Aquel hombre no me decía nada y, sin embargo, allí estaba yo, con mi mano entre la suya, delirando bajo la influencia de los vapores etílicos de aquella mala hora.
No sabía nada de él. Miento, lo sabía todo, pero era como leer el prospecto de un medicamento, los componentes, la utilidad, la posología… solamente desconocía si los efectos secundarios que aventuraba pudieran ser tales.
Sabía con certeza que yo no era su tipo. Hombres como él aspiran a otro género de féminas. Estoy segura de que yo incluso le irritaba.
Cuando nos conocimos el día anterior en su despacho de la Biblioteca, tuve la sensación de que este momento podía tener lugar, podía tener cabida en la vida, en la mía y en la suya. Pero más allá de inquietarme, dejé que todo fluyera.
Como profesional no tengo precio, al menos ésas son las lindezas que de mí se dicen en los mentideros del reino. Tampoco es mérito, alguien con un aspecto como el mío algo ha de tener, y en este caso, el cerebro ha sido mi fiel compañero.
Mi percepción es tal que noté su inquietud desde el primer momento. Disfracé la mía con mis gafas de miope, y saqué mi bloc de notas para desviar su atención. En realidad no lo necesitaba, el bloc, pues ya sabía todo lo que quería y necesitaba saber. Los hombres como él, vanidosos, me irritan, y si además son guapos, juego con ellos.
Pasadas las dos horas de toma de contacto, salí de su despacho como entré, con mi uniforme de indiferencia, pero sabía que él iría. La publicidad que podía dar a su libro y a su premio recién estrenado, mi programa de radio, era algo que nadie se atrevería a despreciar. ¡El programa cultural de mayor prestigio y audiencia de las ondas! Sí, no había duda, iría. Y así fue. “Nadar como pez en el agua”, esa expresión siempre me ha venido como anillo al dedo.
Cuando llegó el día de la emisión, allí estaba él, recién afeitado, oliendo a Calvin Klein, y llenando mis pituitarias de deseo… Le dediqué una escueta sonrisa con mis feromonas vagando por la estancia, sin rumbo.
Me lanzó, con gesto titubeante, una mano derecha ligeramente húmeda. Estaba nervioso. Una rápida mirada me sirvió para calibrar mis posibilidades. Estábamos en mi terreno.
Sus tejanos se ajustaban con atrevida sensualidad a sus firmes muslos, y unos relucientes Lotus asomaban de sus bajos. El mostaza de la camisa hacía resaltar el verde de unos ojos que se enmarcaban bajo unas pobladas cejas negras.
Temblaba. Ni él lo sabía, pero yo sabía que él temblaba.
Y yo le resultaba indiferente. Me miraba con desprecio, pero con miedo.
Le introduje en mi reino y cayó rendido ante mis hechizos. Eso sí que no se lo esperaba. ¡Todo, lo sabía todo de él!
Desplegué ante él todo mi arte comunicativo, toda mi información acerca de su persona, su trabajo en distintas instituciones públicas hasta llegar al cargo que actualmente ostentaba en la Biblioteca. Información acerca de su obra, su estilo como novelista… Y mi voz se paseaba entre los pasillos de su vida, sus fechas, sus logros, sus éxitos… Todo.
Estaba fascinado. No podía responder más de dos frases con sentido. Sonreía. Me miraba y sonreía. Ahí se derrumbó toda su prepotencia y emergió mi mujer oculta.
El pez grande se come al chico. En aquella pecera, yo era el tiburón, y él… él era el pez chico. Cuando la magia se deshizo, ninguno de los dos fuimos capaces de retener ni la más remota de las posibilidades. Una de esas posibilidades que a veces nos vienen dadas sin ser requeridas, posibilidades para acercarnos, para saber más el uno del otro, para dejar que la fascinación tome cuerpo y despeje las dudas.
Pero la magia que flotaba en aquella pecera desapareció en cuanto dejamos de estar en el aire, cuando las miradas volvieron a ser las miradas del temor hacia el otro, del temor disfrazado de prepotencia.
