
Navidad, Navidad, dulce Navidad…Que no, que no se me ha ido la olla, que soy más que consciente de que ya pasaron las fiestas, de que ya estamos inmersos en la cruda realidad. Tranquilos, estoy bien, ha sido un lapsus, y claro, como me acucian las Crónicas foreras… estoy en un “sinvivir”, que por falta de tiempo se me va retrasando la publicación de mis correrías por la capi del reino.
Como ya sabrán mis asiduos, tengo por costumbre pasar la última semana de mis vacaciones navideñas (salvo el año pasado por cuestiones de urgencia familiar) en Madrid. Este año, volvió a la normalidad el hecho navideño. Y Madrid estaba en su sitio, esperando ansioso mi llegada. Recibimiento con frío envasado y bien conservado especialmente para mí (siempre hace ilusión creerse estas cosas, hasta que el frío lo fabrican especialmente para una). Esta vez, como en otras ocasiones, también fueron nuestros amigos bilbaínos, y así, muchas veces, ocho ojos ven más cosas…
Como la lluvia estuvo ausente de nuestros planes, y de los de la climatología, el frío no fue obstáculo para que, bien abrigados, nos lanzáramos por las calles y plazas a caminar, a dejar que nuestros cuerpos entraran y salieran de museos, cafetines, restaurantes y librerías…
Pues bien, les voy a relatar, unos paseos capitalinos en clave de enero recién estrenado, con un solo de Lorenzo en plenitud de sus facultades, aunque pelín aterido…
Ustedes saben lo que me gusta a mí pasear por El Retiro, verdad, y que siempre que puedo les cuelgo unas fotos de árboles, cielos y veredas salpicadas de personajes de todo tipo. Esta vez no iba a ser menos. Si se les ocurre comparar éstas con las últimas del Puente de Todos los Santos, notarán algo que aún no había: el frío. Y es que el frío se ve, no sólo se siente, también se hace visible y está flotando en la atmósfera de los retratos invernales. El Retiro al atardecer, sigue teniendo un encanto especial. Ustedes fíjense en la luz, en la orfandad de las ramas arbóreas, en los pasos de los caminantes, que se perciben secos y prietos, oscuros y con cara de pocos amigos, aunque, con un poco de luz y sol, se relajan los caminos y las sonrisas… Vean, pues, si no es cierto lo que digo.
Hay una nueva modalidad de ver teatro. Es un modelo importado, pero da lo mismo, el caso es que por lo que yo vi, ha echado raíces y de las buenas. Se trata de los Microteatros. Hay un local en Madrid, por la Gran Vía, zona Ballesta, calle Loreto y Chicote, más exactamente, donde representan, de miércoles a domingo, pequeñas obras de teatro cada quince minutos. Microteatro por dinero, lo denominan. Un bar donde esperas a que llegue el turno de tu obra, tomas algo y charlas, observas… y después bajas al vientre de la ballena, para llegar hasta la salita donde se representará el micro que hayas elegido. Todo de lo más curioso. En un espacio reducidísimo, un máximo de quince espectadores, sentados en taburetes, esperamos a que aparezcan los actores, dos o uno, y desplieguen ante nos sus artes escénicas. Una experiencia novedosa como espectadora, y que me entusiasmó, además en la obra que escogimos, trabajaba Marta Fernández Muro, que me cae genial (también es escritora), y al final no pude aguantarme y le planté dos besos y le hice unos comentarios… Si pueden, vayan ustedes alguna vez y experimenten. La iniciativa surgió al hilo de un cometario de Cristina en su blog. También es muy de apetecer en estos días fríos y así, como de sin prisa, el deambular por las calles, viendo escaparates, personas, aunque tengas que luchar cual Indiana Jones en la selva… y dejarte caer en algún café de aquellos de los años de Mari Castaña, pero reconvertidos, reciclados y de lo más concurridos. Por ejemplo la Botillería Manuela, por la zona de Fuencarral. Un chocolate suizo, un zumo natural de manzana y apio, unas cervecitas... Y la parroquia jugando a juegos de mesa de lo más variados, y charlando. Una gozada, ya les digo.
Y Malasaña, y la Plaza del 2 de Mayo, y el frío que por la noche se hace más insistente, y el estómago que te pide guerra, y qué tal un algo para entonar… Y pues como que sí, unas pizzas, o unas berenjenas rellenas, un buen vinito, una charla con los amigos, unas risas, un solucionar la vida… ¡qué les voy a contar que no hayan experimentado ustedes alguna vez!
