
Y de nuevo mirando a la Ría, como hace veintiséis años…
Hoy nos hemos librado de una buena.
Desde octubre estamos nadando entre sirimiris, chubascos, chaparradas y tormentas varias, a más del deleite que proporcionan unos vientos huracanados y ciclogénicos explosivos, granizadas a tutiplé, fríos y humedades exclusivas…
Pero hoy, por si todo eso no fuera poco, la Ría, nuestra querida Ría, se ha levantado en “armas”. Cuatro metros y cinco centímetros al mediodía; eso medía, y con cuatro y veinte, desbordamiento seguro, el riesgo era real.
Todo el Casco Viejo desalojado: La Plaza, el mercado de La Ribera, cerrada, los comercios, cerrados, los colegios de las zonas aledañas a la Ría, desalojados, garajes y aparcamientos, desalojados… ALERTA.
Sólo quedaba rezar, cruzar los dedos, elevar preces y encender velas a todos los santos posibles e imposibles para que no ocurriese lo peor: las temidas inundaciones.
La pleamar a las cinco y veinte de la tarde, pero… ¡oh, milagro, desde las doce y media no ha vuelto a caer una gota en el Botxo! Salvados por la campana.
Pero, multitud de cuencas fluviales se han salido de madre y han vuelto a hacer de las suyas, como el río Gobelas en Getxo, o el Kadagua en la zona de Las Encartaciones…
La Ría, que no quiere ser ignorada, las aguas de todos los ríos que van a dar a la mar…
Historias mínimas, historias de momentos, historias que te la pueden liar en esos breves instantes…
La madre Natura, que sigue protestando.
Foto: Edurne