Lloré. A veces lloro. Me debatía entre esa maldita dualidad que siempre ha marcado mi vida. Ser o no ser, That’s the question! , que diría Hamlet. ¡Y sin embargo, es todo tan previsible!
Dejé pasar una hora más o menos, una hora merodeando entre papeles, apuntes y citas anotadas en las esquinas de mi agenda. Una hora en la que quería olvidarme de todo. En la pantalla apagada del ordenador se reflejaba mi imagen. Una imagen distorsionada por la oscuridad en la que empezaba a sumirse mi despacho.
No me gustaba lo que veía. Odiaba ese pelo tan corto, mi ropa tan masculina, odiaba mi miopía y mi forma de mirar… Volví a ponerme las gafas.
Esperé a calmarme. Salí al pasillo de mi planta. La emisora estaba tranquila a esas horas, más que nada porque la redacción bullía, y era allí donde se concentraban todas las energías. Salí hasta la zona de ascensores y pulsé el botón de llamada. Nadie en el cajón. De nuevo mi Eva interior increpando desde el espejo. Ajusté las gafas con un gesto de desprecio, y despejé la frente de un mechón rebelde.
En la calle busqué mi coche. Una vez dentro, lloré. A veces lloro. Así, sentada en el coche, con las manos en el volante. Llorar me alivia. No me importaba nada el que me pudieran ver, no era consciente de ello, simplemente lloraba.
Quería salir de allí. Me soné con fuerza, sacudí la cabeza y arranqué el motor. Tenía que pasar por O’Donell y a esas horas seguro que el tráfico sería bastante denso. No sé cómo, aún no lo sé, pero ahí estaba él, caminando lentamente hacia mi coche. Lo vi mientras colocaba bien el espejo exterior. Él, que asomaba su sonrisa por mi espejo. Me volví con sorpresa, y creo que casi indignada. ¿Qué pintaba él allí, en mi escenario?
Quería subir la ventanilla, pero en vez de eso, le enfrenté y pregunté si no tenía coche, si necesitaba que le acercara a algún lado. No quería ser amable, no quería verle, no quería hablar con él… Pero para cuando quise darme cuenta ya estaba sentado en el asiento de al lado, indicando que iba hasta la Avenida de América, y si no era mucha molestia para mí… Le odiaba.
Y de nuevo estábamos en mi terreno. Al igual que en la radio, las riendas las llevaba yo, otra vez emergía la Eva fuerte y sin miedo, la que se crecía ante situaciones como ésa. Los hombres vanidosos, los seguros de que cualquier mujer puede caer rendida ante ellos. Ya había tenido suficiente en la vida, suficientes fracasos. Por eso era Eva, la de las dos caras, pero de la que sólo conocían una, la que quería mostrar, para no resultar herida.
Primero fue mi padre, ¡mi propio padre! el que me hizo sentir inferior. No me perdonó el que hubiera nacido mujer, y por eso me esforcé en ser ese hijo que añoraba. Mi cabello, mi ropa, mi carácter, mis éxitos profesionales… y mis continuos fracasos con ellos, con los hombres. Me buscaban, me conquistaban, creían que me conquistaban, pero en realidad era yo la que necesitaba seducirles, sentir el premio de la gloria efímera…
Aún no había aparecido ese hombre que supiera tratarme como a un igual.
Pues bien, ahora estábamos en mi coche, y yo la que le iba a hacer el inmenso favor de acercarle hasta su casa. Miré de reojo, aprovechando el cambio de disco. Sus ojos estaban clavados en mí. Sin darme tiempo a protestar, me interrogó directamente por mi llanto. Volví a odiarle, y así se lo hice notar, dedicándole una de mis más logradas miradas en esto del odio.
Hice una sugerencia para evitar el tráfico de 0’Donell, pero al enfilar por la trasera del Convención, me propuso tomar una copa. Junto a las Urgencias del Nuevo Hospital Infantil había sitio libre para aparcar. Sin saber cómo, el coche casi se aparcó solo.
“Boîte Golden”, hasta el nombre estaba pasado de moda, demodé. Bajamos unas escaleras que a mí me parecieron las escaleras al Infierno, y aparecimos en una pequeña gruta casi solitaria a esas horas, con luces de esferas que giran. Un rápido vistazo a mi alrededor y el mundo había cambiado de repente.
