¿Qué pasa que no me reconozco? Me
miro al espejo y tengo que escudriñar largo rato tras el gesto apagado de la
que me mira para encontrar un leve rastro de la que soy, de la que era…
Hago y deshago, entro y salgo,
compongo y descompongo, pienso y despienso (palabro de mi invención), río
(poquito) y lloro (bastante), duermo (poco y mal) y despierto… En fin, todas
esas cosas que se supone que hacemos las personas, pero…
No, que no. Nada es igual. Es y
no es. Algo ha cambiado dentro de mí. Tengo atasco de todo: emocional, social,
intelectual, de salud, literario, vital… Y no veo cómo darle la vuelta a la
tortilla. Ya, ya sé que todo el mundo me dice que tranquila, que ya iré pasando
por esta fase y entraré en otra más amable. No sé yo. Mi cuerpo ha cambiado (en
serio, ha cambiado), mi mente va un poco a su bola, no me hace demasiado caso. ¡Un
motín en toda regla, ya les digo!
Y para colmo, el coronavirus de
las narices (ahora mismo oigo la cantinela en la tele, en la radio de la
cocina). Sí, sí, ríanse, pero nos están bombardeando y aunque una quiera
mantener la calma, te meten la angustia hasta en sueños.
Y hablando de sueños, hasta en el
mundo onírico tengo rebeldes. Ahora me paso unas noches de lo más chungas; el
otro día, sin ir más lejos, mi amama (abuela) estuvo persiguiéndome toda la
noche: sueño en el que entraba, sueño en el que ella me esperaba… ¡Por dios,
qué sustos! Ya me tuve que poner seria con ella y llamarla al orden, pero nada,
creo que ejercía el poder de la edad y hala, conmigo a todas partes. Lo que no
sé es si quería decirme algo, o simplemente que tenía ganas de verme… Lo mismo
todo esto tiene que ver con que me he enfrascado en la elaboración de mi árbol
genealógico y claro, ando toda revuelta y emocionada. ¡Vaya usted a saber!
Pues ya les digo, que he entrado
en la década prodigiosa un poco p’allá. Espero coger el ritmo y empezar a
caminar por ella a otro compás. La jubilación se me ha atragantado. Y todo el
mundo me dice que estaré como una reina, haciendo lo que me dé la gana… ¡Que no
me lo vuelvan a decir, que no me lo vuelvan a decir….!
De momento, mi lentitud se nota
también en esta Orilla. Apenas escribo, no me da el cuerpo ni la cabeza, ni el
tiempo. ¡No llego! Los libros se me acumulan en columnas tambaleantes. En mis
ejercicios del Taller también estoy anquilosada, no fluyo como debiera, ¡qué
cruz!
Sábado 29 de febrero de este año
bisiesto (mi aita siempre recelaba de los bisiestos), son las diez de la noche,
y me he puesto frente al ordenador obligada conmigo misma, me estoy retando, no
crean, es un “a ver quién puede más”. Para animarme me he puesto música de mi
gusto: The Mamas & The Papas, The Supremes,
Martha Reeves & The Vandellas, Chuck Berry… y otros por el estilo. Han
hecho su efecto, porque primero me he liado a ordenar y limpiar baldas y
revisar papeles y… ¡Ufff! ¡Y también me he echado mis bailes, ay, mis bailoteos
de siempre, cómo me gusta bailar!
He sido capaz de escribir treinta
líneas al menos, bueno, no está mal. Para rematar el mes y cumplir, creo que ya
vale, ¿no les parece? Pues aquí lo dejo, seguiré reflexionando y explorando
estos nuevos caminos que me han tocado en suerte, buscaré un buen calzado para
transitar por ellos sin tropiezos.
¡Hasta la próxima! Y gracias por
seguir ahí. Me sean felices, hagan el favor.
Foto y Texto: Edurne
6 comentarios:
No te dejes vencer, Jovencita. La vida es eso, un altibajo que va y viene que nos obliga a asirnos fuertes al timón. Vencerás si resistes, pues todas las mareas acaban por amainar.
Un fuerte abrazo.
Hay que ir haciendo. No hay más misterio. A poquitos.
Besos.
Bienvenida a la jubilación jubilosa. Yo ya llevo dos años (desde mis 62)
y me la paso bomba de aquí pa´llá. Es natural que te sientas así. Acéptalo como algo propio del re-acomodo. Verás que pronto pasa y empezarás a disfrutar.
Sí, te lo digo. Así que por ahora a apechugar y ánimo. Besotes
Musuak eta besarkadak
Estamos entrando en una etapa nueva, es un cambio lento, estamos bien pero más mosqueadas que un pavo escuchando una pandereta. Son los sesenta y pocos. La jubilación a los sesenta nos libera de las tensiones de la escuela pero nos deja la cabeza libre más tiempo.
A mí también me cuesta escribir más que antes, estoy más perezosa. En mi caso, no me puedo permitir entrar en la tercera edad porque cuido a mi madre que está en la cuarta. Así que me toca tirar del carro y olvidar la palabra vacaciones.
El alivio al mal de los sesenta y pocos viene de la mano de hacer lo que nos gustaba y nos gusta. Y salir, lo que se pueda, a clases, conferencias o a pasear al parque. Como eres muy lectora, como yo, no hace falta esa recomendación.
Seguiremos hablando. Besos, Edurne.
FRANCISCO:
La derrota no entra en mis planes. Nunca. Avanti!
Besos, amigo Paco.
;)
PEDRO:
Piano piano...
Besos.
;)
MYRIAM:
Apechugar y mucho que nos toca ahora, querida Myr!
Ánimo para ti también. Ya retomaremos tiempos mejores.
Muxuak eta besarkadak!
;)
SOR:
Suscribo al 100x100 todas sus palabras, oiga.
Besos y ánimo con lo que nos ha pillado desprevenidos.
:)
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