, y miren que en los últimos ocho años, se me andan jubilando de dos en dos en el centro en el que trabajo, y luego amistades que también son del gremio.
¡Y yo que me las prometía felices para dentro de ocho años… jajajaja, me río, a saber ahora cuándo me podré jubilar y en qué condiciones!
Sinceramente, no me imagino a los 60 años corriendo por el pasillo detrás de un niño que te amenaza con tirarse por la ventana, por ejemplo, o con un cabreo monumental porque no quiere hacer los deberes que le mandas…. Que la cosa viene muy dura, ya les digo.
Corren malos tiempos para la lírica, como cantaban hace tiempo los gallegos de “Golpes Bajos”, pero es que corren malos tiempos para todo. Y no quiero ser una agonías, ni agorera, ni pesimista, porque… días, hay más que longanizas, y nunca se sabe qué nos espera a la vuelta de la esquina…
Por lo tanto, lo mejor es mantener los ojos bien abiertos y estar en alerta, pero, con disposición a disfrutar de lo pequeño y placentero que nos regale la vida, aunque sea a plazos.
Por eso una lee, intenta darse paseitos por aquí y por allá, va al cine (y a ver cuándo vuelve a su afición teatral), monta en el bus y se escapa para el Foro, visita museos, sigue con su afición escribidora, comparte con amigos…
Hay, en esos paseos por la Ría de mis amores, muchas pequeñas cosas por descubrir, y algunas, aunque los del Botxo las tengamos descubiertas de toda la vida, que siempre es grato volver a reencontrase con ellas, como sucedió el otro día al visitar el Claustro de la Catedral de Santiago, en el corazón de nuestro Casco Viejo. Hay Historia en cada piedra, en cada losa que pisas, y luego imaginar, que es libre.
Y reincidir una y otra vez en las visitas a la costa más cercana a la urbe, Portu Zaharra, el Puerto Viejo de Algorta, que es un cachito de postal, siempre a rebosar de gente, foránea y no. El mar, su visión, a la que uno puede dedicar minutos, horas… reconforta, lleva un poquito de paz al espíritu, que está comprobado, no tan sólo (lo siento, me sigo saltando la nueva regla ortográfica de la RAE) científicamente, sino lo más importante, personalmente.
Y una película, que depende la época, el estado en el que nos encontremos, las ganas, la necesidad… puede ser de uno u otro tipo. En este caso, “La voz dormida”, basada en la novela homónima de Dulce Chacón, ya fallecida. Genial. Lloré todo lo que quise y más, es que el cuerpo me pedía dar rienda suelta al manantial lacrimógeno que andaba yo conteniendo desde hace tiempo, y la película fue la disculpa perfecta. Además, la rabia, la impotencia, la pena que sientes te aboca a muchos pensamientos, a reafirmarte más, si cabe, en tus ideas, en tu concepción de tantas cosas…
Y María León, inmensa. Descubrí que era hermana de Paco León, otro que se las trae… pero hace una interpretación de levantarse y aplaudir sin parar, no en vano le dieron la Concha de Plata a la mejor actriz en el último Festival de cine de Donostia.
Estoy en Madrid, ya les digo, el martes a la tarde-noche vuelvo a Bilbao, y entonces, desde allí escribiré las Crónicas del Foro. Ténganme paciencia, please!
Miro por la ventana y el sol ya está luciendo, aunque envuelto en una pequeña capa brumosa. Haremos que se desmelene un poco y nos regale un día tibio en lo climatológico, y en lo demás.
Que ustedes transcurran bien en estos días, en los que ya nos sorprenden los expertos en marketing con los reclamos navideños.
Un abrazo enorme.
Cartel película e imágenes: Internet Fotos: Antonio y Edurne