Un pequeño reducto de vidas que arrastraban su vulgaridad a ritmo de bachata trasladaban sus lamentos de un lado a otro de la pequeña pista.
Sonrisas de plástico y manos de cartón que se aferran a la piel de un extraño, como el náufrago a la tabla que le salvará la vida.
Dos gintonic, por favor, oí decir. Las luces iluminaban las almas en su lado más bello. Tal vez eran felices, más que yo.
Apuré mi copa con ganas de terminar con aquel momento, pero él insistió para que tomáramos una segunda. Para entonces la música ya se había instaurado en mi interior, mi cerebro aún controlaba, pero quería salir a bailar y dejarme en paz. Miré de nuevo a ese hombre que tenía junto a mí, miré al camarero que nos miraba a su vez… Acerqué el vaso a mis labios y hablé. Esta vez no preguntó, pero yo hablé.
Y aquí estamos, pensaba yo, era lo que podía ocurrir, lo que debía ocurrir. Yo era un enigma para él. ¡Era un enigma para mí misma!
Los hombres necesitan saber, y nosotras… nosotras, les enseñamos.
El alcohol hace milagros, convierte en sublime hasta lo más vulgar…
Llegados a ese punto del desorden en mi mente, en mis sentimientos, y en mi cuerpo, pensé que la “enfermedad” ya estaba lo suficientemente avanzada, que era la hora del medicamento. Tomé una dosis y esperé a los efectos, a los momentáneos, y a los secundarios. No podía ver de lejos, no podía intuir… pero sí palpaba esa mano agarrándose a mí, era la miope cercanía. Y era él el que estaba allí, y era yo la que estaba allí. Y el mundo se derrumbó. Sucumbí a su vanidad, y mi “indiferencia” se convirtió en su sorpresa.
No sabía nada de él. Miento, lo sabía todo, pero era como leer el prospecto de un medicamento, los componentes, la utilidad, la posología… solamente desconocía si los efectos secundarios que aventuraba pudieran ser tales.
Sabía con certeza que yo no era su tipo. Hombres como él aspiran a otro género de féminas. Estoy segura de que yo incluso le irritaba.
Cuando nos conocimos el día anterior en su despacho de la Biblioteca, tuve la sensación de que este momento podía tener lugar, podía tener cabida en la vida, en la mía y en la suya. Pero más allá de inquietarme, dejé que todo fluyera.
Como profesional no tengo precio, al menos ésas son las lindezas que de mí se dicen en los mentideros del reino. Tampoco es mérito, alguien con un aspecto como el mío algo ha de tener, y en este caso, el cerebro ha sido mi fiel compañero.
Mi percepción es tal que noté su inquietud desde el primer momento. Disfracé la mía con mis gafas de miope, y saqué mi bloc de notas para desviar su atención. En realidad no lo necesitaba, el bloc, pues ya sabía todo lo que quería y necesitaba saber. Los hombres como él, vanidosos, me irritan, y si además son guapos, juego con ellos.
Pasadas las dos horas de toma de contacto, salí de su despacho como entré, con mi uniforme de indiferencia, pero sabía que él iría. La publicidad que podía dar a su libro y a su premio recién estrenado, mi programa de radio, era algo que nadie se atrevería a despreciar. ¡El programa cultural de mayor prestigio y audiencia de las ondas! Sí, no había duda, iría. Y así fue. “Nadar como pez en el agua”, esa expresión siempre me ha venido como anillo al dedo.
Cuando llegó el día de la emisión, allí estaba él, recién afeitado, oliendo a Calvin Klein, y llenando mis pituitarias de deseo… Le dediqué una escueta sonrisa con mis feromonas vagando por la estancia, sin rumbo.
Me lanzó, con gesto titubeante, una mano derecha ligeramente húmeda. Estaba nervioso. Una rápida mirada me sirvió para calibrar mis posibilidades. Estábamos en mi terreno.
