Aconteció entonces que mi señora Doña
Dulcinea despertó alterada del sueño. A fe mía que aquel frugal almuerzo no
sentó bien a su sesera. Y en profiriendo atronadores gritos, despertóme a mí
también del dulce reposo en que me hallaba.
No sin aturdimiento, corrí a su lado por ver de qué se trataba. Y cuál no
fue mi sorpresa al ver que toda ella se encontraba empapada de pies a cabeza en
aquel habitáculo, que dijeron era el dedicado al aseo personal, donde manaba el
agua de un cable terminado en extraño artilugio por mí nunca antes visto.
En verdad, extraña era la venta, pero tan cansadas nos encontrábamos mi
señora y yo después de la larga cabalgata del día, que no reparamos en todo lo
misterioso del lugar.
Mi señora Dulcinea, que había dedicado toda su vida a estudiar, ya se había
percatado de que entrábamos en un lugar singular. Por sus muchas lecturas tuvo
la sospecha, y yo fiel escudera no osara jamás dudar, de que algo sobrenatural
tal vez nos sucediera.
En llegando a la venta, ya nos miraron raro, pero más raro hubimos de
mirarlos nosotras, pues pareciónos que sus vestes no eran apropiadas para
venteros...
Era casi de noche y no podíamos saber dónde habíamos recalado con nuestros
molidos cuerpos. Caballera y escudera, rocín y pollino, no pedían, por merced,
sino un lugar para reposar y viandas con que reponernos.
Entramos, así pues, en la venta más enorme que jamás ojos humanos hubieran
visto, y ya entonces, mi señora me advirtió: "Lucrecia, abre bien los
ojos, que en aquesta venta acontecerán hechos de los que otros
escribirán".
Perplejas las dos, arrogante ella y temblorosa yo, seguimos al mozo,
seguramente uno de los muchos hijos del ventero, hasta una caja mágica que
abría y cerraba sus puertas haciendo aparecer y desaparecer personajes extraños
ante nuestros ojos.
Risas y más risas... Ojos que nos miraban. Mi señora Doña Dulcinea reafirmó
sus sospechas: ¡Estábamos en el futuro! ¡Santa María, madre de Dios, habíamos
sido víctimas de un encantamiento... tal vez con el Bálsamo de Fierabrás
pudieramos deshacer semejante hechizo!
Entramos en una de esas cajas encantadas, y enseguida el estómago se nos
disparó, ¿pues no volábamos acaso, como si aves fuéramos? Una musiquilla nos
depositó de nuevo en tierra, la caja se abrió, y ante nosotras aparecieron unos
seres parecidos a aquellos de las novelas que habían vuelto la cabeza casi del
revés a mi noble señora Dulcinea. Ella era muy jóven aún, y todo lo quería ver,
pero yo cansada ya de tanto trajinar, le pedía reposar...
Entramos en una gran habitación, ésta en la que ahora nos encontramos, y el
mozo informó a mi señora de que al rato vendrían en nuestra busca.
Así fue, y dos mancebos de muy buen ver, tanto que alegraron nuestros
ánimos, se presentaron al punto. ¿Y no pretendían que nos despojáramos de nuestras
vestimentas? ¡Seguramente con intenciones de aprovecharse de nuestra inocencia
e ignorancia, y hacer aquello que caballero no ha de hacer con dama, ni
escudera, decente alguna!
Y mi señora montó en cólera, y yo ayudéla en lo que pude, aunque si he de
ser sincera, de buen gusto y grado, hubiera probado aquel Bálsamo de Fierabrás
en forma de fornido mancebo...
Y que una, aunque escudera, aún mantiene la buena planta que de moza tuvo. Pero escudera se debe
a su señora, y así, entre gritos y empellones, logramos desalojar a los muy
bellacos del aposento, mientras nos decían tontas, y que no sabíamos lo que nos
perdíamos al rechazar sus masajes, y que hasta hablaron de baños turcos y...
Y hete aquí que mi señora seguía pensando que, con malas artes, algún mago
envidioso nos había traído hasta este mundo en un aparato volador. Y ahí
estábamos las dos, asustadas a más no poder, sin atrevernos a salir, esperando
a que algo se le ocurriera a mi señora Dulcinea.
Pero eso... eso ya es harina de otro costal.
Foto: Antonio. Texto: Edurne (Texto
ya publicado en esta Orilla en un par de ocasiones, pero esta de ahora lo permite
de nuevo…)
8 comentarios:
Aunque escudera aun mantenía la buena planta de antaño.Que susto, con las modernidades de este siglo...
Edurne, que pases un magnífico Día del Libro me ha encantado este relato y sabiendo lo mucho que disfrutas: supongo que esta fecha la disfrutaras doblemente con los alumnos.
Por estos lares ya comenzaron por la mañana bien temprano la lectura del Quijote en el Centro y esta tarde concluye en el Circulo Cultural.
Un abrazo.
Muy guapa la Dulcinea. Un abrazo
BERTHA:
¡Ay, las escuderas y escuderos, qué necesarios son en esta vida, que cual quijotes nos lanzamos todos al camino y... no solo gigantes nos salen de frente, no solo!
felices lecturas, ahora y siempre!
besos lectores!
;)
ANTORELO:
¡Jajajaja! ¡Usted que mira con ojos de Quijote galante!
Graciasss!
Abrazos.
;)
La máquina infernal me trajo tus coqueteos quijotescos. Que todos los días sean del libro y de las rosas. Buen relato Edurne.
Esto sí es un juego con guiño cervantino. Comprenderás cómo he disfrutado...
Besos.
ABEJITA:
Mucha cosa infernal en estos tiempos que corren, pero mira, también nos trae cosas buenas!
;)
Besos y aplausos!
;)
PEDRO:
¡Me alegra muchísimo saber que el entretenimiento ha sido de su agrado, Maese Pedro!
¡Agradecida le quedo!
Besos.
;)
Qué buena forma de celebrar el día del libro, ayer. Hoy, mañana, siempre y vivan los coqueteo cervantinos.
!!!!
Besotes
Eso, eso!
Besotes!
;)
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