Con el frío, me acuerdo de Rusia, allí sí que tienen frío, pero del bueno. ¡Que vienen los rusos! Bueno, al menos, los cuadros que tienen los rusos de San Petesburgo en L’Hermitage, sí que han venido. L’Hermitage en El Prado. Colas, terribles colas para sacar una entrada, tal vez para el día siguiente. Colas como si estuviéramos en época de racionamiento y tuviéramos que aguantar horas y horas por una ración de arroz o un pan. Pero al fin fuimos unos de los privilegiados. Los museos cansan mucho, sobre todo la parte lumbar, se te ponen los riñoncillos al jerez. Es un continuo ver, parar, acercar, alejar, volver… Despacito, todo muy despacito, y para cuando te quieres dar cuenta ya han pasado dos horas y media o más. Interesante la selección que los rusos nos han prestado por un tiempo. A mí me atrajo muy especialmente un recorrido por los pueblos de Oriente y de la vasta estepa rusa. Pueblos antiguos, como los Escitas, con sus usos y costumbres reflejados en magníficas obras de arte mueble y ornamental, orfebrería… de verdad, si tienen la ocasión, no la dejen pasar, y aunque haya que soportar colas, vayan a verla. En los paseos sin itinerario preestablecido, puedes encontrarte de todo, y aquí voy a referenciar una grata sorpresa en una noche fresquita, ¡vaya si era fresquita! Por detrás del Teatro Real, en la calle Abrazo de Vergara, más concretamente, hay una librería, La Buena Vida, que permanece abierta hasta las doce de la noche o así. Una librería que confunde los libros y estanterías con veladores, cafés y pequeños sofás en que degustar, tanto una porción de tarta de arroz como un buen libro, que si es de tu agrado, pues lo pagas y te lo llevas… Una librería donde encuentras novedades que también están en las librerías más estándar, y libros de autores no tan conocidos, pero seguramente tanto o más interesantes. Piqué, ¡cómo no!
Y por seguir con el tema libros, librerías, tentaciones… subiendo de Atocha hacia El Retiro, hay que pasar por la Cuesta de Moyano, la que siempre me tienta. Ni qué decir que también oí sus cantos de sirena.
En el cine estrenan muchas películas a la vez, y no da tiempo a verlas todas. Hay que seleccionar. Escogimos una, no por la temática, sino más bien por la actriz protagonista, que nos merece toda la confianza. La película en cuestión, “La dama de hierro”. Magistral la interpretación que hace Meryl Streep de Margaret Thatcher, la premier británica en una de las épocas más duras de la reciente historia de Gran Bretaña (no nos olvidemos de la Guerra de la Malvinas, de los feroces recortes a todos los niveles que sufrió la sociedad británica, del IRA en plena actividad… ¿no les suena a ustedes todo esto?). Bueno, pues la cinta, en sí, como historia, nos presenta una Margaret Thatcher en sus momentos actuales, aquejada de una demencia que la hace revivir momentos de su vida desde que iniciara su carrera política al amparo de su padre, un político local conservador. Su ascenso, su lucha por abrirse paso en un mundo netamente masculino… Al principio, te cae simpática y todo, pero luego, no dejas que se te olvide lo que ha significado, y de verdad, lo hace tan maravillosamente bien la Streep, que no la ves a ella, sino que ves a la verdadera Margaret todo el tiempo. Sólo por ese esfuerzo y esa calidad interpretativa, se merece un premio, posiblemente le den el Oscar… En cualquier caso, hay que verla.
El Manzanares anda con vestido de fiesta, desde que han renovado su lecho, se siente más ligero, más guapo, y muestra sus encantos dejando que caminemos a su lado, hasta está dispuesto a dejar que sus peces piquen con los cebos que avispados y pacientes pescadores muestran en mañanas soleadas de domingo, o como si lo fueran, y sin ninguna prisa… Y también se atreven en ese paseo los teleféricos que suben y bajan, que asoman para saludar y dejarse fotografiar. El paseante, cansado, decide parar y reponer fuerzas. Estando por esa zona, y dejando de un lado los frescos de Goya en San Antonio de la Florida, que sí, le alimentan el espíritu, pero que mejor para otro día, decide aparcar sus reales en Casa Mingo, donde también hay que hacerse un sitio para pedir unos choricitos a la sidra, una empanada, unas sidrinas… ¡Y, oigan, se le queda a uno el cuerpo como nuevo!
