Medio año ha pasado
por delante de nuestros asombrados ojos. Medio año que ya es historia. Medio
año de nuestras vidas. Medio año, seis meses, ciento ochenta y dos días, que ya
nunca más volverán…
La Ría sigue ahí,
donde la he encontrado cada día de mis cincuenta y dos años de existencia, unas
veces tranquila, otras alterada, las más la recordaba con ese color amarronado
que ya formaba parte de las estampas de mi infancia. Hace tiempo que mi Ría luce
hermosa y ligera, menos cuando la marea viene revuelta y deja su impronta en
este brazo que nos acerca hasta territorio más salado. Por ella se pasean
nuestras dichas y desdichas, patos, mugles, traineras, Txinbitos varios y
reflejos de tantos sueños botxeros.
La Ría es parte
indivisible en la idiosincrasia de l@s bilbaín@s, casi podríamos decir que como
el Athletic o la Amatxu de Begoña. Cierro los
ojos e intento imaginarme Bilbao sin su Ría. Imposible, no puedo hacer
ese ejercicio de abstracción, no lo puedo visualizar. Bilbao es como es por
ella, por esa espina dorsal (aunque la expresión ya esté muy trillada) que ha
sido motor de vida, economía, cultura…
Recuerdo cuando Bilbao
era gris, y yo lo adoraba (como todo buen bilbaíno, que ya se sabe, Bilbao es
intocable, lo defenderemos a capa y espada allá donde sea menester); cuando
llovía y llovía (bueno, no siempre, pero nos parecía que era un día sí y otro
también…), y cuando, a pesar de ser una ciudad pequeña, siempre la hemos visto gigante. Bilbao ha cambiado, y con ella, todo lo
demás, su entorno, su gente, sus infraestructuras, su economía, su forma de
adaptarse a la modernidad sin dejar nuestra tradición, nuestro “ser”…
Apostarse en una de
las barandillas de los mucho puentes que cruzan la Ría es dejarse llevar por el
pasado, por el presente y un poquito por ese futuro que, si bien no pinta muy
halagüeño, algo se deja ver. No es difícil, aventuraría que más bien es
previsible, somos bastante previsibles. Y no es que seamos mejores ni peores,
simplemente es que, ¡somos de Bilbao, que bastante hemos “hablao”!
En mis mocedades había una canción (y seguirá habiendo mientras que la sigamos recordando, cantando...) que decía así: "Que
no somos de aquí, que somos de Bilbao, por eso llevamos, txapela a medio lao, txapela a medio lao, txapela a medio lao, que no somos de aquí, que somos de
Bilbao…”
¡Parece que me he puesto nostálgica!
Estoy tecleando sin releer lo ya escrito. Mi intención era
hablar, muy escuetamente, de este mes, de los acontecimientos de los últimos
días… y creo que me estoy yendo por otros derroteros más… “rivaival”.
No sé si se habrán percatado de que no me estoy prodigando demasiado por
la Orilla, ni por otros lugares. Mis últimas entradas están saliendo
programadas. El final de curso siempre suele ser apoteósico a todos los
niveles, más que estresante, desesperante, agobiante, apabullante… Con la Santa
Infancia terminamos el día 22 —¡Aleluya!— con muchos previos ajetreados, pero la semana del 25 al 29 ha sido
para olvidar. He tenido momentos de pararme y decir: “¿Y si me quedo así y que
sea lo que Dios quiera?”
De los trabajos relacionados con mi labor escolar como tutora y como coordinadora
de ciclo, no voy a hablar, sería demasiado largo, y quienes comparten o han
compartido conmigo afición, devoción y profesión, bien saben de qué estoy
hablando. Pero han sucedido más cosas, de ésas que en los últimos dos años y
medio me persiguen…
Mi aita de nuevo. El pobre hombre tuvo que pasar por quirófano otra vez el
miércoles por la tarde, de forma casi imprevista y presurosa. Como las
complicaciones están abonadas a su cuerpo, no podía librarse de una nueva y después
de casi diez meses de la intervención de
septiembre. Una infección en forma de acceso del tamaño de una mandarina
gigante en el agujero por donde le extrajeron la vesícula. Llevaba mal algo más de una semana, con febrículas vespertinas, y cuatro días con dolores y que casi no podía andar… Fue llegar a
la consulta del cirujano, mirarle y en cinco minutos ya estaba pidiendo un
quirófano y hablando con el anestesista. A la media hora lo bajaban a las
catacumbas hospitalarias. Nos lo subieron atontado, cantando cantares, el humor
que no falte…, y con un agujero en la tripa, drenaje oculto, ¡y una mandarina
menos entre pecho y espalda!
Supondrán que el ánimo se viene de nuevo abajo, el de él que es quien
sufre las consecuencias más directas, y el de los demás porque somos los que
estamos ahí contra viento y marea (como debe ser, por otro lado…)
Escribo hoy sábado, y estoy en Bilbao, cuando tenía que estar en Madrid. C’est
la vie! Irá mejorando, aunque cada vez le cuesta más levantar el vuelo, pero…
Hay otras cosas que no tienen remedio. Ayer terminamos el curso. Desde el
pasado diciembre se han jubilado tres compañeras, y en octubre o diciembre se
jubilará otra. Cuatro en el plazo de un año. Se van, se largan, no vaya a ser
que luego no les dejen hacerlo y se vean retenidas en un sistema que cada vez
está resultando más duro y peligroso…
Ayer despedíamos a Isabel, pero después de la alegría mezclada con pena, nos
llegó un momento fatal, un momento que ninguno de los presentes en el claustro quisiéramos
haber oído. Juan Carlos, nuestro compañero y secretario en los últimos años,
tiene que luchar contra ese asesino silencioso que tan cruelmente nos atenaza
en el momento menos pensado, y por esa razón no estará en el comienzo del nuevo curso.No puedo describir las escenas que allí se vivieron, ni cómo salimos del momento ni de la escuela mucho más tarde. Estábamos paralizados, las caras, las lágrimas calladas... Son muchos años conociendo a una persona como Juancar, trabajando en el ciclo, como ha sido mi caso. Siempre una palabra amable, una sonrisa, nunca una queja, dispuesto a echarte una mano en lo que sea... Esperemos que sus ganas de vivir y luchar puedan prestar batalla al maldito
cangrejo y salir victorioso. Todavía estoy impactada.
Primer día de vacaciones. No me lo parece. En realidad, mis vacaciones
solo tienen que ver con lo escolar. Espero que el verano, estos dos meses
justos que tenemos por delante, pase a un buen ritmo vital, que es lo que realmente
importa.
Y siguiendo con los recuerdos de estos días, también tengo algo bueno para contar: nuestro nuevo libro.
Este mes, como todos los años, nos "regalamos" el libro colectivo de este curso: "Sin embargo se mueve", y como todos los años también, lo celebramos con una cena alfabética, donde hicimos risas y más risas, nos firmamos y dedicamos los libros, las historias, nos sacamos fotos, nos desfogamos y relajamos por unas horas. Son de esos momentos en los que dices: "¡Qué bien!, y ¡Ya lo creo que merece la pena!"
Y del tiempo… pues bueno, como no tenemos competencias en el asunto y no
se puede pedir que nos sean transferidas… no hay otra que aguantarse y pasar de
los casi 40º de los primeros días de la semana a estos dos últimos en plan galerna y
humedad ventosa y gris plomiza…
¡Es lo que se cuece por mi Ría!
Fotos: Edurne Imágenes: Internet