Sus tejanos se ajustaban con atrevida sensualidad a sus firmes muslos, y unos relucientes Lotus asomaban de sus bajos. El mostaza de la camisa hacía resaltar el verde de unos ojos que se enmarcaban bajo unas pobladas cejas negras.
Temblaba. Ni él lo sabía, pero yo sabía que él temblaba.
Y yo le resultaba indiferente. Me miraba con desprecio, pero con miedo.
Le introduje en mi reino y cayó rendido ante mis hechizos. Eso sí que no se lo esperaba. ¡Todo, lo sabía todo de él!
Desplegué ante él todo mi arte comunicativo, toda mi información acerca de su persona, su trabajo en distintas instituciones públicas hasta llegar al cargo que actualmente ostentaba en la Biblioteca. Información acerca de su obra, su estilo como novelista… Y mi voz se paseaba entre los pasillos de su vida, sus fechas, sus logros, sus éxitos… Todo.
Estaba fascinado. No podía responder más de dos frases con sentido. Sonreía. Me miraba y sonreía. Ahí se derrumbó toda su prepotencia y emergió mi mujer oculta.
El pez grande se come al chico. En aquella pecera, yo era el tiburón, y él… él era el pez chico. Cuando la magia se deshizo, ninguno de los dos fuimos capaces de retener ni la más remota de las posibilidades. Una de esas posibilidades que a veces nos vienen dadas sin ser requeridas, posibilidades para acercarnos, para saber más el uno del otro, para dejar que la fascinación tome cuerpo y despeje las dudas.
Pero la magia que flotaba en aquella pecera desapareció en cuanto dejamos de estar en el aire, cuando las miradas volvieron a ser las miradas del temor hacia el otro, del temor disfrazado de prepotencia.
Lloré. A veces lloro. Me debatía entre esa maldita dualidad que siempre ha marcado mi vida. Ser o no ser, That’s the question! , que diría Hamlet. ¡Y sin embargo, es todo tan previsible!
Dejé pasar una hora más o menos, una hora merodeando entre papeles, apuntes y citas anotadas en las esquinas de mi agenda. Una hora en la que quería olvidarme de todo. En la pantalla apagada del ordenador se reflejaba mi imagen. Una imagen distorsionada por la oscuridad en la que empezaba a sumirse mi despacho.
No me gustaba lo que veía. Odiaba ese pelo tan corto, mi ropa tan masculina, odiaba mi miopía y mi forma de mirar… Volví a ponerme las gafas.
Esperé a calmarme. Salí al pasillo de mi planta. La emisora estaba tranquila a esas horas, más que nada porque la redacción bullía, y era allí donde se concentraban todas las energías. Salí hasta la zona de ascensores y pulsé el botón de llamada. Nadie en el cajón. De nuevo mi Eva interior increpando desde el espejo. Ajusté las gafas con un gesto de desprecio, y despejé la frente de un mechón rebelde.
En la calle busqué mi coche. Una vez dentro, lloré. A veces lloro. Así, sentada en el coche, con las manos en el volante. Llorar me alivia. No me importaba nada el que me pudieran ver, no era consciente de ello, simplemente lloraba.
Quería salir de allí. Me soné con fuerza, sacudí la cabeza y arranqué el motor. Tenía que pasar por O’Donell y a esas horas seguro que el tráfico sería bastante denso. No sé cómo, aún no lo sé, pero ahí estaba él, caminando lentamente hacia mi coche. Lo vi mientras colocaba bien el espejo exterior. Él, que asomaba su sonrisa por mi espejo. Me volví con sorpresa, y creo que casi indignada. ¿Qué pintaba él allí, en mi escenario?
Quería subir la ventanilla, pero en vez de eso, le enfrenté y pregunté si no tenía coche, si necesitaba que le acercara a algún lado. No quería ser amable, no quería verle, no quería hablar con él… Pero para cuando quise darme cuenta ya estaba sentado en el asiento de al lado, indicando que iba hasta la Avenida de América, y si no era mucha molestia para mí… Le odiaba.
