¿Que qué me pasa, por qué estoy así, con esta carucha que da
pena verme...? ¡Ay, si yo lo supiera!
Y el caso es que no tengo motivos para sentirme así, para andar
llorando por todas las esquinas de este verde prado. Aparentemente no los
tengo, pero yo sospecho que sí, que ha de haberlos, y me he propuesto
encontrarlos.
Dicen
mi madre, mi abuela y mis tías que soy un poquito exagerada, que me gusta andar
llamando la atención...Ya, ya, la atención, ya verían ellas lo que es tener
este nudo en la panza y que ni mugir me deja, miren, miren: muu... Nada,
que no hay forma, no me sale, que se me ahogan las ganas. Y no vean ustedes el
ridículo que hago cuando todas las de mi cuadrilla se ponen a mugir cada vez
que viene el Piru, el muchacho que nos trae el heno, que nos lleva a los pastos
frescos y luego nos ordeña ayudado de su padre, y que es... guapísimo, oigan,
sí, lo reconozco, para ser humano, es de lo más guapo y simpático, porque nos
hace unas carantoñas, nos da unas palmaditas en el lomo, nos prepara para el
ordeñe de una forma que... que vamos, que nos pone a todas a mugir como tontas,
Y él, que se lo sabe, se ríe, y hala, otra vez el muy zalamero a decirnos
cositas al oído, y nosotras venga a mover el rabo y espantar moscas y moscones
nerviositas perdidas.
Mi madre dice que toda esta tontería es porque estoy
adolescente, que ando con la edad de la vaca tonta, que ya se me pasará. No las
tengo todas conmigo.
Yo soy una vaca rubia, ya se habrán percatado de ello, ¿no?
Bueno, pues el caso es que a nosotras nos destinan más bien para que sirvamos
de proteínas a los amantes de la carne vacuna (de esto me enteré hace poco y me
llevé un disgusto que no vean, lo mismo, lo mismo que cuando supe por mi prima
Vaca Lechera que los Reyes Magos no eran de verdad. ¡Ya les digo, casi me da un
soponcio!) Y a mí, sinceramente, que soy vaca y vegetariana, la cosa me pone los
pitones tiesos. ¿Cómo puede alguien comerse a unos seres tan inofensivos como
nosotras? Pero si dicen que somos como tontitas, que vamos para donde nos
lleven y lo más que protestamos es cuando mugimos un poco más alto que lo que
se considera mugido normal, entonces, a ver, ¿para qué quieren comerse nuestras
carnes, eh?
A lo mejor este es uno de los motivos por los que me encuentro ahogada, alicaída y triste a más no
poder...
El otro día estaban las vacas viejas de mi familia mugiendo un
poco alteradas en una pequeña asamblea que habían formado en un rincón del
establo. Que si muuu, que si mu, mu, mu y remuuumuuu... algunas estaban más
excitadas de lo normal. Yo me hacía un poco la loca, y, disimuladamente,
mientras ramoneaba unas hierbitas por aquí, rumiaba otras por allá, ponía la
oreja por ver si me enteraba de algo. Nada.
A mí, cada vez se me hacía más grande el nudo de la panza. Era
evidente que algo pasaba. Pero ¿qué? El resto de vacas jóvenes y tontorronas no
se enteraban de nada. Sacudían sus rabos con movimientos acompasados, y uno, y
dos, y un, dos, tres... Y rumiaban a coro y a capella. Una delicia. Pero a mí
nada de eso me tranquilizaba.
No tuve que esperar mucho más, ya que al poco rato la asamblea
se dispersó precipitadamente. A lo lejos se oía el ruido de un motor. Dejé mis
pensamientos a un lado y torcí la testuz hasta identificar de dónde venía.
A mi lado pasaron casi al trote las hermanas Tolón-Tolón, mi
amiga Leche Merengada, y la pequeña Petite Suisse. Iban muge que te muge y
haciendo sonar sus cencerros sin pudor alguno. Junto a la valla de la carretera
esperaban, como si de una comitiva de recibimiento se tratara, la asamblea de
vacas sabias.
Para cuando quise darme cuenta, de un elegante camión de reparto
entre granjas, descendió una vaca... ¿Cómo diría yo? Una vaca como jamás en la
vida había visto yo, estilizada, ¡colorada! ¡Una vaca colorada! Con pendientes,
madre mía, qué pendientes, y una sonrisa... Yo nunca había visto a una vaca
reír.