Las noches en el Foro tienen muchas caras, y muchas posibilidades. Una puede ver música en directo todas las noches mientras se toma algo, y se mueve al ritmo de las notas que te envuelven entre las caras de entusiasmo y el calor de la vigilia… Hay muchos locales en Madrid, pero nosotros aterrizamos por el Honky Tonk en Chamberí. No te lo puedes perder si estás o si vas a Madrid algún fin de semana. Todos los días hay un concierto diferente. Nosotros “pillamos” uno con mucha fuerza, más que nada por la voz del solista del grupo, a quien bautizamos como Asurbanipal y su banda, por el aspecto del chico, con una barba tipo asirio….
Por Sol y alrededores hay que abrirse paso a la buena de Dios, Preciados, Arenal y demás calles aledañas, a rebosar, la gente haciendo sus compras de última hora, los compradores de lotería, también de última hora (me incluyo), y las tabernas de la zona de Cádiz y Barcelona, y la Plaza Mayor y… pues todo eso. Sabor navideño y de relajo, por mucho que la gente te agobie y te sientas como una isla, rodeada por todas partes por una marea humana.
Y también anduvieron por allí SSMM los de Oriente, haciendo de las suyas. Tradición y asuntos familiares, que de ello también hubo.
Pasados los días, la vuelta a Bilbao, que también era inevitable. Y las lecturas viajeras. Aquí les dejo los comentarios, que aunque sean breves, van con mis recomendaciones sin reserva.
LAS ALMAS GRISES de Philippe Claudel. Estoy entusiasmada con este autor. Empecé el libro en el bus de ida, y lo terminé en el de vuelta. Una historia de almas realmente grises, pero magistralmente narrada. Te atrapa desde el primer momento. Voy a agenciarme EL informe Brodeck, que me han dicho que es el “novamás”.
EL ÚLTIMO LABERINTO de Mercedes Salisachs. Lo llevaba en la mochila para darle un último repaso antes de presentarlo en la tertulia mensual, que ya fue el miércoles pasado. Una historia que ahonda en el valor del perdón como cura y liberación del alma atormentada. Salisachs, escritora nonagenaria y prolífica, ganó, con esta obra, el Premio José María Lara de Novela del año 2004. Y aunque en sí, la historia tenga toques poco creíbles, merece la pena leerla.
NADA de Carmen Laforet. Qué decir de este clásico. Carmen Laforet ganó con esta novela el premio Nadal allá por el año 1945, miren ustedes si ha pasado tiempo. Pero Nada, es una novela que siempre apetece volver a leer. Así que, al pasar por Moyano, la vi, me miró, y me la traje a casa… Espero volver a disfrutar con su lectura, tal y como lo hice hace… ¡tantísimos años!
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES de Yoko Ogawa. Este librito, porque es una novela corta, lo descubrí entre los libros de La Buena Vida. Mi reciente gusto y afición hacia la literatura nipona, me llevó a prestarle atención, y después de inspeccionar la carrocería y el interior, decidí hacerme con ella. No me arrepiento. Acabo de descubrir a una nueva escritora. La obra tiene un tinte un poco misterioso, ya desde el principio intuyes que algo pasa, que hay alguna pieza que no encaja bien… Atrapa.
Y miren ustedes, son las doce menos diez de la noche, termino ahora de escribir estas Crónicas, seguro que algo se me queda en el tintero. Anoche hice una selección de fotos, las rebajé de peso, las enderecé si alguna estaba así, un poco de medio lado… y ahora sólo me queda colgarlas y colocar el texto, ya ven, lo más difícil y costoso, dado los problemas que da Blogger con su editor de entradas; es lento, te desespera, tienes que andar controlando cada dos por tres que la separación entre foto y foto no es kilométrica, juntarlas poco a poco… una locura que no sé si a estas horas estoy en condiciones de aguantar. Y tal vez, lo deje para mañana a la tarde. Ya veré…
¡Una hora y veinte minutos, he pasado más de una hora en menesteres técnicos! ¡Ahí les va esta crónica, que la disfruten! A las 01:10 (capicúa)
Fotos: Antonio y Edurne Folletos: De la exposición Programación Microteatros: del sitio Marcapáginas: Librería La buena vida Cartel peli, foto Honky Tonk: Internet