Y de nuevo estábamos en mi terreno. Al igual que en la radio, las riendas las llevaba yo, otra vez emergía la Eva fuerte y sin miedo, la que se crecía ante situaciones como ésa. Los hombres vanidosos, los seguros de que cualquier mujer puede caer rendida ante ellos. Ya había tenido suficiente en la vida, suficientes fracasos. Por eso era Eva, la de las dos caras, pero de la que sólo conocían una, la que quería mostrar, para no resultar herida.
Primero fue mi padre, ¡mi propio padre! el que me hizo sentir inferior. No me perdonó el que hubiera nacido mujer, y por eso me esforcé en ser ese hijo que añoraba. Mi cabello, mi ropa, mi carácter, mis éxitos profesionales… y mis continuos fracasos con ellos, con los hombres. Me buscaban, me conquistaban, creían que me conquistaban, pero en realidad era yo la que necesitaba seducirles, sentir el premio de la gloria efímera…
Aún no había aparecido ese hombre que supiera tratarme como a un igual.
Pues bien, ahora estábamos en mi coche, y yo la que le iba a hacer el inmenso favor de acercarle hasta su casa. Miré de reojo, aprovechando el cambio de disco. Sus ojos estaban clavados en mí. Sin darme tiempo a protestar, me interrogó directamente por mi llanto. Volví a odiarle, y así se lo hice notar, dedicándole una de mis más logradas miradas en esto del odio.
Hice una sugerencia para evitar el tráfico de 0’Donell, pero al enfilar por la trasera del Convención, me propuso tomar una copa. Junto a las Urgencias del Nuevo Hospital Infantil había sitio libre para aparcar. Sin saber cómo, el coche casi se aparcó solo.
“Boîte Golden”, hasta el nombre estaba pasado de moda, demodé. Bajamos unas escaleras que a mí me parecieron las escaleras al Infierno, y aparecimos en una pequeña gruta casi solitaria a esas horas, con luces de esferas que giran. Un rápido vistazo a mi alrededor y el mundo había cambiado de repente.
Un pequeño reducto de vidas que arrastraban su vulgaridad a ritmo de bachata trasladaban sus lamentos de un lado a otro de la pequeña pista.
Sonrisas de plástico y manos de cartón que se aferran a la piel de un extraño, como el náufrago a la tabla que le salvará la vida.
Dos gintonic, por favor, oí decir. Las luces iluminaban las almas en su lado más bello. Tal vez eran felices, más que yo.
Apuré mi copa con ganas de terminar con aquel momento, pero él insistió para que tomáramos una segunda. Para entonces la música ya se había instaurado en mi interior, mi cerebro aún controlaba, pero quería salir a bailar y dejarme en paz. Miré de nuevo a ese hombre que tenía junto a mí, miré al camarero que nos miraba a su vez… Acerqué el vaso a mis labios y hablé. Esta vez no preguntó, pero yo hablé.
Y aquí estamos, pensaba yo, era lo que podía ocurrir, lo que debía ocurrir. Yo era un enigma para él. ¡Era un enigma para mí misma!
Los hombres necesitan saber, y nosotras… nosotras, les enseñamos.
El alcohol hace milagros, convierte en sublime hasta lo más vulgar…
Llegados a ese punto del desorden en mi mente, en mis sentimientos, y en mi cuerpo, pensé que la “enfermedad” ya estaba lo suficientemente avanzada, que era la hora del medicamento. Tomé una dosis y esperé a los efectos, a los momentáneos, y a los secundarios. No podía ver de lejos, no podía intuir… pero sí palpaba esa mano agarrándose a mí, era la miope cercanía. Y era él el que estaba allí, y era yo la que estaba allí. Y el mundo se derrumbó. Sucumbí a su vanidad, y mi “indiferencia” se convirtió en su sorpresa.
El resto de la historia… vulgar ¿o tal vez sublime?
Dibujo: Aitor Manipulación y Texto: Edurne
36 comentarios:
mi querida orillera me has dejado anonadada con esta hermosa historia de dificil personas, con sus vanidades, miedos, algo desafiantes los dos, pero pucha que linda manera de seducción, con un estilo muy particular... y digo de lo siblime no me vas a contar???
besitos y abracitos mi querida amiga...