¡Felicia, Felicia! Mugían a diestro y siniestro todas mis
congéneres. ¡Así que esa era la famosa Felicia, nuestra pariente más famosa, La
Vache qui rit!
Mi nudo en la panza se iba apretando cada vez más. ¿Quién podía
competir con una vaca como la prima Felicia?
Resultó que mugía en francés y todo, ¡Mon Dieu! Un cazatalentos
de vacas risueñas se la llevó al Paris de La France cuando era una ternerita, y
solo vuelve una vez cada tres años a visitar a la familia mientras le hacen
algún reportaje de esos pactados con revistas del mundo rosa de las vacas...
También me enteré de que el color rojo de su piel se debía a una
especie de alergia o alteración genética que Felicia padecía desde pequeña, ¡quién iba a decir que eso iba a ser un sello de peculiaridad!
La visita de Felicia fue como la del veterinario, un visto y no
visto. Yo no me atrevía a acercarme a ella y atosigarla con preguntas tontas ni
“selfis” de ésos que ahora están tan de moda, total, no tengo ni vachebook,
ni vachitwiter donde colgar fotos y cotilleos. Yo soy una vaca
deprimida, está claro, y esas cosas no pueden hacerme feliz, al contrario. He
llegado a esa conclusión hace poco y sin ayuda alguna, puesto que nadie me
toma en serio cuando digo que tengo problemas. Tampoco me interesa parecerme a
Felicia, eso se lo dejo a otras vacas más... cómo diríamos, ¿superficiales?
He decidido que voy a dejar de llorar, que voy a aflojar el nudo
que me oprime en la panza y que como no me apetece nada, pero nada, nada, que
hagan de mí chuletas de ningún tipo, voy a tomar las riendas de mi vida en este
mismo instante. Así que, a ver, usted, caballero, el de la cámara, en cuanto me
saque la foto y yo deje de ponerle ojitos de pena... por favor, me aparta un
poco las maderas de la valla que me separa de la libertad, para que pueda salir
corriendo. Porque, digo yo que ya se habrá dado cuenta de que yo no soy la vaca
triunfadora, la famosa Vache qui rit, ¿no?
¡Muuuuuchas gracias!
Foto: Aitor, Texto: Edurne Vídeo: "La vache qui pleure" en Youtube de Kate&Anna McGarrigle.
8 comentarios:
Vacas?
:)
Preséntame alguna...
Si es llorona no me importa.
Aunque prefiero que rían.
Besos.
Edurne, sonríe.
Vale?
Jajaja: muuuchas gracias por esta entrada tan salerosa.
¡Me ha encantado!
Un besazo guapa.
Agradezco la sonrisa.
Besos Edurne.
Una excelente parábola sobre las decisiones propias para salir del llanto.
Besos.
Hola Edurne, te felicito, has conseguido arrancarme una sonrisa y debo decir que no me encontraba nada predispuesto. Lo mejor que puede hacer nuestra amiga es poner tierra de por medio, parece que de lo contrario su futuro está cantado.
Gracias por el rato.
Un beso.
Nunca me gustó la vaca colorada, su sonrisa es muy falsa.
Prefiero a las vacas como tú, llorona.
Besos
TORO:
Pues seguro que nuestra amiguita te iba a hacer tolón tolón... que me parece a mí que ha espabilado mucho, y desde que la vi saltando las vallas ya se ha recorrido buena parte de los prados de este lado del mapa... jejejejeje!
Petonssss!
;)
BERHA:
me alegra mucho saberlo!
Hala a mirar la vida de otra forma!
Besotes!
ELENA:
Y yo agradezco tu paso, tu lectura y tu comentario.
Besotes!
;)
PEDRO:
Está claro, es mejor reír que llorar...
Gracias!
Besos!
;)
AL TAGRÍ:
Yo te agradezco a ti que sigas chapoteando por aquí!
Encantada de saber que mi pequeña historia ha servido para sacarle a usted una sonrisa!
Muxuak!
;)
ABEJITA:
Sí, a mí también me ha parecido siempre un fraude!
Las vacas lloronas pueden dejar de serlo en algún momento, está claro..:!
Muuuchos Besos!
;)
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