Me ha gustado mucho. De tu prosa, el que más. La sexualidad es un tema tremendamente complicado o extraordinariamente sencillo, depende de la persona y del prisma con el que se mire.
Yo, que tiendo a hacerme la picha un lio(nunca mejor dicho) con casi todo, hace tiempo aprendí que en la vida, cuando más sencillo, mejor. Y en las relaciones personales, idem del lienzo. Hay que ser natural, y mirar las cosas con sencillez. Que no es lo mismo que superficial, que quede claro.
Vaya reflexión más tremenda para las nueve de la mañana. En fin, nos vemos pronto.
Dejarme estar, irme de tí.Correr hacia lo que no existe. Lo decidí. Mis piernas tiemblan del dolor . Me voy de tí y hacia tí, sin saber porque. Dejarte ir de mi mente para no alcanzarte más, ya que cuando te alcanzo me llego hasta donde estás. Hoy me despido por última vez, y si te pienso, no me quedo pensándote. Te llevaré conmigo siempre,conmigo y sin mí. Serás un recuerdo en mi vida de alguien que pasó, fueron muchos años en silencio que mi corazón guardó. Y hoy te doy la despedida, pongo una lágrima en mi escribir, la miro, la toco, y me doy cuenta que en ésta lágrima estará mi sentir. Te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida sea parte de mí.
jolín con la miope... PUes a mí ese chico como que me va bastante, y en realidad... nunca son demasiado guapos.
en serio chica, engancha que es un gusto, tiene subidas y bajadas de ritmo que bueno, tal y como lo precisa el texto, enhorabuena.
uufff,como escribes!!!!
Saludos cordiales.
jo que chulo. Empiezas a leerlo y no puedes dejarlo.
Por ¿casualidad? he venido a parar a tu blog y lo primero que he leído me ha encantado. Creo que voy a pasear por esta orilla muchas veces,con tu permiso. Muchas gracias por compartir.
pobre eva...qué torturada se la ve...por lo menos este día...
un personaje interesante, orillera (de los que dan juego para continuar inventándole trajes y pasajes) y un ambiente que casi se palpa, ummm
muxus
Hola de nuevo, compa. Resulta que no había visto esta nueva entrada tuya. es que no paras. ¿Podría ser este capítulo el inicio, germen o camino de una novela? Es tan sugerente...Por supuesto, ya la conocíamos los del taller, pero no por conocida me resulta menos interesante.
Estupenda reunión la de anoche, reitero.
Muxu bat
Hola Edurne, ya me ha gustado el relato; lo he leído de un tirón y casi sin enterarme, me parece acertado hasta el final.
Eva la miope... a se lo hace, así como que no ve.
Un saludo.
Vulgar o sublime... ¿qué más da?
Ambos buscaban ¿ternura?, ¿comprensión?, ¿afecto?, ¿sólo sexo?...
¿Qué más da? Encontraron lo que buscaban e ese momento.
Muy bueno.
Saludos, desde Andalucía.
me encanto, me encanto, me encanto!!!!!!!!! si aunque sea pesada, escribis fantastico amiga!!!
que bueno... sabes, me fui atras en el tiempo, y me vi leyendo las novelas de "Corin Tellado" perdon!! no quiero ofenderte!!no comparo, pero no se porque, me quede leyendo y soñando al mismo tiempo, como cuando era adolescente y esos "Amores de novela" me mostraban un mundo desconocido y lleno de fantasias. Quiero mas!!!!! antes de que te hagas famosa y tus novelas sean dificiles de conseguir!!
PD: cuando seas "re famosa" nos seguiras dando bolilla?? jajaja
CECY:
Me halagas, pero me encanta que te guste, y que me hayas recomendado por tu blog recargado...!
Besitos, guapa!
SINVER:
Jajajaja, pues nada, a ver si seguimos por este camino, que cuando los amigos se impresionan... es que va bien la cosa!
Ahhh, nos vemos esta noche en la cena, no?
BLONDIEGEMELA:
Y unnn, doss, unn, doss... y tres!
Será como bailar un vals, lo del ritmo, digo...
Bueno, en cualquier caso, si te ha gustado... trés bien!
Muxutxus!
MARCO MARLON:
Tu texto me llevó hasta tu rincón, volveré en otro momento.
Gracias por tu paso orillero!
ALTER EGO:
Lo mismo que a Marco, te visité por encima, dejaré un poco de espuma orillera en otro momento. Gracias por tus palabras!
Un saludo.
JOSÉ LUIS:
Cuando quieras! Puedes volver cuando quieras, siempre es bienvenido cualquiera que se asome por esta orilla!
Un saludo y gracias por tus palabritas!
MAITE:
Pues a ver si la rescatamos de sus efluvios etílicos y la ponemos a "trabajar"! Me alegra que te haya gustado!
Muxus!
SILVIA:
Sí,sí... creo que dan ganas de hacerle trajes y pasajes... Probaremos, porqué no?
Muxutxuak!
MARICRUZ:
Sugerente... dices. Puede, puede que la tal Eva dé juego, ya veremos!
Bueno, unos besitos!
FERNANDO:
Nada de llegar tarde, hombre! Que bastante lío hospitalario estará teniendo usted en estos días! Y espero que todo vaya mejorando!
Bueno, pues a la miope ésta voy a tener que metarla en vereda... jajaja!
Saluditos!
LANDA:
Sus preguntas caballero, se contestan por sí solas... creo que tiene razón entodo, y al final.. qué más da! Encontraron lo que buscaban!
Abrazoskis!
BETTY:
Vaya entusiasmo el tuyo, jajajaja! Me encanta que te haya dejado tan encantada el relatito, ya lo creo!
Para nada que me ofendes hablando de Corín Tellado... total, ni a eso llego! Yo, aficionada nomás.
Bueno, pues eso de la fama... jajajaja! Imaginas? Jajajaja! Nadaaaaa! Yo famosa en mi casa y listo! Y si encima escribo por este medio, me leen personas como tú, a los que les gusta... pues más que satisfecha!
Un beso enorme y gracias por tus palabras, que me han gustado mucho!
Muy bueno, Edurne. La narración de las dudas, de los actos fallidos y las perplejidades es muy acertada. Felicidades (y por el libro colectivo, también).
:)
QUE MARAVILLA TU ESCRITO¡
ENRIQUE:
Huyy, viendo de vos, maestro, todo un halago!
Siempre eres bienvenido por esta orilla.
Un abrazo!
MARY:
Gracias por tus palabras, ya puede volver a visitarte.
Un beso!
Edurne:
Recoge en mi blog, un premio que tengo para tí. Es el de "La colmena".
Siempre leo con interés tus nuevos posts. Magníficos.
Shanty
La abejita trabajadora ya está con sus compañeros en la vitrina de premios... jejejeje!
Un besote!
Me ha encantado la historia...la verdad es que estamos sumergidos en un mundo lleno de "barreras" que nos impiden conocernos a nosostros mismos...y siendo así, como pretendemos que los demás nos conozcan cuando ni nosostros mismos nos conocemos...Saludos!
Después de un tiempo de ivernación, vuelvo al ruedo y me encuentro con esta historia que me enganchó hasta el final y me volvés a sorprender con la variedad de tus recursos, las bien conseguidas descripciones de tantas emociones contenidas, impotencias, del querer y no poder, hasta la descripción que por alguna razon se me hace tan vivida, la de la decadente vulgaridad de la boite...
me gustó muchísimo
muxus nostálgicos
Mira...me he sentido identificada con tu historia. Yo he sido (y quizá quede de ello un poquito) una persona poco femenina. Me ha costado entrarle al maquillaje y afines, lo he tenido que hacer más por necesidad y obligación /y ahora costumbre/ que por voluntad. Los hombres guapos siempre me intimidan. Ellos son tal y cual los describes, tan estirados, vanidosos, que creen que cualquier mujer puede caer rendida a sus pies, y por eso cuando alguno de ellos me empezaba a prestar atención (esto recién ahora último), cedía totalmente a sus encantos y mi orgullo lo tiraba a un lado...
Esas son cosas por las que todas las mujeres tenemos que pasar, querramos o no...experiencias, al final siempre terminamos aprendiendo de ellas.
Un abrazo, muxus!!!
BIBI:
Hibernar, dices? Yo creía que eso sólo lo hacían ciertos mamíferos como los osos... Jejejeje! Que las personas como tú, no paraban quietas!
Pero bueno, si ya te has repuesto de ese estado, oso ondo!
Ya he leído por ahí (léase, tu blog) que estás haciendo reformas en "casa". Espero que aprendas mucho y así los demás nos espabilemos también un poquito con ciertas cosas de las que no tenemos ni idea (yo al menos!).
Oye, pues muy agradecida de que te haya gustado la historia de Eva, la pobre está hecha un auténtico lío...!
Muxus!
EMPAPELADA:
Identificada? Huyyyy, mira que es un poco peligroso identificarse con ella!
Bueno, pero la verdad es que estos tipos, tanto de hombres, como de mujeres, se dan en nuestra realidad, así que seguro que no me he inventado nada extraño.
Y a los hombres... hay que comérselos, así de claro! Jejejeje!
Muxu batzuk, polite!
DONELIA:
Tienes razón, las barreras las ponemos nosotros mismos y nadie más.. pero nos las ponemos ennuestra propia casa, ni nosotros nos conocemos, así que, cómo podemos conocer al otro...?
En lugar de tirar barreras, cada vez levantamos más y más, y al final crean un muro de prepotencia, vanidad, desconfianza...
Abajo los muros!
Un beso!
Que dolor, que soledad, que lucha de poderes, que vanidad amarga, que odio...Diablos, que manera de expresar los sentimientos...Excelente!
Besos...
HALDAR:
Qué desgarro de vidas, verdad? Jajajaja!
Encantada de que te haya gustado.
Muchos besos!
ai, es que eso de entrar y ver 28 "chapotearon" por aqui.... con el calor que haces, leer chapotearon, AGUAAAAAAA, playa, rio, piscina, bañera o lo que sea, pero que bien se está bajo el agua, saliendo de tanto en tanto pa respirar claro está :-P
si ya se que no tiene na que ver con el texto, pero no importa verdad?
Maite:
Jajajajaja, para nada, no importa para nada! Es más yo también me apunto a lo del AGUAAAAAAAA! que con la que está cayendo, vamos a terminar achicharrados!
Besitos.
HOLA....EVA O EDURNE...si me permites.....estamos tan estereotipados y tan humanizados que olvidamos que lo ¨vulgar¨ entre un hombre y una mujer es absolutamente sublime....la historia que relatas es asombrosamente fantastica...el hombre animal vanidoso que nunca considera suficiente lo que la vida le da y siempre quiere mas.....pero tu con tus detalles has explicado la mas sublime historia de amor...((con los años,la vida me enseño que el amor no tiene que ser eterno....puedes sentir mucho mas amor,en un instante,con una mirada.....que en toda una vida)) y a mi me has cautivado....volvere mucho mas a tu casa....
me ha parecido muy bella.
DIARIODEUNAMUJERSOLA:
Bienvenida aesta orilla, vuelve siempre que quieras!
Lo vulgar lo sublime tienen esa categoría según lo hayamos sentido nosotros, pero es cierto que el amor es mucho más, es complejo y dentro de esa complejidad cabe un amplio espectro de tonos para adornarlo!
Saludos!
PACO:
Celebro que te haya gustado la historia de Eva.
Y bienvenido a la orilla!
Saluditos!
Vaya. Pues si que tienes peligro.
La cosa se pone al rojo vivo en cuanto uno desaparece unos días.
Un beso, y un gintonic... por favor.
Querida Edurne:
Tus post son sorprendentes, dulce-amargos, picantes-salados.
Remueves emociones.
Un abrazo.
LEO:
Marchando un gintonic! Jejejeje!
Pues sí que hay peligro, sí...!
Un gusto verte de nuevo armando jaleo por esta orilla!
Besos!
XAVIER:
Gracias por el elogio de sabores que dedicas a mis letras, muchas gracias! Ya sabes: como la vida misma!
Un abrazote!
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